Cada uno alcanza la verdad que es capaz de soportar.
(Jacques Lacan)
La libertad de creer o no creer en algo o en alguien es un derecho esencial que se debe respetar sin condicionamiento alguno; es poner en práctica la virtud de la tolerancia.
Hay quienes en su libertad de creer encuentran en el dogma el sentido de la Navidad, otros en cambio, lo buscan en el libre ejercicio de la razón.
Para un libre pensador, la Navidad es un dogma derivado de otros dogmas paganos anteriores, puesto que la Navidad no es sino la cristianización del solsticio de invierno en el hemisferio norte, cuyo origen se remonta a festividades paganas como las fiestas de Júl del nórdico antiguo, que tenían lugar cada solsticio de invierno.
Yule o Júl simboliza a la luz y la fertilidad, es un nuevo comienzo del ciclo de la vida, celebración de la vida y la muerte, en que se pedía al símbolo solar —la rueda— que trajera el sol —la vida— y desplazara el invierno —la muerte.
La cultura persa, por su parte, rendía culto a Mitra, dios solar que fue adoptado por los romanos hacia el año 62 a. C. dando origen al mitraísmo.
En el antiguo Egipto se celebraba el nacimiento de Osiris, inventor de la agricultura y la religión, señor de los muertos y rey de la ultratumba, dios conocido como «el que lleva el ojo».
Para los griegos Mitra era el dios solar Helios, personificación del sol, fuente de luz y vida, que protege a la humanidad de los peligros de la oscuridad.
Dada la influencia y poder del imperio romano, fueron los emperadores Heliogábalo y Aureliano, los que fijaron el 25 de diciembre como Natalis Solis Invicti: nacimiento del sol invicto. Fueron también los romanos, con su fiesta pagana dedicada al dios Saturno, los que establecieron las celebraciones más cercanas a lo que hoy festejamos como Navidad.
En las fiestas saturnales de la antigua Roma, se rendía homenaje a Saturno uno de los dioses principales de panteón. Saturno se relacionaba con la renovación de la luz, el sol invicto que vencía a la muerte.
En la actualidad cada 25 de diciembre el mundo cristiano celebra como fecha oficial el nacimiento de Jesús, el hijo de dios padre, rindiendo culto así a un dogma cristiano impuesto durante el pontificado de Liberio (352-366) en que se estableció por fecha la noche del 24 al 25 de diciembre.
Para la cristiandad, Jesús es el personaje mítico que nace y se presenta como el cordero del mayor filicidio en la mitología bíblica, víctima de un padre de personalidad siniestra y que Richards Dawkins describe con notable claridad en las siguientes palabras:
El Dios del Antiguo Testamento es posiblemente el personaje más molesto de toda la ficción: celoso y orgulloso de serlo; un mezquino, injusto e implacable monstruo; un ser vengativo, sediento de sangre y limpiador étnico; un misógino, homófobo, racista, infanticida. Genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista; un matón caprichosamente malévolo.
Más allá del relato mitológico-bíblico del nacimiento del hijo y posterior filicidio cósmico, el «Nativitas» no es el nacimiento de ningún dios, ni mucho menos de Jesús, sino que simboliza el nacimiento de la luz del sol, pues es el sol quién soberanamente preside toda la vida del hombre, toda la vida del planeta, toda la vida de su sistema. Este fenómeno cósmico es llamado solsticio.
Solsticio del latín solstitium significa «sol quieto», pues, durante varios días, la altura del sol al mediodía no cambia. Este fenómeno astronómico sucede cuando el sol se encuentra más cerca o más lejos de uno de los hemisferios terrestres, lo cual ocurre dos veces al año en los meses de junio y diciembre, de ahí que los solsticios marquen el inicio del verano astronómico y el inicio del invierno astronómico.
El dogma de la Navidad tiene relación con el solsticio que tiene lugar durante el mes de diciembre, pero este es diferente según estemos en el hemisferio norte o en el hemisferio sur.
En el hemisferio norte tiene lugar el solsticio de invierno, y es el día más corto del año y la noche más larga del año, y desde esa fecha los días van alargándose poco a poco. Marca el paso del otoño al invierno. Al mediodía, el sol alcanza el punto más bajo de todo el año.
En el hemisferio sur tiene lugar el solsticio de verano, y es el día más largo del año y la noche más corta del año, y desde esa fecha los días comienzan a acortarse poco a poco. Marca el paso de la primavera al verano. Al mediodía, el sol alcanza el punto más alto de todo el año.
Este 2020 el solsticio de invierno —hemisferio norte— y el solsticio de verano —hemisferio sur— coinciden con un fenómeno astronómico llamado la «gran conjunción planetaria de Júpiter y Saturno», alineación que no ocurría desde la Edad Media, en 1226 aproximadamente, y se repetirá hasta 2080 y 2400 —pues si la tierra tarda un año en dar la vuelta al sol, Júpiter demora 12 años y Saturno 30 años. Está alineación sucederá cerca del 21 de diciembre, en su punto más cercano estarán a solo 0,1 grados de distancia, es decir, unos 800 millones de kilómetros de distancia.
La festividad de la Navidad cristiana, que tiene lugar durante el solsticio de diciembre simboliza una celebración dogmática que rinde culto al mito bíblico del nacimiento —y posterior filicidio— del redentor de la humanidad, empero, para el libre pensador que tiene como marco de acción la naturaleza, simboliza el triunfo de la razón sobre la ignorancia del dogma.
El solsticio de verano —hemisferio sur— era dedicado al reconocimiento y el de invierno —hemisferio norte— a la esperanza; ambos solsticios representan «Nativitas» de sabiduría en el reconocimiento de la luz, y de la esperanza de aproximarnos a la verdad.
Si la mente de un libre pensador es la representación del Universo y, más aún del, Cosmos, es decir, del tiempo-espacio en el cual pensamos y desarrollamos nuestro Cogito Ergo Sum y nuestro Nosce te Ipsum, entonces el solsticio que tiene lugar en el mes de diciembre, ya sea cuando el sol alcanza su punto más bajo —hemisferio norte— o su punto más alto —hemisferio sur— simboliza para el libre pensador la puerta del solsticio de Capricornio que franquea el anhelo de la razón inmortal del hombre, la cual le conduce a convertirse en el dios de su propia evolución: El hombre eclosionando para convertirse en su propio dios mediante la luz de la razón: Nativitas Homo Deus.
El solsticio de diciembre «Nativitas», ya sea que el sol alcance al mediodía su punto más bajo de todo el año o alcance su punto más alto del todo del año, tiene para el libre pensador un simbolismo en el nadir y el zenit en la bóveda celeste.
Alegóricamente el nadir permite seguir indagando desde el fondo, V. I. T. R. I. O. L., para proyectarse verticalmente al espacio infinito en la búsqueda de la verdad última y absoluta simbólicamente representada por el zenit.
Visita Interiora Terras Rectificatur Invenies Ocultum Lapidum es el símbolo alquímico que representa la transmutación del plomo en oro, es la «Nativitas» del solsticio de diciembre que simboliza un nacer desde la oscuridad de la razón hacia un estado de luz que permite al hombre libre de todo dogma convertirse en un pensador.
La «Nativitas» del solsticio de diciembre invita al libre pensador a la reflexión y recogimiento en lo más profundo de su propia e interna cámara de reflexión para recordar su muerte ante el oscurantismo del dogma y su nacimiento a la vida de la luz de la razón.