El tiempo vuela queridos lectores. Este treintañero que escribe estas líneas alguna vez fue un niño despreocupado en la Lima de finales de los 90 que devoraba revistas de cine, cómics, y novelas de aventuras. Sin embargo, ir al cine a mis 12 años, era en aquel entonces algo más que una emocionante y perfecta evasión: era una experiencia casi intergaláctica. Y una de esas experiencias inolvidables es el de haber disfrutado, sentando en mi butaca, frente a la pantalla grande, el estreno de La Momia (1999) película de Stephen Summers que, en su momento fue la «Indiana Jones» de mi generación.
En aquella película, el héroe, Rick O’Connell era un mercenario americano que se ve envuelto en una emocionante aventura sobrenatural contra momias egipcias, sabandijas, mercenarios y guerrilleros del desierto. Rick era todo lo que yo quería ser de adulto: valiente, carismático, apuesto, algo gracioso y encima, se quedaba con la chica al final de la película. La Momia al igual que su secuela, es uno de los mejores recuerdos que atesoro de mi niñez y cuando la repito ocasionalmente, la disfruto con cariño.
Años después, conocería el nombre del actor: Brendan Fraser, quien, ahora parece haber renacido como el ave fénix para quedarse. ¿Pero qué pasó con él? Por qué de pronto uno de los actores más taquilleros de su tiempo fue cruelmente exiliado al desierto del olvido por parte de la misma industria que lo encumbró y se benefició de su talento: Hollywood.
Porque Hollywood, esa fábrica de sueños cinematográficos, bien podría adoptar la figura de un señor de traje impecable que, así como luce una sonrisa espléndida para los reflectores, también suele ocultar sus más oscuros y recónditos deseos tras bastidores. Ya lo vimos con Harvey Weinstein, el poderoso productor que se aprovechó del poder de su posición para acosar y abusar de mujeres con la promesa de un papel para una película importante. Tras un largo y mediático juicio, el productor sería sentenciado a 23 años de prisión.
Muchos de estos hombres con poder suelen salirse con la suya, protegidos desde sus castillos de marfil, utilizando sus poderes de manipulación e influencias para salir indemnes. Es por eso que, el caso Weinstein es importante, porque destapó una práctica deleznable y sistemática que se ejercía en silencio en Hollywood con total impunidad y que, hasta hacía unos años, era un secreto a voces que se silenciaba con «arreglos» extrajudiciales o intimidaciones.
Por otro lado, ¿qué se dice sobre el abuso contra hombres? Muy poco. Sin embargo, lo que le tocó vivir a Brendan Fraser no deja de ser estremecedor. El actor, recientemente rechazó acudir a los Globos de Oro cuando estaba nominado, declarando que: «mi madre no crio a un hipócrita». Por lo tanto, cabe preguntarse ¿Por qué no acudió a la premiación cuando tenía grandes posibilidades de salir victorioso? La respuesta es poco menos que perturbadora.
Sucedió en 2003. Cuando Fraser, con 34 años gozaba de gran popularidad y había acudido a una fiesta de HFPA (Asociación de Prensa Extranjera) la organización de los Globos de Oro. En aquel evento, el presidente de la HFPA, Philip Berk, un hombre de mediana edad, se acercó a saludarle. Fraser naturalmente respondió el saludo, sin imaginar que Berk le haría tocamientos indebidos con total desvergüenza. No es difícil imaginar la vergüenza, la humillación y el pánico que sintió Fraser durante aquellos instantes: «Me sentí enfermo. Me sentí como un niño pequeño. Sentí que había una bola en mi garganta. Creí que iba a llorar. Salí corriendo, me fui a mi casa y le conté a mi mujer lo que había pasado. Sentía como si me hubieran echado pintura invisible por encima», confesó el actor.
Sin embargo, pese a las serias acusaciones, la HFPA no solo omitió cualquier investigación interna contra Berk, sino también, lo mantuvo en su puesto hasta 2020.
Curiosamente, después de revelar el acoso en 2018, la carrera del señor Fraser, aquel actor que regaló muchos gratos recuerdos en la infancia de millones con películas como La Momia, George de la Selva y Looney Tunes, entre muchos otros, entró en declive después de aquella revelación. Sólo aparecería en roles muy secundarios o pequeños. Parecía que Hollywood, aquel monstruo gigante e ingrato, se lo hubiera tragado para masticarlo, escupirlo y luego desecharlo como cualquier pedazo de despojo prescindible.
Y cuando parecía estar condenado al olvido, el buen Darren Aronofsky tocaría su puerta para llegar a su rescate.
Aronofsky es un cineasta cuyas historias -muchas de ellas complejas- ofrecen una visión muy peculiar sobre la humanidad. Es además uno de los artistas más respetados del medio. Especialista en resucitar carreras de actores olvidados como la de Mickey Rourke. Aronofsky aborda diversas temáticas sobre la condición humana a través de personajes rotos. Por esta razón consideró a Fraser como el actor perfecto para interpretar a Charlie un profesor de inglés con más de 156 kilos en la adaptación al cine de la obra teatral The Whale (La ballena).
A falta del estreno de la película en Latinoamérica, sabemos que los críticos encumbraron a Fraser por «la mejor actuación de su carrera», además de presentar una impactante transformación física. Una performance for the ages como se dice en inglés, que haría emocionar hasta los corazones más duros. Las redes sociales se han atestado de comentarios de espectadores que dejaron la sala con los ojos rojos y mejillas húmedas tras ver la película, gracias a la poderosa actuación de Fraser. No cabe duda de que el mejor cine, es el que apela a las emociones más profundas.
Es importante destacar que, su trabajo en The Whale no solo es importante a nivel cinematográfico, sino también le otorga una voz a las personas que sufren de obesidad y sus terribles padecimientos a través de un personaje representado con dignidad y empatía. Estas personas, que suelen ser personificadas como bufones en muchas películas cómicas, ahora por fin tienen un personaje con quien identificarse.
Brendan Fraser, no solo es un artista de descomunal talento, sino también una persona auténtica y humilde, desprendida de todo ego -una rareza dentro del star system- que merecía una segunda oportunidad. No deja de emocionar su reacción al ganar su premio a Mejor Actor en los Critic Choice Awards, donde brindó un inspirador mensaje entre lágrimas: «Si tú, eres como Charlie, que estás luchando contra la obesidad, o sientes que estas en lugar oscuro, quiero que sepas que, si tú también logras tener la fuerza de pararte e ir hacia la luz, cosas buenas van a pasar».
La historia de Brendan nos enseña que el talento, la clase y la dignidad siempre superará en calidad humana a aquellos poderosos de frac que esplenden ante las cámaras, pero ocultan fetidez y putrefacción lejos de ellas.
Muchos ya vaticinan que el bueno de Brendan se llevará su calvito dorado a casa, sin embargo, lo más importante es que el repunte de su carrera artística es un suceso que dignifica y -en cierta forma- redime a Hollywood de la suciedad que la corrompe.
Y nosotros como cinéfilos no podríamos estar más que agradecidos de que «Rick O’Connell» este de vuelta.