Mi nombre es Génesis. Me identifico como mujer, aunque me hayan tocados todos los roles socialmente asignados a los hombres.
Me llamo Génesis, nací mujer, pero me han asignado todos los roles sociales que usualmente e históricamente le fueren asignados a los hombres. Me llamo Génesis creo que soy mujer, pero todos los días salgo a trabajar para traer el alimento a mi casa, y procuro el bienestar de mi familia. Mi nombre es Génesis, y a veces creo que el mundo está construido desde afuera, como si alguien lo hubiera diseñado estableciendo redes como las telarañas, asignando conceptualizaciones, definiciones, estigmatizando.
Me llamo Génesis y para mí, no hay fronteras, no hay negros y blancos. Hay matices, colores, pero sin vidrieras, sin necesidad del reconocimiento del otro; solo con el auto convencimiento. Me llamo Génesis, y no hay fronteras, no hay banderas, no hay subordinación, ni obediencia, solo hay autorregulación, lógica y coherencia. No hay cercados, solo tierras extensas. Y en el devenir de la historia he tomado miles de roles, se ha penado mi fisionomía, se ha mutilado tratando de desaparecerla; he estado de rodillas y he estado frente a decenas.
Me llamo Genesis, he parido y temblado de dolor, sentido frio intenso; y también he sido sujeto de aberraciones y practicas aceptadas por la ciencia. He proveído del más puro y sabio de los alimentos, y he quedado también vacía de impotencia frente a los desbordamientos.
He atravesado vastos territorios, he conectado con tantas culturas. En algunas me han otorgan un lugar oculto y cubierto, y en otras me convierten en las más central de las figuras … Yo soy tu papá y yo soy tu mamá, no necesitas más nada, una voz mategualteca. He sido trata, prostituida, extremadamente preservada, obsesivamente cuidada, encerrada no solo de espacios, sino también de palabra; juzgada por compartir el cuerpo, por compartir el alma, golpeada, privada del contacto con el otro, blasfemada, insultada, aborrecida, culpada. Y en los vaivenes de tantas diferencias, han decidido que seré transformada, y me agregan cosas en función de los parámetros virtuales de belleza, me empequeñecen mi olfato, y me agrandan mi gusto; y no es que esté mal la estética, sino que a veces no se comprende el origen de su existencia.
También me han querido transformar vendando mis senos, tapando mi cuerpo, ocultando mis pies, y mi vientre escondiendo, pues me niegan inclusive haber nacido de una madre, negando su propia existencia. Ustedes saben por qué tanto odio, tanto ensañamiento, que se ha venido gestando sin ningún remordimiento.
El piano sigue sonando y suena, y esta vez la música cuenta que, así como nos defenestran tan bien nos enaltecen haciéndonos altares de flores, nos muestran cielos, nos cautivan con las estrellas.
El sol brilla, quemando la piel de una tarde de siesta, el cabello se desacomoda al viento, y los pasos avanzan en plena libertad, para llegar acá tuve que sacarme las serpientes enroscadas, tuve que librarme de los insectos, tuve que detener cada uno de los avasallamientos sobre mi cuerpo, sobre mi pensamiento, que en menester de que no de que dios se proclamaban, tuve y tengo que mantenerme en pie, sin ningún otro argumento.
Alcanzada la tan anhelada libertad, y habiendo sido tantas veces privadas de ella, no es acaso la libertad la falta de impedimentos para realizar las búsquedas internas, los más bellos momentos, la posibilidad de decidir por sí mismos, de divagar de explorar en profundidad todos los pensamientos, de crear, de contar.
Concedida la libertar a partir de ahora haré uso de ella, libertad sin condiciones esa es la encomienda.