En la actualidad, las personas del mundo que viven en países con democracias políticas, ante el constante conocimiento público de los desaciertos y hechos de corrupción de los gobernantes elegidos en elecciones libres por una mayoría para gobernar, se encuentran muy desilusionados con los partidos políticos y dudan sobre si esta democracia cumple los fines que se había propuesto. Entonces, los ciudadanos comienzan a aceptar la idea de que “se necesita una mano fuerte para gobernar y evitar las deficiencias”.

Así es como las democracias ceden paso al totalitarismo, sin acordarse de que al darles su confianza y poder a un grupo o persona, puede suceder que el poder absoluto corrompa absolutamente.

Desde las civilizaciones antiguas hasta el presente, en el campo del poder y el gobierno de las naciones, se ha comprobado esta idea señalada en siglo XIX por el político e historiador John Acton, aunque ya antes Voltaire y Montesquieu habían afirmado algo similar en sus escritos.

Lo anterior no solo sucede en la política, sino en el mundo de los grandes negocios y otras actividades humanas. La historia nos demuestra que el excesivo poder de un líder poderoso hace que este tienda a juzgar y dar órdenes e imponer normas estricticas a los demás, que ellos mismos muchas veces no cumplen.

Después de los grandes conquistadores como Alejandro Magno en la Grecia Antigua (quien derrotó a reyes absolutos para luego serlo él como resultado) y la fragmentación de sus conquistas, Grecia posteriormente se debilito hasta sucumbir ante la Republica Romana.

Luego esta, con Julio Cesar como emperador supremo, dio lugar a una mediocre dinastía de emperadores autoritarios, ineptos y corruptos.

La crisis posterior de esas sociedades llenas de reyes, y de muchas de las que le siguieron, nos muestran lo cierto de lo señalado.

Recordemos al fenecido Imperio Británico, que por siglos fue casi el dueño de medio mundo, lleno de reyes prepotentes e ineptos que se decían elegidos por Dios para gobernar y enriquecerse ellos y la nobleza mientras el pueblo padecía, y llegaron al extremo de exigir a China volverse drogadicta a cambio de materia prima.

Y ni hace falta recordar a Stalin y la imposición del comunismo en otras naciones. O a Mao, guerrillero y general victorioso de China, y las purgas y crisis en que sumió posteriormente a su pueblo.

O el ejemplo reciente de Siria: al caer su presidente, Al Asad, se descubren las atrocidades con ciento de miles de muertes y millones de exilados que causó con el apoyo de Rusia, dirigida hoy por un ex-agente de la policía secreta KBG (Putin) que posee poder absoluto en esa nación, poder que pretende lograr Donald Trump en su próximo gobierno en los Estados Unidos.

Como resultado de lo anterior, las sociedades, desde la Revolución francesa, decidieron retirar esos poderes a sus gobernantes aunque fueran reyes, y así surgió una sociedad donde el poder en el gobierno y su control existente se ha separado para lograr un equilibrio, como ya señalaba John Locke, padre del liberalismo, quién creía en los derechos individuales de toda persona.

Locke creía que el gobierno “está para administrar, repartir los ingresos y proteger a la población. Lo anterior porque la soberanía descansa en el pueblo, y la seguridad de sus derechos, la protección de su vida, de su libertad y de la propiedad privada es el único propósito del gobierno”.

Luego, Montesquieu señala la necesidad de distribuir el Poder Público en Ejecutivo, Judicial y Legislativo (posteriormente se creó el Electoral), donde cada uno tiene sus funciones propias y los órganos encargados de esas funciones colaboran entre sí para lograr un organizado y buen gobierno, teniendo siempre como fin la defensa de la libertad de las personas y la búsqueda de la prosperidad de estas, garantizando los derechos de cada uno y señalando sus obligaciones, todo ello plasmado en una Constitución. Es así como puede funcionar una democracia.

Recordemos que Isócrates, un famoso educador, sofista y orador griego, decía hace 3500 años: “Nuestra democracia se autodestruye porque ha abusado del derecho de igualdad y del derecho de libertad, porque ha enseñado al ciudadano a considerar la impertinencia como un derecho, el no respeto a sus leyes como libertad, la imprudencia en la palabra como igualdad y la anarquía como felicidad”.

A sí mismo, el filósofo Platón no creía en la democracia como forma de gobierno, porque era muy difícil lograr en la población la suficiente educación en la mayoría de las gentes para desempeñar un cargo público y por ello solo aquellos que habían demostrado tener suficiente sabiduría, capacidad y honestidad en su labor diaria deberían ser elegidos para gobernar.

Para gobernar Grecia decía, se necesitaba de filósofos con una gran preparación previa (años) en el campo de la política y el arte de gobierno. Incluso hasta llegó a sugerir una especie de comunismo de bienes.

Su genial alumno Aristóteles, aunque consideraba la democracia como una forma ideal de gobierno, la recomendaba solo para pueblos o ciudades de poca población.

Rechazaba el comunismo de Platón, porque dejaba de lado a la familia y él, en cambio, consideraba a la familia como el núcleo que precede al estado, y creía que si esta desaparecía, la misma unidad del estado se resentiría: “Con escudos como la educación, el buen orden familiar y la religión, casi cualquiera de las formas tradicionales de gobierno puede dar buen resultado”.

En todo caso, ni con los griegos, ni con otros pueblos de la antigüedad (e incluso del presente) los ciudadanos han llegado a tener la suficiente madurez y discernimiento para lograr escoger a sus mejores hombres para gobernar.

La democracia es una forma de organización política mediante la cual, y por mecanismos de participación directa o indirecta, el pueblo elige a quien los gobernara por un periodo de tiempo.

El problema de la democracia es, precisamente, la amplia libertad que concede, como decía Isócrates, y que, a fin de cuentas, es una “debilidad”, pues la prensa libre muestra a la población los frecuentes y reiterados hechos dolosos, fallas y deficiencias y corrupción reiterada de los gobiernos de sus países, dando lugar a la aparición de desconfianza y desilusión en el sistema político.

Además, la democracia tiene una serie de enemigos.

No solo el marxismo, sino incluso el capitalismo liberal, donde los negocios están antes que una justa y adecuada distribución de la riqueza, aunque dentro de él se diga que existe una democracia.

Recordemos que la rápida industrialización que trajo millones de trabajadores a las ciudades en Gran Bretaña, por ejemplo, la hizo avanzar y enriquecerse, pero provoco gran pobreza en el campesinado que migró a trabajar a las ciudades, donde fueron explotados como mano de obra barata.

Ese crecimiento económico y prosperidad de la clase alta y media se dio a expensas de las personas pobres y favorecieron la aparición del comunismo.

En el siglo XX, la globalización financiera con apertura mundial de mercado hizo que el capitalismo Occidental abandonara América y enriqueció a China y Vietnam con mano de obra barata, permaneciendo marxistas.

La realidad es que la esperanza de que la apertura mundial de mercados proporcionará bienes y empleos a todos no ha sido cierta, ya que un porcentaje importante de la sociedad ha quedado sumido en la pobreza.
Vemos pues, como en el campo de la política, la historia de la civilización nos muestra el tránsito del poder concentrado y personal en un gobierno al limitado para quién ejerce el poder, por estar este distribuido como ya señalamos.

Pero con el tiempo, las promesas de las ideologías, sus códigos y normas contenidos en los programas políticos que deberían cumplir, lamentablemente en muchos casos se han convertido en simples propuestas sin valor moral y político, en manos de políticos inescrupulosos que ingresan al gobierno.

Debemos señalar que los conflictos han existido y existirán en el campo de la política en todo tipo de gobierno, debido a que los seres humanos son imperfectos y desarrollamos nuestras capacidades con el tiempo y la experiencia, pero la falla y el error son precisamente una forma de progreso.

Los jóvenes sin trabajo y sin un futuro predecible han dejado de creer en los valores que sostienen la democracia, y se crea una atmósfera en donde se piensa que se requiere una persona con el suficiente poder y autoritarismo, capaz de resolver todos los problemas existentes.

Es así como señalan que aceptarían gobiernos no democráticos, ilusionados con que estos garantizarían el bienestar, aunque sin una alternancia eficaz en la política y sin la libertad que gozan actualmente.

Para muchos, la China actual es un ejemplo de eso: un gobierno de un solo partido (el comunista) y sin elecciones, un jefe de estado o presidente elegido un grupo político único.

Las condiciones para que eso se dieran fueron muy especiales, y los países capitalistas con gobiernos liberales democráticos la ayudaron a ser lo que es hoy.

Sin embargo, no aprendemos de la historia.

Vivir en una sociedad donde los ciudadanos tengan paz, libertad, justicia social y puedan elegir libremente a quién nos gobierne, exige que los ciudadanos cumplan con ciertos postulados, como estar vigilantes de las actividades de sus gobiernos; participar activamente en la elección de los gobernantes a todo nivel (un porcentaje muy elevado de la población no concurre a votar); y ejercer las actividades a las que han sido llamados, poniendo su máximo esfuerzo con honestidad y bajo la premisa de que van a dar su trabajo y no a obtener prebendas.

Se dice que hay democracia cuando hay amplia libertad de expresión oral y escrita para la prensa libre, cuando esta información no es mera propaganda política llena de mentiras de un partido o del gobierno; cuando los ciudadanos de los diversos partidos pueden ser escuchados; si el pueblo decide por quién votar con conocimiento de causa y cierto grado de educación política; si votan usando la razón más que la pasión; cuando hay un buen acceso a los lugares de votación.

Juzgue el lector si eso sucede así en su país.

Una premisa es que la activa participación de la sociedad en la política y su trabajo fecundo, a la par de su creatividad y el diálogo para resolver dificultades, son la base de la democracia.

Referencias

Aveledo, Ramón Guillermo. 2024. Poder para el bien común.
El poder absoluto corrompe absolutamente. 2024.
Isócrates, Discursos. 1979. Obras completas. España. Editorial Gredos.
Jaramillo, Antillón, Juan. 2012. Conversaciones con las grandes figuras de la historia. San José. Editorial Universidad Estatal a Distancia.
Pangle, Thomas. 1989. Montesquieu Philosophy of Liberalism. Chicago. Chicago Press.