La relación entre lo onírico y lo tangible ha sido una constante en el arte, particularmente en el surrealismo, movimiento que explora el vínculo entre el inconsciente y la realidad objetiva que percibe el consciente. Esta dualidad refleja la tensión entre lo que percibimos a través de los sentidos y lo que habita en lo más profundo de la psique humana. A través de los sueños y lo irracional, diversos artistas y filósofos han indagado en cómo lo intangible puede dar forma a lo concreto, una relación que no solo se manifiesta en sus obras, sino también en sus procesos creativos.

El inconsciente y el plano onírico en la psicología

El psicoanálisis ha jugado un papel central en la interpretación de los sueños como una vía de acceso al inconsciente. Según Freud, los sueños son una manifestación simbólica del subconsciente, sus miedos y conflictos internos. Carl Jung, otro importante psicoanalista, profundizó en esta noción, describiendo los sueños como un puente hacia el “inconsciente colectivo”, un espacio compartido por la humanidad donde residen arquetipos universales que describen la psique humana.

En este sentido, el mundo onírico no es solo una experiencia individual, sino también un reflejo colectivo de la condición de ser humano. Las imágenes que emergen en los sueños, a menudo incoherentes o ilógicas desde la perspectiva de la vigilia, son claves para entender –o aunque sea interpretar– aspectos de nuestra psique que no están accesibles en el estado consciente.

La naturaleza de los sueños ha fascinado tanto a artistas como a pensadores porque en ellos coexisten lo irracional, lo absurdo y lo imposible, lo que permite que el arte juegue con lo inverosímil y lo impredecible.

Salvador Dalí y el surrealismo: el mundo onírico hecho realidad

Uno de los artistas más destacados en explorar esta dualidad es Salvador Dalí. Su obra no solo captura la esencia del surrealismo, sino que también representa una perfecta síntesis de lo onírico y lo tangible. Para Dalí, los sueños no eran meras fantasías, sino una realidad paralela que podía ser explorada y llevada al lienzo con precisión fotográfica.

Un método fascinante del proceso creativo de Dalí fue su uso de la llamada “siesta hipnagógica” como parte de su método paranoico-crítico. Esta técnica consistía en dormir sosteniendo una llave o una cuchara sobre un plato metálico. Al quedarse dormido, su mano se relajaba, la llave caía y hacía ruido al chocar contra el plato, lo que despertaba a Dalí inmediatamente. Este breve estado de somnolencia, conocido como estado hipnagógico, es el momento en el que la mente comienza a entrar en el sueño, pero aún no ha perdido por completo la conciencia.

Dalí creía que este lapso de segundos, entre el sueño y la vigilia, era un punto de acceso directo al inconsciente, donde las ideas y visiones más absurdas y surrealistas podían surgir. Al despertar abruptamente, podía capturar esos fragmentos de sueños antes de que se evaporen, llevándolos enseguida al lienzo con un alto grado de precisión. Esta práctica muestra cómo Dalí utilizaba el cruce entre lo onírico y lo tangible para generar su arte, creando una fusión entre su vida consciente y el contenido del inconsciente que habitaba en sus breves siestas.

En obras como La persistencia de la memoria (1931), Dalí difumina los límites entre lo tangible y lo onírico. Los relojes derretidos, símbolos que parecen imposibles en la realidad física, son representaciones de la relatividad del tiempo y la materia, una preocupación humana que se experimenta en sueños, pero que también se siente en la vigilia. El reloj, un símbolo cotidiano del mundo tangible, se deforma bajo las reglas del inconsciente, revelando la fragilidad de nuestra limitada percepción consciente.

Filosofía clásica y tradiciones místicas

En las antiguas civilizaciones, los sueños ya se consideraban un canal de comunicación con dimensiones ocultas de la realidad. En el mundo griego, filósofos como Platón consideraban que el mundo tangible no era más que una sombra imperfecta de una realidad más pura e ideal. Aunque Platón no equiparaba directamente los sueños con esa realidad ideal, su pensamiento sobre la existencia de niveles de realidad más allá de lo físico allanó el camino para la consideración del mundo onírico como una posible dimensión de existencia.

En las tradiciones místicas orientales, especialmente dentro del hinduismo y el budismo, el estado de sueño ha sido visto como una nave para trascender las limitaciones de la vida cotidiana. El concepto de maya en el hinduismo, que se refiere a la ilusión del mundo material, resuena con la idea de que la realidad que percibimos no es más que una construcción ilusoria. En estas tradiciones, los sueños a menudo son considerados una ventana a una verdad más profunda, un mundo donde las divisiones entre lo tangible y lo intangible se disuelven para ofrecer una perspectiva más completa.

Los sueños: ¿espejos de la mente o ventanas a lo desconocido?

El debate sobre si los sueños son meramente un reflejo de la persona que los sueña o una puerta hacia otras dimensiones sigue siendo una pregunta abierta y fascinante. Al interpretarlos exclusivamente como la voz del inconsciente, podríamos estar reduciendo su riqueza a un solo plano de análisis. ¿Y si los sueños, más allá de ser solo una expresión de nuestros deseos y miedos reprimidos, nos conectaran con una realidad distinta, con leyes y estructuras que no podemos percibir en nuestro estado de vigilia? La noción de que los sueños revelen algo más que nuestras mentes sugiere que podríamos estar ignorando una faceta crucial de nuestra propia existencia.

Quizás al limitar nuestra comprensión de los sueños a una explicación psicológica, nos estamos privando de la posibilidad de descubrir nuevas perspectivas sobre el universo que habitamos. Los sueños podrían ser una ventana hacia dimensiones que desafían nuestra lógica y percepción habitual, un portal hacia un universo donde el tiempo, el espacio y la causalidad siguen reglas completamente diferentes. Tal vez, en vez de interpretarlos únicamente desde el lente de nuestro inconsciente, podríamos empezar a verlos como experiencias que nos invitan a cuestionar lo que entendemos como realidad.

Tal vez, en lugar de elegir una respuesta definitiva, debamos estar dispuestos a convivir con la incertidumbre, permitiendo que los sueños sigan siendo una fuente de asombro y exploración, recordándonos que nuestra experiencia de la realidad es solo una fracción de lo que podría ser.

“Dar todo lo que se sabe por la mitad de lo desconocido” y “saber que nada se sabe”, como dirían Descartes y Sócrates respectivamente, puede ser paradójicamente una humilde –pero poderosa– filosofía de vida para conocer mejor el plano en que habitamos.