Descolonizar o descolonialidad son palabras que hacen referencia a un factor común: la colonización. Según la RAE colonizar es sinónimo de ocupar, invadir, conquistar, someter, dominar y oprimir. Muchas palabras para un mismo proceso que solo tiene un antónimo: descolonizar.

La colonización es la imposición de formas de vida, de ver el mundo, de pensamiento y de organización de todo tipo: social, política, cultural, económica, militar, territorial, religiosa, etcétera., por parte de un actor externo que llega a un territorio que le es ajeno pero del cual se apropia.

Como cuando Colón llegó a un territorio habitado, por seres humanos con unos usos y costumbres que para los “externos” eran tan desconocidas como la geografía de ese entonces, que solo reconocía como Centro del mundo a Europa. Por supuesto la empresa financiada por la corona española de Isabel y Fernando, la monarquía vigente de esa época, no imaginó el alcance de lo que llamaron descubrimiento y después la conquista que cambiaría el mundo tal y como hasta entonces se conocía.

Quizás de allí proviene la palabra colonizar (Colón Nizar), como el verbo que se extendió por el planeta naturalizando una forma de poder de unos que se atribuyeron de mejores y superiores respecto a los otros, cuya existencia fue tan desconocida y omitida que fueron considerados salvajes, incivilizados y hasta desalmados. De esta manera se legitimó la opresión y muchas de las diferencias que aún hoy en día existen en la tierra y en nuestras mentes que también han sido colonizadas.

De este relato surgió la opresión que dio origen a la reivindicación de la Otredad, como el clamor por el reconocimiento de la existencia de otros pensamientos diferentes que han sido excluidos por la historia oficial. Esa historia que con su relato legitimó la apropiación y el reparto del territorio, con sus habitantes y riquezas incluidas, por parte de quienes se proclamaron dueños de la verdad y con ella del poder.

Una buena forma de visualizar el reparto del poder es ver el mapa al continente africano como una extensión de la dominación asociada a la colonización (o viceversa). Míralo y observarás cómo se repartió el territorio, que cual pastel que se cortó con trazos que cortaron de un tajo la historia milenaria de culturas con formas propias de vivir que fueron fracturadas por fronteras ajenas que definieron gobiernos de Estados muchas veces llamados fallidos. Los efectos de esa colonización se ven en la actualidad con las oleadas de inmigración de personas que huyen de las hambrunas y la pobreza, verbigracia del saqueo de los recursos de sus tierras.

Lo que empezó con la colonización del territorio bautizado americano por los externos que desconocían el nombre originario y aún así ocuparon el espacio considerado baldío. Este proceso fue acompañado por el uso de la mano de obra esclava extraída en un saqueo humano legitimado por el ejercido del poder colonial que normalizó el mercado de los seres humanos negros capturados para ser llevados en barcos cual mercancías, mientras al regreso se traía el oro y la plata para dar inicio a lo que sería conocido posteriormente como el capitalismo, el libre comercio y la globalización.

Pasaron siglos de colonización que aparentemente terminaron con los gritos de independencia, uno es más fuertes que otros, dando origen a las Repúblicas en las que se proclamó que el pueblo tendría el poder. Pero no fue tal porque el reparto de poder, al igual que del territorio, se extendió como la colonialidad que impone una forma única y unidireccional de ver el mundo. Inicialmente el eurocentrismo primaba, luego el nortecentrismo, el desarrollismo y así muchos ismos que dictaron normas homogéneas para vivir en un mundo tan diverso como heterogéneo.

Ello permitió la expansión colonial en todo, desde el Estado nación, pasando por los poderes públicos, las instancias de gobierno local, nacional, regional y global que inciden en la educación, la sociedad, la economía con el flujo del dinero, las transacciones, el intercambio y por supuesto la historia, la geografía y hasta los dictados de la belleza.

Tal ha sido la colonización que solo a finales del siglo pasado empezaron a consolidarse los discursos decoloniales, que a la vez analizaron la continuidad histórica de la colonialidad y empezaron a reclamar descolonizar el mundo, como vía necesaria para favorecer la construcción de nuevos paradigmas.

Y aún estamos clamando por la descolonización porque no sólo se trata de la revisión de la historia y de la construcción de los paradigmas que han guiado al conjunto de la humanidad, sino de abordar procesos internos como el pensamiento que gobierna la mente y que nos afecta a nivel individual. Esto porque hemos de reeducarnos, pero antes es necesario resetear muchos de los conceptos coloniales de la forma de pensar el mundo, para poder crear nuevos paradigmas que permitan liberar al territorio cuerpo personal igual que al planetario de los dogmas que se han construido de manera colonial, es decir desconociendo nuestra propia existencia.

En el ámbito global o general podemos empezar por ejemplo por reconocer que también en Europa hubo colonizaciones de pueblos con saberes ancestrales que pese al tiempo persisten por las prácticas y trasmisiones de conocimientos otrora prohibidos, como el de las herboleras o curanderas con el uso de las plantas medicinales solo por poner un ejemplo. Las otredades aún resisten y perviven en todo el planeta lo que muestra que el pensamiento “único” nunca fue tal, el que la emergencia de muchos viejos saberes dan claves para reescribir la historia, desde el presente en que la mejor hegemonía que se puede impulsar es la de la diversidad planetaria.

A nivel personal podemos redescubrirnos en nuestras capacidades y potencialidades, muchas dormidas y otras desconocidas por la primacía del pensamiento positivista que cae por la evidencia de otras formas de entender el mundo y el multiverso.

Es el momento propicio para sanar el Pensa Miento de las capas de información externas que nos impiden ver la real historia antigua de la humanidad, aprender de la sabiduría popular, encontrar la riqueza en todos los sentidos que van más allá de la razón.

De esta manera irán cayendo las ideas que nos hicieron creer que habían unos más y otros menos desarrollados, ricos, educados y capacitados. La realidad actual nos permite replantear conceptos, relatos, construcciones mentales y paradigmáticas para volver a resignificarnos, tanto personal como colectivamente. Porque la colonización también afectó la imagen en la que nos queremos ver reflejados, la identidad que construimos y la presencia que aceptamos (o negamos).

La colonización se hizo cargo de hacernos pensar y creer que estamos por de abajo de otros, cuando las riquezas están dentro de nuestros territorios, incluidos los que llamamos cuerpos. En todos los lugares tenemos valores que hemos olvidado y que no se pueden comprar, como la sabiduría ancestral, las raíces de donde venimos, las tradiciones milenarias traspasadas de generación en generación, el amor por nuestros mayores, la dedicación al cuidado de la vida y la alegría de vivir en comunidad. Además de la conexión con una naturaleza exuberante, rica en agua, minerales, vegetación y fauna que son extraídos para beneficio ajeno, mientras nos quedamos con las huellas del saqueo, convencidos de que todo ha sido por nuestro bien.

Descolonizar la mente nos permitirá volver al corazón, al nuestro, al de la tierra buena, como dicen los hermanos guaraníes. Por eso descolonizar el Pensa Miento es fundamental para volver al Pensa Cierto, que nos llevará a resignificar el lenguaje y la vida misma para volver a ponernos en el centro, con independencia del lugar de origen y el punto cardinal que habitemos.

Es bonito pensar en descolonizarnos porque podemos ir más allá de la historia colectiva para llegar a tocar las fibras personales, esas que nos liberarán de las cadenas que nos atan a las verdades ajenas que nos alejan de las propias. Nuestra historia, la personal y la de nuestros ancestros es el resultado de las creencias, leyendas, los mitos y relatos que fueron escritos en las heridas del corazón de la humanidad y nos recorren en la sangre cual ríos contaminados que necesitan limpiarse para recuperar la transparencia que alimenta la vida, la nueva que la tierra vibrar y que vibremos.

Entonces quizás nos podamos liberar de las cadenas mentales que nos impiden ser y crear una nueva realidad libre de culpas y culpables, porque habremos comprendido que somos capaces de recuperar la esencia de la humanidad y la belleza de vivir en plenitud la experiencia de habitar el planeta tierra, sin fronteras ni limitaciones externas descolonizando la mente para aumentar el latido del corazón, el personal y el colectivo para vivir en unidad con todo.

Así será posible vivir la vida plena, la del buen vivir y de los buenos convivires que merecemos vivir.