Las puertas de la percepción (The Doors of Perception) es el título de un libro autobiográfico del filósofo y escritor inglés Aldous Huxley (1894-1963). Fue publicado en 1954, un año después de la experiencia que tuviera el autor con la mezcalina, que describe con lujo de detalles en el libro. Huxley analiza las visiones psicodélicas que experimentó, que van desde lo "puramente estético" hasta su "visión sacramental”. También reflexiona sobre las implicaciones filosóficas y psicológicas de tales experiencias. Por su parte, Jim Morrison (1943-1971), poeta y cantante, fundaría The Doors (Las Puertas), un grupo de rock que traspasaría los límites de la composición tanto lírica como musical. Tanto el título del libro de Huxley como el nombre de la banda de Morrison están inspirados en las palabras del poeta inglés William Blake (1757-1827), quien escribió:
Si las puertas de la percepción se abrieran, todo se le aparecería al hombre tal y como es, infinito. Porque el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta el punto de ver todas las cosas a través de las estrechas grietas de su propia caverna.
En 1956, Huxley publicaría El cielo y el infierno (Heaven and Hell), ensayo en el que profundiza en las reflexiones iniciales expresadas en Las puertas de la percepción. Desde entonces, y con frecuencia, las dos obras se han venido publicando juntas en un solo libro. Muchos de sus editores lo han hecho bajo el título de El matrimonio del cielo y el infierno, muy probablemente inspirados en The Marriage of Heaven and Hell, también obra de Blake.
Además de las de la percepción, existen otras innumerables puertas que “se abren” para mostrarnos algún aspecto o lugar del mundo. Recuerdo que, en mi infancia preadolescente, yo vivía en Valera, en el Estado Trujillo, y con cierta regularidad me llevaban de paseo a la población de La Puerta, capital del municipio María Auxiliadora (curiosamente, nombre también de una de mis hermanas), donde bajo un agradable clima templado de altura podía contemplar montañas como el Toro o el Llanito, así como el Páramo de los Torres.
Otra puerta importante en mi vida fue la de entrada al jardín de la Orden de los Caballeros de Malta, en Roma, porque la conocí siguiendo las indicaciones de mi propia hija Andrea, quien ofició de guía. Esta puerta está en la cima del monte Aventino. A través de su cerradura puede verse, en primer plano, los jardines del Priorato de Malta, y más atrás, a la distancia, una espectacular vista de la Basílica de San Pedro.
También podría mencionar las cinco puertas que rodean a Madrid, que han sido parte de la vida de la ciudad desde hace siglos. La más antigua es la entrada al Parque del Retiro, la monumental Puerta de Felipe IV (1605-1655), construida para honrar a Mariana de Neoburgo (1667-1740), segunda esposa de Carlos II (1661-1700). Luego está la neoclásica Puerta Real del Jardín Botánico. La siguiente es la Puerta de Hierro, de estilo Barroco, construida para honrar a Fernando VI, El Justo (1713-1759). La Puerta de San Vicente, cerca del Parque y la estación Príncipe Pío, fue construida por encargo de Carlos III (1716-1788), quien fuera también Rey de Nápoles. Finalmente, la Puerta de Alcalá, original del siglo XVIII, es un monumento icónico de la ciudad, construido para honrar a Carlos III y dar acceso a aquellos viajeros que entraban a Madrid provenientes de Alcalá de Henares. Esos viajeros, a su vez, habrían salido del pueblo natal de Miguel de Cervantes (1547-1616) cruzando la Puerta de Madrid.
Pero no es de estas puertas, que definen lugares o son puntos de llegada o partida, de las que quiero hablarles, sino de las Puertas del Paraíso y del Infierno.
Sobre la entrada y salida de la iglesia Romanesca de Santa Fe de Conques se encuentra uno de los tímpanos (área semicircular encerrada por el arco sobre el dintel de una entrada arqueada) mejor conservados de Francia. Sus detalles aún son nítidos, y en ciertas partes todavía se nota la pintura original que cubría las figuras allí plasmadas.
En este tímpano se representa el Juicio Final. Cristo está en el centro, entronizado, flanqueado por dos ángeles. A la izquierda puede verse a María, San Pedro, y Dadon. Este último aparentemente habría sido un hombre brutal, tanto en su juventud como en la adultez, pero, al final de su vida, se convertiría en ermitaño y, arrepentido de sus pecados y maldades, establecería el primer oratorio en Conques, a pocos metros del lugar donde está la iglesia. Detrás de ellos hay varias figuras, incluida la de un abad que, con su mano derecha, toma la izquierda de Carlomagno (748-814), quien donaría los terrenos donde se asienta este templo. Detrás de ellos, varios acólitos traen ofrendas, entre ellos cuatro santos que cierran esta procesión.
A la izquierda de Cristo vemos cuatro ángeles en un mar estilizado. Uno de ellos sostiene un libro abierto con la palabra “Signatur”; los otros tres tienen un incensario, una lanza y una espada llameante, respectivamente. A la derecha de los ángeles vemos a varios demonios atormentando a algunos condenados al infierno. Justo debajo de Cristo, San Miguel y un demonio participan en la Psicostasis, el “pesaje” de las almas. A la derecha, las almas que no pasaron esta prueba sufren los tormentos de los condenados. En el extremo derecho, uno de estos condenados está en un asador. A la izquierda de la Psicostasis, los ángeles abren las tumbas de los muertos para su juicio final.
En el registro inferior se notan dos visiones del más allá. En el lado izquierdo, Abraham abraza a sus hijos entre los arcos y torres de la Nueva Jerusalén. A su derecha hay seis figuras coronadas, y otras cuatro a su izquierda. En el lado derecho, Satanás preside las torturas de los condenados. Justo en el centro del registro, un ángel saluda a los justos a las puertas del Cielo, en el sector izquierdo. A la derecha, los demonios empujan a sus víctimas hacia la boca del Infierno. El significado es más que elocuente. Bajo el tímpano hay dos puertas. Los feligreses entran a la iglesia por la derecha, debajo de la imagen del infierno, como pecadores, para luego salir exonerados por la de la izquierda, debajo de la imagen del cielo.
Sin embargo, fue en el Norte de California donde tuve oportunidad de admirar con detenimiento ambas puertas, la del Paraíso y la del Infierno, porque están ubicadas muy cerca una de la otra, a menos de 40 kilómetros de distancia. En 1993, en oportunidad de mi primera visita a Florencia, vi por primera vez la Puerta del Paraíso. Es la puerta del sector este del Bautisterio de San Giovanni, ubicado justo frente a la Catedral de Santa María del Fiore. Es la obra cumbre del orfebre, escultor y arquitecto florentino Lorenzo Ghiberti (1378-1455). La primera puerta del Bautisterio, originalmente colocada en la entrada principal, pero hoy ubicada en el lado sur, fue construida por el escultor y arquitecto italiano Andrea Pisano (1290-1348). Posteriormente se realizó un concurso para realizar la puerta del sector norte del Bautisterio, que ganó Ghiberti con un diseño agradable y natural. Una vez terminada la obra, se decidió desmontar la puerta de Pisano, que estaba en el frente, y remplazarla por la de Ghiberti.
La obra tiene dos batientes. Cada uno contiene cinco escenas del Antiguo Testamento, de 80 x 80 centímetros cada una. Las puertas miden 5,20 metros de altura, 3,21 metros de ancho y tienen un grosor de 11 centímetros. Cada escena fue trabajada en bronce, con láminas doradas. En cada escena se aprecian alto, medio y bajorrelieves que aportan una sensación de profundidad y corporeidad a objetos y personajes, así como sombras y perspectiva. Las láminas laterales que hay alrededor de las escenas, tanto la superior como la inferior, muestran 24 figuras y 24 bustos. Uno de estos últimos muestra al propio Ghiberti. El marco exterior presenta una ornamentación de hojas y pequeños animales.
El nombre de Puerta del Paraíso se lo debemos a Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564), quien, al verla, afirmó que era digna de adornar las puertas del Paraíso. De igual manera, Giorgio Vasari (1511-1574), el primer historiador del arte, las consideró, un siglo más tarde, la obra de arte más perfecta y hermosa del mundo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los paneles estaban bajo la supervisión de Bruno Bearzi (1894-1983), restaurador y superintendente de las obras de arte de Florencia. Durante la ocupación nazi, el gobierno ordenó guardar las puertas de Ghiberti, para protegerlas de bombardeos y de la codicia nazi. Ya en 1943, escondidas, Bearzi sugirió fabricar copias para reemplazar las originales en el Bautisterio. Aunque el reemplazo no sucedió en aquel momento, Bearzi limpió paneles y bordes, realizando reproducciones en moldes de gelatina, que el mismo fundió, replicó y, eventualmente, pondría a la venta.
A comienzos de los años sesenta, la Catedral de la Gracia (Grace Cathedral) de San Francisco estaba en su fase final de construcción. Uno de los arquitectos de la catedral, Lawrence Kruse (1894-1971), se enteró de la disponibilidad de las puertas. Gracias a los aportes del filántropo Charles Devoe Field (1911-1991), los arquitectos comprarían las primeras réplicas hechas por Bearzi y lograrían transportarlas hasta San Francisco e instalarlas en la iglesia justo a tiempo para la dedicación oficial, en 1964. Hoy en día, sin la molestia de los cientos de turistas que a duras penas permiten admirar la Puerta del Paraíso en Florencia (replica también, ya que la original de Ghiberti está resguardada en el Museo dell’Opera del Duomo di Santa María del Fiore), en San Francisco se pueden admirar la más detallada y precisa de las copias hechas por Bearzi.
¿Y qué decir de la Puerta del Infierno, grupo escultórico creado por el artista francés Auguste Rodin (1840-1917) con el apoyo de la escultora francesa Camille Claudel (1864-1943)? La obra está compuesta por varias figuras, inspiradas esencialmente en La Divina Comedia de Dante Alighieri (1265-1321), Las Flores del Mal de Charles Baudelaire (1821-1867) y La Metamorfosis de Ovidio (43 a.C -17 d.C.). Rodin no llegaría a ver la fundición de la obra. Luego de su muerte, se realizarían ocho fundiciones en bronce, hechas a partir del modelo original en yeso, que hoy están dispersas por el mundo.
Encargada a Rodin por el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Jules Ferry (1832-1893), la obra debía representar “en bajorrelieves” a la Divina Comedia, para ser colocada como entrada del futuro Museo de Artes Decorativas de París. Rodin se inspiraría en los bajorrelieves realizados por el escultor y arquitecto italiano Lorenzo Maitani (c. 1275-1330) en la fachada de la Catedral de Santa Maria Assunta, en Orvieto, obra maestra de la arquitectura gótica, y en las puertas de bronce realizadas por Pisano y Ghiberti, especialmente la del Paraíso, para el Bautisterio de San Giovanni, en Florencia.
Rodin realizaría tres maquetas. La primera, de 1880, en cera, muestra un marco decorativo, y cada una de sus hojas está dividida en cinco paneles, en una clara referencia a la obra de Ghiberti. No se muestra ningún personaje. La segunda, que no presenta la estructura completa, se centra en el tímpano y la parte superior de las hojas. Muestra algunos personajes con poco detalle. La tercera, de 1881, es más clara. No muestra paneles, sino columnas decorativas en las que se distinguen varios personajes, entre ellos El Pensador, El Beso, Ugolino y sus hijos.
A fines de 1881, Rodin anunció que fundiría la puerta en cinco partes, pero recién en 1884 finalizaría las pruebas en yeso, que estaban listas en terracota. En 1900, durante la Exposición Universal de Paris, Rodin expondría el conjunto escultórico, despojado de sus elementos principales. En 1916, cuando ya se había decidido construir un museo en su honor, Rodin donaría La Puerta del Infierno, y el futuro curador de dicho museo, el historiador francés Léonce Bénédite (1859-1925), dispuso donde debía colocarse. Bénédite, en acuerdo con Rodin, completaría el portal siguiendo las observaciones que diera el autor para realizar el modelo en yeso de 1900, y los moldes de 1890. El yeso resultante está hoy en el Museo d’Orsay, en París. De 1920 a la fecha se han realizado ocho vaciados en bronce.
Uno de esos vaciados originales se encuentra en el Jardín de Esculturas Rodin de B. Gerald Cantor, en la Universidad de Stanford, apenas a 37 kilómetros al Sur de la Catedral de la Gracia. Definitivamente, sin temor a equivocación, puede decirse que el Paraíso y el Infierno, o al menos sus puertas, nunca antes habían estado tan cerca como lo están hoy en día en el Norte de California.
Puerta Real del Jardin Botanico de Madrid.
Notas
El Tímpano del Juicio Final. Office de Tourisme Conques Marcillac.
Battistero di San Giovanni. Opera di Santa Maria del Fiore.
Crépy, S. Porte de l’Enfer. M ‘O.
Huxley, A. (1956) Heaven and Hell. New York: Harper. 103 pp.
Huxley, A. (1970) The Doors of Perception. New York: Harper Collins. 79 pp.
Tobler, J. & Doe, A. (1996) The Story of the Doors. New York: Omnibus Press. 127 pp.