Nacida en Brasil pero criada en la mediterránea Barcelona, Ana Laura se graduó en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Amante de las buenas historias y de tejer palabras hasta crear hermosos y coloridos tapices, devora libros con gran apetito, aunque nunca queda del todo satisfecha con el banquete. Aun así, el mayor placer de su vida sigue siendo leer en metros, cafeterías, o tumbada en el césped, así como analizar las distintas visiones del mundo que crean, recrean y proponen los autores con sus obras literarias.

Siente obsesión por la apicultura y por coleccionar ediciones de libros de Jane Austen; es consciente de que eso no es un rasgo de personalidad, aunque le gustaría que lo fuera. Se ha convertido, además, en el tipo de persona que escribe notas en los márgenes de sus libros; su yo adolescente se horrorizaría, pero afortunadamente su yo adulto es muy consciente de que algún día alguien heredará su biblioteca y tal vez disfruten leyendo sus opiniones y sus críticas más ocurrentes acerca de los personajes y sus acciones.

Cree firmemente en la teoría de Barthes de que la opinión de un autor sobre su propia obra cuenta más bien poco, pero la muerte del autor sólo puede aplicarse al cien por cien cuando el autor está… bueno, muerto. De lo contrario, hay que responsabilizar a los autores de sus acciones y sus palabras y, en consecuencia con sus principios, Ana Laura se niega a leer obras de autores abiertamente racistas, misóginos u homofóbicos que todavía estén vivos, ya que prefiere no contribuir directamente a su beneficio económico y social.

Su mayor logro a día de hoy es no haber nacido ni millennial ni generación-z, sino en ese limbo entre ambos. Como tal, admite ser víctima de las redes sociales, del síndrome del impostor y del humor autocrítico. También se siente un poco boba escribiendo esta biografía en tercera persona, pero se sentiría aún más boba si la escribiera en primera persona.