En cualquier momento del espacio-tiempo puede experimentarse la realidad en su fundamento. No se requieren eternidades para lograrlo, sino la eternidad de un instante en el ahora.

(Fernando Araya)

El texto que sigue a continuación es teórico, pero no teoricista. La actividad teórica es un modo de la experiencia, y es en esa condición que adquiere validez al generar conocimiento. En este sentido, cuando se postula que la experiencia es más profunda e integral que la más profunda de las teorías, lo que se subraya es la prioridad de lo vivido sobre cualquier tipo de abstracción. Solo se conoce lo que se vive, la abstracción que no derive de este principio es un simple malabarismo verbal y alucinante.

A diferencia de la actividad teórica concebida como enlazada y derivada de la experiencia, el teoricismo consiste en un ejercicio especulativo-ideológico-egocéntrico de ideas sobre ideas, de conceptos sobre conceptos, de interpretaciones sobre interpretaciones, de emocionalismos sobre emocionalismos y, en última instancia, de subjetivismos sobre subjetivismos; todo lo cual conduce una gigantesca superestructura de creencias e ideologías, es decir, de ilusiones, autoengaños, desequilibrios y manipulaciones emocionales, que crean burbujas mentales y emocionales con las cuales se pretende sustituir a la realidad o introducir en ella variables voluntaristas.

Mientras que el primado de la experiencia se traduce en los cinco rasgos de la eficacia vital y transformadora de la creatividad (silencio, invisibilidad, deseo, conocimiento y acción), el teoricismo construye una prisión de palabras-dogmas-sectas disfrazadas de ilustración y academicismo. La preeminencia de la experiencia conduce a una sociedad sin dogmas; el teoricismo lleva a una sociedad envenenada de dogmas, ideologías y sectas.

Explicado lo anterior entremos en materia.

¿Por qué hay algo y no nada?

Retrotraigo la mente y el espíritu a un asunto que me ha interesado desde la infancia, cuando le preguntaba a mi padre de dónde vienen las estrellas ¿Por qué hay algo y no nada? Escribir sobre este tema, intentar respuestas, experimentarlas, es ahora, y lo ha sido siempre, muy necesario y perentorio. Filósofos, poetas, novelistas, científicos, artistas, han enunciado esta interrogante de múltiples maneras, y al hacerlo, sabiéndolo o no, trataron de desentrañar el fundamento de la realidad. Las burocracias religiosas ofrecen una respuesta dogmática y sectaria, que según ellas les fue dada por inspiración divina: afirman que ese fundamento es Dios; pero se trata del dios creado a imagen y semejanza de ellas mismas, el que ellas controlan, reglamentan y utilizan para manipular y engañar a las personas y a los grupos humanos. Lo que en este texto interesa, por el contrario, es lo que en filosofía, ciencia y humanidades se enuncia como el problema del fundamento. ¿Cuál es el fundamento de la realidad? ¿En qué consiste? ¿Cómo interactúa con todo aquello que fundamenta? En la búsqueda de respuestas a estas preguntas se resume la investigación científica, filosófica y humanista a propósito de este asunto. Dicho esto, se entiende más fácilmente el contenido de lo que sigue.

Dos libros

En el libro La ecuación de Dios: la búsqueda de una teoría del todo, su autor, el físico teórico Michio Kaku, analiza la pregunta ¿por qué hay algo y no nada?, y al hacerlo se refiere a las denominadas «pruebas de la existencia de Dios» planteadas por el teólogo y filósofo Tomás de Aquino en su Suma Teológica hace casi ochocientos años. La exposición de Kaku es bastante incompleta, y por eso ofrece la oportunidad de ampliarla y precisarla con mayor rigurosidad y profundidad, lo hago no porque coincida con el filósofo medieval o con el físico teórico, a veces sí, a veces no, sino por apego a la rigurosidad del análisis.

Pablo de Tarso, Tomás de Aquino, Baruch Spinoza y Albert Einstein

Conviene recordar la tesis de Baruch Spinoza, que él, en términos formales, tomó de Pablo de Tarso, y que mucho influyó en el pensamiento filosófico de Albert Einstein: en «Dios —escribe Pablo, y reitera Spinoza— existimos, nos movemos y somos». Pero aquello que Spinoza y Einstein refieren con el nombre Dios no es el Dios al que apunta Pablo de Tarso. Para Spinoza y Einstein lo que se llama Dios es la naturaleza o universo, para Pablo se trata de un alguien eterno que se reveló a él. Interesante observar que en la teoría de la participación de Tomás de Aquino se sostiene una idea cercana a la de Spinoza y a la de Albert Einstein: «el ente —piensa Tomás— que tiene existencia, pero no es existencia por esencia, existe por participación en un ser cuyo existir es su esencia». En Spinoza y Einstein ese «ser cuyo existir es su esencia» equivale a la naturaleza, pero Tomás de Aquino, siguiendo a Pablo de Tarso, lo asimila al Dios de su fe religiosa. Desde el enfoque asumido en este escrito, el «ser cuyo existir es su esencia» del que participan todos los otros seres es el fundamento no fundado de la realidad, el origen no originado de todo lo originado, cuya naturaleza, por ahora, es un enigma; el Grial de la racionalidad, de la ciencia, del humanismo, de la sabiduría y del mundo emocional-afectivo. Las distancias y las coincidencias entre Spinoza, Einstein, Tomás de Aquino y Pablo de Tarso son sutiles, pero decisivas.

La vía demostrativa

Algunos científicos y filósofos sostienen que la existencia del fundamento de la realidad no es demostrable debido a que no se tiene experiencia empírica del mismo o a que simplemente se trata de una mera construcción lingüística sin referente más allá de sí misma. En este último sentido, el fundamento de la realidad es una mera proyección psicológica de la necesidad humana de buscar y encontrar, de inventar una razón de ser para un universo y una existencia que no tienen razón de ser alguna. En sentido contrario, estudiosos como Platón, Aristóteles, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Martin Heidegger, Baruch Spinoza, Albert Einstein, Michio Kaku, Stephen Hawking, Roger Penrose y muchos otros, sostienen que el fundamento de lo real, entendido como raíz fundante u originaria, debe ser analizado con el fin de aclarar su significado. Existe una vía demostrativa racional, humanista y afectivo-emocional que conviene cultivar y que puede conducir hasta la dilucidación de la pregunta ¿por qué existe algo y no nada?

En este punto me concentro en el tema de la demostración por los sentidos de Tomás de Aquino, y esto debido a lo que he encontrado en científicos que se refieren a esto, pero lo hacen de manera bastante superficial, epidérmica. El Aquinate sostiene que la existencia del fundamento de lo real, que él denomina «Dios», no puede deducirse de su concepto ni tampoco se tiene conocimiento directo e inmediato de él, pero que el proceso demostrativo que conduce a la conclusión de su existencia se obtiene a través de los sentidos en los que se basan las ciencias. El autor de la Suma Teológica afirma que Dios cae:

…bajo la demostración, porque nuestra mente puede formar la proposición de Dios, valiéndose de razones demostrativas… aunque Dios está sobre todo ser sensible y sobre el mismo sentido, sus efectos, por los que se prueba que existe, son sensibles. Y, así, el origen de nuestro conocimiento, incluso de cuantas cosas están sobre el sentido, está en el sentido.

La tesis es clara. El fundamento de la realidad es demostrable a través de las investigaciones científicas debido a que tales investigaciones estudian los efectos o manifestaciones de ese fundamento en los distintos aspectos de la realidad. En este punto la coincidencia de Tomás de Aquino con muchos científicos a lo largo de la historia y hasta nuestros días es notoria, en lo que difieren, reitero, es en el hecho de que el Aquinate define ese fundamento como si fuese el Dios de su religión, mientras los otros niegan esa conclusión o la dejan como un tema abierto que aún debe ser resuelto. Así, por ejemplo, Richard Dawkins la niega, y Stephen Hawking deja el asunto para una posterior resolución.

Del dualismo a la continuidad comunicativa conciencia-energía-materia

Coincido con Tomás de Aquino y otros filósofos y científicos en sostener que la existencia del fundamento de la realidad puede ser demostrada y analizada a través de la investigación de las ciencias, pero en esa vía demostrativa es necesario considerar otros componentes que eviten el reduccionismo cientificista y tecnocrático. A diferencia de lo escrito por Tomás de Aquino en el texto citado existen vías no sensibles o que no se relacionan con los sentidos externos, y que conviene inscribir en el ámbito de la subjetividad. Dicho de otra manera, el fundamento de la realidad puede ser descubierto al combinar las investigaciones científicas y científico-humanistas con experiencias emocional-afectivas e intuitivas que no se traducen en conceptos o categorías mentales de las ciencias y las humanidades. El espectro del análisis, por lo tanto, es bastante más amplio y multidimensional que el previsto por el Aquinate o por el método científico de origen cartesiano, y debe incluir lo que se conoce bajo el nombre de «subjetividad». No puede eliminarse la subjetividad porque ella pertenece al núcleo antropológico y ontológico del sujeto humano, la subjetividad es consustancial a la objetividad, y viceversa. Aristóteles intuyó esta circunstancia cuando afirmó que «el pensamiento es, en cierto modo, los objetos pensables», y el científico Erwin Schrödinger lo expresó de manera contundente cuando escribió que:

Mi mente y el mundo están compuestos de los mismos elementos. Esto mismo puede decirse de toda mente y sus mundos respectivos. No hay el mundo que existe y el que es percibido. El sujeto y el objeto son solamente uno. No puede afirmarse que se haya derrumbado la barrera entre ambos como resultado de recientes experiencias en el campo de las ciencias físicas, porque esa barrera no existe.

David Bohm reitera la misma idea al escribir:

En la vieja física, la materia era completamente mecánica, y no dejaba ningún sitio para la mente. Pero si, según la nueva física, todo está plegado en todo lo demás, resulta que no hay ninguna separación real de dominios. La mente surge de la materia. Y la materia contiene la esencia de la mente. Estas dos son en realidad abstracciones del todo: subtotalidades relativamente invariables creadas por nuestro pensamiento. Por eso, si examinamos con suficiente profundidad la materia encontraremos el reflejo de las mismas cualidades reveladas cuando se examina de modo semejante la mente.

La tesis de Schrödinger y Bohm implica que en el análisis de la realidad el sujeto cognoscente no es exterior al objeto, sino que ambos forman una unidad. Lo objetivo y lo subjetivo se encuentran tan decididamente entrelazados que no es viable separarlos.

Sobre la base de razonamientos como los indicados, derivados de la física cuántica, se comprende que el principio de la dualidad sujeto-objeto, decisivo en la física clásica y en el método cartesiano de análisis, es sustituido por el principio de la continuidad comunicativa sujeto-objeto o conciencia-energía-materia, y esto transforma por completo la epistemología general y específica, obligando a una reinvención integral de los procesos educativos, culturales y sociales en general. La conclusión puede parecer pasmosa, pero es la que se desprende del sentido común y de la física cuántica: la consciencia humana refleja un universo que refleja la consciencia humana, se trata de un fenómeno de condicionalidad cruzada, autorreferencia y continuidad sujeto-objeto, o conciencia-energía-materia.

Tomás de Aquino se encontraba muy lejos de comprender este hecho y sus implicaciones por la sencilla razón de que, en su tiempo, no habían sido formulados los principios de la física cuántica. Esta insuficiencia no puede más que traducirse en sus argumentos. Lo que Tomás de Aquino denomina «sentidos» calificándolos como «origen de nuestro conocimiento» es apenas una parte de los orígenes del conocimiento, y la dualidad sujeto-objeto, tan importante en las «pruebas» del Aquinate, no resiste la menor crítica cuando se la analiza desde el principio de la continuidad comunicativa conciencia-energía-materia, o, lo que es lo mismo, de la unidad sujeto-objeto.

Apreciaciones generales sobre las cinco pruebas de Tomás de Aquino

En la Suma Teológica, Tomás de Aquino refiere cinco vías para demostrar la existencia de lo que él califica como Dios. Dada su decisiva importancia en el tema tratado, cito en extenso los textos de Tomás, y los comento:

La existencia de Dios puede ser probada de cinco maneras distintas:

1- …si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y este por otro. Este proceder no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor.

2- …no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y esta, sea una o múltiple, lo es de la última…si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia.

3- …encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son solo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario.

4- …encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas. En unas más y en otras menos. Pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo… Hay algo, por tanto, que es muy veraz, muy bueno, muy noble; y, en consecuencia, es el máximo ser…

5- …vemos que hay cosas que no tienen conocimiento, como los cuerpos naturales, y que obran por un fin… De donde se deduce que, para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero. Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin…

¿Qué decir respecto a estos argumentos? Cinco apreciaciones generales: primera, cuando el Aquinate concluye que el primer motor, el ser necesario, el máximo bien, el orden de las finalidades y la causa eficiente final, equivalen a lo que él llama Dios, da un salto que no se desprende de su argumento. Si suponemos que sus vías demostrativas son acertadas, lo que prueban es que en el universo debe existir un primer motor, un ser necesario, un ordenador de las finalidades, un máximo valor y una causa eficiente final, pero decir que tales categorías se refieren al Dios correspondiente a la fe del Aquinate, requiere un proceso de investigación que Tomás de Aquino no realiza, por lo tanto, su conclusión carece de validez epistemológica aun cuando se suponga que su argumento previo es consistente. Segunda, la cosmología implícita al planteamiento de Tomás de Aquino corresponde al concepto de universo finito aristotélico-tolemaico de espacio euclidiano clásico, razón por la cual en la argumentación del Aquinate siempre existe un principio, momentos intermedios y un final en la escala, sea de motores, causas eficientes, posibilidades, necesidades, valores y finalidades. Antes del inicio del universo finito de Tomás de Aquino se extiende la nada desde donde Dios creó los mundos. Pero esta cosmología no es la única posible, y en la actualidad existen enfoques cosmológicos diferentes.

La visión de Tomás de Aquino hereda una larga tradición de pensamiento y de influencias sobre su obra asociada a Aristóteles, Agustín de Hipona, Averroes, Alberto Magno, Seudo-Dionisio, Maimónedes, Boecio y Avicena. Las pruebas del Aquinate no se entienden sin considerar esta tradición, pero en las cosmologías actuales se habla de universos infinitos, finitos pero ilimitados, paralelos, multiuniversos, agujeros de gusano, interdimensionalidad y multidimensionalidad, y en ese contexto es evidente que las vías de Tomás no son aplicables y, si lo fueran, sería después de una profunda actualización por la forma y por el fondo, pero los seguidores de Tomás de Aquino se limitan a repetirlo sin innovarlo, actualizarlo y profundizarlo. Así, por ejemplo, si se postula la infinitud del universo, entonces el orden de los motores y de las causas eficientes —expresándonos en el lenguaje de Tomás de Aquino— no conoce un término, y el asunto se complica al postular que ese universo infinito es uno entre otros, conectados en redes multidimensionales, como se sostiene en ciertas interpretaciones cosmológicas contemporáneas. En tal caso las relaciones de los motores, las causas eficientes, las finalidades, el ser necesario y los valores implica interacciones entre universos coexistentes, que ni siquiera fueron imaginados por Tomás de Aquino. Tercera, el significado del concepto «Dios» utilizado por Tomás de Aquino se corresponde con el enfoque religioso institucional de su tiempo, y en este punto es imperativo recordar que las dogmáticas religiosas, no siempre, pero muchas veces, introducen una división entre lo que llaman Dios y el ser humano; esa división no es congruente con la tesis de que el ser humano se encuentra en conexión estructural con su raíz o fundamento, de modo que no es válido separarlo de él. Cuarta, insistir en la cuestión del fundamento, como lo hace Tomás de Aquino y otros pensadores, es un mérito universal y perdurable, pero ¿qué sea ese fundamento?, ¿cuál sea su dinámica interna? y ¿cuáles sus conexiones con todo aquello que fundamenta? constituyen las preguntas que deben responderse a través de la investigación científico-humanista, metafísica, ontológica, ontopraxeológica, antropológica, axiológica y praxeológica y, quinta, las reflexiones de Tomás de Aquino, y también las de muchos científicos actuales, carecen de una cosmovisión sobre la historia humana per se. Es decir, cuando Tomás de Aquino y los científicos aplican al proceso histórico-social sus tesis metafísicas y cosmológicas, pero no cuentan con un paradigma de interpretación y comprensión del ser histórico, los resultados que obtienen son en extremo simples y superficiales. Así, por ejemplo, si se define la historia humana como un sistema de posibilidades, probabilidades y propensiones, cabe preguntar por los modos como tal definición impactan en el abordaje del tema sobre el fundamento de la realidad; pero de esto nada, ni en Tomás, ni en Spinoza, ni en Michio Kaku, ni en Einstein, ni en otros científicos y filósofos.

La física clásica, la teoría de la relatividad general y especial, la física cuántica, la hipotética cosmovisión cuántico-relativista, la teoría de cuerdas y la teoría del todo, por ejemplo, no están en condiciones de extrapolar sus contenidos al ámbito histórico-social en ausencia de una explicación e interpretación sobre el ser histórico, y esta es la razón por la cual transferir categorías de las ciencias fisicomatemáticas y naturales al ámbito sociohistórico se ha convertido en un malabarismo ideológico, un razonamiento chapucero que denota una ausencia total de conocimiento, como lo demostraron Alan Sokal y Jean Bricmont en su libro Imposturas intelectuales. Michio Kaku y otros físicos teóricos divulgadores de la ciencia deben tener mucho cuidado en este punto so pena de estimular la expansión de creencias seudocientíficas y seudohumanistas, haciéndolas pasar como muy científicas, racionales e inteligentísimas, como ocurre cuando se habla de política cuántica, economía cuántica, historia cuántica, capitalismo y socialismo cuánticos, con el mayor desprecio al significado de los términos y de sus ámbitos de aplicación.

Consideraciones puntuales sobre cada prueba

Veamos ahora unas pocas apreciaciones específicas sobre cada una de las vías de Tomás de Aquino.

Respecto a la primera es evidente que no considera el principio del automovimiento, clave en la imagen científico-humanista contemporánea. El movimiento y el automovimiento conoce expresiones por completo desconocidas en tiempos de Tomás de Aquino, que él no estuvo en condiciones de explicar en sus argumentos, tales como el movimiento de los átomos, las moléculas y los cuerpos macroscópicos y cósmicos; el movimiento de las ondas electromagnéticas y gravitatorias; el movimiento de las partículas elementales; la interacción electromagnética; la interacción gravitatoria; los movimientos y automovimientos químicos; las formas geológicas del movimiento; los movimientos de galaxias y metagalaxias; las formas químicas y biológicas, y las dinámicas sociales. No deja de sorprender que, a pesar de semejante insuficiencia Michio Kaku, afirme que la vía demostrativa de la cadena de motores es la más acertada del Aquinate. En realidad, lo que conviene sostener de esa y de las otras vías de Tomás es la necesidad de actualizarlas por la forma y por el fondo a fin de explorar si conservan validez o no en el estado actual de los conocimientos disponibles.

En cuanto al argumento de las causas eficientes, si bien estas existen, es lo cierto que no debe hablarse solo de causalidad lineal, como lo hace Tomás de Aquino, sino también de multicausalidad, sincronía y casualidad, temas que se complican hasta el extremo en el caso de universos conectados y coexistentes según la hipótesis de los muchos universos simultáneos.

El tercer argumento es válido en términos existenciales, lo fue cuando se le formuló por primera vez, y lo sigue siendo hasta el día de hoy. En efecto, nada de lo que existe posee en sí mismo la necesidad de existir, puede existir o no existir. Los entes constituyen posibilidades de origen probable multicausal donde la esencia y la existencia no se identifican; se puede imaginar la esencia de un ser humano con un millón de ojos en su rostro, un millón de miradas, un millón de manos y un millón de pies, sin que eso implique su existencia, pero, si esto es cierto, si la esencia y la existencia no son lo mismo, debe postularse la existencia de un ser o realidad donde el existir constituya su esencia, es decir, no pueda no existir. Si ese ser no existiera entonces nada existiría. A ese ser, origen no originado de los entes, el Aquinate lo denomina Ipsum Esse Subsistens. A diferencia de los otros entes, que reciben su ser (existencia) de otro ser (esse participatum), el Ipsum Esse Subsistens tiene existencia en virtud de la perfección de su esencia, de sí mismo y por sí mismo, y todos los demás entes de él reciben su ser. Si bien el argumento del Aquinate es válido, no puede concluirse que el Ipsum Esse Subsistens es el Dios de su fe religiosa institucional, también puede tratarse, por ejemplo, de la conexión orgánica de conciencia-energía-materia, en cuyo caso el fundamento de la realidad sería análogo al pensado por Spinoza y Einstein.

La cuarta vía es de índole ética o axiológica; existe, nos dice Tomás de Aquino, una escala de valores y principios éticos tales como la bondad, la belleza, la veracidad, la justicia y la libertad que se dan en distintos grados y niveles o, dicho de otra manera, que se encuentran mezclados con sus opuestos, y este hecho reclama por su misma naturaleza que exista la máxima bondad, belleza, veracidad, justicia y libertad. Los valores en su relatividad espaciotemporal exigen el máximo valor o absoluto. Este enfoque es semejante al sostenido por Max Scheler en su teoría axiológica, ya en el siglo XX. Se plantea aquí el tema del fundamento ético de lo real, y este es un asunto clave del humano existir, pero las respuestas pueden variar, ser otras a la formulada por el Aquinate. Es factible argüir que la mezcla de valores negativos y positivos es lo que es, y que de ello no se desprende la necesidad de una expresión máxima de unos y otros, simplemente es así, sin exigir para ello un bien absoluto ni un mal absoluto.

Finalmente, la quinta vía, conocida como teleológica, asume que todo lo que existe evidencia una finalidad en su existir, esa finalidad debió ser creada por una inteligencia ordenadora. Si hay un diseño, debe suponerse un diseñador. Stephen Hawking refuta el argumento teleológico en su libro El gran diseño. La existencia de finalidades, que es evidente, bien puede explicarse por evolución de la conciencia-materia-energía, esta es su tesis.

Un análisis incompleto

¿Qué nos dice Michio Kaku cuando analiza el tema de las pruebas de Tomás de Aquino sobre la existencia Dios? Él reduce las vías de Tomás de Aquino a tres, argumentando que las otras dos son redundantes. Limita sus consideraciones a la primera (el primer motor), la tercera (el ser necesario) y la quinta (la finalidad), dejando por fuera la vía segunda (la causa eficiente) y la vía cuarta (los valores y principios). En estricta lógica este procedimiento no es válido porque el análisis de las vías de Tomás debe incluir al conjunto de ellas debido a que están relacionadas entre sí, y cada una agrega alguna perspectiva o enfoque que no se encuentra en las otras. No se ve, por ejemplo, en que pueda ser redundante la vía de los principios y valores cuando en esta se trata de un argumento axiológico, mientras que en las otras se habla de niveles físico-naturales o de posibilidades y necesidades existenciales.

Metafísica y ciencia

En otra parte de su ensayo Michio Kaku escribe:

Los físicos actuales pueden hacer retroceder la película y demostrar que el universo empezó cuando un Big Bang lo puso en movimiento. Sin embargo, para retroceder antes de ese momento, tenemos que utilizar la teoría del multiverso. Pero, si asumimos que esta teoría explica de dónde vino el Big Bang, entonces tenemos que preguntarnos: ¿y de dónde vino el multiverso? Finalmente, si se afirma que este es una consecuencia lógica de la teoría del todo, habremos de preguntarnos: ¿de dónde viene la teoría del todo?

Llegados a este punto la física se detiene y empieza la metafísica. La física no dice nada sobre la procedencia de las leyes de la física. Así, el argumento cosmológico de santo Tomás de Aquino acerca del primer motor o primera causa sigue siendo relevante, incluso hoy.

La principal característica de cualquier teoría del todo es, probablemente, su simetría. Pero ¿de dónde viene esta simetría? Sería un subproducto de profundas verdades matemáticas. Y ¿de dónde viene la matemática? Sobre esta cuestión, la teoría del todo guarda de nuevo silencio.

Ese «guarda de nuevo silencio» que indica Michio Kaku es válido en tanto la investigación racional científico-humanista no haya avanzado hasta la comprensión experiencial del tema, y precisamente por eso es equivocada la siguiente afirmación cuando dice que «llegados a este punto la física se detiene y empieza la metafísica». No. La investigación racional científico-humanista de la física teórica no se detiene, se amplia y se profundiza, y está conectada con el mundo emocional-afectivo e intuitivo, y con la metafísica, la ontología, la praxeología, la ontología del ser histórico, la antropología, la praxeología y la axiología. Este conjunto de física y filosofía evoluciona y se enriquece en la correlación de sus componentes.

En los razonamientos de Michio Kaku se desliza un enfoque que estimo puede ser muy cuestionado, y esta observación crítica también se aplica a Stephen Hawking y otros científicos. Cuando estos científicos se refieren al todo, por momentos parecen hablar de la palabra todo, y por momentos parece que se trata del todo como realidad extralingüística respecto a la cual se crean conceptos ¿Qué es lo real a lo que se refieren? ¿Es un concepto relacionado con otro concepto, y este con otro concepto, y así hasta construir un constructo de conceptos? ¿Lo real es el referente del constructo conceptual o el constructo conceptual no tiene otro referente más que sí mismo? El tema es complejo y a él me referiré en otra ocasión, por ahora reténganse dos tesis: primera, el lenguaje es parte de lo real, pero lo real no se reduce al lenguaje, y, segunda, idear conceptos no es distanciarnos de lo que no es conceptual, sino más bien fusionar lo conceptual y lo no conceptual en la experiencia.

Fluctuaciones cuánticas en la nada

El análisis de Michio Kaku logra un alto nivel de calidad y profundidad al explicar su propio punto de vista. Él inicia su argumento indicando que la simetría matemática observada en el universo le sorprende y fascina (esto mismo atrajo la atención de Paul Davies y ha seducido a muchos científicos, humanistas y filósofos). Luego de su observación sobre la simetría del universo, Kaku ensaya una respuesta a la pregunta clave de la ciencia y de la metafísica (¿por qué hay algo y no nada?). Su respuesta puede catalogarse como una hipótesis bien fundamentada. La cito en extenso:

En la teoría cuántica, la nada absoluta no existe. Hemos visto que no hay oscuridad total, así que los agujeros negros son, en realidad, grises, y deben evaporarse. Asimismo, al resolver la teoría cuántica, hallamos que la menor energía no es cero. Por ejemplo, no es posible alcanzar el cero absoluto, porque los átomos, en su estado de energía cuántico más bajo, siguen vibrando (del mismo modo, según la mecánica cuántica, no se puede alcanzar este valor, porque siempre tenemos la energía del punto cero, esto es, las vibraciones cuánticas más bajas. Un estado de vibración cero infringiría el principio de incertidumbre, ya que la energía cero es un estado de incertidumbre cero, que no es posible).

Y ¿de dónde vino entonces el Big Bang? Lo más probable es que de una fluctuación cuántica de la nada. Incluso la nada, o un vacío puro, está repleta de partículas de materia y antimateria que continuamente saltan fuera del vacío y colapsan de nuevo en el vacío. Así es como algo salió de la nada.

Hawking, como hemos visto, llamaba a esto la espuma del espacio-tiempo; es decir, un hervidero de diminutos universos burbuja apareciendo y desapareciendo continuamente en el vacío. Nunca vemos esta espuma del espacio-tiempo porque cada burbuja es mucho más pequeña que cualquier átomo. Pero, de vez en cuando, una de ellas no desaparece, sino que continúa expandiéndose, hasta inflarse y crear todo un universo.

Entonces ¿por qué hay algo en lugar de nada? Porque, en su origen, nuestro universo vino de las fluctuaciones cuánticas en la nada. A diferencia de otras innumerables burbujas, la nuestra saltó de la espuma del espacio-tiempo y siguió expandiéndose.

¿Por qué hay algo y no nada? Esto se debe, según Michio Kaku, a que nuestro universo vino de «las fluctuaciones cuánticas en la nada», esas fluctuaciones cuánticas constituyen el fundamento no fundado de lo real. Si tal respuesta fuese verificada en el proceso de investigación, se estaría más cerca de desentrañar el fundamento de la realidad, pero aún faltaría mucho, por la sencilla razón de que la respuesta en cuestión opera en el ámbito de que trata la física teórica, pero conviene recordar que el fundamento de lo real lo es de la realidad en su totalidad, en todos sus aspectos y dimensiones, y no solo de la parte de ella que se estudia en física. Desde esta perspectiva el tema de la conectividad es clave. Hoy es común afirmar que —como si de un descubrimiento novísimo se tratara—, en el todo, todo está conectado (algo que se sabe mucho antes de Aristóteles), pero se conoce muy poco o nada sobre en qué consiste esa conexión y cuáles son sus mecanismos de realización. Al tratar de explicar la conectividad en lo existente en todos sus niveles y dimensiones se puede avanzar con mayor profundidad en la respuesta a la pregunta ¿por qué hay algo y no nada? Siendo notorio el carácter inconcluso de los debates y las investigaciones en física cuántica, teoría del todo, teoría del campo unificado, teoría de cuerdas, unidad de la relatividad general con la física cuántica, entre otros asuntos relevantes, es inválido realizar abordajes de manera descontextualizada, incompleta y superficial sobre temas asociados a la pregunta en cuestión u otras del ámbito filosófico. Esta es una debilidad de Michio Kaku y otros científicos contemporáneos, expertos y hasta geniales en física teórica pero superficiales en filosofía, metafísica, ontología, axiología, antropología, praxeología, psicología, historia social y económica, y ontología del ser histórico.

La respuesta de Michio Kaku a la pregunta ¿por qué hay algo y no nada? es meritoria en grado sumo en el ámbito de la física teórica, pero por ahora se trata de una hipótesis que quizás sea probada cuando se formule una teoría del todo que unifique la relatividad general, la física cuántica y las fuerzas nuclear fuerte, nuclear débil y electromagnética, pero también puede ocurrir que al enunciar esa teoría del todo las consecuencias sean distintas a las previstas por Kaku en su respuesta. Y debe tenerse en cuenta de que al unificar la relatividad general y la física cuántica en una cosmovisión cuántico-relativista coherente, tal cosmovisión no puede extrapolarse sin más al ámbito histórico-social.

Experienciar

Aún falta mucho, muchísimo, quizás una o varias eternidades borgeanas, antes de que el ser humano pueda resolver la pregunta ¿por qué hay algo y no nada?, y de ese modo desentrañe el fundamento de lo real, conozca en qué consiste y cómo se relaciona con lo que fundamenta. En la sencillez y humildad de la racionalidad integral y multidimensional de la experiencia logo-afectiva, se debe «buscar como quienes aún han de seguir buscando y cada punto de llegada es un nuevo punto de partida» (Agustín de Hipona). Navegante en océanos agitados para el ser humano actual es válido el consejo de Nietzsche: «Vivid en el peligro… Enviad vuestros navíos a los mares inexplorados».

Quizás en el transcurso de un tiempo infinito el colectivo humano pueda silenciar sus ansias teoricistas, sus demencias ideológicas, sus egomanías y desequilibrios genocidas, y entonces, en el silencio más absoluto de su conocimiento y sabiduría, experimentar la realidad en su fundamento. Esto, sin embargo, es desesperante porque se trata de un estado existencial obtenido —si es que se obtiene— luego de milenios plagados de incertidumbre y bajo amenaza de degradación constante; pero existe una salida, una sorpresa, una fisura de libertad y de liberación que se indica en la historia de la subjetividad y en muchas obras de la creatividad humana: en cualquier momento del espacio-tiempo es factible experimentar la realidad en su fundamento. No se requieren eternidades para lograrlo, sino solo la eternidad de un instante en el ahora. Si esta posibilidad se concreta, el fundamento de la realidad puede mostrarse como el Ipsum Esse Subsistens anhelado por Tomás de Aquino y los místicos en todas las civilizaciones. En este caso se estaría en presencia de la experiencia más revolucionaria y disruptiva de que se tenga noticia; pero si al materializarse la posibilidad en cuestión el ser humano no se topa con el Ipsum Esse Subsistens en el sentido del Aquinate, entonces lo que experimentaría es la conectividad del universo basada en un océano de información cósmica, lo que Stephen Hawking denomina «la mente de Dios», que también es de lo más revolucionario y disruptivo. En ambos escenarios la singularidad individual queda realizada en el infinito, «perseverando en su ser al fusionarse con la naturaleza», como creía Spinoza; desaparecida en la totalidad, como suponen algunos científicos, humanistas y filósofos, o autoconsciente de sí misma en permanente y multidimensional evolución en consciencia, como postulan la alquimia, el ocultismo, la metafísica, la meditación, la espiritualidad, la mística y la sabiduría en todas las civilizaciones, acompañadas en algunas oportunidades por las interpretaciones filosóficas de la teoría de la relatividad y la física cuántica.

Los escenarios indicados parecen ser una rama de la literatura fantástica como alguna vez sentenció Jorge Luis Borges quien, con extrema belleza vislumbró tan mistéricas y radicales opciones en muchas de sus creaciones literarias. En palabras de María Kodama la obra de Borges refleja «un estado místico inefable que no puede explicarse ni definirse a alguien que no haya vivido esa experiencia». El autor del «Aleph» sostiene, desde su agnosticismo radical, que aun cuando el sistema universal sea rígido, irrevocable, fatal «como una flecha», de un monolitismo carcelario, «en las grietas está Dios, que acecha». Así lo expresa en el siguiente poema.

Para una versión del I Ching

El porvenir es tan irrevocable
Como el rígido ayer. No hay una cosa
Que no sea una letra silenciosa
De la eterna escritura indescifrable
Cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
De su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
Es la senda futura y recorrida.
El rigor ha tejido la madeja.
No te arredres. La ergástula es oscura,
La firme trama es de incesante hierro,
Pero en algún recodo de tu encierro
Puede haber un descuido, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha.
Pero en las grietas está Dios, que acecha.