Cuando observo con ojos limpios la obra de un artista que desconozco me gusta recordar cual fue la primera sensación que me convoca a fanatizarme y querer saberlo todo.

La obra de Tirzah llego a mi vida a través de uno de sus grabados titulado Brick House Kitchen (Cocina de la casa de ladrillos), realizado a sus 24 años.

En primer lugar, la escena de una cocina a leña con gatos merodeando y una pava de té en el fuego me invade de tanta intimidad, es una escena inmensamente introspectiva, el punto de vista que utiliza me obliga a estar ahí parada dentro de la obra, escuchando esos gatitos maullar (hasta quisiera cerrar el cajón entreabierto).

Pero luego de iniciar ese viaje hogareño emotivo y sensorial no puedo evitar pensar en la técnica, estoy frente a una obra entintada que Tirzah grabo en un taco de madera…estoy perpleja, la complejidad de la xilografía es el contraste, la definición, la textura, todo llevado a un resultado exquisito.

En segundo lugar, me conmueve el tiempo y la dedicación, ya que el grabado requiere mucha atención y entrega antes de ver el resultado final. Y es este factor “el tiempo” el que me queda resonando, el tiempo que necesita una artista para encontrarse con su obra, el tiempo que la vida doméstica y el destino evapora. Tal vez Tirzah no tuvo el suficiente tiempo, pero con el que tuvo nos regaló su arte, tan personal y variopinto.

Tirzah Garwood nació en 1908 en Kent Inglaterra, apoyada por sus padres estudió en la escuela de arte desde los 18 años. Su profesor Eric Ravilious (con quien se caso 4 años más tarde) fue quien la inicio en la técnica de grabado en madera.

En 1928 realizo su primera exposición del grabado Hall of Mirrors. en esta obra se evidencia su sentido del humor, el juego con las escalas y la perspectiva (se trata de un autorretrato reflejado en un espejo mágico de parque de diversiones), cualidades que siento que mantuvo a lo largo de sus obras, las cuales se sienten muy autobiográficas a medida que conozco más sobre ella.

En la década del 30, ya casada con el artista Ravilious y viviendo una vida rural Tirzah tuvo 3 hijos, obedeciendo a los mandatos de la época dedico su tiempo a la crianza y el hogar.

Un grabado que realizo en 1929 “La esposa” muestra su autorretrato en la cama con un cuadro de una casa sobre su cabeza. Sin embargo, en estos tiempos realizo papeles estampados para editoriales de gran calidad artística, el papel jaspeado de Garwood fue solicitado por importantes tiendas de diseño ya que se trataba de patrones absolutamente innovadores.

La década del 40 comienza con 2 grandes golpes en su vida, le realizan una mastectomía de urgencia y su esposo (quien había sido nombrado artista de guerra) muere en servicio. Es en 1944 donde Tirzah comienza a pintar nuevamente, esta vez mostrándonos la riqueza del color y la textura de los oleos, también crea casas por medio del collage, experimentando con nuevos materiales y profundidades.

Disfrutando algunas obras de esta etapa artística de Tirzah comprendo finalmente que es lo que capto mi atención de su obra, es su mirada lúdica, baja el punto de vista como una niña retratando sus juguetes. La maternidad está totalmente presente en su obra, ya que la escala y la perspectiva se sitúan mayormente al nivel del suelo, las flores, insectos y animales cobran protagonismo, sin embargo, construye una composición con una carga, una intimidad y una introspección muy madura y atractiva.

Valiéndose de objetos inanimados de la infancia (como trenes y muñecos de nieve) sobre escenarios calmos y diáfanos, construye un ambiente amoroso, solitario, atemporal, tal vez nostálgico y misterioso. Hay una extrañeza en su obra que la hace magnética, me hace pensar si la gran verdad de esta vida se encuentra en la sencilla tarea de la contemplación.

Surrealista y naif, el recorrido en sus últimas obras es sublime, a sus 42 años, pasando su último tiempo en un asilo de ancianos debido a su enfermedad terminal, Tirzah produce un gran volumen de obra (toda en pequeño formato debido a que las realizo en la cama), en 1950 (y un mes antes de su muerte) crea Spanish Lady. Esta obra probablemente es la más conocida de Tirzah Garwood, o tal vez la puerta de entrada a su universo, la manera en la que se autorretrata a través de una botella de porcelana es tan interesante.

La luz sobre un escenario nocturno de estrellas luminosas, las flores preciosas entre un búho que sobrevuela y un caracol que curiosea en la tierra de una maceta, y la figurilla de porcelana contenedora de todas las experiencias que la vida le ha presentado, hacen de esta obra final un enigma y tal vez un sabor especial de sentir que Tirzah tenía aún más para contarnos.

A lo largo del recorrido que realice de su vida artística, me quedo admirando la perseverancia y decisión con la que Tirzah Garwood diseño su vida, su tiempo fue corto, pero nunca dejó de producir y expresarse a través de su arte.

Como siempre, esta es una invitación a descubrir las vidas de quienes experimentaron y experimentan esta vida, contemplando y haciendo de este mundo un lugar aún más hermoso.