La dicha es tu derecho de nacimiento. El gozo está asociado con la plenitud que hemos venido olvidando y con frecuencia experimentamos un estado de insatisfacción. En este artículo explico desde el punto de vista de yoga, de la teoría del eneagrama y de la terapia Gestalt por qué olvidamos nuestro derecho de nacimiento a vivir en plenitud y dicha.
En el linaje de yoga al que pertenezco, Siddha Yoga, cada uno es la proyección de algo más grande, lo divino. Cuando digo proyección me refiero tanto a la prolongación como al reflejo. De eso trata también La Canción de la Abuela mencionada en otro de mis artículos. Hay varias imágenes que representan ser el reflejo exacto de la divinidad: esa idea de que todo el océano está en la gota de agua y que toda la gota de agua está incluida en el océano (La oí en mi formación de Anusara yoga y viene de Siddha Yoga); la idea de que somos rayos de un mismo sol, y que, aunque creamos que estamos separados, somos el sol mismo y su prolongación. Esto viene de Marianne Williamson y su libro Volver al amor. También, la idea de que somos una de muchas de las manifestaciones de Dios, entonces entre más nos juntemos, entre más versiones comprendamos, más completa es su imagen. Si uno de nosotros faltara no tendríamos la imagen entera de Dios.
La ilusión
En yoga el hecho de no recordar nuestra verdadera esencia, se llama la ilusión o maya. Es una de las caras de la Shakti, la energía femenina, que se encarga de velar nuestra verdadera esencia. De acuerdo con el libro de Sally Kempton, para los sabios tántricos, la Shakti tiene dos aspectos: la unidad absoluta e infinitas realidades diversas (El despertar de la Shakti, 2014, Gaia, p. 60). Para que se puedan manifestar las realidades diversas se tiene que esconder la unidad. Esa expresión de la Shakti en diversas maneras, es la ilusión de separación. El propósito de la meditación entonces, es disolver nuestra versión separada y fundirnos en la unidad.
La expresión de las formas múltiples de la Shakti fluye en la ruta de la manifestación. De lo sutil a lo más grueso o físico. Capas y capas de energía se condensan, se agrupan hasta la encarnación. De acuerdo con Sally Kempton, ese momento es la explosión cósmica, «el mundo físico estalla en explosión cósmica» y hay una «urgencia extática» para evolucionar. Es decir, que hay una dicha en la Shakti al encarnar, para agruparse y formar galaxias, planetas, estrellas, soles, átomos moléculas y también organismos de muchas células, como nosotros. (El despertar de la Shakti, p. 60).
Sally agrega en su libro que a pesar tener una sensación de «separación», la parte diferenciada no pierde la esencia de la unidad y la capacidad de darse cuenta de estar conectado con todo lo que existe. Dice que esa conciencia nuestra es una «versión en miniatura» de la Gran Conciencia. Por eso es que «los mundos sutiles que se hallan entre el espacio ilimitado y trascendente y el universo físico también están presentes en nuestros cuerpos sutiles. Están listos para ser experimentados por cualquiera que posea resistencia y gracia para penetrar en el mundo interno del corazón» (ibid. P. 61).
En resumen, está diciendo que, si creemos que no somos algo, es porque se nos ha olvidado lo que ya somos (la unidad). Entonces, lo que debemos hacer es recordar. Esa idea de recordar es la que me hace más fácil enfrentar cualquier reto o circunstancia que se presenta. Recordar implica que ya lo tengo.
A partir de lo anterior, queda entonces preguntarse: ¿Para qué la Shakti se toma la molestia de encarnar? ¿Para qué se vela o se oculta? En donde quiera que he buscado la respuesta a esa pregunta, dice que por el solo gozo y dicha de encarnar y descubrirse siendo cada uno de nosotros.
En relación con la pregunta, preparando las salas en Clubhouse sobre las deidades de yoga, Grandios@s, comprendí que: recordar o reconocer la Shakti en nosotros, tiene que ver con la actualización de los recursos (cualidades, habilidades del ser) que tenemos a disposición los seres humanos. Así, cada deidad, como versión de la Shakti, al ser invocada, nos inspira a activar atributos del ser que permanecían latentes y que, por la ilusión de la separación antes nombrada, creemos falsamente que carecemos. Entonces, cada reto, conflicto, bloqueo es una oportunidad para activar esos recursos suspendidos. De esa manera, eso que trascendemos contribuye con nuestra evolución individual y como especie (ver el artículo El Mito de tu Creación) Esa versión actualizada del recurso queda guardada en el gran banco del patrimonio de la humanidad, que siempre está en ascenso y evolución. Así el aporte de cada uno renueva el recurso humano y queda a disposición de todos.
De todo lo anterior concluyo que: hay una dicha en el acto de encarnar; que esa encarnación está a disposición de nosotros al recordar nuestra esencia divina a través de una practica interior, que permita la conexión de nuestro corazón individual con el corazón de la Gran Conciencia. Que esa práctica hacia la Unidad está relacionada con la plenitud o con la sensación de estar completo. Al menos de tener acceso a eso que necesitamos según lo que demanda la situación presente.
La imagen que más me representa eso que acabo de escribir es la de un bebé que sonríe durmiendo en los brazos de alguien que lo quiere y lo acaricia, que ya tomó leche y que está con el pañal limpio. Ese bebé tiene sus necesidades satisfechas. Entonces me pregunto: ¿Qué nos pasó a nosotros de adultos que nos sentimos tan insatisfechos? Ofrezco en seguida la explicación que da Claudio Naranjo da sobre el carácter.
La herida, la impronta
En la formación que tomé en terapia Gestalt, vimos la teoría del eneagrama de Claudio Naranjo, que se encarga de definir el carácter, el ego, que proviene de la marca/huella que nos deja un hecho que nos sucedió en la infancia (Claudio Naranjo, Carácter y neurosis, 2017, p.p. 52 y s.s.).
Para Claudio, el carácter es una impronta, una huella que se da en la temprana infancia, como producto de un hecho doloroso, donde el niño sintió que el flujo del amor le quedó interrumpido. Llamo flujo del amor a todas las manifestaciones por las que el niño siente que sus necesidades están satisfechas. Dice Naranjo que, ante la ausencia de eso que necesitaba, el niño estableció una estrategia para obtener lo que requería. Esa estrategia es adaptativa, queda fijada en la conducta para toda la vida de la persona y corresponde a lo que se conoce como ego, personalidad o carácter. Esa fijación le impedirá responder de manera orgánica a lo que se presente en su experiencia de vida.
Claudio plantea en su libro Eneagrama de la sociedad que la adopción de esas estrategias adaptativas son un obstáculo para el amor. Dice que son maneras distorsionadas de dar y recibir amor y las llama perturbaciones del amor. (Ediciones La Llave, 2011, p. 118). El eneagrama plantea nueve eneatipos o estrategias fijas para manipular y asegurar que llegue el amor y la satisfacción de las necesidades. De acuerdo con la herida o impronta cada persona experimenta un eneatipo.
Volvamos a la imagen del bebé pleno. ¿Qué le paso? Con la impronta, con el hecho traumático, olvidó su derecho de nacimiento: merecer amor por el solo hecho de existir y la plenitud como unidad con todas las posibilidades. De niños fraccionamos partes de nosotros mismos, las separamos con el objetivo de sobrevivir, recibir amor y pertenecer a nuestra familia y otros grupos. Es decir, que ocultamos todas las partes de nuestra personalidad que no fueron exitosas para lograr eso. Desde ese hecho que nos dejó la huella, creemos falsamente que solo al desarrollar la «estrategia» vamos a recibir amor y la satisfacción de nuestras necesidades. Nos queda fijada la dependencia de las fuentes externas para recibirlo y manipulamos para obtenerlo.
Para Fritz Perls, fundador de la terapia Gestalt, se pone en acción esa estrategia adaptativa porque se cree que es peligroso lo que pudiera ser orgánicamente adecuado (Pedro de Casso, Gestalt Terapia de Autenticidad, 2003, p. 84 y s.s). El hecho traumático y la solución exitosa para el niño para sobrepasarlo, fija la misma solución a cualquier evento que se le parezca, dejando por fuera de su personalidad cualquier otro atributo. Se mantiene un yo idealizado que se usa para todo y se deja por fuera el yo negado, al que se evita, porque da riesgo de catástrofe, confusión, muerte o la «nada» (Perls, Sueños y existencia, 1974). Esto se parece mucho a lo ya se dijo sobre el maya en la primera parte de este escrito. Al evitar eso, se considera completamente ajeno y se manipula a otros para obtenerlo. Un ejemplo hipotético ayuda a entender:
Cuando era niño, Carlos hacia bromas. Imaginemos que en su infancia sucedió un evento trágico donde las bromas no eran oportunas (un velorio o un entierro, o estar en misa) y la madre de Carlos lo castigó por eso. En cambio, su hermano Miguel fue premiado por su mamá porque se había portado «juicioso». Así Carlos se quedó con la imagen de que hacer bromas es siempre inadecuado y que lo propio es estar serio o juicioso. Escindió de si la capacidad de ser chistoso. Cree que ser serio y respetuosos siempre, le aseguran el amor de su madre. Entonces, desde ahí se queda con el chiste en la boca, o se lo pasa a otro para que lo diga y asuma el riesgo del rechazo o castigo. Así mismo le cuesta mucho, portarse espontáneamente en público y privado, asumió que ser espontáneo es malo.
También es posible el ejemplo contrario. Digamos que, en la misma situación en otra familia, la de Margarita, no está bien vista la emoción de la tristeza. Entonces viene un evento lúgubre en esa familia y ella hace un chiste, el cual todos celebran. Entonces, Margarita queda eternamente con la obligación de ser el «alma de la fiesta» y sintiéndose con la responsabilidad de ser quien ayuda a evitar la tristeza. Así asegura el amor y la atención de otros.
Así ejercer el carácter, quedarse en el ego, o permanecer rígido en las estrategias de la personalidad para asegurar que otros te den amor, es la pérdida de la habilidad de responder a cualquier situación de manera orgánica y auténtica con lo que ese momento requiere.
Las cosquillas para recordar el derecho de nacimiento
En la primera parte de este artículo vimos la identificación con la divinidad como totalidad y como un derecho de nacimiento. La canción de la abuela habla de unas cosquillas para recordar. La octava estrofa de la canción habla de la mezcla del dolor y el placer cuando el hombre mintió y así se produjeron las cosquillas que hacen doler. Las cosquillas o los recuerditos de Dios van subiendo de nivel. Todo con el propósito de que vuelvas a ejercerte como completo, de manera orgánica y auténtica. El volver, el recordar la naturaleza divina implica un ejercicio de conocimiento de uno mismo en honestidad y autenticidad, así como la práctica diaria, consciente y centrada en el presente. Implica también reconocerse como adulto capaz de auto sostenerse y de satisfacer las propias necesidades.
Ir a terapia, adoptar una práctica espiritual, el trabajo de cuerpo, la expresión artística, son algunas de las maneras de ejercer esa conciencia y también para «adultarse». La terapia Gestalt ofrece varias prácticas y conceptos para ese objetivo. Entre ellas la que más me gusta es la teoría sobre las polaridades que explicaré en otro artículo, donde exploraré todo el espectro de la dicha.
Referencias
Sally Kempton. El despertar de la Shakti.
Claudio Naranjo. Carácter y Neurosis. Ediciones La Llave, Barcelona, 14a edición. 2017.
Claudio Naranjo. Eneagrama de la Sociedad. Ediciones La LLave, Barcelona. 6a edición, 2011.
Firtz Perls. Sueños y existencia (1974). Editorial Cuatro vientos, Santiago de Chile, 22a reimpresión 2012.