La palabra México significa “en el ombligo de la luna” en lengua náhuatl —el idioma ancestral mexicano—, sin embargo, México no se ha llamado solamente México. Sus nombres han transitado desde Tenochtitlán hasta su nombre actual de Estados Unidos Mexicanos.

A lo largo de su vida y de sus diferentes nombres, México ha vivido diferentes ciclos. Cada uno con un aura que ha influido de forma diferente dentro de su propia historia, resultando en el sincretismo de su cultura y en cómo el mexicano moderno se entiende a sí mismo; espinoso y cortés, por igual.

La invasión española de finales del siglo XV y principios del XVI, partió la historia del mexicano en dos; por un lado, dejó un pasado azteca del que pocos recuerdos se preservaron y por el otro, dejó un México mestizo, criollo y desangrado.

Esta ruptura en nuestro pasado, definió al mexicano en un estado de constante búsqueda, pues la historia sobre nuestros orígenes no nos dice mucho sobre nuestros sentimientos y conflictos actuales.

Desde entonces, como lo escribió Octavio Paz en su Laberinto de la soledad, morir y matar son ideas que pocas veces nos abandonan; la muerte seduce y fascina al mexicano, porque la muerte nos venga de la vida.

Esta forma de ver la vida —y la muerte—, tal vez explica el carácter a veces mortal, suicida y vertiginoso de la realidad mexicana.

México, así como todos sus hermanos de América Latina, nacieron de una cadena de epidemias como la viruela, el sarampión, invasiones, traiciones, hambrunas, violaciones sexuales, torturas, y finalmente, moldeado por la imposición de una religión monoteísta totalmente ajena al mundo precolombino.

Sin embargo, la historia mexicana inicia mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón y Hernán Cortés.

Para los mexicas —los habitantes originarios de México— existieron 4 mundos antes que el suyo. Cada uno de estos estaba regido por un Sol, un Dios y una raza humana única que mitológicamente fueron devastados por una catástrofe natural diferente. Igualmente, cada uno de estos mundos estaba ligado a alguno de los elementos básicos de la naturaleza: tierra, aire, fuego y agua.

En la mitología mexica, el primer sol se destruyó con un terremoto donde los jaguares devoraron a los gigantes que poblaban la tierra. El segundo sol acabó cuando el viento se llevó a Quetzalcoatl y a los hombres-mono. El tercero finalizó el día que llovió fuego del cielo. El cuarto sol se extinguió el día que los hombre-pez fueron arrastrados por las aguas de los ríos.

El quinto sol nació cuando Quetzalcoatl —la serpiente emplumada, diosa de la vida, la sabiduría y del atardecer— bajó al inframundo a recuperar los restos de una concha de caracol y rociarla con su propia sangre para devolverle la vida a los humanos.

De esta mitología Mexica, nace la historia y los nombres de México.

Tenochtitlán

Hubo diferentes civilizaciones en el mundo prehispánico que convivieron en Mesoamérica. Estas tenían una gran diversidad étnica y lingüística pero los unía una economía agrícola basada en el cacao, el aguacate, el maíz, frijoles, vainilla y chile. Entre las culturas más estudiadas y conocidas del mundo precolombino están la Mexica, Maya, Mixteca, Zapoteca, Tolteca, Olmeca, Purépecha y Teotihuacana.

Los mexicas fueron la civilización dominante que se expandió en la región central mesoamericana formando un estado imperial donde se impulsó la lengua Náhuatl y el culto politeísta, teniendo a 4 deidades principales en su cosmovisión:

Huitzilopochtli Dios del sol. Tlaloc Dios de la lluvia. Quetzalcoatl Diosa de la vida. Xolotl Dios de la muerte.

Antes de formar la ciudad-estado de Tenochtitlán, los mexicas habitaban otras tierras, un lugar mitológico llamado Aztlán. Identificada como una ciudad flotante o isla, aunque su existencia y localización nunca se ha podido comprobar.

Por este origen, los españoles les dieron su nombre posterior de Aztecas: los provenientes del Aztlán

Por alguna razón que no está del todo clara, el Dios Huitzilopochtli convocó a los mexicas en cierto momento a abandonar el Aztlán y fundar una nueva ciudad. La instrucción fue que en donde avistasen el portento de un águila con las alas desplegadas en posición de combate, sosteniendo con sus garras una serpiente de cascabel y posada sobre un nopal florecido sobre una peña emergiendo de un lago, ahí deberían de formar su nueva gran ciudad Tenochtitlán. Hoy es la Ciudad de México.

Reino de la Nueva España

Con la llegada de los españoles en octubre del año 1492 y el posterior arribo de las tropas de Hernán Cortés en 1519, empezó el segundo México, también conocido como México Virreinal.

Mucha sangre se derramó en este periodo de la historia, pero creo que nunca será suficiente la tinta derramada para narrar y no olvidar las atrocidades que sucedieron en la época colonial.

La doctora Gisela von Wobeser, comenta en entrevista para la revista UNAM Global, que con base en las matrículas de tributo recogidas por los españoles en el siglo XVI, se estima que antes de la llegada de Hernán Cortés vivían cerca de 11 millones de pobladores nativos en México y que para mediados del siglo XVII apenas sobrevivían un millón y medio. Es decir, la violencia desmedida de la invasión y las epidemias traídas por los españoles provocaron la muerte del 90% de los habitantes originarios.

Hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse a salvo, no hallaban a dónde dirigirse.

El relato anterior es sobre la matanza del Templo Mayor en la fiesta Tóxcatl acometida por el ejército español. (Tomado del artículo ¿Cuántas víctimas se cobró la conquista del imperio azteca a manos de Hernán Cortés?; Karina Suárez para el diario El País, 2019).

América Mejicana

El 16 de septiembre de 1810 Miguel Hidalgo e Ignacio Allende iniciaron una rebelión contra el mal gobierno de la Nueva España.

En palabras del cineasta e historiador Antonio Serrano Argüelles, al primer llamado de Miguel Hidalgo se unieron una docena de personas entre criollos e indígenas, dos coheteros y cinco músicos.

Al poco tiempo los seguidores del cura Hidalgo sumaban cientos de miles. Empezaba un proceso político y social que eventualmente pondría fin al dominio español.

Conjuntamente, José María Morelos capturaba Valladolid (hoy Morelia) para otorgarle una sede al congreso donde en 1814 se redactarían las ideas para expedir la primera carta constitutiva de la nueva nación que estaba por emerger.

Ese manifiesto fue llamado Los Sentimientos de la Nación y fue el documento político que recogió los anhelos y orientó la lucha de los insurgentes que buscaban separarse de la corona española.

Inspirado directamente en los ideales de Igualdad, Libertad y Fraternidad de la Revolución Francesa, Los Sentimientos de la Nación buscaban, primordialmente, la abolición de la esclavitud y la prohibición de la tortura contra los indígenas.

Primer Imperio Mejicano

La guerra por la independencia de México había comenzado el 16 de septiembre de 1810, pero no culminaría hasta la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México el día 27 de septiembre de 1821. Nacía el México independiente.

A este nacimiento le acompañaba la necesidad de simbolizar los valores y costumbres resultado del cruce de los dos mundos que lo conforman, pues las tradiciones novohispanas ya no representaban la identidad del país y era necesario un símbolo de la nueva identidad.

Una de las primeras tareas del Primer Imperio Mexicano fue crear un emblema que los representara. El Ejército Trigarante, simbolizó en el verde, el blanco y el rojo los ideales de religión, independencia y unión, los cuales se establecieron como los colores oficiales de la bandera mexicana.

A esta bandera se le añadió como escudo el portento avistado por los Mexicas sobre la fundación de México-Tenochtitlán: el águila en posición de combate sobre un nopal devorando la serpiente.

El Imperio Mexicano en 1822 se extendía desde el norte de la Alta California (hoy límite con Oregon USA), al este hasta Texas y al sur hasta el país centroamericano de Costa Rica.

Nación Mexicana

Desde el primer momento de su independencia, México se consideró a sí mismo como una nación. No obstante, tras el triunfo del movimiento separatista de España, México pasó directamente de ser una colonia virreinal a un régimen monárquico. Sin duda esto no representaba del todo los conceptos de unidad política que los independentistas habían buscado al inicio del movimiento.

De 1823 a 1857 el país se llamó Nación Mexicana y comenzó a escribirse el nombre con la letra “x” y no con “j”, como la Real Academia de la Lengua Española insistió en que se debía de escribir. Escribir México con “x” se convirtió en un símbolo de resistencia y de nacionalismo, basado en sus orígenes de la lengua náhuatl.

Un suceso que marcó esta época acontece con la invasión norteamericana de 1846 a 1848 donde México pierde el 55% de su territorio. A la derrota le siguió la firma del —Tratado Guadalupe-Hidalgo—, donde, según los Estados Unidos de Norteamérica, todo ese territorio debía ser cedido por el gobierno de México para pagar las deudas de la guerra.

California, Nevada, Utah, Nuevo México, Arizona, Colorado, Oklahoma, Kansas, Wyoming y posteriormente Texas, fueron los territorios perdidos —o mejor dicho robados— en esta guerra de invasión.

República Mexicana

Entre 1854 a 1863 la república mexicana se cimbraba políticamente. Se produjo la revolución liberal, la caída de la dictadura de Antonio López de Santa Anna, la constitución de 1857, la guerra de Reforma, la llegada de una flota franco-española-inglesa a las costa mexicanas para invadir el país y culminar con un periodo de intervención francesa en México.

Esta concentración de conflictos, acciones, pasiones, pusieron al país al borde de la destrucción y a punto de dejarlo despedazado, pero lo mantuvo unido la convicción de que México merecía ser una Patria libre y soberana.

Después del desembarco militar francés en las costas de Veracruz, el General Ferdinand Latrille Conde de Lorencez, encaminaba su ejército hacia la Ciudad de México para, según las propias palabras del General, proclamarse amo de México.

Según Lorencez, no había nadie ni nada que pudiera frenar al “mejor ejército del mundo”.

No contaba Lorencez con que el 5 de mayo de 1862, el General Ignacio Zaragoza, frente a sus 5,000 soldados mexicanos, frenaría en la heroica batalla de Puebla, a las fuerzas de Napoleón III.

Este hecho heroico ha hecho pensar erróneamente a muchas personas que el 5 de mayo es el día de la independencia de México, pero el ejército mexicano solo había ganado una batalla, y no la guerra.

Como cuenta el historiador Paco Ignacio Taibo II en su libro Patria, la anterior derrota enfureció tanto al gobierno francés, que este decidió contraatacar a México. Se mandó reforzar al ejército invasor con 35,000 soldados, 26,000 caballos, y al menos un centenar de barcos con pólvora, municiones, piezas de artillería, y por supuesto un alto mando más efectivo, el General Frédéric Forey.

Después de meses de nuevos combates y tras la derrota absoluta del ejército mexicano de Oriente, se firmó la rendición en 1863. México estaba ahora en manos de Francia.

El escritor Guillermo Prieto sintetizó, en medio de tan terrible derrota, una de las frases más memorables del sentimiento mexicano de la época:

Si se pierde un fuerte quedarán los otros fuertes, los claustros, los cementerios, los patios, las torres de las iglesias, las celdas. En cada piedra se hace un castillo y en cada puerta se levanta una muralla. Y si esto se perdiera, quedan las aldeas, las cavernas, las montañas. Y cuando todo ello se haya perdido, tendremos todavía por Patria las tumbas, y por sudario, nuestra divina bandera hecha jirones.

El gobierno de México pierde el control político y abandona la capital del país. Empieza a fraguarse en la mente de los franceses la idea de instaurar un emperador europeo en México.

Segundo Imperio Mexicano

Maximiliano de Habsburgo, originario de Austria, y su esposa Carlota, de Bélgica, ostentan en México el título de Emperador y Emperatriz, de 1863 a 1867. Años oscuros para México, pero no así para la aristocracia franco-maximilianista, que muy al estilo de la nobleza europea, se llena de joyas, lujos, ostentación, arquitectura, cultura y hasta repostería afrancesada. Aun así, el gobierno del emperador Maximiliano fue siempre inestable y derrocado en 4 años.

La resistencia mexicana, tras años de ceder territorio —pero nunca ceder la patria— finalmente expulsó al ejército invasor el 13 de enero de 1867. El 19 de junio de ese mismo año, el presidente Benito Juárez, quien había resistido en el exilio todos los años de invasión y ocupación extranjera, ordenó el fusilamiento del Archiduque Maximiliano de Habsburgo.

Era un mensaje contundente para que las potencias europeas terminaran sus aventuras imperialistas en México.

Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno, es la paz” La célebre frase de Benito Juárez, Benemérito de las Américas, al regresar triunfante a la Ciudad de México.

Estados Unidos Mexicanos

Desde el final de la Revolución Mexicana y con la publicación de la constitución de 1917, el país oficialmente recibe el nombre de Estados Unidos Mexicanos.

Estoy muy seguro de que a Donald Trump no le gusta este nombre. Así como tampoco le gusta que se llame Golfo de México. Y muy posiblemente tampoco le guste que México, junto con Canadá y EE.UU., sean los tres países que oficialmente integran Norteamérica.

—Sí, Norteamérica son tres países, no solo uno. Lo siento señor Trump, hay que tomar algunas clases de historia y geografía (y de respeto al derecho ajeno).

En el año 2012, el entonces Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, mandó al congreso de la unión una iniciativa de reforma constitucional para cambiar, una vez más, el nombre al país y que sea solamente “México”.

“Hay que regresarle su identidad a los mexicanos”, argumentó el expresidente para justificar su iniciativa.

Desafortunadamente la iniciativa no prosperó; —me imagino por lo complicado de cambiar todos los documentos oficiales que se han expedido en los últimos 100 años.

Sin embargo, nunca he escuchado a alguien decir “soy originario de los Estados Unidos Mexicanos”, aunque así diga nuestro pasaporte o nuestra acta de nacimiento. Todos decimos, por supuesto con tono de orgullo y con el pecho levantado ¡Yo soy de México! ¡Soy mexicano!