Nadie niega que la educación es un factor fundamental para el desarrollo de un pueblo. Nadie niega, tampoco, que la docencia es una de las profesiones más importantes y que es la profesión que tiene más impacto en la sociedad; incluso la inversión en la educación es uno de los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas. No obstante, en pocos países la educación es una prioridad que tiene políticas de Estado a largo plazo.
Aunque en países latinoamericanos como Colombia, sobre todo en las zonas rurales, los educadores son respetados y son protagonistas de las principales decisiones que toma la comunidad; el sistema educativo también revela la desigualdad del país. Los recursos y posibilidades de los colegios élite en Colombia son muy diferentes a los de las escuelas públicas. La educación en las principales ciudades del país está estratificada de acuerdo con los recursos de las familias, así que a los dirigentes del país no se les pasa por la cabeza que sus hijos estudien en el colegio público más cercano, junto con otros estudiantes de estrato bajo. Esto porque se percibe que la calidad de enseñanza está por debajo de la privada.
El imaginario clasista refleja la falta de compromiso del gobierno, desde la fundación nacional, por invertir en la educación básica, medía y superior. El Estado no les otorga a los educadores el valor social necesario: no los selecciona dentro de los mejores bachilleres y tampoco les paga sueldos aceptables. El informe de análisis estadístico del Laboratorio de Economía de la Educación (LEE), de la Universidad Javeriana de Colombia, presentó un análisis sobre los programas de las ciencias de la educación. En el informe número 21 del 9 de septiembre del 2020 muestra que, por regla general, en Colombia los bachilleres que estudian ciencias de la educación son los estudiantes con peor rendimiento académico y son los egresados de licenciaturas que obtienen los resultados más bajos en las pruebas genéricas del SaberPro. Estos exámenes evalúan a los estudiantes que están cursando un programa universitario y que han aprobado por lo menos el 75% de los créditos académicos. En esta prueba los alumnos, que próximamente serán profesionales, demuestran las competencias básicas.
El puntaje promedio de los estudiantes de educación fue de 138 puntos de 300, es decir, 6% menos que el promedio nacional. Por el contrario, en países como China, Corea del Sur, Singapur, Finlandia, Luxemburgo, Suiza o Alemania los docentes lograron puntajes excepcionales en las pruebas de Estado. Esto demuestra el papel del Estado en la educación; los profesores son bien tratados, son remunerados adecuadamente y tienen opciones de desarrollo profesional. Así, por ejemplo, en Finlandia aproximadamente el 90% de los maestros permanecen en la profesión hasta su jubilación, en China los maestros tienen el mismo estatus que los médicos y en Luxemburgo tienen los mayores sueldos base del planeta. En Colombia cualquiera puede ser educador; la docencia es una las profesiones que tiene menor remuneración y el maestro cambia de ocupación a la primera oportunidad.
Hay muchos casos exitosos de políticas educativas que podrían aplicarse al contexto colombiano, indistintamente de la posición política del gobernante en turno. Para empezar, lo evidente, el profesor es la clave. Singapur lo comprendió hace unas décadas y, por eso, su enfoque ha sido el reclutamiento para seleccionar a los mejores del grupo, luego los ha cuidado garantizando salarios atractivos. Así, también, lo está empezando a hacer Chile desde el 2016 con la ley «Sistema de Desarrollo Profesional Docente» para que solamente los mejores bachilleres puedan ingresar a los programas de licenciaturas.
En Colombia, las inversiones educativas han funcionado como retazados para tapar los huecos más grandes que ha dejado el descuido. Para resolver los problemas de la educación pública la inversión deberá ser sistemática y progresiva durante décadas. No dependerá solo de las nuevas formas en que el Estado perciba y trate al docente, pero sí será un buen punto de partida. También queda por resolver problemáticas a las que no se les ha prestado la atención necesaria como el analfabetismo del 5% de la población, así como el acceso a la educación superior de estudiantes pertenecientes a comunidades pobres, marginales o étnicas.
Nota
Laboratorio de Economía de la Educación. (2020). Un análisis sobre los programas de las ciencias de la educación Informe análisis estadístico LEE no. 21. Pontificia Universidad Javeriana. Septiembre, 9.