Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
Que muero porque no muero.(San Juan de la Cruz, «Vivo sin vivir en mí»)
Cuando el ser humano se adhiere al mundo engañoso de las creencias, se hace prisionero de los odios que cultiva, asesino de sus semejantes y de la naturaleza; pero si ocurre lo contrario, y es un cultor de la ciencia, del conocimiento y de la sabiduría, se transforma en el núcleo de la paz y de la unidad en la verdad, aun cuando eso acontezca —y no puede acontecer de otra manera— en la pluralidad de intereses, ideas y experiencias. Verdad, realidad, pluralidad: la tríada del existir. Por encarnar este ideal de realización cultural, la obra poética de Juan de Yepes Álvarez, mejor conocido como san Juan de la Cruz, atraviesa los siglos y llega al nuestro con la vitalidad que acompañó su génesis, hace más de cuatrocientos años. Escritores de distintas cosmovisiones reconocen en san Juan de la Cruz una de las cumbres de la poesía lírica española que, junto a Teresa de Ávila, expresan con mayor claridad la experiencia de su subjetividad, a la que se conoce como «mística». Escribo «mística», y aclaro que no interpreto ese vocablo como si su referente fuese objetivo, si lo es o no lo es, es algo que escapa a este ensayo.
Las obras poéticas más importantes debidas a san Juan de la Cruz son cuatro: Subida al Monte Carmelo, Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva. Se trata de «la más encendida obra de la lengua castellana», como escribió el espléndido agnóstico Jorge Luis Borges.
En las líneas que siguen me refiero al sentido metafísico, ontológico y óntico de esta poesía, y enlazo el tema con los conceptos modernidad, modernismo y posmodernismo.
Modernidad
Defino el proyecto moderno como aquel que subraya la importancia central del humanismo, la tecnología, la ciencia, el conocimiento y la sabiduría, y desde esos ámbitos se propone construir sociedades sabias, no dogmáticas ni sectarias, abiertas a la pluralidad de la experiencia, y a la posibilidad de lo infinito multidimensional e inacabable existencial. Este es su ideal, y lo encontramos en la obra y en la vida de personas que desde los orígenes de los tiempos históricos han bregado, un día sí y otro también, por materializarlo.
Conforme a lo escrito, es equivocado referir la modernidad tan solo a lo ocurrido a partir de los siglos XIV y XV en Europa, no, lo que en esos siglos acontece es un momento luminoso de la racionalidad, pero es solo un instante de una historia milenaria que involucra a varias civilizaciones y a todas las generaciones humanas. Debe hablarse, por lo tanto, de modernidades, en plural, y no de modernidad, como si solo la europea fuese tal. A pesar de esto, y en atención a la extensión de este ensayo, me concentro en el proyecto moderno según su singularidad europea, que es donde sitúo la obra poética de san Juan de la Cruz. ¿En qué consiste esta modernidad? Lo resumo en cuatro postulados:
Primero, la persona y su razón son autónomas frente a cualquier forma de poder exterior.
Segundo, el principio antropológico de la autonomía personal y el epistemológico de su razón inmanente y autónoma se planteó, en sus orígenes, como complementario respecto al principio trascendental. En el proyecto moderno la inmanencia y la trascendencia se presentan como legítimos y correlacionados.
Tercero, la racionalidad científica y tecnológica es un valor positivo sobre cuya base han de construirse las sociedades.
Cuarto, el progreso, entendido como evolución ascendente de la razón y del bienestar social, es un rasgo permanente de las mejoras humanas.
Estos postulados, claves para comprender el proyecto moderno europeo, crean un horizonte de realización histórica donde el ser humano genera de modo permanente conocimiento, ciencia, tecnología y sabiduría en un marco social de pluralismo orgánico, es decir, de pluralismo como característica esencial de la humana convivencia. No obstante, la realización histórica de la modernidad se alejó por la forma y por el fondo de estos contenidos, convirtiéndose en su contrario, y es en esta transición donde reside el nacimiento del modernismo.
Modernismo
Desde el inicio los énfasis del proyecto moderno europeo contenían los elementos de su propia negación. Esta mezcla de contenidos explica que los énfasis de la modernidad se transformaran con relativa facilidad en excesos desequilibrantes, dando origen al proyecto modernista que resumo en los siguientes puntos:
Primero, de la autonomía de la razón y de la persona se pasa al individualismo y el egocentrismo.
Segundo, de la complementariedad inmanencia-trascendencia se pasa a la unilateralidad absoluta, sea de la inmanencia, lo que conduce al ateísmo, o de la trascendencia, que lleva a un trascendentalismo rígido, centralista y autoritario. Ambos excesos cohabitan y cooperan entre sí, aun cuando se presenten como adversarios.
Tercero, el énfasis en la racionalidad científica y tecnológica se transforma en cientificismo tecnocrático, esto es, en la creencia de que solo la ciencia y la técnica tienen validez epistemológica, y en un proyecto político donde la experiencia humana es reducida a técnica.
Cuarto: la idea de progreso se convierte en un historicismo naturalista que postula la existencia de leyes de la historia como si fuesen análogas a las leyes del cosmos estudiadas en la física clásica, la física relativista y la física cuántica. Este historicismo es determinista y olvida las variables de la casualidad, las sincronías y la creatividad en las acciones humanas.
Son estas unilateralidades las que conforman el proyecto modernista. La transición de la modernidad al modernismo es un fenómeno en extremo complejo que acontece casi de manera simultánea, y quizás por esto ha sido poco o nada estudiado, siendo esta la razón por la cual en muchas narrativas se utilizan estos conceptos como sinónimos cuando en realidad refieren realidades distintas y contrapuestas. En su momento, quienes intentaron responder al proceso degenerativo de la modernidad, mezclaron esos dos imaginarios (modernidad-modernismo) y los trataron como si fuesen una sola realidad. En tal tesitura, por ejemplo, se dijo que la Segunda Guerra Mundial evidenciaba el fracaso del proyecto moderno, cuando en realidad demostraba la decadencia del modernismo. Modernidad y modernismo no son lo mismo, y san Juan de la Cruz se inscribe, como se verá, en la modernidad, lo que explica su vigencia como crítico del modernismo.
Posmodernismo
La no realización del proyecto moderno, y la crisis de su deformación modernista, produjo en la segunda mitad del siglo XX lo que algunos estudiosos denominaron «posmodernidad». No creo que este concepto sea adecuado porque como he dicho el proyecto moderno no se realizó, y se mantiene como un ideal histórico inconcluso. Lo que sí se concretó y se completó fue el modernismo del que hace décadas se viene experimentando su crisis, razón por la cual debe utilizarse el concepto de posmodernismo y no el de posmodernidad. Estimo que los énfasis del posmodernismo son los siguientes:
- Frente al reduccionismo cientificista, objetivista y tecnocrático del modernismo, lo posmodernista subraya la importancia de la subjetividad y la intersubjetividad. Esto explica, en parte, la vigencia del intimismo de autores como san Juan de la Cruz, Teresa de Ávila o Federico Nietzsche en el posmodernismo de los siglos XX y XXI.
- Frente al absolutismo del racionalismo cientificista y tecnocrático lo posmodernista sostiene la existencia de diversas racionalidades, ya no solo la racionalidad científico-técnica y humanista de la modernidad, sino también la racionalidad estética, cultural, histórica y metafísica, entre otras.
- Frente al control social, sea totalitario o democrático-liberal, el posmodernismo enfatiza la libertad como poder de indeterminación y autogestión.
Estos rasgos del discurso posmodernista representan un intento de superar la crisis del modernismo, y de completar la realización de la modernidad, pero por razones que no es del caso analizar en esta oportunidad, el posmodernismo fracasa en su esfuerzo, y se convierte en una especie de transición líquida, poco consistente, hacia una etapa de la historia de la cual se vislumbran algunas características sin que hasta el momento se cuente con una narrativa conceptual madura e integral para calificarla.
Identificados los énfasis de la modernidad, del modernismo y del posmodernismo, es posible explicar las razones de la vitalidad y vigencia de la obra poética de san Juan de la Cruz.
Nota histórico-biográfica sobre san Juan de la Cruz
Juan de Yepes nació en el año 1542 (siglo XVI) de Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez, en Fontiveros, cerca de Ávila, en Castilla La Vieja. Se trataba de un pequeño pueblo de economía agrícola y ganadera, donde también existía en ciernes la industria de telares. Su familia era muy pobre de economía y bienestar, y esta circunstancia lo sumergió en situaciones sociales por completo adversas que comprometieron su salud. No obstante, debido a circunstancias familiares y de interacciones humanas, es lo cierto que Juan de Yepes logró realizar estudios de latín, humanidades, lenguas clásicas, retórica, filosofía, teología y literatura, a lo que se sumaron los estudios y prácticas de la Orden del Carmelo a la que ingresó en 1563 con el nombre de Juan de san Matías, todo lo cual le permitió evitar los riesgos económicos y sociales de las precarias condiciones de vida familiares.
El encuentro con Teresa de Ávila fue decisivo para comprender la trayectoria del poeta y místico español. Teresa le habló de su proyecto de reformar el Carmelo, y desde entonces él se convirtió en activo promotor y dirigente de esa iniciativa. Esto sucedió a partir del año 1567, y desde 1568 Juan de San Matías adoptó el nombre de Juan de la Cruz con el cual es conocido universalmente.
San Juan de la Cruz falleció en la madrugada del 14 de diciembre de 1591 en Úbeda (Jaén), con su cuerpo infectado de inflamaciones, heridas y tumores. Encontrándose en el límite de su enfermedad padeció las restricciones, ofensas y recriminaciones del prior de Úbeda que no apreciaba a Juan de la Cruz.
Es el siglo XVI, y en Europa se agitan las aguas del descubrimiento y conquista de América, el desarrollo de la imprenta, la Reforma Protestante, el Renacimiento y la revolución científica, fenómenos asociados a la modernidad europea que había empezado su andar desde los siglos XIV y XV, y que se consolidaría al desaparecer la sociedad preindustrial, rural y tradicional, para transformarse en la sociedad industrial y urbana moderna que surge de la Revolución Industrial y de las nuevas economías de mercado. San Juan de la Cruz se desenvuelve, por lo tanto, en un tiempo histórico situado en el corazón del proyecto moderno, pero en un país donde toma inusitada fuerza la contra-reforma opuesta a la racionalidad moderna y a la reforma y teología protestantes.
El conflicto es notorio, y tendrá algunos reflejos en la disputa entre carmelos descalzos y carmelos calzados del que Juan de la Cruz participa de manera directa como dirigente del carmelo descalzo y de la reforma teresiana impulsada por la gran Teresa de Ávila, también conocida como Teresa de Jesús. La Reforma del Carmelo en la segunda mitad del siglo XVI, buscaba restaurar la vocación eremítica-contemplativa de tipo interiorista en fusión con las prácticas externas, y encontró en el intimismo de Agustín de Hipona una de sus fuentes. Es notorio el hecho de que el cometido de la reforma teresiana levantaba sospechas y animosidad en el poder burocrático religioso y monárquico de la época. En este marco genesiaco la reforma propuesta por Teresa de Ávila se distancia de los intereses político-religiosos de la Monarquía de Felipe II y también de la reforma propuesta desde Roma tras el concilio de Trento que había tenido lugar en 1545, tres años después del nacimiento de Juan de Yepes.
El distanciamiento en cuestión, sin embargo, no se tradujo en una ruptura completa, y es este hecho el que permite observar las extraordinarias dotes de convencimiento y negociación de Teresa de Ávila al impulsar sus innovaciones y rupturas al mismo tiempo que estimulaba relaciones amistosas con la Roma Tridentina y la Monarquía Española. Sobre este tema la bibliografía disponible es abundantísima, y merece un ensayo aparte. San Juan de la Cruz participa de esta experiencia de conflicto-negociación, consenso-represión, en favor de la vocación intimista de vuelta a los orígenes que propugnaba la reforma de Teresa de Ávila, y por esto sufrió prisión y tortura durante nueve meses del año 1577, de donde logró escapar en la noche entre el 16 y el 17 de agosto de 1578. Al tenor de varias investigaciones históricas, entre ellas las de Marcelino Menéndez Pelayo, san Juan de la Cruz fue acusado ante la Tribunal de la Inquisición por practicar la vida mental, y se le denunció como «hereje iluminista».
El tenor interiorista y subjetivo de la poesía de san Juan de la Cruz encuentra en los objetivos de la reforma del Carmelo uno de sus resortes más determinantes, y en ese marco se comprende que su poesía lírica conecta en la trayectoria afectivo-erótica de amor al Amor que caracteriza a la mística occidental desde Agustín de Hipona y aún antes, hasta llegar a él y a Teresa de Ávila.
Poesía y poemas
En san Juan de la Cruz la poesía es un lenguaje que intenta lo imposible: comunicar la infinitud de su experiencia a-racional y mística a través de un instrumento en extremo limitado y finito: el lenguaje. A esto debe agregarse el hecho de que tal experiencia personalísima de san Juan de la Cruz es validada por su testimonio y por el testimonio de quienes convivieron con él, pero eso no es prueba de su veracidad objetiva, pero sí de su intensa interioridad, con lo cual, si algo postula la poesía de san Juan de la Cruz es la existencia de un tipo de racionalidad y de metalenguaje que no puede reducirse a la combinación matemático-empírica de la racionalidad científico-tecnológica. Coincide san Juan de la Cruz, en este punto, con muchísimos científicos, humanistas y artistas que en el mundo han sido y son, como ocurre con Jalāluddīn Rūmi cuando escribe: «Y nos fundiremos en el éxtasis…/jubilosos y a puerto seguro del/necio lenguaje humano, tú y yo…». A san Juan de la Cruz, como a Jalāluddīn Rūmi, el lenguaje humano no le era suficiente para expresar su vivencia subjetiva, en realidad a ningún ser humano le es suficiente, y por eso el arte poético es para él la oportunidad de cultivar el metalenguaje de otra racionalidad: la racionalidad poética.
La poesía de san Juan de la Cruz evidencia la acción de esa otra racionalidad, que también es propia del ser humano, y esto merecería consideraciones puntuales sobre las limitaciones del lenguaje común frente al metalenguaje lírico de la poesía como experiencia multidimensional. Un ejemplo de la anterior afirmación es palpable en el poema «Entréme donde no supe», cuyos enunciados son de extrema belleza, pero sobre todo evidencian que san Juan de la Cruz se movía en un plano existencial que en su sentir superaba «toda ciencia». Este poema empata por el fondo y por la forma con algunas de las sensibilidades culturales de los siglos XX y XXI. Dada su importancia central en este contexto, transcribo algunas partes por extenso:
Entréme donde no supe
Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo,
toda sciencia trascendiendoYo no supe dónde entraba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.De paz y de piedad,
era la sciencia perfecta,
en perfecta soledad
entendida vía recta,
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda sciencia trascendiendo.Estaba tan embebido,
Tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendido,
toda sciencia trascendiendo.…Cuando más alto se sube
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía;
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
Los enunciados «no saber sabiendo, no entender entendiendo», sitúan el poema en el plano de la racionalidad poética de san Juan de la Cruz, donde los contrarios se unifican en «toda sciencia trascendiendo», y al trascender el yo poético se dirige a la suma sciencia donde el poeta dice encontrarse y saber sin entender ardiendo en comunicar. Esto no es un juego de palabras, es una experiencia de la subjetividad testificada en el metalenguaje de la poesía. La sola lectura de este texto responde a la pregunta de por qué la poesía de san Juan de la Cruz seduce a las sensibilidades de los siglos XX y XXI, la razón es simple: las raíces de la subjetividad del poeta se encuentran ancladas en una racionalidad poética que le permite trascender toda otra racionalidad. «Toda sciencia trascendiendo» escribe el poeta. Téngase presente que en san Juan de la Cruz «trascender toda ciencia» no es una simple posibilidad inherente a la estética del poema, que se agota en su forma, ni tampoco es producto de un subjetivismo desbocado y alucinante, para él se trata de una certeza subjetiva-objetiva por completo armonizada, derivada de la experiencia que desea comunicar.
En un mundo donde han fracasado las ideologías (el fracaso de las ideologías es una constante de la historia universal), y donde las más plurales experiencias se ven atosigadas por el cientificismo tecnocrático y el control-manipulación de los poderes fácticos y mediáticos, es comprensible que al ser humano le seduzca la mera posibilidad de otra racionalidad y de otra realidad como las prefiguradas en la poesía de san Juan de la Cruz.
Y san Juan de la Cruz, desde su certeza, que para él responde a la realidad multidimensional, escribe:
Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche…
Y en esa noche, oscuridad del andar, sombría sombra, el poeta poetiza:
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
Habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
En esa búsqueda ardiente el amante (la amante) exclama:
…la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora…¡Oh noche que guiaste!;
¡oh noche amable más que la alborada!;
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
Amada en el Amado transformada!
La experiencia de la «Amada en el Amado transformada» y viceversa postula la fusión del amor en el «Amor», algo que se ha olvidado, ocultado o destruido en el individualismo egocéntrico y narcisista del modernismo y el posmodernismo.
Y en «Sin arrimo y con arrimo», escribe el poeta:
Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo,
todo me voy consumiendo.
En canciones sobre la hermosura versifica en tono de interacción sensual, erotizada y de ágape ese consumirse en el «oscuras viviendo».
Cántico espiritual: canciones sobre la hermosura
Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte u al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos
y el mosto de gradas gustaremos.Allí me mostrarás
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías allí tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día…
Estas son apenas unas poquísimas estrofas de una obra que en conjunto es pequeña (no llega al millar de versos), pero que encierra un tesoro universal de belleza e intensidad potentes, y que transmite una cosmovisión a la que no se le puede negar profundidad y validez. Su derecho a ser y a estar, posibilidad que enceguece, «aunque es de noche».
¿Dónde, en definitiva, se encuentra la razón de la vigencia de san Juan de la Cruz en el siglo XXI? Reitero: en postular, a través de sus poemas, la existencia de la racionalidad poética como metalenguaje asociado a otra realidad o dimensión de lo real. Otra racionalidad, otra dimensión de lo real, otro lenguaje o metalenguaje, y todo esto enlazado en unidad, sin yuxtaposición, en un cosmos multidimensional, plurirracional y plurilingüístico ¿No es este el anhelo secreto y no secreto de los humanos en todas las épocas? ¿No es ésta la búsqueda que trasluce en los laberintos de la historia? Y ¿no es a esto a lo que se oponen las corrientes que un día persiguieron y torturaron a san Juan de la Cruz, y hoy persiguen y torturan a quienes, aun en las tinieblas del tiempo (aunque es de noche), resplandecen en su propia luz?
Queda sin resolver si el universo multidimensional inherente a la racionalidad poética de san Juan de la Cruz es una realidad omnijetiva (fusión del sujeto y el objeto, creación recíproca de lo objetivo y lo subjetivo) o una mera construcción del deseo. Se sabe que existen distintas racionalidades y distintas expresiones del lenguaje; se conoce, en ese contexto, que la multidimensionalidad de la realidad es una hipótesis plausible, reforzada por la física clásica, la física relativista, la física cuántica y la cosmovisión cuántico-relativista, y que constituye un deseo o anhelo constante de la experiencia humana. Quizás pronto, más temprano que tarde, el tiempo histórico se ilumine con la certeza de que la pluri-racionalidad y los muchos lenguajes de la subjetividad forman parte de un continuo espaciotemporal de pluriuniversos multidimensionales, coexistentes y correlacionados. Es cuestión de tiempo.