Precursor y actor de la independencia de la América del sur, Francisco de Miranda (1750-1816) resulta un personaje ambiguo, contradictorio. La historiografía tradicional lo ha exaltado como héroe, sin embargo, al observarlo como un disidente y exiliado que se mueve en los bordes de la lucha entre los imperios de España, Francia e Inglaterra, se lo puede ver como un político astuto, maquiavélico, cínico. Miranda no solo traza el proyecto de independencia muy tempranamente (es de 1790 su primera proclama) sino que sucesivamente busca apoyarse en los rusos, los franceses, y finalmente los ingleses, que lo mantienen económicamente durante quince años. Miranda busca la independencia de la América del sur, pero los ingleses quieren quebrar el poder de España y aprovechar la independencia de la América española para expandir su influencia.

Cuando Napoleón invade España, el sentimiento predominante en la América española era de fidelidad al rey. La invasión francesa provoca la creación de Juntas Soberanas en los virreinatos, capitanías y real audiencias. Integradas en mayor parte por criollos y mestizos, estas Juntas enviaron representantes a las Cortes de Cádiz que se proponían la creación de una monarquía constitucional.

Es imposible comprender, sin la perspectiva del tiempo, que aunque existieron defecciones y proyectos de independencia, el sentimiento generalizado era el de considerarse un español de América, un indiano. Quizá lo más parecido a los proyectos de independencia de Miranda sea la rebelión de Tupac Amaru (1738-1781) quien intenta restaurar el imperio de los Incas. Miranda quiere una monarquía constitucional gobernada por un Inca.

Cuando los franceses irrumpen en España, los proyectos de independencia son secundarios, no principales.

Como dice Antonio Annino en “Revoluciones hispanoamericanas, problemas y definiciones”, aunque existían ideas independentistas, lo que predomina son proyectos liberales, inspirados en la revolución francesa. De ahí que Miranda no se convierta en un precursor de la independencia sino hasta después de la represión que los Virreyes ejercen contra las Juntas Soberanas. ¿Por qué los virreyes aplastan estas Juntas que proclaman su fidelidad al rey español? Esta pregunta es tema de otro escrito. Lo que efectivamente parece haber ocurrido es que lo que se enfrentaba en América del sur era el liberalismo y el conservadurismo. Sólo en 1811 Bolívar acude a Inglaterra en busca de Miranda, para iniciar la guerra de independencia.

No obstante, Miranda había intentado sublevar, sin suerte, a los sudamericanos en 1806. En este intento de sublevación o de invasión podemos advertir el carácter problemático de Miranda. Para la monarquía española era un desertor, un traidor y un masón, pero en 1806 Miranda se convierte en algo más. Tanto los exégetas, como el historiador Alfonso Rumazo, así como los críticos implacables, como Naipaul, coinciden en señalar el siguiente hecho: Miranda abandona Inglaterra, se traslada a EE.UU donde forma un cuerpo de aventureros -¿mercenarios, piratas?- que se lanza a la mar para atacar las costas de Venezuela.

La invasión de Miranda no tiene eco en el interior y fracasa totalmente: 58 de sus hombres, de los 300 que formaban la expedición, son tomados prisioneros, juzgados y condenados a muerte o a una larga prisión. Miranda se refugia en la isla de Trinidad, territorio de Inglaterra, desde donde vuelve a intentar otro ataque, sin fortuna. Luego se marcha a Inglaterra, a donde, como decía, lo va a buscar Bolívar. Aunque se puede creer en la incursión de Miranda como un conato de la guerra de independencia, cabe tener presente que en 1805 Inglaterra invade Buenos Aires y son los súbditos del rey español, capitaneados por Liniers, un francés, quienes rechazan la invasión inglesa.

Al atacar las costas de Venezuela, ¿no estaba haciendo lo mismo que hacían los ingleses en Buenos Aires? Con la salvedad de que Inglaterra no hacía directamente la invasión, sino que se valía de Miranda. Este episodio, ligado a otros que registran Rumazo y Naipaul con perspectivas opuestas, convierten a Miranda en un personaje que despierta suspicacias. Para Rumazo es un héroe, para Naipaul un embaucador.

El nombre de Miranda figura al pie de estatuas en América, e incluso en el arco del triunfo en París, junto a otros personajes de la revolución.

La biografía Miranda, protolíder de la independencia americana, escrita por Alfonso Rumazo en los años sesenta, fue reeditada en 2006 por la Presidencia de Venezuela, y en 2009 por el Ministerio de Cultura de Ecuador. El ensayo, “Miranda, vagabundo de la libertad”, escrito por Germán Arcinégas, ha sido publicado recientemente por editorial Planeta (2009) y por Debate (2020). En un estudio publicado en 2008 el profesor Lancelot Cowie reseña las imágenes que se han creado de Miranda en la literatura venezolana. Dice Cowie:

Algunos de los más destacados historiadores y ensayistas, Arturo Uslar Pietri, Mariano Picón Salas, Salvador de Madariaga y José Nucete Sardi, presentan la vida del prócer a partir de diferentes ángulos de simpatía. Aún escritores anglófonos como V.S. Naipaul no son inmunes al sesgo tendencioso expreso, por ejemplo, en A way in the world (1994) donde el laureado escritor trinitario desolemniza la heroicidad de Miranda, tildándole de simulador, contrabandista y desertor.

Cowie se limita a esta referencia con respecto al texto de Naipaul, pero quisiera ampliar un poco más lo que dice Naipaul, pues allí se hacen una serie de reflexiones que, al igual que Miranda, tienen actualidad. Antes, sin embargo, quisiera resumir el texto de Cowie.

El profesor Lancelot Cowie se concentra en señalar las obras que tratan sobre la relación entre Miranda y Bolívar, se refiere a las que siguen su donjuanismo y aquellas que se centran en su pasión musical. Sin embargo, en este artículo no se tocan aspectos ásperos como las acusaciones de contrabando que lo llevaron a desertar de la marina española a los 30 años de edad, para escaparse a EE.UU. Tampoco se dice nada de su viaje por EE.UU y Europa, donde se hace pasar por letrado y conde. Lo que dice Cowie es que se ha forjado una imagen convencional de Miranda: no hay novelas, ensayos o biografías que toquen sus aspectos polémicos.

Es justamente en las cuestiones sombrías en las que se detiene Naipaul. Según Naipaul, Miranda les dice a los norteamericanos que ha estudiado leyes en México, les dice a los rusos que es conde. Según Naipaul, el juicio que le hace un tribunal revolucionario francés, que lo condena a prisión, es porque el General Miranda es un incompetente. Con un humor negro exquisito Naipaul retrata de esta manera el delito de contrabando por el que Miranda, quien entonces es un oficial español, va a ser juzgado y perseguido:

(…) El gobernador de Cuba monta una trama. A Miranda se le nombrará oficialmente coronel para enviarle a la isla británica de Jamaica a fin de organizar el intercambio de prisioneros británicos y españoles. La misión es lo suficientemente genuina: pero Miranda, tras acordarlo con las autoridades británicas, también comprará dos barcos en Jamaica, los cargará de negros, porcelana y telas inglesas, y los llevará de vuelta a Cuba. Allí se comerciará con todo ello (incluso con los barcos: un toque maestro).

Frente a las acusaciones de ser un contrabandista Germán Arciniegas dice que fueron producto de la envidia. En torno a su juicio en Francia, Rumazo dice que fue motivado por la traición de un superior. Cuando Arciniegas y Rumazo se refieren a la presencia de Miranda en Rusia, tratan sobre la protección que le presta la Zarina, nunca lo muestran como un farsante.

Las críticas de Naipaul provocan una duda bastante razonable en relación con la moral del personaje. Una duda que cabe extender a las interpretaciones convencionales o interesadas de la historia. Naipaul dice dos cosas que resuenan en toda la América en los días que corren. Una se refiere a que el proyecto de Miranda es de poder personal. Otra es relativa al destino de estos pueblos tras la independencia. Se pregunta Naipaul: “¿Quién va a gobernar?”. Cuando ha caído el Imperio español y se han abolido las antiguas instituciones, esta pregunta es fundamental y además, todavía tiene vigencia, pues en la América de habla hispana constantemente se rompen las leyes, se recurre a la dictadura o a la revolución, hasta hoy.

Finalmente, uno está tentado a pensar que los sudamericanos han hecho, como se dice, la vista gorda con Miranda, pasando por alto sus aspectos oscuros, y que tenía que llegar un tipo como Naipaul para decir unas cuantas cosas desagradables del héroe.