La ciudad de Barcelona se divide administrativamente en diez distritos. Cada distrito es un ente político descentralizado con competencias propias, aunque el planeamiento urbano depende de los servicios centrales del ayuntamiento.

La división territorial de los distritos responde a cuestiones históricas de la ciudad, correspondiendo la mayoría de ellos a antiguos municipios independientes que fueron anexionados a la ciudad a finales de siglo XIX. Gràcia fue una de estas villas independientes asentadas en el llano de Barcelona, que fue anexionada a la ciudad en 1897. Además de la división en diez grandes distritos, existe una división más pequeña en base a 73 barrios. Uno de estos barrios es “Vila de Gràcia”, que se corresponde en gran medida al antiguo núcleo habitado de Gràcia.

Es un barrio de calles angostas y rectas, con pequeñas plazas donde los vecinos hacen gran vida social. Gràcia tiene una población censada de casi 51.000 habitantes, que la convierte en uno de los barrios más densos de Barcelona (38.050 habitantes/Km2). Está repleto de entidades culturales y sociales, y es famoso porque durante el verano tiene lugar una gran Fiesta Mayor, con las calles engalanadas, que atrae personas de toda Barcelona y del resto de Catalunya. Pero en Gràcia no existe casi ninguna zona verde ni abundan los árboles.

Uno de los pocos árboles que destacan en Gràcia es una encina (Quercus ilex) que los técnicos forestales han datado en más de 250 años. Era una encina que se encontraba delante de la masía de ca l’Hortal, cuando gran parte del municipio era una zona agrícola, cuando aún no se había empezado a urbanizar. La primera noticia histórica de esta encina la podemos encontrar en un plano de 1845, levantamiento topográfico que se llevó a cabo para la urbanización de las calles adyacentes. La encina quedó encuadrada en los jardines de unas casitas de aires modernistas que se levantaron a mediados de siglo XIX en la calle Encarnación.

Estas cuatro casitas se construyeron entre 1868 y 1900, con fachada y jardincillo delantero a la calle Encarnación, dando esquina a la calle Enrique de Lara. Desde los jardines posteriores, la encina protagonista de nuestro relato ha dado sombra y cobijo durante decenas de años a los transeúntes de la calle, puesto que sus grandes ramas sobresalen del ámbito privado del jardín, protegiendo del calor a varias generaciones de ciudadanos.

En 2018, de las cuatro casitas originales ya solo quedaban dos, las situadas en los números 15 y 17 de la calle Encarnación, y estaba previsto su inminente derribo, así como la tala de la encina y el desbroce de todo el jardincillo particular, para poder construir en la parcela 28 pisos de alto standing con 42 plazas de parquing. El ayuntamiento de Barcelona, la administración competente en este caso, no podía evitar el traumático desenlace porque la zona estaba catalogada como urbana, y la empresa promotora inmobiliaria tenía el proyecto en regla.

En noviembre de 2018 diversas entidades locales, junto con los vecinos de Gràcia, se manifestaron durante semanas para impedir el derribo y la tala, hasta conseguir que el ayuntamiento de Barcelona entrara en negociaciones con la promotora, a fin de conseguir una expropiación pactada (con indemnización económica para la inmobiliaria). Las negociaciones no fueron fáciles, mientras que un centenar de vecinos ocupó las casitas en enero de 2019 para presionar por la expropiación. El acuerdo económico entre el ayuntamiento y la promotora se firmó finalmente en enero 2020 (con un coste de 6 millones de euros), lo que aplanaba el camino para que desde la administración se modificara el Plan General de Barcelona en estas parcelas de la calle Encarnación, para poder ubicar en los terrenos vivienda pública, una escuela maternal, y la conservación de las fachadas de las casitas, además de todo el jardín con la encina bicentenaria.

El ayuntamiento de Barcelona incorporó nuestra encina protagonista al catálogo de árboles de interés municipal. En este largo camino para mantener la sostenibilidad de este pequeño entorno local, fue fundamental la movilización de los vecinos, que se agruparon en una nueva entidad llamada “Salvem l’Alzina”.

La entidad social dispone de su propia página web Salvem l’Alzina1, donde se recogen las actividades que organizan, las notas de prensa y comunicados publicados, las actas de la asamblea de la organización, muchas fotografías y videos de estos siete años de movilizaciones, así como nuevas propuestas para el jardín.

El jardín de la encina de Gràcia se abrió al público definitivamente en mayo 2022, con la particularidad que es un espacio de gestión compartida entre el ayuntamiento y la entidad “Salvem l’Alzina”. El concurso para la redacción del proyecto arquitectónico de construcción de las viviendas sociales y un equipamiento público, manteniendo las fachadas y los jardines originales, se abrió en febrero 2024. Al concurso se presentaron 28 propuestas, y según comunicación del ayuntamiento de 8 de octubre 2024, el ganador fue la propuesta titulada “Plaça del Quercus”, que cumple con todos los requisitos, además de proteger la encina y el jardín.

En el momento de redactar este artículo, la plataforma “Salvem l’Alzina”, que formaba parte del jurado del concurso arquitectónico, junto con el ayuntamiento, ha votado en contra del proyecto, al considerar que el diseño final no garantiza suficientemente la conservación de la encina ni del jardín. Durante siete años de lucha vecinal, se han llevado a cabo muchas movilizaciones para salvar la encina que actualmente es considerada el árbol más viejo de Barcelona, con más de 250 años y 16 metros de altura.

Un árbol que, de no ser por un movimiento vecinal diverso, con personas de diferentes nacionalidades y edades, con diferentes intereses vitales, pero todos preocupados por mantener el patrimonio natural de esta antigua villa de Gràcia, sin la presión de los vecinos, habría acabado talada. Una victoria del movimiento vecinal en una ciudad cada vez más asediada por la gentrificación, pero con gente capaz de hacer rectificar al ayuntamiento. Hay quien opina que salvar la encina ha salido caro (6 millones de euros para la expropiación de las dos casitas y el jardín), pero esta encina existía ya antes que hubiera ni calles ni casas en los entornos, además nos protege del sol en verano y nos ayuda a respirar un aire un poco más natural.

La encina bicentenaria de Gràcia es un ejemplo de como deben ser las ciudades, de como sus habitantes pueden luchar por estos pequeños espacios más sostenibles que tanto ayudan a la convivencia. Tenemos la suerte que esta encina no ha sido ni la primera en lucha de defensa de un árbol urbano (algún día contaremos la historia del azufaifo de la calle Arimon del barrio de Sant Gervasi), ni será la última.

Notas

1 Salvem l’Alzina.
Araújo, Heriberto. (2002). El precio para salvar el árbol más viejo de Barcelona. RFI. 5 agosto. Barcelona expropiará por 6 millones las emblemáticas casas de la calle Encarnació. 17/1/2020 – La Vanguardia.
L’Ajuntament de Barcelona compra les casetes d’Encarnació per 6 MEUR per construir una escola bressol. 17/1/2020 – La República.
L’Ajuntament de Barcelona comprarà les casetes de Gràcia. 17/1/2020 – El País.
L’alzina més antiga de Barcelona. De Verd, 200, L’Independent. Octubre 2024.
Sampietro, Pilar. (2020). Los jardines secretos de Barcelona que corren peligro de desaparecer. El País, 28 de enero.