Raymundo es un acriollado Papacho, manera coloquial de describir a un campesino con poca educación, pero cierta inteligencia. Él vive en un bello paraje de las comunidades altoandinas a 3700 metros de altura, casa de piedra sin ventanas y piso de tierra con un vistoso árbol de Sauco en el patio exterior con el que se preparan mermeladas para endulzar la vida. La vista de una cascada recorriendo terrenos desde el paso más elevado contiene una belleza paisajista indescriptible. Dos caballos, una vaca y varias ovejas son las pertenencias más valiosas que posee Raymundo, quien también cuenta con hijos pequeños. Aunque en los Andes rurales la utilidad de los animales no está por encima del valor de los hijos, a la hora de clasificarlos van adelante por los beneficios que otorgan, trasporte, leche y lana para sus vestimentas.

Issac es un vecino y amigo de la familia, viven en casas cercanas muy similares y también cuenta con el característico árbol de sauco. Raymundo e Isaac se hicieron compadres cuando nació el hijo mayor de este y lo bautizaron con el tradicional corte de pelo. Ayni es la ayuda mutua que se da en remotas partes de los Andes, algo así como hoy por ti mañana por mí. Hoy esa amistad desapareció y estos vecinos se detestan. Cuando ambos completaron sus casas habían intercambiado toros de cerámica para colocar en el techado, ahora estos habían sido arrojados contra el piso haciéndolos añicos. Ambos se habían obsequiado estos símbolos sincréticos al terminar sus casas, el mismo que representa la fertilidad es un aspecto muy amplio, la familia, el ganado y la tierra.

Que había pasado entre ellos ya no es un misterio, Isaac había intentado seducir a Celestina, esposa de Raymundo, al encontrarse visiblemente embriagado y ella se le enfrentó a cachetadas denunciando la ofensa del atrevido. Compadres y comadres son amigos que se vuelven familia hasta que uno de ellos comete un error imperdonable. Ahora, difícilmente será perdonado porque las personas de las montañas no saben cómo hacerlo. Hoy, ambos tienen su entrada principal en direcciones opuestas y se evitan a toda costa.

Para llegar a la gran ciudad Raymundo debía caminar seis horas para luego subirse a un camión las siguientes cuatro horas. Ha viajado en búsqueda de un contrato para sus caballos, el turismo ha empezado a incrementar y él también quiere beneficiarse. Cuando llega a la ciudad camina sin un rumbo establecido para acostumbrarse al caos y desorden. Es un papacho que viste como papacho y actúa como tal. Ese mismo día aprende a caminar en las veredas y a cruzar las pistas hasta que finalmente llega a su destino, una oficina. Una compañía operadora de turismo que acampó en su terreno lo había invitado a participar, y él esperaba confiado la oportunidad de poner sus caballos a trabajar.

Cuando se entrevistó con el jefe, un inglés que vivía muchos años en el Perú, el estilo campechano de Raymundo lo hacía a este sonreír. Conversaron y llegaron a un acuerdo económico. Vale la pena mencionar que Raymundo era un auténtico asesino de la lengua española, pero como era quechua hablante se le perdonaba los errores de sintaxis. Como tenían un viaje a los pocos días lo invitaron a pernoctar en casa de los jefes. Esa noche cenaron juntos y le dieron un cuarto para que descanse. Muy temprano en la mañana Raymundo sintió deseos de ir al baño y no tuvo mejor idea que salir al jardín y defecar en el árbol de pino. No fue hasta el día siguiente que los dueños de casa olfatearon el mal olor y dieron con la visión de una gran caca en el jardín.

Esa mañana, Raymundo sintió hambre y con poco recelo se atrevió a comer un pastel de chocolate que lucía fantástico y como no le habían ofrecido la noche anterior decidió probar. Cortó un gran pedazo y lo engulló con rapidez para que no se dieran cuenta de su atrevimiento. A los pocos minutos Raymundo comenzó a sentirse muy raro, todo se movía con rapidez y los colores se intensificaban al igual que los sonidos. Se comenzó a asustar y salió a la calle para caminar y distraerse. Se perdió y no encontró el camino de regreso hasta algunas horas después. No sabía qué estaba sucediendo, mientras balbuceaba palabras incoherentes cuando preguntaba a los transeúntes el camino de regreso. Dio muchas vueltas en la ciudad totalmente perdido y se arrepintió de haber comido la torta que luego se enteró contenía marihuana y había sido preparada por la esposa de su futuro jefe. Nunca más comió torta de chocolate, pero se arrepintió de no llevar un poco para intentar que Issac, su enemigo íntimo, la engullera y tuviera una experiencia tan mala como la de él.