Lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni sediento ni bebido.

(Aristóteles)

Hay muchas anécdotas de los filósofos griegos, particularmente de los presocráticos. Respecto de Aristóteles, la fábula más conocida es la de Filis, la cortesana. Es poco probable que Aristóteles haya adoptado una posición moralista frente a Alejandro, y menos cuando su antiguo estudiante llegase a ser emperador de gran parte del mundo conocido. Por mucha autoridad de Aristóteles sobre el vencedor de persas y conquistador de la India, pretender reprimir la conducta guerrera y de genio militar ante las cortesanas furtivas, mostraría una actitud moralizadora e hipócrita, extraña a los gestos de dandy que caracterizaron al estagirita. Tanto en la filosofía como en la vida cotidiana, la tónica del pensamiento y la personalidad del filósofo estuvieron marcadas por la impronta del justo medio.

La fábula de Filis, joven y voluptuosa cortesana, señala que sedujo a Aristóteles para avergonzarlo ante Alejandro que, hastiado de que su maestro le reconvenga sobre sus excesos sexuales, urdió el plan que Filis puso en marcha. Pese a su avanzada edad, Aristóteles habría caído en los ardides de Filis dándose una seducción necia. Que el estagirita pretenda gozar de los favores de una cortesana joven es posible, incluso siendo viejo; pero que para esto se humille al grado de dejar que Filis lo cabalgue como si fuese un caballo y desnudo en el jardín de palacio, resulta inverosímil. Es improbable que el filósofo permitiese ser ensillado, que Filis le ajuste una brida y que responda como un animal a sus órdenes. Que aparezca como objeto de semejante ultraje es impensable. Tal cuadro, con el protagonismo del fundador de la lógica y la biología en el centro, no es concebible, ni siquiera asumiendo que el estagirita estuviese envuelto en las ubérrimas fuerzas de la pasión y el deseo.

Aristóteles es el fundador de la lógica por el desarrollo completo de la inferencia deductiva en los seis libros con el título de Órganon (instrumento, Όργανον). Fue también fundador de la biología por lo que escribió, con múltiples títulos dedicados al estudio de la vida de los animales y las plantas, incluyendo observaciones, clasificaciones y analogías sobre el medio ambiente, el entorno ecológico y el clima.

En los imperios orientales abundaban cortesanas dispuestas a servir a sus señores e invitados en pequeños o grandes palacios. Incluso, hubo ciudades dedicadas a los deleites sensuales con hetairas para el privilegiado gozo de los huéspedes de gobernantes y anfitriones ricos. En Éfeso, por ejemplo, y la región limítrofe de Grecia con el cercano oriente, las damiselas consagradas a Afrodita bailaban y entretenían a los asistentes, vestidas con túnicas transparentes y telas de lino hilado.

Que Alejandro Magno haya enviado especímenes y productos de gran parte del mundo a su maestro, remitiendo al Liceo animales, especies vegetales y objetos de la cultura material de los pueblos conquistados, es congruente con quien capitalizó tales bienes, creativa y sistemáticamente. El sinnúmero de productos que hicieron del Liceo de Atenas, el museo de mayor diversidad y cantidad de bienes culturales de objetos vivos e inanimados procedentes de África, Asia y Europa; permite apreciar el espíritu aristotélico como coleccionista anhelante de entender el mundo y por la obsesión de ordenar las cosas. Fue el inquisidor que pretendía colocar cada objeto en su lugar, incluidas las mujeres, las cortesanas, y las exóticas bellezas orientales que su estudiante había rendido a sus pies, habida cuenta del lugar donde ya estaban en red de las cosas del mundo.

Para el maestro del rey del mundo, permitir la coacción de una cortesana cuando prevalecía el dictámen de que cada cosa ocupe su lugar natural, simplemente no tendría sentido. A Aristóteles le gustaba exhibir su riqueza y buen gusto, vestía con estilo y elegancia, quería aparentar menor edad de la que tenía y pese a que creía que cada quien debía ocupar su lugar, se involucraba con ánimo y humor en relaciones lúdicas y burlescas; incluso con deslices heterosexuales. Pero que tal flexibilidad dé lugar a que se someta a la voluntad veleidosa y arrogante de una cortesana, es muy dudoso.

La visión sistemática del mundo de Aristóteles, contrapone logos a Eros. ̉Έρως representa en la mitología griega, al dios del amor. Desde la época alejandrina apareció como un niño alado con antorcha y flechas que inflamaba el corazón. Fue una alegoría que eventualmente podría aplicarse a Aristóteles seducido por Filis. Eros era inocente y participaba en juegos infantiles, pero también tenía el poder de que las personas caigan subyugadas por amor. Sus saetas ocasionaban graves heridas al corazón, produciendo enfermedades al alma difíciles de curar.

Aristóteles sabía que, en el imaginario popular de la cultura griega, Eros aparecía vinculado con el poder del amor motivando cualquier extremo contra la razón. Posteriormente, consumado el imperio macedónico, Eros, dios del amor, se popularizó en la versión romana de Cupido, ulterior y subsidiaria. Se trata de la reminiscencia de pensamientos fulgurantes para gratificar los instintos que concebían la cultura como una realización erótica: símbolo por excelencia de la voluntad de placer y gozo. Herbert Marcuse, sobre Eros, escribió lo siguiente1.

De acuerdo con Aristóteles, la realidad perfecta, el dios, atrae el mundo interior ώς έρώμευου; él es la causa final de todo ser. Logos y Eros son en sí mismos la unidad de lo positivo y lo negativo, la creación y la destrucción.

Es la filosofía que concibe la unidad de la civilización y la realización humana en la carencia de necesidades y el libre desenvolvimiento de las facultades humanas; la que supera el principio de realidad y rechaza los instintos de dominio. Supera las restricciones de la sociedad represiva y los confinamientos ideológicos que aplastan al pensamiento.

Prevalecería el dios primordial con sentido filosófico profundo. Eros con fuerza insatisfecha gracias a la mediación entre hombres y dioses2. Fundamental en el mundo, principio de lo creado y garante de la continuidad de las especies y el orden cósmico. Si Filis diese lugar a que Eros posea a Aristóteles, se justificaría incluso que el más sobresaliente filósofo del imperio macedónico, sucumba ante la femineidad, postrado ante el dios arcano. La posesión sería mística y evocaría, junto a los dioses primitivos, otras posesiones también divinas, porque Eros emergió del Caos acompañado de la Tierra y el Tártaro. Su ambigüedad se advierte en que habría nacido del huevo original engendrado por la Noche, pero también en que sería hijo de Latona y Zeus, de Hermes y Afrodita, de Iris y Céfiro, de Poro y Penía, e, incluso, solamente de Polimnia.

Según la filosofía política de Aristóteles, solamente quienes practicarían el ocio tendrían las condiciones materiales de realizar plenamente la virtud –areté (αρετή)– la vida contemplativa y la acción política. El ocio posibilitaría el buen gobierno y el bien común para la plenitud individual y colectiva3. Solo los ciudadanos con propiedades con esclavos tendrían las condiciones de dedicar tiempo de su vida al ocio. Tanto los esclavos4 como quienes realizarían trabajos asalariados, incluidas las hetairas, no serían virtuosos plenamente por carecer de ocio5.

El esclavo y la prostituta existirían para exclusivo beneficio o gozo de otro, para que el amo adquiera plenitud como ser moral y político, plasmando su naturaleza superior. Desde la perspectiva moral, gracias al empleo de la palabra, el ciudadano libre verbalizaría la verdad del placer, señalaría lo justo de la relación con prostitutas y discerniría lo bueno de lo malo tratando con hetairas. Explotar a un esclavo o contratar y usar a una cortesana no sería moralmente censurable, aunque debería hacérselo orientando la práctica de la virtud por medianía: nada en defecto ni en exceso, todo en el punto medio equidistante con la única respuesta justa y razonable, también en interacción con meretrices.

El trabajo manual de los esclavos, artesanos, campesinos y hetairas no adquiriría plenitud política ni sería humano. Quedaría enajenado y desarraigado, sin que la meretriz se apropie del placer. Su razón sería técnica, instrumental para alcanzar los logros serviles del cuerpo y alma. La eudaimonía, entendida como el florecer del alma racional e irracional, también le estaría vedada.

La entelequia (εντελέχεια) según Aristóteles, es el proceso de los entes hacia la plenitud de su naturaleza y la perfección de su ser, orientándolos a un fin que los realizaría como tales, cabal y absolutamente, uniendo materia y forma en una totalidad buena y bella. La filosofía de las relaciones de género, la interacción del ciudadano libre con las mujeres, según cada entelequia, establecería lo siguiente.

  • Combinación plena de forma y materia perfectas. La matriarca tendría un cuerpo fuerte y saludable, apto para la concepción, el alumbramiento y la maternidad, con la textura para quehaceres domésticos. El alma que le convendría perfectamente sería la disposición psíquica a la obediencia, reconociendo el mando y guía del señor. La hetaira tendría un cuerpo voluptuoso para despertar el deseo y otorgar placer al amo, unido a un alma que se reconocería para-otro descubriendo el fin de servir al cliente.

  • Forma medida en cuerpo inapropiado. La matriarca tendría un cuerpo enfermizo, débil, quebradizo, inhábil para la maternidad e incapaz para labores domésticas; unido a un alma para la obediencia y servicio a su señor, con poca gratificación. La hetaira tendría un cuerpo enfermo por el abuso sexual, contagioso, repugnante y sin sensualidad; unido a un alma frustrada porque no gestionaría su propio placer.

  • Materia pulcra unida a forma inconveniente. La matriarca tendría un cuerpo fuerte y saludable, apto para varios quehaceres. Pero, su alma, no sería congruente; no reconocería su ser-para-otro y explotaría en erupciones candentes, sin predisposición psíquica que ponga a la mujer al servicio sexual, económico y moral del señor. La hetaira tendría el cuerpo voluptuoso para el deseo y placer, unido al alma encarcelada, sin libertad, prisionera para el deleite y provecho ajeno.

  • Combinación de forma y materia conciliables. La futura matriarca formaría su cuerpo siendo niña, para ser fuerte y saludable, para la concepción, alumbramiento, maternidad y quehaceres domésticos. La guía moral orientaría a la menor a reconocerse como sometida a su futuro amo para beneficio propio y de la colectividad. La futura hetaira tendría de niña, el cuerpo que se formaría voluptuoso para el deseo y placer del otro, administrando el poder de la futura meretriz. Respecto del alma, la formación de las cortesanas no realizaría entelequia alguna porque las meretrices no serían modelos para las jóvenes: su existencia no alcanzaría finalidad alguna.

Aristóteles coadyuvó a formar en el imaginario occidental, la imagen de la mujer como un ser para guiar. Su influencia se extendió amplia y diversamente sobre el estoicismo, la herencia cristiana medieval, la modernidad e inclusive el psicoanálisis de Freud6. La mujer sería lo otro, objeto animado que sería alguien gracias a la acción del varón. Representaría la negación de la masculinidad, por lo que cuando el varón la afirmase como algo de él, sería parte del mundo como objeto: pareja del hombre. Aristóteles asume que el sentido de la mujer esposa, madre y gestora doméstica, descubriría el fin y la razón de su propia vida, en el ser del marido, del patriarca y del señor y amo, reconociéndose como su pareja con existencia en el mundo.

Notas

1 La expresión ερωμένου significa “como héroe”. El hombre unidimensional: Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada. Trad. Antonio Elorza. Seix Barral. Barcelona, 1972. p. 155.
2 Cfr. de Constantino Falcón, Emilio Fernández-Galiano & Raquel López, Diccionario de la mitología clásica. Alianza editorial. Madrid, 1980. Tomo I, pp. 224-5. Y de Carlos Gaytán, Diccionario mitológico: Dioses, semidioses y héroes de la mitología universal. Editorial Diana. México, 1995. pp. 74-5.
3 Política, Trad. Manuela García Valdés, Biblioteca Clásica Gredos N° 116, Madrid, 1988, Libro IV, Cap. 10, 1330a.
4 Ídem, Libro IV, Cap. 15, § 1334a.
5 Ídem, Libro V, Cap. 2, § 1337b.
6 Cfr. las conferencias de Michel Foucault el 27 de enero y el 17 de febrero. La hermenéutica del sujeto. Trad. Horacio Pons. Fondo de Cultura Económica. México, 2002.