Venezuela como muchos países del sur global se han debatido entre golpes de Estado más que en elecciones para saldar sus diferencias políticas. Tristemente esto se mantiene desde el último siglo o quizás siempre más en toda Latinoamérica y África.

Para el año 1908 mi país era gobernado por Juan Vicente Gómez, un hombre de los andes venezolanos quien acabó con los levantamientos de caudillos militares. Además, trajo la prosperidad a la nación con el ordenamiento de las primeras inversiones petroleras y de una nueva economía que duraría casi un siglo. Su gran defecto era que no permitía democracia ni libertad de expresión. No había posibilidad de formar un partido político contrario al gobierno ni menos criticarlo abiertamente.

Al morir el dictador en 1935, su designado, el general Eleazar López Contreras inició una serie de reformas para que el país fuese más democrático, entre estas existía el derecho indirecto de hacer elecciones parlamentarias que escogiesen al presidente. Aunque no debemos olvidar que su primer acto fue liberar a los numerosos presos políticos del gomecismo. Volviendo a las elecciones, las reformas de Lopez Contreras permitieron que se postulasen al congreso 4 civiles y un militar. Este último ganó en 1941, y su nombre era el general Isaías Medina Angarita.

Mi abuelo, Clemente Balladares Torres se definía políticamente como Medinista. Él había nacido en Upata a principios del siglo XX y de allí fue migrando al centro norte del país. Antes se había casado con Carmen Betancourt en Ciudad Bolívar donde tuvo dos hijos con ella, mi tío Manuel y mi padre Clemente. Entre sus mudanzas en los estados orientales llegaron al Estado Sucre, donde el abuelo fue jefe civil de Cumanacoa, Río Caribe y luego en Cumana. Allí en la capital de Sucre, aparte de su cargo político en los inicios de 1940 administraba un hotel y se encargaba de otros negocios locales propios o de socios.

Mi abuela Carmen lo idolatraba. Tanto que su devoción hacia él era de una lealtad que superaba su carácter moderado y discreto. Ella atendía la casa y sus hijos principalmente, mientras mi abuelo se dedicaba a trabajar. Mi padre me cuenta que el ayudaba en el hotel con tareas menores. Así la vida en Cumana pasaba tranquilamente hasta el 18 de octubre de 1945 cuando ocurrió el golpe de Estado contra Medina.

Un grupo de militares, entre ellos Marcos Pérez Jiménez y el partido Acción democrática liderado por Rómulo Betancourt estaban descontentos. La principal queja de los demócratas era que las elecciones deberían ser universales y no indirectas, además se sospechaba que Medina cuadraba la vuelta de López Contreras. Las reformas de estos militares post gomecistas no eran suficientes para un país que había sufrido más de 200 años de autoritarismos. Por su parte Pérez Jimenes se quejaba de la baja formación y paga de los militares. En secreto los contrarios se aliaron y planearon lo que llamaron “la Revolución de Octubre”.

En realidad, la apertura democrática venezolana venía en camino a manos de un civil aceptado por todos, Diógenes Escalante. Este medinista estaba muy bien preparado como diplomático y sería el candidato presidencial de 1946. De hecho, desde 1937 era el embajador en los Estados Unidos. Venezuela era el principal productor de petróleo del mundo y especialmente suplía a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque Medina se mantuvo neutral, el presidente rechazaba el fascismo del eje. Mientras, Diógenes era amigo del vicepresidente Harry Truman y fue a la primera conferencia de la recién creada Naciones Unidas en San Francisco. A su regreso a Caracas en agosto de 1945 sucedió algo terrible… perdió la razón el 3 de septiembre. Esta locura repentina impidió quizás una transición democrática más holgada. Y los eventos de octubre se precipitaron.

Los adecos aceptaban a Escalante, mas no a su designado Ángel Biaggini. Para la segunda semana de octubre comenzaron las protestas en Caracas, Pérez Jiménez fue arrestado por Medina y se suspenden las garantías constitucionales que López Contreras había iniciado en 1936. El malestar en la Escuela Militar por la detención de Pérez se extendió en todos los cuarteles, la capital y especialmente en la ciudad de Maracay donde está el grueso de la Fuerza Aérea. Los últimos gomecistas recomendaban atacar las guarniciones, pero Medina no quería un derramamiento de sangre. No obstante, aeronaves militares sobrevolaron Caracas y murieron 65 personas. Medina cedió el poder exilándose en Nueva York.

La transición política en la mayoría de las ciudades fue relativamente ordenada, pero en Cumana mi abuelo Clemente fue arrestado en la madrugada aun en pijamas por partidarios de los octubristas. Lo que sigue es parte de lo que relata mi padre y los posibles sucesos.

Mi abuela ante la detención de su esposo, organizó a la gente cercana que conocía al Sr. Balladares Torres quien había sido un excelente jefe civil cuando inicios de Medina, un empresario menor, pero diligente y quien daba empleo, aparte que se mantenía pendiente del progreso de Cumana.

Al inicio la manifestación era una cuadra cercana a donde vivían en el centro de la ciudad, para luego convertirse en una poblada que reclamó en la gobernación la liberación de don Clemente. Todos a grito indignado de doña Carmen y sus vecinos.

Para la noche ya el Sr. Balladares había sido liberado, mi abuela le llevó ropa y salió libre, no había crimen alguno, solo la simpatía política era sospechosa para el nuevo gobierno. Para un dirigente local esto era nada grave.

Posteriormente mi abuelo se dedicó cada día más a sus negocios y volver a la política en 1950 como gobernador del Estado Cojedes. Luego la dictadura volvió con fuerza a Venezuela con Pérez Jiménez hasta 1958. Imagino tendría una pequeña alegría con el retorno de Medina en 1952, no obstante, su admirado murió a sus 56 años al año siguiente por un accidente cerebro vascular. Quizás esto más por las ingratitudes y errores del poder.

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Mi abuela Carmen Betancourt y mi abuelo Clemente Balladares Torres.