La etnografía es un método que invita al investigador a dejar de lado el escritorio en pos de ir al campo con el objetivo de comprender el modo de vivir, sentir y pensar de un grupo humano. Este enfoque se ha vuelto una marca disciplinar y un legado de la antropología al resto de las ciencias humanas y sociales. ¿Cuándo y de qué modo surge? ¿En el marco de qué discusiones y con qué certezas?
Bronislav Malinowski es una figura fundamental en la antropología y la etnografía modernas. A través de los años, su reconocimiento logró trascender los límites disciplinares y ha dejado un valioso legado a distintas ciencias humanas y sociales. Nació en Polonia a fines del siglo XIX, se nacionalizó inglés y, por ello, se trata de una figura fundamental para la antropología social británica. Sus principales aportes contribuyeron a lo que se conoce como la profesionalización del trabajo de campo. ¿En qué consistió este proceso? Desde mi perspectiva y en muy pocas palabras, lo que se hizo fue sistematizar una serie de ideas tan sencillas como fundamentales para la práctica de la disciplina que marcaron para siempre el quehacer antropológico.
En el siglo XIX, los antropólogos que estudiaban pueblos indígenas elaboraban sus teorías a partir de dos tipos de fuentes: las descripciones elaboradas por viajeros o los cuestionarios sobre el modo de vida de los nativos no europeos, entre los que destaca Notes & Queries on Anthropology, del Royal Anthropological Institute (1874-1951). Las primeras ideas acerca de la necesidad de que los intelectuales recolecten de primera mano los datos que les permitirían postular teorías científicas surgen con Franz Boas. Este pensador consideraba sumamente importante que se realice un trabajo profundo y detallado en las comunidades estudiadas. Sin embargo, no propuso una completa sistematización del método y sus estancias en el campo fueron más bien breves. En ellas, se proponía no sólo producir descripciones, sino también recolectar objetos de cultura material y registrar textos en lengua nativa.
Unos años después, en 1914, Malinowski arribó a Papúa Nueva Guinea con el objetivo de realizar su primer trabajo de campo en Mailu y en las Islas Trobriand. Estando allí, estalló la Primera Guerra Mundial. Malinowski era austrohúngaro y se encontraba en un territorio bajo jurisdicción británica, lo que lo obligó a permanecer en el campo hasta la finalización del conflicto, en 1918. Este imponderable habría de convertirse en un valor y un requisito ineludible de la etnografía malinowskiana: para conocer realmente el modo de vivir, pensar y sentir de los nativos, es fundamental que el etnógrafo permanezca en el campo conviviendo con ellos por un tiempo prolongado.
Si queremos conocer los imperativos del método desde la perspectiva malinowskiana, tenemos que sumergirnos en su obra más célebre: Los argonautas del Pacífico Occidental (cuya primera edición fue publicada por primera vez en Londres, en el año 1922). Recorramos juntos algunos fragmentos de este texto.
Primero: dice Malinowski que si lo que se pretende es producir un conocimiento válido de otros pueblos con culturas diferentes a la propia, es fundamental que la persona que realiza esa investigación cuente con una sólida formación en los últimos avances de la etnografía moderna, debe “tener una buena preparación teórica y estar al tanto de los datos más recientes”. De esta observación se desprende que el trabajo de campo sólo puede ser realizado por un antropólogo formado académicamente en etnografía. En palabras de Malinowski,
el tratamiento científico se diferencia del que sólo es de sentido común, primero, en que el estudioso completará mucho más el trabajo y extremará la minuciosidad con procedimientos sistemáticos y metódicos; y segundo, en que la mentalidad científicamente preparada dirigirá la investigación a través de líneas relevantes y hacia objetivos que tengan importancia real.
(Bronislav Malinowski, Los argonautas del Pacífico Occidental, “Introducción: objeto, método y finalidad de esta investigación”)
Suena lógico: si se desea realizar una investigación científica (ergo, válida y basada en un conocimiento confiable), son los mismos etnógrafos quienes deben recolectar los datos que utilizarán para crear teoría. Esta observación que hoy nos parece obvia, recién terminó de decantar como un lineamiento necesario con la figura de Malinowski: él afirmaba que, para hacer trabajo de campo (o fieldwork, en inglés), es fundamental haber estado ahí. ¿Cómo debe actuar, entonces, el investigador en terreno? Él debe ser un cazador activo de los datos etnográficos, “conducir la pieza a la trampa y perseguirla a sus más inaccesibles guaridas”. En este método, el papel desempeñado por el sujeto investigador es activo y central en el proceso de producción de conocimiento: no se queda quieto esperando a que le lleguen los datos, sino que construye las circunstancias situacionales que le permitirán obtenerlos.
Segundo: al hacer trabajo de campo, es imprescindible que el etnógrafo se aleje de la compañía de personas de la propia sociedad y permanezca con los nativos “en un contacto tan estrecho como se pueda, lo cual sólo es realmente posible si se acampa en su mismo poblado”. Esta inmersión en la cotidianeidad cultural del otro no sólo le permitirá ser testigo de los intercambios lingüísticos; las interacciones cotidianas y las prácticas económicas, simbólicas y políticas de ese grupo, sino también captar los imponderables de la vida social (este concepto remite a aquellos aspectos de la vida de las comunidades que son impredecibles y que, por serlo, permiten a los antropólogos y antropólogas entender distintos aspectos acerca del funcionamiento de las sociedades estudiadas).
Tercero: en la práctica misma del trabajo de campo, es fundamental que los resultados de la observación directa y las exposiciones e interpretaciones de los nativos sean prolijamente separados de las deducciones realizadas por el investigador en base a su sentido común o a cualquier otra capacidad de realizar inferencias. ¿Con qué objetivo? Según Malinowski, la meta del trabajo etnográfico es lograr captar el punto de vista del nativo, esto es: su forma de ver el mundo y de vivir en él, a partir de la otorgación de sentido a seres y procesos.
Para ello,
tenemos que estudiar al hombre y debemos estudiarlo en lo que más íntimamente le concierne, es decir, en aquello que le une a la vida. (...) Estudiar estas instituciones, costumbres o códigos, o estudiar el comportamiento y la mentalidad del hombre, sin tomar conciencia del porqué el hombre vive y en qué reside su felicidad es, en mi opinión, desdeñar la recompensa más grande que podemos esperar obtener del estudio del hombre.
(Bronislav Malinowski, Los argonautas del Pacífico Occidental, “Introducción: objeto, método y finalidad de esta investigación”)
¿A qué aspectos de la vida social en concreto se refería Malinowski al afirmar sus ideas? A todos. Según el funcionalismo, las sociedades están compuestas por instituciones sociales que cumplen funciones (también sociales). A partir de ello se desprende que el etnógrafo profesional debe atender a la totalidad de los aspectos de la vida social de un pueblo pues todo, por más insignificante que parezca a los ojos de un observador desprevenido, cumple con su debida función. Como resultado, los textos etnográficos de gran parte del siglo XX se desarrollaban a lo largo de cientos y cientos de páginas que describían, con gran detalle, desde los sistemas de parentesco hasta la sexualidad y el vínculo con la naturaleza, pasando por los sistemas simbólicos, económicos y políticos de esa comunidad.
En estos días, el trabajo de campo sigue siendo una práctica fundamental para que un estudiante de antropología se convierta en un antropólogo o antropóloga profesional. De alguna manera, se podría decir que se trata de una especie de rito que simboliza el pasaje por una especie de umbral que distingue a los no-expertos de los expertos. Es decir que el trabajo etnográfico sigue siendo en la actualidad una práctica que realizan las personas que se dedican a la investigación en el marco de las ciencias antropológicas. Paralelamente, la etnografía como método de acceso al conocimiento de lo social ha sido un importante legado de la antropología a diversas disciplinas teóricas que buscan producir un conocimiento científico del ser humano. No son pocas las ciencias que se han servido de los preceptos metodológicos propuestos por la etnografía para producir observaciones respecto del modo de habitar espacios, producir discursos e interactuar con otros.
Malinowski fue uno de los primeros antropólogos que no sólo vislumbró la necesidad de hacer trabajo de campo para obtener datos confiables de los grupos humanos, sino que también logró comprender y sistematizar el conjunto de acciones que debían ponerse en práctica para hacerlo de una manera profesional y científica. Este fue uno de sus aportes invaluables a las ciencias antropológicas. En este punto, puede resultar de valor retomar las palabras de Claude Lévi-Strauss quien afirma que
el hombre sólo crea verdaderamente al comienzo; en cualquier campo de que se trate, sólo el primer paso es íntegramente válido. Los que siguen titubean y se arrepienten, se esmeran en recuperar palmo a palmo el territorio superado.
(Claude Lévi-Strauss, Tristes trópicos, “El regreso")
Malinowski fue un pensador que logró dar esos primeros pasos disciplinares para que, casi cien años después, quienes hemos recibido sus enseñanzas podamos seguir produciendo conocimiento antropológico del mundo contemporáneo.