El Premio Zayed para la Fraternidad Humana, que lleva el nombre del difunto fundador de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Zayed Bin Sultán Al Nahyan, es un premio anual de un millón de dólares, para los individuos y entidades que promueven la fraternidad y la convivencia en todo el mundo.
El premio fue fundado en 2019 después de que el papa Francisco y el gran imán, jeque de Al-Azhar, Ahmed Al Tayeb se reunieron en Abu Dhabi y firmaron el Documento sobre la Fraternidad Humana, el cual es un comunicado histórico que llama a todos los pueblos a que participen en promover los valores universales del diálogo, la convivencia y la paz. El papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar fueron los primeros ganadores honorarios del Premio Zayed para la Fraternidad Humana.
A principios de octubre, me reuní, en Roma, con cinco miembros del Comité del jurado del Premio Zayed para la Fraternidad Humana. Mis colegas y yo elegiremos al ganador del premio Zayed 2022. La nominación de candidatos se cerrará el 1 de diciembre de 2021.
El comité del jurado incluye a:
- El Sr. Mahamadou Issoufou, expresidente de Níger, y el ganador del premio de Ibrahim por Logros de Liderazgo en África, 2020.
- La Sra. Phumzile Mlambo-Ngcuka, exvicepresidente de Sudáfrica y ex Subsecretaria General de la ONU.
- El cardenal Michael Czerny, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados de la Santa Sede.
- La Dra. Leah Pisar, presidente del proyecto ALADDIN.
- Y al juez Mohamed Abdelsalam, secretario general del Alto Comité de la Fraternidad Humana.
Tuvimos la oportunidad de encontrarnos y ser testigos de la profunda fraternidad humana entre las dos figuras religiosas más prestigiosas en el mundo, el papa Francisco y el gran imán.
El papa y el gran imán juntos representan a miles de millones de creyentes en todo el mundo. Su amistad pública y su asociación en el Documento sobre la Fraternidad Humana sirven de modelo de colaboración y son como un puente dorado que busca cerrar la brecha y despertar nuestra humanidad, independientemente de nuestras etnias, culturas y creencias diferentes.
Los documentos y comunicados, por nobles que sean, solo tienen sentido cuando crean un impacto positivo en la vida de la gente, incluso, de los marginados.
El Documento sobre la Fraternidad Humana jamás se ha tratado de pensamientos atrapados en los papeles en que fue escrito, sino que está cobrando vida gracias a los esfuerzos e iniciativas del Comité Superior de la Fraternidad Humana, como la fundación de la Casa de la Familia Abrahámica y el Premio Zayed para la Fraternidad Humana, para el cual, actualmente, soy miembro de su comité del jurado.
Durante reuniones presenciales, el comité del jurado ha discutido con el papa y el gran imán la misión de promover la fraternidad humana a nivel global. En este contexto, me gustaría compartirles un punto que el gran imán comunicó al comité del jurado: Las diferencias entre los pueblos se deben a la sabiduría divina. Si Al-lah hubiera querido, habría hecho de todas las personas una sola nación, sin diferencias. Pero, dijo el gran imán, fue la voluntad de Al-lah crear a las personas diferentes, para que aprendamos la humanidad, apreciemos la diversidad intelectual y fundamentemos nuestras relaciones en la fraternidad.
Los miembros del comité del jurado tienen patrimonios históricos, culturales y religiosos diferentes, representan las tres religiones celestiales, la judía, la cristiana y la islámica, y provienen de Asia, África, el Oriente Medio y América.
Sin embargo, los puntos comunes que comparten sobrepasan estas diferencias, y se manifiestan en la fusión de nuestros caminos, representados en nuestra fe en la causa de la fraternidad humana y los esfuerzos conjuntos para lograrla. Cada uno de nosotros encuentra en el otro un aliado de paz, y nos completamos el uno al otro. Todos creemos que cada individuo en el mundo tiene un papel igual en el avance de la fraternidad en pro del bien de nuestra familia humana común.
Puede resultar difícil creer en el éxito de la cuestión de la fraternidad humana. Con la gravedad de las crisis y los conflictos humanitarios en nuestro mundo de hoy, muchas personas ven la fraternidad como una idea inalcanzable más que tangible.
Pero, la fraternidad no es un concepto abstracto, sino una elección viable. La fraternidad es optar por la colaboración en lugar del conflicto, el conocimiento del otro en lugar de los prejuicios, y los valores compartidos en lugar de las divisiones percibidas.
Durante muchos miles de años, los seres humanos libraron guerras, a veces, para conseguir las necesidades básicas para la supervivencia, como la comida, el agua y la tierra para cultivar alimentos. Pero, a menudo también, las guerras se libraron por ambición para expandir la influencia y asegurar mayores ganancias a expensas de otros percibidos como enemigos.
Desde el oscurantismo (de la Edad Media) hasta los siglos de Ilustración, hubo y todavía hay muchos que invocan una supuesta «voluntad» de Dios para librar «guerras santas» contra otros de una religión diferente.
La historia del cristianismo está trágicamente repleta de guerras de invasión y subyugación, de ayuda e incitación a la esclavitud y al colonialismo; los cristianos se convirtieron en cómplices del genocidio de los indígenas que tuvieron la desgracia de encontrarse con los europeos.
En el nombre de Dios, pueblos y naciones fueron y siguen siendo saqueados y quemados, las mujeres violadas, y los niños asesinados. No creo que los que mataron y siguen matando en nombre de Dios sean verdaderos intérpretes de la palabra de Dios; de lo contrario, Dios no tendría creyentes ni seguidores. ¿Cómo aceptaría un ser humano con intelecto y con fe en la compasión, las pretensiones de aquellos que asesinan, violan y queman en el nombre de Dios?
A lo largo de la historia, le religión, la ideología y el poder se entrelazaron y proporcionaron los fundamentos teóricos de motivos irracionales para librar guerras. Pero ya es el momento de que la fraternidad humana allane el camino para la paz.
La fraternidad es decidir interactuar y convivir con un vecino de origen diferente, en lugar de evitarlo, por miedo. Es escuchar al otro con el deseo de aprender de él, en lugar de intentar cambiar sus convenciones. Es ser tan apasionado por proteger los derechos de los demás del mismo modo que los de uno mismo.
A menudo, nos sentimos impotentes en esta vocación común de fomentar la fraternidad en un mundo debilitado por el odio, la opresión y la injusticia. Pero, cada persona con poder en este mundo debería asumir una parte de la responsabilidad de esforzarse en pro de esta fraternidad. De este modo, los que abogan por la paz en sus comunidades locales pueden ser tan poderosos y eficaces como las delegaciones de paz más destacadas.
Reitero a cada lector a que haga realidad los postulados del Documento de la Fraternidad Humana, y a que piense en los medios por los que pueda promover el mundo hacia el diálogo, la comprensión y la fraternidad.
Estos principios, si se implementan en nuestro mundo de hoy, reducirán significativamente los problemas económicos, sociales, políticos y ambientales que pesan tanto sobre la humanidad. No debemos rendirnos a vivir en un mundo lleno de caos, violencia y odio, siempre que está a nuestro alcance tener un mundo de armonía, paz y amor.