En el año 1990, la Virgen comienza a aparecerse en Salta, Argentina, a María Livia Galliano de Obeid. A partir del 2001, se realizan peregrinaciones desde todas partes. A pesar de que la Iglesia no las ha aprobado aún, permite que los fieles visiten el lugar.

María Livia, una mujer casada y madre de tres hijos, ama de casa, llevaba una vida tranquila en su hogar junto con su familia. Nunca imaginó ver a la Virgen, así como tampoco lo pidió y resultó muy sorprendida. A principios de 1990 comienza a tener sus primeras manifestaciones sobrenaturales. Una voz le habló muy hermosamente y de manera sobrenatural, la cual le produjo un cambio en su corazón. Esto le siguió pasando, siendo la “Madre de Dios” quien le hablaba. María Livia, al comienzo, no quiso comentarlo con nadie; sin embargo, pasado cierto tiempo, le confió su secreto a su esposo y a su hija mayor, para luego contarlo a su círculo más íntimo de familiares y amigos (padres y hermanos). De esta manera, la vidente abrió más su corazón a esa voz y el diálogo, entre ambas, se fue fortaleciendo. La Virgen le preguntó: “¿Me recibes en tu casa? ¿Aceptas compartir tu hogar conmigo?”. Lo que María Livia aceptó, como también a todos los demás pedidos que le hizo la Santísima Virgen.

Seguidamente, el vínculo entre ambas se fue fortaleciendo cada vez más y más. La Virgen se le aparece en su hogar transformándole su vida. La señora María Livia describió la primera aparición de la Virgen: una joven de 14 años que tenía sus manos y brazos extendidos hacia abajo y sus ojos claro azules, grandes y profundos. Llevaba un vestido blanco, junto con un manto azul y apoyaba sus pies descalzos sobre una nube blanca que permanecía a unos pocos centímetros del suelo. Sucesivamente, María Livia siguió teniendo apariciones de la Virgen quien le indicó los designios que Dios tenía para ella y ella acepta. La Virgen, en 1995, le pidió que fuera al Monasterio San Bernardo de las Carmelitas Descalzas, en Salta y que comunique el siguiente mensaje:

Que sean transmisoras de mis mensajes, convertiros en voceros míos, y para que esto sea efectivo acompañad esto con mucha oración.

Luego de esto, los mensajes son transmitidos de manera privada a quienes lo solicitaban. De esta manera, la comunidad adoptó a María Livia. Seguidamente, la Virgen le comunicó que transmita los mensajes a las Carmelitas. La señora María Livia también tiene apariciones de Jesucristo y mensajes de Él. En marzo de 2000 la Virgen le solicitó la construcción de un santuario y le pidió que se la conozca con el nombre de la “Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús”.

Las peregrinaciones al santuario de la Virgen, llamada popularmente la Virgen del Cerro, o Virgen de Salta, comenzaron en marzo-abril de 2001 atrayendo a devotos y curiosos, de todas partes. La señora María Livia, en sus comienzos hasta fines del 2019, colocaba sus manos sobre los hombros de todos aquellos peregrinos que así lo desearan, realizando la oración de intercesión. Por la cual, según explicaba, ella es solo el instrumento humano elegido por Dios y es la misma Santísima Virgen María quien arrodillada ante su Divino hijo Jesús le ruega que venga y abrace a cada peregrino con todo su amor, lo cual se traduce en sanación, ya sea física, espiritual, o de conversión, con efectos visibles o no, inmediatos o no.

Actualmente, no lo hace más y acude en algunas ocasiones específicas al Cerro, pasando generalmente desapercibida por los peregrinos que acuden al lugar. La fecha principal de la peregrinación a la Virgen es el primer fin de semana de diciembre, cuando se realiza la Fiesta en Honor a la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús, generalmente lo hacen un sábado. Muchos fieles realizan peregrinaciones en cualquier época del año, especialmente los sábados. Este día de la semana es cuando se reza el Santo Rosario a las 12 horas.

Noelia Arias, uruguaya, asistió en dos oportunidades a la peregrinación. La primera vez cuando tenía 24 y, la segunda, a los 32 años. El primer viaje lo hizo junto a su novio, actual esposo, Ignacio Schroeder en el año 2008, y en la segunda ocasión con su hermana más chica, Melina. Siete ómnibus con personas de distintos departamentos salieron de Montevideo, la capital de Uruguay, hacia Salta. Fueron porque un amigo de Ignacio empezó a ir y quisieron vivir la experiencia. En palabras de Noelia: “le pareció una linda oportunidad para conocer y acercarse a la fe”. “La experiencia en el Cerro fue muy linda”, se encontraron con un ambiente de mucha paz y tranquilidad. En esa instancia pudieron ver a María Livia, la vidente, quien hacía la oración de intercesión.

A Noelia le sorprendió la cantidad de personas, todas en actitud de respeto y en silencio. Allí había sacerdotes confesando y muchas personas para ser confesadas. Al preguntarle con qué expectativa iba, su respuesta fue de acercarse más a la fe, de ir a pedir por determinadas intenciones que tenía en el corazón. No esperaban ver objetos sobrenaturales; sin embargo, un hombre que iba en el autobús con una cámara fotográfica profesional captó la imagen de dos personas, como de dos Santos, en el cielo siendo la imagen muy nítida. Ella cree en la Virgen y el viaje al Cerro reafirmó su fe. Noelia es de la idea de que no se necesita ver para creer pero sostiene que Dios, a veces, se vale de esas cosas para que las personas crean.

A Noelia le cambió su vida haciéndola más consciente. En sus palabras “hay muchas cosas que no vemos y desconocemos, que están más allá de esta vida, y que hay vida después de la muerte”. María Livia, al otro día, dio una conferencia donde las personas hacían preguntas y ella las contestaba. A Noelia le llamó la atención la sencillez de la vidente a pesar de la misión que le encomendó Dios y tener una nieta con una discapacidad. “Aunque no experimentemos cosas sobrehumanas, Dios está”, indicó. La segunda vez que fue, en 2016, la experiencia fue muy linda. En esa oportunidad sus pedidos eran muy específicos, especialmente pidió por la fe de su hermana. Melina, después, tuvo una conversión muy grande: “creo que la Virgen nos escuchó. Las cosas demoran pero llegan”. En esa segunda oportunidad no hubo oración de intercesión, donde María Livia imponía sus manos, sobre el hombro derecho. Era diferente, la vidente apareció en el Cerro.

Melina, por su parte, indicó que su primer viaje lo disfrutó mucho, por la conexión espiritual que había, desde el momento de ir hasta el momento de llegar: “es una circunstancia para compartir”, por ese motivo le gustó mucho la experiencia. En Salta se sintió muy bien, vio muchos jóvenes y personas de todas las edades donde reinaba el ambiente espiritual. Al preguntarle qué expectativa tenía, señaló que deseaba ver a la Virgen, o que María Livia la tocara, pero esto no sucedió: “quería ver cosas sobrenaturales”. Ella fue con el objetivo de encontrar señales que pudieran ver sus ojos. Cuando ella fue a Salta sí creía en la Virgen, aunque no cree que ese viaje haya reafirmado su fe.

Hoy en día cree en las escrituras y que Jesucristo es el único intercesor con Dios. Entiende que el poder de la oración es extremadamente fuerte y comprende el enfoque católico pero no comparte que la Virgen es intercesora. Es agnóstica a ello y a los Santos. Melina indicó que el viaje significó un contacto con la parte espiritual. A pesar de ello, no volvería a ir por su visión de no creer. Según el testimonio de la joven, el camino espiritual se trata, no de lo que los ojos ven, sino de lo que ve el corazón y el espíritu.

Para Marta Bab, oriunda de la ciudad de Tandil -Provincia de Buenos Aires, Argentina-, todas las peregrinaciones son importantes. Para ella era una utopía pensar en que podría por ejemplo viajar a Medjugorje, en Bosnia donde se estaban sucediendo las apariciones de la Reina de la Paz y su deseo era que algo así sucediera en Argentina, sin saber que ya estaba ocurriendo. Ella fue por primera vez en marzo de 2006, y luego siguió asistiendo. Su primer viaje marcó un antes y un después en su vida.

Marta indicó que era católica practicante y sentía mucho amor a la Virgen. En sus palabras “tenía una fe muy de niña, muy inocente”. Cuando fue por primera vez, por pedidos reiterados de su suegra y de su hija de 10 años, estaba muy enferma. No tenía diagnóstico, tenía muchos problemas familiares y en el trabajo: “era el combo perfecto de estar mal”. Ella estaba resignada y rezó, al menos dos años, con soberbia según sus palabras. En su oración le decía al Señor que ella iba a “soportar todo”, pero que quería un abrazo de Jesús, solo para tener “la certeza” de que todo en lo que creía era verdad, que Él y su Madre -a los cuales realmente ama-, eran reales. “Soportar todo” y la certeza” es lo que luego entendió era su oración con soberbia y con exigencias, a la vez con la inocencia de un niño que confía en que eso en algún momento sucedería.

Su hija vio un aviso en la parroquia. Se anotó en el grupo que organizaba peregrinaciones ad honorem, ya que nadie cobraba nada, siendo peregrinaciones laicas. Al anotarse cuestionó de qué se trataba, lo que sucedía en el cerro y se lo explicaron. “En ese lugar, el cerro de las apariciones, se reza el Rosario, hay una señora, María Livia, que se le aparece la Virgen, no es Santa, ni sanadora, sino que es un instrumento elegido por Dios, realiza una oración de intercesión en la cual es la misma santísima Virgen quien le ruega a su hijo Jesús que abrace a cada peregrino. ¡¡Respuesta a sus oraciones!! Abrazo de Cristo”. Su hija le dijo: “andá vos, mamá, andá”, ya que no le alcanzaba el dinero para poder viajar las dos.

No fue con ninguna expectativa. Creyó que todo era una mentira, y que estaban todos fanatizados, más allá del momento en que se anotó emocionada por lo del abrazo. Cuando iba en el ómnibus se preguntaba “qué hago yo arriba de este micro”. No se bajó de allí por respeto a su suegra. Estaba casi sin poder caminar, por dolores muy fuertes. A pesar de pensar que no iba a soportar el viaje, no tenía miedo. El viaje fue una experiencia rara. Tuvo una vivencia muy espiritual en el recorrido de 2000 km, desde Tandil a Salta. Comprendió que su cuerpo estaba sano y que estaba en paz. En su momento no se dio cuenta de la paciencia que tenía y la calma que su cuerpo experimentaba.

En el viaje las personas compartían sus experiencias de visitas anteriores a la Virgen de Salta y su pensamiento insistía con que estaban fanatizados. Marta indicó que ella, en un primer momento, no creía que fueran ciertas todas las gracias que se recibían allí. O que la Virgen se apareciera. Sin darse cuenta, su cuerpo empezó a movilizarse lentamente en el autobús.

La primera vez que Marta fue llovía y hacía mucho frío. Escuchó el Rosario y el coro, mientras los fieles ordenadamente pasaban por la oración de intercesión, ella continuaba creyendo en que todo eso era una mentira. De pequeña, Marta, fue al Colegio de Monjas y una hermana le decía “el demonio se puede sentar con vos a rezar el Rosario”. Tenía cierto temor a que toda la movilización no fuera obra de Dios, sin embargo, en su vida rezó tantos Rosarios, con los ojos cerrados, para pedir la protección de la Virgen para que nada malo le pasara.

Para Marta parece que uno está solo, en el cerro, a pesar de toda la gente que hay. Marta le pidió, por favor, a la Virgen que parara de llover porque no podía enfermarse más y que se despejara el cielo para calentarse. Llegó a pensar: “me agarro una neumonía más y ni siquiera vuelvo a Tandil”. Seguía con los ojos cerrados “rezando y rezando” sin abrir los ojos; sintió que el sol empezó a salir y que le calentaba la espalda. En un momento, cuando abre los ojos, sorprendida miró el cielo y sintió que no había salido el sol y que seguía lloviendo. Seguía oscuro y gris. El calor en la espalda lo siguió sintiendo hasta que se subió al micro, cuando era muy tarde en la noche. En sus palabras: “alguien me cuidó”.

Marta llevaba zapatillas blancas y había mucho barrial. Sin embargo, al regreso lo hizo con el calzado impecable. Cuando se le iba acercando María Livia, Marta le dijo a Jesús: “Si sos vos, acá estoy yo. Vengo por tu abrazo”. Marta no llegó a caerse para atrás pero sí quedó sentada en el barro, “entre esa lluvia que caía pero que no me mojaba y el barro que no me embarró”. Entonces, con los ojos cerrados, Marta percibió que todo era luz y todo era paz; “era un lugar del que yo no quería salir”. En un momento, su cabeza, tuvo un pensamiento muy fugaz en el que recordó de ya haber sentido esa paz, pero se negaba a rememorarlo. No quería salir de esa paz, de ese estado.

Una voz de mujer interna, que se escuchaba muy clara pero no con los oídos, “algo que no puedo explicar” que según Marta entendió era la Santísima Virgen, le preguntó “¿cuándo había sentido esa paz?” y la peregrina no quiso escuchar porque no quería salir de ese estado en el que se encontraba. No quería pensar. La voz le volvió a insistir tres veces. Empezó a buscar en sus recuerdos y lo supo y le respondió: “cuando recibo la Eucaristía”. En ese momento hubo unos segundos de profundo silencio, silencio de paz, y otra voz, esa vez de varón, le respondió: “es que yo siempre estuve ahí, siempre te abracé”. Después de eso su felicidad era total. A las 2 A.M. su suegra llamó a su esposo para decirle “está caminando, está caminando” sin dolor y sin cansancio, y era tarde ya. Al día de hoy Marta sigue teniendo la certeza de que Dios está presente y es una fiel peregrina de la Virgen de Salta.

En sus experiencias se dio cuenta que ella “creía que creía”. Su fe dio un giro de 180°. Creció, maduró, entendió y aún sigue en ese proceso. Para ella cualquier Virgen es una sola: La Madre de Dios. La Virgen, según opina Marta, a través de estas experiencias en el cerro, la llamó a comunicar, a comprometerse y a evangelizar. Marta eligió servirla, bajo esta advocación Las experiencias que ha tenido le han cambiado la vida. Para ella los problemas se miran con otros ojos, la aspiración es la santidad y conocer a Jesús. Para Marta ser Santos es amar a Dios, siendo que Él conoce nuestras imperfecciones. Ella fue como peregrina y volvió a ir, muchas veces más, como peregrina y como colaboradora en las peregrinaciones. Por ejemplo, en el 2012, con la colaboración de algunos sacerdotes, pudo armar un grupo misionero para acercar más almas al Señor a través de su Santa Madre y seguirá viajando al santuario tantas veces pueda.

Antes había peregrinaciones específicas para jóvenes, para empresarios y para personas con capacidades diferentes. En esta ocasión el Cerro se preparaba para recibirlos con más servidores. Igualmente, los fieles pueden peregrinar en cualquier instancia. El día que se realiza la Misa -solo una vez al año- es cuando se hace la fiesta en su honor, se sube con antorchas al cerro hasta colocar la Virgen en su lugar, en la ermita. Según este testimonio, es un momento de mucho agradecimiento y mucha Gracia. Ese día la Virgen está muy contenta y agradecida. Las peregrinaciones siguen haciéndose aunque María Livia no realice la oración de intercesión. Las Gracias que se recibían en la oración de intercesión se siguen recibiendo con solo visitar el santuario.

El Rosario se reza los sábados a las 12:00 del mediodía. Lo guían los servidores y el coro canta. A la última peregrinación, en el mes de setiembre de 2024, asistieron aproximadamente 15.000 personas. La mayoría eran argentinos, pero también participaron de países vecinos como Bolivia, Uruguay, Paraguay y Chile. También asistieron devotos europeos. La diversidad de nacionalidades se relaciona con la fama internacional del lugar como un destino, atrayendo a fieles y agnósticos de diversas nacionalidades. Se recomienda llevar ropa y calzado cómodo ya que la subida al cerro implica una caminata prolongada por senderos de tierra. Los primeros metros parecen ser los más difíciles. Además, se sugiere llevar una mochila con sombrero, más de un abrigo, un piloto por si llueve y abundante agua. Dicen que la fe mueve montañas, y en este caso, moviliza multitudes.