Los abanicos de vuestras alas frescas
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
de nuestras mentes tristes las ideas oscuras.
(Rubén Darío)
Cuando las aves forman una banda parecida a una plaga, algunos de nosotros maquinamos técnicas para alejarlas, formas de reprimirlas y, si es posible, de acabar con ellas.
Son muchas las quejas: no dejan dormir, me despiertan antes de hora, dejan sucio, generan basura (en una palabra, contaminan: sus desechos pueden caerme en plena cara cuando descanso a la sombra de un laurel) y atacan al ser humano.
Nada más injusto.
Todos los seres humanos contaminan. Todos llegan a causar molestias, y hay unos por ahí que igualmente atacan.
Los temores de un ave
Como muchos seres voladores, las aves emprenden la huida al aproximarse otro ser: el humano. No les es posible dejarnos estar cerca, su naturaleza las hace protegerse alejándose.
Esa desprotección de nuestros personajes fue retratada por el escritor mexicano José Emilio Pacheco de esta manera:
Baja a las soledades del jardín
Y de pronto lo espanta tu mirada.
Y alza el vuelo sin fin,
Alza su libertad amenazada… 1
O en El ave y el nido, que es un texto muy destacado dentro de la producción de la autora dominicana del siglo antepasado Salomé Ureña.
Aquí aparece una actitud ante el ave que no recuerdo haber visto antes retratada en la literatura correspondiente: cuando se le quiere aclarar que no vinimos a expulsarla, menos a hacerle daño.
Hemos venido (aquí lo importante) a ofrecerle (ofrendarle) materiales para su anidación, comodidad y hasta ornamento:
¿Por qué te asustas, ave sencilla?
¿Por qué tus ojos fijas en mí?
Yo no pretendo, pobre avecilla,
llevar tu nido lejos de aquí.
Aquí, en el hueco de piedra dura,
tranquila y sola te vi al pasar,
y traigo flores de la llanura
para que adornes tu libre hogar.
Pero me miras y te estremeces,
y el ala bates con inquietud,
y te adelantas, resuelta, a veces,
con amorosa solicitud.
Porque no sabes hasta qué grado
yo la inocencia sé respetar,
que es, para el alma tierna, sagrado
de tus amores el libre hogar.
¡Pobre avecilla! Vuelve a tu nido
mientras del prado me alejo yo;
en él mi mano lecho mullido
de hojas y flores te preparó.
Mas si tu tierna prole futura
en duro lecho miro al pasar,
con flores y hojas de la llanura
deja que adorne tu libre hogar.
Ornamento y sonata de la naturaleza
Las aves son el adorno número uno de la vida, y en forma gratuita. No tenemos que ir al bosque ni a la selva para disfrutarlas.
Me he preguntado qué y cómo cantarán (“vuelo y no vuelo pero canto”, P. Neruda) en otras latitudes, como Punta del Este, o Estambul. Y Rubén Darío me contesta: “Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos, / y en diferentes lenguas es la misma canción”.
Me nace dar gracias
Vista la bondad de los pájaros, me nace dar gracias, siguiendo Gracias a la vida, de la escritora chilena Violeta Parra:
Gracias a la vida, que me ha dado tanto
me ha dado el oído que en todo su ancho
graba noche y día grillos y canarios
Efectivamente, noche y día nuestro cuerpo da cuenta de que allá y acullá anda (o vuela) un pajarillo.
A la vez que lo agradezco, estoy pidiendo disculpas a su especie por las veces en que las haya malvisto.
Como un gorrión
“Soy como un gorrión”, le habría dicho a manera de respuesta una joven a Joan Manuel Serrat al conocerse. De ahí el título de una canción que intenta comparar persona y avecilla.
El resultado fue una preciosa muestra del talento del artista, desarrollado en un LP con canciones de las que es único autor.
Oírla nos lleva de golpe a una época, y a los tiempos del florecimiento del galardonado (hace no mucho tiempo, pero sí bien después de que lo mereció) con el Premio Princesa de Asturias.
Obituario: Óscar Iván Acevedo Granados
Camino del silencio
se ha ido. Va delante
de mí. Lleva su antorcha
a salvo ya de la traición del aire.(Enrique González Martínez)
El vuelo de Iván (así se titula una obra en su honor, estrenada en su inmediato homenaje) se vio interrumpido para siempre el 18 de febrero de 2025, en la ciudad de México.
Sí, Óscar Iván Acevedo Granados (1997-2025) fue un joven músico mexicano, con estudios de guitarra en México y en Europa, que cayó a causa de otro automóvil que no respetó al ciclista.
Maestra Bertha María Alcalde Luján, Fiscal General de Justicia de la Ciudad de México, pedimos a usted como abogada de los capitalinos, y por su conocida preocupación por la no impunidad, que ordene la atención pronta y expedita de este caso del que seguramente tiene noticia (además) por la masiva solidaridad ciudadana que ha despertado.
Óscar Iván Acevedo Granados (1997-2025)
Referencias
1 José Emilio Pacheco, Un gorrión.
La mayor parte de las fotografías que ilustran el presente artículo, así como la información de ellas, se deben al artista mexicano, oriundo del puerto de Veracruz, Rafael Ruiz, quien alimenta su sitio Colores que vuelan. Su obra ha podido verse en un libro impreso y múltiples exposiciones, donde pasea su amor por la naturaleza y, precisamente, por las aves. El redactor agradece su generosa colaboración.