Las posibilidades reales de una Nueva Humanidad están ocultas para aquellos que miran sólo la superficie de la situación mundial, pero existen y solo necesitan la chispa de la comprensión espiritual para entrar en pleno juego y efecto.
(Meher Baba)
Vivir: ese mosaico de impresiones y consciencia, este paulatino experimentar de la belleza, de saberse uno mismo no sabiendo, buscándose y perdiéndose en una maraña de imágenes entre afuera y adentro; este constante sentipensar, esta interfase, entre qualia percibidas en un mundo interior y sensaciones de los ecos de un afuera discriminado y consensuado por receptores, mentes y palabras.
Y todo se derrama en un caudal de tiempo subjetivo, en circunstancia, en impulsos subconscientes de distintos instintos extintos que están grabados en memorias muy adentro.
A veces nacen estrellas, en un universo intenso e introspectivo, las que se sueñan soñadas, imaginándose imaginadas. Y en ese rincón de entraña y ficción descansamos de la luz y damos forma, en acuarelas tenues de luna y músculo liso, a paisajes nunca vistos. Tratando de percibir ese amor inexpugnable e indomable que nos va azotando siempre con cada latido, que se vierte en manantiales incesantes, que va pariendo ríos en los valles de uno mismo.
Es algo extraordinario y mágico esto de estar consciente de vivir, de existir. Las palabras y los pensamientos, las teorías, la filosofía, las religiones y las opiniones son solo una parte de la magia de vivir, y no pueden explicar la vida en si misma. Lo definimos todo, lo fragmentamos todo, pero todo es inimaginable e inconcebible para el dispositivo de la mente: es un proceso de desarrollo y manifestación de la consciencia de una existencia que está más allá de palabras y descripciones.
Pero nosotros intentamos explicarlo todo, y nos creemos capaces de hacerlo. En cierto sentido, esto es parte del concierto mágico de la vida: esta característica humana nuestra, de creernos que sabemos cuando pensamos.
Y así, cuando vemos un amanecer de esos que pasan todos los días, lo damos por sentado. Aquellos que tienen un entrenamiento científico lo describen en términos de sus diferentes aspectos físicos, las reacciones químicas que se dan en el sol, las temperaturas, las tormentas solares, las órbitas de la Tierra a su alrededor… En fin, todos los detalles que hacen parecer como si entendiéramos esa maravilla increíble que a diario explota en luz y calor y hace posible no solo la vida con toda su diversidad, sino incluso el entretenimiento mental de tratar de entender esa magia.
A veces, sin embargo, cuando nos maravillamos ante un amanecer, se nos va la mente y nos arropa una sensación que está más allá de pensamientos y definiciones, que nos transporta a un estado de consciencia expandido, allende las ideas, y nos confiere una dicha momentánea de solo ser. A veces esto también puede ocurrir con un abrazo profundo o ante la contemplación de algo en la vida que, por alguna razón, nos transmite esa sensación de la unicidad de todo. Estos éxtasis de consciencia, después que han pasado, reciben muchos nombres y descripciones, pero están más allá de todos los nombres que les damos: amor, embeleso, altos estados de consciencia, etc. La experimentación de esos momentos sin tiempo no es explicable ni definible, estos momentos solo son.
Pero vivimos esta increíble diversidad de procesos, individualización y pensamientos. Nos creemos siendo lo que no somos, y la mente afirmada alrededor de nuestro ego y personalidad se alía con creencias, ideologías y conclusiones, alrededor de un mundo auto creado y consensuado con los otros, sobre todo con aquellos que comparten las mismas opiniones. Pero todo sigue siendo lo que todo sigue siendo, no importa lo que uno piense o crea. El sol sigue saliendo, los volcanes siguen rugiendo y los innumerables átomos, células, organismos, estrellas, planetas, universos, pensamientos y sentimientos siguen brotando de adentro y derramándose desde afuera, en una inextricable, irremediable e incomprehensible unicidad de ser.
Y mientras unas mentes piensan y definen en intelecto, otras piensan en lenguajes de arengas sobre el comportamiento humano: que si el racismo, la centroizquierda o derecha, pecado venial y mortal, en Trump sí o no, que linda esta esa mujer o que guapo ese hombre. Es una olla hirviendo de posibilidades de pensamientos, impulsos y deseos que salpican, alegran, bailan y hieren, que nacen y mueren, en billones de mentes de gentes y procesos, e igual los procesos e instintos en células vegetales, organismos, reptiles, insectos, mamíferos, peces, pájaros, mariposas, en árboles y rosas, en atardeceres, terremotos, huracanes y nubes coloreadas de amanecer.
La vida es una magia de ser.
Poco a poco, las cosas van armando rosas y todos esos granos cósmicos se cansan de acelerarse alborotados y locos saltando en el espacio, hasta que se van acercando despacio y se juntan en rondallas de burbujas, haciendo murallas y tribus en la espuma. Y poco a poco se van apreciando a sí mismos y lo que los está rodeando hasta hacerse consciencia y canción de amor.
Creo (y creer es pensar con sospecha de saber) que todo este afán de pensar, todo este raciocinio especulativo, el método científico, las matemáticas, la inteligencia artificial y la interconectividad electrónica que prevalece hoy, aún está muy enredado con los instintos, los impulsos, los deseos asociados con la supervivencia, la procreación y todos los extremos de la codicia, el egoísmo, y la agresión. Y con todos esos miedos y sus reacciones que vienen enmarañados con nuestra evolución desde las estrellas, dentro de ese proceso de dualidad que encausa nuestra consciencia para llevarla a saber lo que verdaderamente somos.
Pero algo nuevo parece estar creciendo en nuestra madeja de humanidad. En este jardín imaginado de la existencia está resurgiendo una nueva y a la vez antigua manera de interpretar el universo adentro y afuera de nosotros, mediante el despertar de un proceso de la consciencia que va más allá de los sentidos, la razón, las palabras y el pensamiento; que abre las puertas de la percepción a mecanismos menos fragmentados de conocimiento, a la intuición, a la inspiración, a un darse cuenta instantáneo de la magia de la vida y la naturaleza unitaria del Ser.
El planeta se está integrando en una sola humanidad, las tribus y naciones-estado comienzan a perder su individualidad con el aumento de la mezcla genética por las migraciones y las parejas interculturales e interraciales que se multiplican como por mandato bíblico. La tecnología, por otra parte, ofrece una conectividad como nunca, entre gentes de todas partes que hoy se usa para el chisme, la conspiración y el consumo, pero que eventualmente dará lugar a una comunicación global instantánea y profunda.
Estamos en el umbral de un nuevo cambio civilizatorio, más dramático que el descubrimiento de la agricultura y que las revoluciones industriales, tecnológicas e informáticas. Es un cambio que tiene lugar en nuestra consciencia, en el despertar de una intuición que nos hará percatarnos de que la vida es una sola, un continuo. Esta capacidad siempre ha existido en los humanos, y son aquellos que han tenido este despertar los que hoy la humanidad ensalza en su historia: los profetas, los místicos, los adelantados.
Ya hoy, la creciente consolidación de una sola tierra desde el punto de vista científico y la conectividad casi total e inmediata están debilitando la percepción de la consciencia tribal y nacionalista. A pesar de que, por otro lado, el racionalismo materialista, que gracias a la ciencia y la tecnología ha contribuido de manera fundamental a este ensamblaje global, también se ha convertido en un dogma que se opone a este despertar de la intuición.
El desarrollo de la consciencia unitaria es imparable. Por eso las crisis aumentarán, y con ellas la anticiencia, la ciencia dogmática, el tribalismo, el racismo, el miedo, y la oposición a despertar esa consciencia interior. Y pasará, como todo proceso de síntesis y evolución, por situaciones de enormes turbulencias en el mundo, igual que en todos los grandes momentos de cambio civilizatorio en la humanidad.
Pienso que la magia de vivir y la existencia prevalecerán, y la evolución de la humanidad hacia una consciencia capaz de percibir (y habitar) la magia de vivir es tan inevitable como el florecimiento de un jardín.