La autoestima y la percepción del propio valor son cruciales para nuestro bienestar. Inciden en cómo evaluamos nuestro valor, cómo procedemos frente a los retos de todos los días, cómo nos presentamos en nuestras relaciones. Influencian nuestra salud mental, permiten que tengamos relaciones y vínculos sanos y equilibrados, nos empoderan para tomar decisiones basadas en nuestros valores y establecen una base sólida para aprender, crecer y tomar nuevos retos.

Este tema ha sido central en mi proceso personal y espiritual porque trabajo el eneatipo 4, que tiende a tener una autoimagen pobre. Las personas que trabajamos ese eneatipo1 por lo general nos sentimos en carencia, en desventaja, defectuosos y nos comparamos todo el tiempo con los demás. Con frecuencia creemos que “el pasto del otro siempre es más verde”.

La autopercepción es diferente en cada uno de los eneatipos. Lo pude comprobar durante el trabajo de grado que escribí para graduarme en la formación en terapia Gestalt. Ahí pude registrar que la manera en que se miran al espejo las personas que trabajan el eneatipo 7 es muy diferente a la de los eneatipos 4. Si nosotros vemos solo los defectos, ellos tienden a apreciar solo lo bello y atractivo.

Aunque este tema ha sido fundamental en mi experiencia como facilitadora y acompañante de procesos de desarrollo personal, no se me había ocurrido la importancia de que cada persona tenga su propio manifiesto de autoestima, de autovalor y de amor propio. Hasta que recientemente recibí un mensaje de una amiga que me decía que quería fortalecer su autoestima. Para eso, le habían sugerido hacer una lista de sus cosas buenas y preguntarle a personas que la conocieran sobre sus cualidades y fortalezas. Ella también me preguntó mi opinión sobre el ejercicio.

Este mensaje me movió mucho por dos razones. Una parte de mí se rebela a que la noción del propio valor esté dada por la visión de otros. Al tiempo, hay otra parte de mí que se ha sentido con la autoestima baja, que sabe que tengo valor, pero que no puede nombrar eso que valoro en mí y que no ve muchos referentes externos lo reflejen. Ha sido doloroso no poder reconocer ni nombrar los aspectos en los que encuentro mi valor.

Por eso el propósito de este artículo, más que decirles qué es la autoestima, es el de proponerles que cada uno escriba su manifiesto de autoestima, autovalor y amor propio. Les dejo algunas de mis experiencias y conclusiones, y les sugiero unas preguntas para escribir ese manifiesto.

Una definición propia de la autoestima y el autovalor

La autoestima abarca cómo nos sentimos sobre lo que somos. Tiene componentes internos y externos. Los internos están relacionados con el diálogo interior, las creencias sobre nosotros mismos y nuestra habilidad de amar y aceptar lo que somos, incluyendo nuestras fallas y defectos y lo que no nos gusta de nosotros mismos.

La parte externa de la autoestima está influenciada por factores como los logros, la retroalimentación de otras personas, los roles sociales que tenemos y nuestras relaciones. Para Brené Brown, esta versión está basada en la validación externa, el desempeño y la comparación. Por eso, la autora hace énfasis en desarrollar un concepto de autovalor incondicional, que recae en reconocer nuestro valor inherente a ser y no en el hacer, e independiente de nuestros logros y fracasos.

En la realidad que vivimos, muchas veces el valor de una persona está determinado por su rol en la sociedad, ya sea por su trabajo, servicio o utilidad, poder y a veces sacrificio. Mi invitación es a reconocer nuestro valor independiente de lo que hacemos e identificando lo que es importante para nosotros, lo que tiene valor y suple nuestras verdaderas necesidades.

Para eso hay que conocerse. Entonces la pregunta que te dejo es: ¿cuál es la práctica diaria de auto cocimiento que más se te acomoda? Esto para poder responder las siguientes:

¿Cuáles son los aspectos a los que le das valor?

¿Cuáles son tus necesidades?

Lista de lo que valoramos y admiramos en otros

Si tu lista de valor sobre ti es corta o nula, te sugiero observar lo que valoras y admiras en los demás. Eso que ves en otros es reflejo de lo que valoras en ti.

Trabajo con el niño interior

El niño interior es la parte de nosotros que vivió la herida o el trauma, y estableció una estrategia de control de su medio ambiente para sobrevivir, pertenecer y recibir amor. La herida es lo que lo hizo creerse inadecuado, defectuoso e impotente frente a la voluntad de sus padres. Esa maniobra es la que se llama carácter o personalidad y es el programa o patrón que mantenemos aun en la adultez, porque creemos que no hay otra manera de vivir.

Entonces, es fundamental hacer trabajo del niño interior. No solo para reparar y rescatar nuestra parte inocente, creativa y más cercana a la plenitud, para que haga lo que le corresponde, que es ir a jugar y gozar de la vida. Sino también para hacernos cargo de lo que podemos gestionar como adultos. Es verdad que la niña o niño que fuimos era impotente y dependiente de los adultos que estaban a cargo nuestro. Pero como adultos tenemos recursos y poder.

Es imperativo actualizar todos los días esa sensación de dependencia e impotencia por una sensación de autonomía, capacidad y poder. En especial porque el patrón adoptado por el niño es tiránico y profético. Joan Garriga en su libro Decir sí a la vida lo nombra como la “dictadura de la infancia” y considera que es lo que más nos causa sufrimiento (pp. 124-125).

Estoy de acuerdo con él. El niño que vive en nosotros es tiránico y profético porque nos impide reaccionar con nuestras capacidades de adulto a los desafíos del presente. Tiene un libreto de lo que va a suceder y cómo reaccionar para sobrevivir. Eso fue exitoso en la infancia, pero desactualizado para el presente. No ofrece alternativas y nos mantiene en un bucle de repeticiones y confirmaciones. Lo que nos lleva a la victimización y a la dependencia de que otros resuelvan nuestras necesidades.

En este aspecto a mí me ha servido mucho recibir en terapia el protocolo del rescate del niño interior de la terapia Gestalt y últimamente la “cita con el artista”, propuesta por Julia Cameron en su método “El camino del artista”.

También les dejo unas preguntas que pueden ayudarles para la definición de su manifiesto sobre lo que valoran de sí mismos. Frente al desafío que tienes hoy:

¿Qué puedes hacer como adulto para resolverlo?

¿Cuál es el recurso con el que cuentas ya de adulto para hacerte cargo?

Si no tienes respuesta, el mismo obstáculo es el que trae oculto el recurso. Es el reto mismo el que te permite actualizarte y reconocer el recurso que tenías inactivo. En este caso también es útil preguntarse: ¿cómo resolvería este reto o desafío alguien que tú admiras?

Trabajo con el espejo

Además del trabajo con las afirmaciones, el recurso que más valoro de Louise L. Hay es su método de trabajo con el espejo. Leí el libro y usé el método a nivel personal y como base para el ejercicio para comprobar mi tesis en mi trabajo de grado para la formación en terapia Gestalt.

Decirme al espejo todos los días “Ana, te amo, de verdad te amo” fue una de las prácticas más confrontadoras que haya hecho. Al principio, lloré mucho. No podía decirme eso, solo veía mis fallas, imperfecciones y carencias. Ahora es el acto de amor y de compasión básico. Al empezar el día y en cada reflejo, me digo esa frase, de verdad y con el corazón. Me miro como nadie más me mira, me amo como nadie más puede hacerlo. Soy compasiva, amable con las palabras que me digo y con mi diálogo interior. Tengo mis días flacos, en donde solo veo defectos como mi barriga y me comparo con otros, pero estoy atenta a lo que me digo.

Apropiarse de sí

El trabajo con la autoestima y el autovalor es una tarea de apropiarse de sí, sin juicio sobre lo bueno y lo malo. El patrón de la personalidad escinde el ser pleno que somos. El niño que fuimos sobrevivió a partir de enaltecer lo que otros vieron como bueno y premiaron y de sacrificar lo malo o lo que fue castigado. Eso que fue castigado podría ser útil en el presente; sin embargo, permanece como recurso latente y por desarrollar o tramitar.

A nivel terapéutico, la integración de las características del ser que fueron excluidas se llama trabajo con la sombra, donde no solo está lo que fue castigado sino también lo que no estuvimos en capacidad de procesar con los recursos que teníamos cuando éramos niños. Lo evitamos tanto porque creemos que no tenemos cómo trascenderlo, que como niños no tenemos la capacidad para enfrentarlo.

Con esto quiero decir que es en el trabajo de conciencia en donde uno puede darse cuenta de las actitudes y comportamientos que nos hacen daño y hacen daño a los demás. En eso más que culpa o vergüenza procede un trabajo interior, de desarrollo personal y de terapia. En la apropiación de todo, ayuda tener un testigo (terapeuta, coach, amigo), alguien que confronte, que facilite el diálogo interior y ofrezca preguntas para darse cuenta.

Creo que la adultez está íntimamente relacionada con la autoestima, el autovalor y la autogestión. En la adultez se reconocen y administran los recursos que tenemos activos, a la vez que trabajamos por activar los que quedaron excluidos y por lo tanto latentes para desarrollar. El integrarlos, reconocerlos y usarlos sin miedo a morir o ser castigados trae una sensación de estar completo y de plenitud que confía en que se tiene lo que se necesita para resolver cualquier reto que se presente.

En este aspecto te pregunto: frente al reto que tienes actualmente, ¿cuál es el recurso que crees que careces?

¿Qué es lo que ahora, como adulto, sí estás en capacidad de tramitar?

¿Qué es eso que crees que careces y serviría mucho para resolver tu situación actual?

Ahora, de adulto, ¿cómo usarías esos recursos?

Circular los valores

Creo que esta sensación de totalidad y de integración, de la que hablo en el aparte anterior, está íntimamente relacionada con la autoestima y el autovalor. Esa plenitud es independiente del dar y recibir y de las relaciones y vínculos con otras personas. Sin embargo, creo que es de la interacción con otros que nos darnos cuenta de cómo podemos usar ese valor. Los otros nos reflejan lo que no podemos ver en nosotros mismos. Pero solo nosotros podemos reconocer e integrar ese valor.

Me da mucha curiosidad presenciar cómo sería nuestra realidad si estuviéramos apropiados de nosotros mismos y circulando valor desde la conciencia de lo que tenemos en la conciencia y en la sombra.

Prácticas de amor propio

El valor y el amor propio, como la energía, ni aumentan ni disminuyen, se transforman. Por eso no creo que nada externo a nosotros tenga el poder de disminuirlos.

Lo que sí puede cambiar es la percepción que tenemos sobre nuestro valor. Podemos aumentar, mejorar, aclarar cómo nos vemos y cómo sentimos nuestro propio valor. Para eso es vital el compromiso y la responsabilidad para hacernos cargo de modificar nuestra propia percepción y actuar en concordancia con esa nueva visión.

Para eso hay varias prácticas que me han servido para modificar mi visión de mi propio valor, a parte del rescate del niño interior, el camino del artista y el trabajo con el espejo. Las explico en los siguientes párrafos.

Tratarme con amabilidad y respeto. Observar mi discurso interior. Identificar los patrones que subyacen a sentir que no puedo con lo que se me presenta. El poder está en las palabras, pues son las llaves que abren las posibilidades y dejan ver las alternativas. Por eso es muy importante la declaración que les propongo hacer con el manifiesto.

En el poder de las palabras como llave resalto los aportes de Louise L. Hay sobre las afirmaciones. A lo que agregaría, de un lado, el método de las tres pantallas para visualizar el proceso entre la situación actual y el cambio, del método Silva. Así como la parte somática que he experimentado en la bioenergética y de sentir en el cuerpo lo que se afirma, a partir de lo que propone Victoria Washington en The House of WE.

Establecer límites saludables me ha servido mucho. Limites para mí y para otros. Los límites contienen nuestra energía. Esa contención se construye con el conocimiento y la apropiación de sí mismo, del reconocimiento de las necesidades y de la certeza de que nuestro valor no depende de lo que aportamos en nuestras relaciones. Los límites ayudan a afirmar lo que somos y nuestro valor. Por lo tanto, es fácil o está claro, decir no a todo lo que drene nuestra energía o nos haga daño.

Para mí ha venido siendo claro como mis relaciones no dependen del servicio o de lo que aporto. Me ha servido apropiarme de atender mis necesidades y hacer conciencia de a quién delego o espero que las supla. En especial, con mis amigos y las relaciones de pareja. Mis relaciones están empezando a liberarse de esos intercambios condicionados de amor y por lo tanto puedo ser mas auténtica. Es un ganar-ganar para mí.

Louise L. Hay dice que el autocuidado es un no negociable a la hora de construir una autoestima sana. Ella recomienda dedicar tiempo a actividades que nutran la mente, el cuerpo y el alma. Para mí, esta es otra de las facetas de hacerse cargo como adultos de nuestro bienestar. Una vez reconocido nuestro propio valor es preciso cultivarlo y nutrirlo. Como ya dije, no creo que se pueda aumentar el valor o el amor, pero sí incluir nuevas y diversas maneras que nos recuerden nuestro verdadero estado de valor solo por el hecho de ser y de disfrutar, de sentir bienestar.

Esas prácticas de amor propio son las que dejamos para después o a las que les dedicamos poco tiempo. Esas actividades son las que nos permiten registrar que el tanque está lleno y siempre lo ha estado.

Quisiera entonces que te preguntes: ¿cuáles son esas actividades que hacen que te sientas con el tanque lleno? De eso, haz más y comparte tu experiencia. Muchos se beneficiarán de que te cuides, te quieras, te trates bien y te sientas en plenitud. Eso es contagioso.

El manifiesto

Un manifiesto es una declaración que hace pública tu propuesta. En términos de emprendimiento, sería tu propuesta de valor. Es una promesa, para ti, en relación con tu valor y tu bienestar. Es una declaración de independencia y de autonomía. Es un inventario que trae a tu conciencia todo tu valor y tus recursos.

Acá te dejo algunas bases para tu manifiesto y es mi respuesta a la consulta de mi amiga sobre la autoestima. Luego, si quisieras comprobar tu resultado, sería momento de contrastar con la retroalimentación de otros. Espero que escojas bien a esos espejos, para “verte mejor”.

Notas

1 El eneatipo 4 es uno de los 9 arquetipos con el que se clasifica la personalidad de acuerdo con el método de autoconocimiento Eneagrama. Aprendí esta herramienta en la formación en terapia Gestalt a partir del legado de Claudio Naranjo.