Siempre tendremos en el entorno familiar alguien con quien nos sentimos afines y a quien estimamos más que a los demás. Me ocurrió con un tío suizo, un colorado de ojos azules que llegó al Perú en los años cincuenta y permaneció medio siglo antes de retornar a su patria. He de mencionar que a la hora de partir tuvo que utilizar a un corrupto oficial de inmigraciones por no tener al día su situación migratoria, mostrando la dejadez propia de su naturaleza. No era el tipo perfecto, en realidad nadie lo es; él mostraba su predilección por estimulantes legales como la nicotina, cafeína y el alcohol, era el típico bonachón que se hace querer sin esforzarse, y lo quise como tal.
Renée destacó como un cocinero de vasto repertorio. Comidas criollas, chinas o italianas, eran preparadas sin titubear, así como los embutidos o asados. Dominaba las artes culinarias y disfrutaba observar el rostro de la gente al momento de probar su comida. No les temía a los ajíes, los conocía casi todos, pero su favorito era llamado la pinga del mono, ají que pocos se atrevían a probar. Aunque la cocina era solo uno de sus talentos, también era mecánico, gasfitero, electricista y carpintero, su habilidad con las manos superaba a la de los pies, era un pésimo jugador de futbol. Lo mejor de él era su actitud ante la vida y la sonrisa perfecta con la que te recibía al dar la bienvenida.
No fue casualidad que su esposa también fuera mi tía favorita. Su presencia durante mi juventud y la confianza que otorga saber que no eres juzgado me ayudó en la pubertad, resolviendo un constante cuestionar de variados aspectos de la vida, pero solo hasta un grado de intoxicación etílica cuando sacaba de la galera la ironía y el sarcasmo con el mismo grado de picor con el que cocinaba, picantísimo. No era violento, no reaccionaba ante la gente que trataba de humillarlo, aunque solía utilizar la lengua de una manera mordaz. Parecía un niño viejo ahogando las penas, y al soslayar se refugiaba en el alcohol. Solía beber café fumando un cigarrillo y después de trabajar tomaba cervezas cuando realizaba su entretenimiento preferido, resolver crucigramas. Pasatiempo que también se convirtió en mi favorito algún tiempo después.
Mi país siempre tuvo un pésimo criterio para elegir sus autoridades, cumpliéndose la máxima que dice cada país tiene el presidente que se merece. Existe el patrón en el que los políticos llegan en plan de aprendizaje causando daño a la economía del país, como los cangrejos avanzamos, pero también caminamos hacia atrás. Me causó extrañeza descubrir que Renée había decidido retornar a su patria llevando consigo a toda la familia, pero la situación económica era insostenible. Estuve presente en la última cena; el día de su despedida había decidido preparar comida china, y pasé la velada conversando con él en la cocina bebiendo la rubia espumante. Prometí visitarlo algún día; los años pasaron y no pude cumplir mi promesa. Durante ese tiempo se hicieron extrañar, aprovechando cada semana para juntar en un sobre manila, los crucigramas que intencionalmente dejaba de resolver para hacérselos llegar. Aunque nunca los envié porque mi intención siempre fue llevárselos personalmente, me enteré un día de que el tío estaba enfermo, la nicotina y los excesos le estaban pasando factura y fue entonces cuando coincidentemente viajé por primera vez a Europa.
Estuve en Alemania dos meses capacitándome en emergencias médicas, al terminar programé un viaje a Suiza, pero descubrí que la visa Schengen no me permitía ingresar. Para ese entonces la salud del tío se había complicado y ya no podía caminar. Nos encontramos en Lyon, Francia con mi tía y pasamos el día juntos. Al final del día ella me instó a cruzar la frontera en la maletera del auto para visitarlos por unos días. Decliné la invitación y no fue por temor a ser descubierto, sino que opté por una cita romántica con una amiga de antaño. Hice entrega de los cientos de crucigramas a la tía cuando me despedí de ella para descubrir que a los pocos días él falleció.
El remordimiento de no haberme despedido me atormentó por un tiempo, pero él llego en mis sueños para decirme que me había perdonado y que en el cielo él seguía resolviendo crucigramas.