El noajismo es una filosofía de vida religiosa que se refiere a leyes universales que le fueron otorgadas en su momento a Noé (Noaj) después del diluvio universal que la biblia comparte en el libro del Génesis (Bereshit). De acuerdo con la tradición judía, Dios le habría dado a Noé un conjunto de normas de cumplimiento universal para poder llevar una vida justa y moral de manera correcta.
Estas normas que no aparecen explícitamente en la (instrucción), sino que son interpretaciones realizadas por los estudiosos de los textos antiguos que señalarían estos principios:
Prohibición de la idolatría.
Prohibición de la blasfemia.
Prohibición del asesinato.
Prohibición del robo.
Prohibición de la inmoralidad sexual.
Prohibición de comer carne de un animal vivo.
Mandato de establecer tribunales de justicia.
Estos elementos y la importancia de la universalidad de dichas normas para todos los pueblos de la tierra se discuten en el Tratado de Sanedrín (56a – 59b), compilado entre los siglos III y V de la era común, en el Midrash Rabbah y en el texto de Mishnei Torá de Rambam.
Cabe destacar que, desde una perspectiva teológica, las otras leyes contenidas en la Torá son exclusivas para el pueblo judío y sus descendientes, no como una cuestión de “privilegio”, sino interpretadas como un rol de mayor responsabilidad. En el caso de Abraham, se añade incluso un precepto más de manera directa, que es la orden de la circuncisión a todos sus descendientes. Por eso es que incluso los actuales descendientes de Ismael practican hoy en día la circuncisión, aunque también hay algunas exegesis religiosas que señalan que Abraham habría recibido el conocimiento de toda la Torá, y que por esta razón la habría cumplido inclusive antes de fuera recibida en el Monte Sinaí. Pero sobre este tema escribiré en otro momento.
Los principios noájidas existen y han sido promovidos desde hace siglos. Sin embargo, su formalización y desarrollo como filosofía o movimiento en el mundo contemporáneo ha tomado mayor relevancia en años recientes debido que algunos colectivos han encontrado en este movimiento una alternativa adecuada para las necesidades espirituales que han ido desarrollando.
Pero, ¿cómo asociamos el pensamiento y las normativas noájidas con el pensamiento cristiano primitivo? Por más difícil que resulte de creer, las ideas iniciales que llegaron a los primeros seguidores no judíos de Jesús de Nazaret a través del mensaje de Pablo parecerían haber sido tomadas de estos principios. Por lo tanto, es interesante trazar un paralelismo entre ambas doctrinas y ver en qué momento se da la ruptura y sus elementos dejan de coincidir.
La primera ley noájida prohíbe la idolatría, así como la adoración de ídolos de cualquier tipo. En los textos paulinos se puede leer algo similar en el texto de la primera carta de Corintios, capítulo 10:14, donde exhorta a que se huya de la idolatría, mientras que en Romanos 1:23 – 25, el autor es crítico de la adoración de ídolos y llama a concentrarse en el Dios verdadero.
La segunda norma noájida prohíbe la blasfemia. Pablo, por su parte, subraya el respeto de lo divino y exhorta a hablar de manera correcta. Esto aparece en el texto de Colosenses 3:8, donde se pide evitar las blasfemias y las palabras deshonestas, junto con el enojo, la malicia y otros males que puedan ser expuestos.
La tercera norma noájida plantea la prohibición del asesinato, algo que también aparece en el libro de los Romanos 13:9, donde, no solo se subraya la importancia del cumplimiento de esta norma, sino que se destaca también la relevancia del amor y de la justicia como valores supremos dentro de la espiritualidad.
El hurto, que es la cuarta ley noájida, aparece en la Epístola a los Efesios 4:28, donde se destaca la importancia de la honestidad y del trabajo digno como el camino correcto para obtener las cosas que se necesitan. En ese mismo texto, en el verso 29, se vuelve a hacer referencia a la segunda norma noájida sobre la blasfemia, mencionando la importancia de las palabras edificantes.
La quinta ley universal es la prohibición de la inmoralidad sexual, en relación a relaciones ilícitas como el adulterio y el incesto. En este sentido, los textos paulinos hacen varias referencias. Una que cabría señalar figura en Gálatas 5: 19 – 21, donde se señala que la inmoralidad sexual es una de las obras de la carne que deben ser evitadas. En las cartas de Pablo también hay otros textos en los que se señalan varias veces problemas asociados a relaciones sexuales llevadas a cabo de manera irresponsable o incorrecta.
El sexto mandamiento noájida señala la prohibición de comer partes de animal vivo, y todo lo asociado con manifestar crueldad hacia los animales. En relación a esto, se pueden mencionar dos textos que se refieren a esta cuestión. En Hechos 15:29 se exhorta a los fieles a abstenerse de hablar de animales ahogados o sacrificados a los ídolos.
En este punto hay que señalar sobre esto que el autor del libro de los Hechos no es Pablo sino su discípulo Lucas, que no sería judío sino un gentil instruido en la fe presentada por su líder. Aun así, en Romanos 14:21 Pablo mencionaría la importancia de abstenerse de comer carne o beber vino si es causal de tropiezo para otro creyente. En boca de un judío, incluso de uno helenizado como Pablo, la norma excede lo moral propiamente dicho para adquirir a su vez ribetes dietéticos, asociados a las normativas de la alimentación apta para el judaísmo (kashrut).
La última ley noájida señala el mandato de establecer tribunales de justicia. En este sentido, en Romanos 13:1 – 7 se menciona el llamado a los creyentes a respetar a las autoridades gubernamentales y reconocerlas, ya que estos cuentan con el “permiso” de Dios para castigar a todos los que hacen el mal. Esto señalaría el respeto de un ordenamiento, siempre y cuando no esté en contraposición con los principios éticos fundamentales señalados en las normas anteriores.
Las normas noájidas tienen principios éticos universales que tendrían semejanzas con los valores cristianos, también universales. Sin embargo, otros aspectos que fueron añadidos posteriormente por los propios seguidores de Pablo empezarían a establecer rupturas, incluyendo elementos que iban más allá de las simples acciones, como la importancia de la gracia y la fe. Estos nuevos elementos, que en algunos momentos se sobrepondrían a los actos, podrían ser vistos como excepciones de hecho, y no de fondo, ya que los elementos de gracia y fe como excluyentes del resto de los principios de acción solo actuarían en el caso que hubiera riesgos inminentes para la vida, o que se tratara de la última acción de un nuevo creyente. Para todos los demás casos, se señalaría que una fe sin obras sería considerada “muerta”.
Aun así, hay otros elementos que posteriormente separarían los principios noájidas del pensamiento cristiano. Podría decirse que, en algún momento, se establece un cisma en el proceso de separación del cristianismo de su fuente inicial, que es el judaísmo, en función el origen y las cualidades del propio Jesús y de las enseñanzas que se hicieron en base a su prédica.
El primer elemento que separa el noajismo del cristianismo es la idea de que Jesús es divino. En este sentido hay que señalar que esto iría en contra de la idea de un Dios que es Uno y Único, aunque con el tiempo se explique la razón de ser de un Jesús y sus “dos esencias”, la divina y la humana. Esta idea iría también en contraposición a la concepción de un Dios invisible e indivisible, tal y como lo manifiesta Rambam en los Trece principios de la fe judía.
En todo caso, lo cierto es que los primeros vestigios de esta idea de la divinidad de Jesús se discuten en concilios ecuménicos que son posteriores a la aparición de los textos neotestamentarios. De hecho, aun basándose en los evangelios reconocidos como válidos, estaríamos hablando de casi veinte años transcurridos hasta la aparición del primero de los testamentos, que es el llamado Evangelio de Marcos, donde el único acercamiento hacia este concepto es la noción de que Jesús perdona pecados, una cualidad que solo Dios podía realizar.
En todo caso, y a pesar de que este es el evangelio más antiguo, no puede descartarse que la inclusión de ciertos elementos sea más atribuible al autor que a las propias palabras del personaje. Existe una evolución textual que se prolonga durante más de un siglo desde los hechos narrados, de manera que esos elementos podrían obedecer a objetivos diferentes de los de la redacción inicial.
Fue en el Concilio de Nicea del año 325 de la era común donde se señaló que Jesús era homoousios: es decir, de una misma sustancia que el Padre. En ese mismo concilio se debatía sobre las ideas de Aryus (Arrio), quien negaba la divinidad de Jesús y lo consideraba una creación más de Dios, que tuvo un inicio carnal, y enfoca toda su adoración en el Padre, oponiéndose a la adoración de cualquier otro personaje.
Posteriormente, los concilios de Constantinopla (381 EC), Éfeso (431 EC) y Caledonia (451 EC) reforzarían la idea de un Jesús divino unido al Padre Creador, estableciendo el “misterio de la Trinidad” que sería esencial dentro de los dogmas católicos. Para explicarlo, se señalaba que, a pesar de hacerse mención a tres personas, se seguía hablando de un Dios único.
Estos aspectos alejarán al cristianismo primitivo de las doctrinas similares del judaísmo y del noajismo. Además, en su énfasis por acercar a los pueblos no judíos a la creencia en Jesús, se adoptarían principios helénicos que acentuarían aún más la ruptura. Un ejemplo de esos principios helénicos, ligados con la filosofía platónica y el estoicismo, es la idea del Logos entendido como principio cósmico y asociado a la figura del nacimiento milagroso de Jesús.
También, hay un fuerte enlace entre los cultos mistéricos y los cultos paganos que fueron adoptados dentro de la filosofía cristiana. Por ejemplo, la concepción de la resurrección divina, o el nacimiento virginal, que también pueden encontrarse en otros cultos paganos de la época.
Finalmente, ese alejamiento de los principios religiosos universales fue acercando a los no judíos creyentes en Jesús hacia conocimientos religiosos que tenían previamente, cambiándole el nombre a sus creencias y dándoles un nuevo contexto desde el cristianismo. Esto fue alejando al cristianismo cada vez más del judaísmo del cual surgió, acercándolo más a un movimiento sincretista que, de a poco, se transformó en otro tipo de idea que lo único que preserva de su fuente prima son algunos ritos adaptados y textos religiosos que siguen funcionando como elemento unificador de sus pensamientos dogmáticos, complementados por exégesis y explicaciones propias.