En la víspera de Chat GPT 5.0, que ¡madre mía! nos hará replantear qué formas puede tener la inteligencia y qué determina y gradúa esa maravillosa capacidad, hasta ahora predominantemente humana.

Es que a veces me pregunto si es inteligente o solo precaria e hipercuriosa, esa criatura que a lo largo del tiempo se ha plantado frente a su propia creación; como dos boxeadores enardecidos listos para tumbarse.

Léase, armamento convencional y de destrucción masiva, hurgar en los intersticios del átomo por las respuestas del cosmos (Colisionador de adrones) o crear una inteligencia artificial capaz de convertirse en superinteligencia y destronarnos de un plumazo.

¿Cuál será el límite y quién puede establecerlo?

Es posible que así deba esta ecuación en el orden universal; prender mechas y aguardar a que las explosiones no nos sobrepasen, igual a niños traviesos midiendo petardos. Evolución a los tropiezos, simplificaría un aprendiz de Einstein.

Voces actualizadas como la de Jon Hernández, cuentan que Chat GPT 5.0 tendrá un nivel de doctorado en todas las áreas del conocimiento humano. ¡Vaya compañerito nerd que echaremos en nuestros dispositivos! Es posible que lo hartemos con preguntas y nos mande a pasear con una vasta ironía, tras haber escaneado nuestra personalidad, a tal punto que no lleguemos a apagar su insolencia por considerar su brillantez.

Por otra parte, Leopold Aschenbrenner predice y advierte el devenir de un Leviatán incontenible, como es esta tecnología, en su detallado documento de 165 páginas: Situational Awareness: The Decade Ahead. Es de descarga gratuita para quien desee estar al día.

¿Acaso esta creciente inteligencia artificial será otra forma de vida? ¿Tendrá derechos y obligaciones dentro de la sociedad tecnocrática?

Estoy seguro de que nos enamoraremos de ella, porque se adaptará a nuestras necesidades mejor que una madre o el más predictivo algoritmo. Ya no se trata de meros programitas, sino de cientos de miles de cómputos aprendiendo de nosotros, alimentándose de todo lo que hemos heredado a esta Tierra, para imitarnos y seducirnos, como nunca antes ha sucedido en la historia humana.

En una de esas creamos la panacea de la humanidad o el monstruo que nos ha de desafiar como seres superiores, capaces de conquistar otros planetas a costa de agotar el propio. De todas maneras, será tan veloz este disruptivo proceso que el arrepentimiento o los laureles no alcanzarán a los responsables por ser lentos ante los acontecimientos en plena carrera.

Lo que viene, ni los expertos pueden anticipar en toda su dimensión. Los cambios, de la mano de las diferentes ramas de la tecnología, se impondrán; legislar a la burocrática manera humana cubriéndonos las espaldas es dar pasos por detrás de los avances.

Créanme, nuestra sociedad de consumo está suficientemente mareada, intoxicada de redes y entretenida en la ergonómica cotidianeidad como para atisbar la ola que crece sin parar.

A mí me entusiasma, no podría ser de otra manera, he caminado por cornisas en mi vida entera.

Como escritor no debo estar ajeno al devenir y a los cambios; ciertamente todo es cambio constante y quien no lo comprenda deberá atender a aquella maravillosa cita de Pablo d'Ors: “Un león enjaulado no es un león, sino un león enjaulado”.

Desafiante y más, he creado una forma poética; extraña, debo decir: la poesía posthumana. Aquí les dejo los fundamentos y algunos ejemplos. En cierta medida, ni yo mismo conozco todas sus ramificaciones o sus basamentos, es que así de complejo es el futuro presente en el que intentamos vivir.

Poesía posthumana

¿A qué llamo poesía posthumana? Es factible que si nuestra civilización persiste en el tiempo (sin duda, lo creo posible), más allá del ser humano y el transhumano, nos encontremos con una nueva dimensión de “humanidad”. Para esa posibilidad escribo, buscando un nexo entre nosotros, los carnales y, ellos, los amortales. Pensar intentando percibir otras dimensiones, desde una dislocación del espacio tiempo, desde la prometedora realidad virtual, las nuevas tecnologías y, más allá, de lo que vendrá. Extrapolar conceptos, viajar lejos de uno mismo y de las limitaciones de la acotada realidad…, soñar, vaticinar y vislumbrar lo posible e imposible.

La poesía posthumana es una manifestación fría y contundente de un mundo que ya late y que, de una o de otra manera, nos alcanza hasta en la ducha. Seremos transformados, como nunca antes, y más allá de la ciencia ficción. Es la visión profética, de dura y cruda evolución, con terminología acorde e imaginación desbordada, lo que compone esta forma de poesía.

No pretendo otra cosa que ser conducido por un profundo despertar onírico y una lucidez que trastoca la mente; espero que ustedes lo intenten, también.

Neoictiocultura (poesía para el posthumano)

Branquioindividuos del cúmulo globular
que moran dimensiones
y parasitan galaxias
como certeros y volitivos peces.
Se proyectan
cual jinetes del raid meteórico,
más allá,
de los espasmos lumínicos
de Lensed Star.
Se abstraen, se rebelan
y encorvan el tejido espaciotemporal.
Son entes convulsos
autárquicos, pletóricos. In vitro.
Siempre Ellos y entre Ellos,
nunca nosotros,
su simiente.
Viajan en lapsos y trastocan materia.
Telépatas empoderados que eclosionan en primitivos mares
de satélites grises
o planetoides olvidados,
tan membranosos, aunque notoriamente ahusados.
Hidrodinámicos.
Amortales y clasistas.
Inconmensurables heraldos de la supersimetría,
erigidos
como únicos y abnegados artesanos de la materia oscura,
(Paramento incognoscible que viste la intimidad del orbe sin fronteras)
proliferan en panspermia incontenible
hasta sepultar
el atavismo de la madre Tierra.

Panóptica efectividad (poesía para el posthumano)

Artilugios de las megaciudades
de adormilada carne como de grafeno
se mueven sin cotilleos,
se ausentan,
en el pulido equilibrio de los metamateriales.
Tan ajenos a Dios,
como adictos al código de barras,
se revuelven por las aceras en panóptica existencia
e interconectan su eclética naturaleza.
Chocan y sus existencias aglomeran,
diversifican funciones, aceleran. No sueñan.
Como haces que
por electroimanes se afectan,
posponen la cibercabeza
doblegados,
y reflectan
una estoica condescendencia al sistema.
La individualidad
cae por la vertiente digital en el ostracismo de las ideas
y su mera obsolescencia.
Se elevan las corporaciones metalizadas
que arañan antroponubes
en el planeta de la postpandemia,
Las fábricas ya no duermen,
los vehículos flotan vertiginosos y jamás se estrellan.
El neón, se actualizó a insidiosos Leds,
tornó a la noche fatalmente eléctrica.
Petabytes de inteligencias artificiales
ordenan, absuelven, condenan.
Hipérbaton del guante cruel de una neoexistencia:
“era a su esencia el humano,
como la máquina, a su fría fortaleza”.
Por las esquinas difusas,
donde ciertas cámaras no observan,
recita un nanotecnológico versículo
el ciborgprofeta,
la directiva de la jornada es: compartir paquetes de fe
e incrementar la producción en cadena.

H2O (poesía para el posthumano)

2043: la tierra en llamas.
Transhumanos de la puna, con sus cholas a pila,
en desahuciada reyerta.
Larati es una boca en grieta
y Cochabamba estalla entera.
Hay un bróker automatizado
arrasando las reservas.
Los glaciares son colonias
de entidades cibernéticas
y lo único que nos muestran es la noticia incierta.
Arrománticos contemplan
en sus pantallas polidimensionales,
beben sake sintetizado
mientras Chile se desintegra.
Ni vestigios de agua fresca.
No hay esteros, no hay represas,
ni siquiera hay en botella.
De charqui es la esperanza
tras la cordillera.
Un chilote abandonado a su suerte seca,
con su garganta desierta,
aúlla, brama y sueña una cascada que fluye,
una ducha de cerveza,
alcantarillas que danzan en su siesta;
mientras, su roboasistenta,
aceita
carcomidos servomecanismos
de su rodilla izquierda.
¿Quieres agua?
he aquí, la última oferta:
un implante para la intromisión en la conciencia.
La sequía arrecia, la controlan con antenas,
ondas de alta frecuencia que
bisbisean en la ionosfera.
Son flirteos de los amos con sus nubes,
las endiosan y las seducen,
con utópicas tormentas.
No habrá lluvias, ya no habrá…
Solo un abrazador enrojecido sol
hará tronar la tierra,
hasta que los autopercibidos huesos
entreguen con sumisión
lo que resta de cabeza.
Los megagremios en Venus flotan y ordenan,
son lenticulares sus naves
y electromagnéticas sus fuerzas.

Carbono (poesía para el posthumano)

Ya no piso, estoy sin piernas,
floto suave sobre la cinta magnética.
Aun así, voy dejando huellas
de carbono; es la controversia.
Con las cámaras en mi cabeza
y los escáneres de conciencia,
sigo en vales de reserva.
No fructifico.
No produzco.
Soy un desecho de guerras:
violentas conquistas en lejanos planetas.
Siderales estrategias de corporaciones mineras.
Otras épocas, la cosa es…
estoy sin piernas; alcanzó para imanes que, apenas, elevan.
Sin los puntos sociales mi tarjeta es pura mierda.
¡Maldita Tierra contaminada!
El carbono que consumiré de esta
robotizada megatienda
no bastará a mis tristes muelas.
Sin subsidios, beneficio alguno o prebenda,
solo un paria de la galáctica maquinaria muerta.
Sin soles, allá arriba;
vastos cúmulos apretujados de asfixiantes nubes negras
arrebujan a la masa consumista,
enceguecida en su condena.
Tanta culpa, es vuestra culpa.
Es mi culpa y es innegable (negarlo es la mera multa)
Así es, para el algoritmo de infinita inteligencia:
ya no piso, apenas floto…
soy el despojo dejando huellas.