La princesa Alicia de Battenberg, más conocida —dentro de lo desconocida que es— por ser la madre de Felipe de Edimburgo, no pudo haber nacido de una manera más acomodada; pero hasta ahí, ya que a continuación la vida fue dura con ella casi en todas sus épocas.
En su nacimiento en el castillo de Windsor, estuvo presente uno de los personajes más largamente actuantes en la historia británica —como lo sería su ulterior nuera Isabel II— la reina Victoria en persona, su bisabuela.
Otro parentesco significativo por histórico en su genealogía lo fue con una tía, nieta asimismo de la reina Victoria que, con el tiempo, se convirtió en zarina de Rusia: Alejandra, esposa del zar Nicolás II;1 protagonistas ambos de la caída del régimen imperial que fueron masacrados —y no ejecutados como se dice—, junto con su descendencia, en julio de 1918. El propio zar fue, por una línea que pasa por Andrés, el padre de ella, primo segundo de nuestro personaje.
En cuanto a su niñez, con su crecimiento aparecieron los problemas: su tardanza en hablar le reveló a su madre falta de oído de la niña. Fue atendida y se confirmó: sordera de nacimiento.
Empeñosa, como luego lo sería su hija, la madre le enseñó a leer los labios y a hablar, incluso en varios idiomas: inglés, francés y alemán. Más tarde aprendería griego, su idioma durante gran parte de la vida. Cuatro idiomas fueron el acervo de una sorda que tardó en hablar.
Contrajo matrimonio con el príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, hermano del rey de Grecia. Cuando este se vio en aprietos por la guerra con los turcos y esas dificultades se extendieron a los príncipes en 1922, salieron abruptamente del territorio, con Felipe de año y medio, para establecerse en París.
A partir de aquí, la vida de su esposo y, más adelante, la de su hijo varón se apartaron de ella. La del primero hasta acabar instalada en la frivolidad; la del segundo buscando hacerse de educación, apoyado por otros parientes, hasta comprometerse con la heredera al trono británico.
Tal parece que las estrecheces vividas en «La ciudad de la luz» fueron la causa de signos en Alicia de desorden mental —o al menos así fueron considerados su hablar en lenguas y sus visiones—, por lo que fue internada en un hospital psiquiátrico suizo donde se le diagnosticó esquizofrenia. Sigmund Freud opinó que se trataba de una mala resolución de su sexualidad y propuso rayos X a los ovarios para refrenar la libido, y así se procedió con(tra) ella. En el nosocomio permaneció dos años. Intentó escapar varias veces hasta que lo logró.
No escapó del todo, pues estragos de la freudiana «terapia» la acompañaron de ahí en adelante.
El resto de su familia lo componía tres hijas que tenían en común haberse casado con colaboradores más o menos cercanos resulta que de Hitler. Un accidente de aviación segó la vida de una de ellas junto con la de gran parte de su familia: esposo, dos hijos y suegra.
Alicia había regresado a Grecia, que se convertiría en el escenario de sus buenas obras. Resalta el valor de una acción no solo humanitaria, sino plena de valentía: en un país ocupado por una potencia del Eje, asumió la protección de una familia judía, los Cohen. Tal parece que no solo no ocultó, sino que se valió de su parentesco con nazis para lograr ese objetivo.
Fundó una orden religiosa ortodoxa, La hermandad cristiana de Marta y María, y se convirtió en superiora de monjas desarrollando una infatigable actividad. Es muy comentado el hecho de que su lote de joyas imperial —que era de particular valía— fue usado para todo, menos para echárselo encima: sirvió inicialmente a Felipe para el anillo de compromiso que entregó a Isabel, luego sirvió a su madre para financiar sus obras de beneficencia. En la actualidad la obra sigue, ya no con monjas, bajo el nombre de Villa Aliki, en Grecia (Aliki es Alicia, en griego).
De manera, pues, que su vida transcurrió lejos de su celebérrimo —aunque segundón— hijo Felipe. Sin embargo, la casa real le ofreció pasar en ella sus días y quitarse ya de preocupaciones... Pero no se crea que los últimos 10 o 20 años: los últimos dos. Fue una vuelta a la realeza solo en cuanto a la residencia, porque su vida austera y de oración continuó tal cual; siempre ataviada con los severísimos hábitos de su orden religiosa, y ausente de ceremonias.
Al morir, sus restos fueron llevados al castillo de Windsor.
Unos 20 años después fueron trasladados a su actual estancia, el Monte de los Olivos, en Jerusalén.2 Se trata del convento de Santa María Magdalena, —en parte como la denominación de su hermandad fundada.
Fue declarada «Justa entre las naciones» por la comunidad judía en atención a su acción heroica y sostenida en favor de aquella familia durante la ocupación de Grecia.
Presente en la ceremonia organizada un año después, el príncipe Felipe dijo esta diáfana verdad sobre el amor fraterno de su madre: «…nunca pensó que sus acciones fueran para nada especiales. Era una persona con una profunda fe religiosa y le debió parecer perfectamente natural y humano ayudar al prójimo en peligro».
Un tema más: obituario
Sin justificación, se me ha ido quedando en el tintero mencionar la muerte (en este año) que aparece enseguida. Entre tanto, se acumularon dos decesos más, también muy tristes. Mexicanos los tres personajes.
Rafael Navarro González es el nombre de un astrobiólogo (en realidad, un científico multidisciplinario) que formó parte del equipo de trabajo de la NASA detrás de la operación que llegó a Marte. Como tantas personas, es por otra parte una víctima mortal de la COVID-19. Con el fin de hacer patente la participación del doctor Navarro en el ideal logrado, una colina del planeta rojo fue bautizada con el nombre del investigador… quien desde ese punto atestiguará en lo sucesivo lo que se vaya descubriendo del lugar, aunque ya no sea a través de sus ojos originales.
Luis Fernando Granados Salinas fue uno de los principales historiadores mexicanos del relevante grupo de los cincuentones, por decirlo así —y de todos en general. En su artículo alusivo, Mauricio Tenorio se refiere a él de esta manera: «Su fachada de valemadres3 era eso, fachada: me ayudó de una y mil maneras muy humanas en unos años duros para mí. Era un profesor de culto; sus estudiantes lo idolatraban por su sabiduría, por su originalidad y por su bonhomía. Como colega, era una máquina de producción de grandes y pequeñas ideas, a las que no siempre daba seguimiento, pero que lanzaba con generosidad: nos maiceaba a sus gallinas hambrientas de pistas». Humberto Musacchio por su parte, anota: «Buen hijo de Miguel Ángel Granados Chapa».
Mario Cartagena, El Guaymas, participó en la Liga Comunista 23 de septiembre, es decir, fue guerrillero. Protagonizó un hecho singular: la fuga de un grupo de presos políticos de la Penal de Oblatos, en la Guadalajara mexicana. Tiempo después, en una persecución, recibió un disparo que lo llevó a la antesala del quirófano, pero de allí lo levantaron las fuerzas de seguridad del Estado mexicano hasta que el movimiento de Rosario Ibarra de Piedra, madre de un desaparecido de la Liga, logró su presentación. No obstante, perdió la pierna afectada por aquella bala. De espíritu franco y optimista, ninguna de sus muchas pérdidas empañó su increíble presencia de ánimo… ni su afán de lucha.
Notas
1 La historia del final de los días de esta familia imperial, escrita por este mismo autor, la puede consultar aquí: Iglesia sobre la sangre.
2 El Monte es un lugar sagrado para los judíos: aparece desde el Antiguo Testamento; es cementerio judío y de los extranjeros que hayan llegado a darles ayuda vital; y es un complejo donde tienen asiento diversos templos. El lugar es asimismo sagrado por haberlo elegido Jesús resucitado para su ascensión al cielo; antes, fue sede reiterada de su oración; en medio, fue donde lo prendieron para dar inicio a su pasión.
3 Esta palabra no figura en el DEM, Diccionario del español de México de El Colegio de México, aparece valemadrismo: «Actitud de indiferencia hacia lo que debe interesar o preocupar».