Siga usted leyendo en esta segunda y última entrega la historia de la cruzada escolar de Fredy Hirsch durante el Tercer Reich en los campos de confinamiento.

Dueño de grandes dotes para convencer a las personas, el promotor cultural consiguió que se le permitiera establecer su escuela de nueva cuenta –con edificio propio- la cual tuvo gran matrícula, más de 500 niños. Y prosiguió su labor iniciada en Checoslovaquia.

Sí, envuelve todo ese trabajo el milagro obtenido por la capacidad de gestión de Hirsch: que le autorizaran dejar con vida a los niños siendo que los cargamentos con menores eran exterminados. Por encima aun de eso otra versión dice que se trataba en realidad de una reserva que Mengele hacía para sus experimentos, pues los niños eran de lo que más le interesaba. Con todo, visto por los prisioneros tanto niños como adultos, Fredy Hirsch, que trataba con gran desenvoltura al mismísimo Ángel de la Muerte –cosa que ni sus pares hacían por el poder que tenía- era un alivio al frente de su bloque. Mengele –quizá de aquí lo de ángel- se mostraba bonachón con los niños, les daba golosinas, los sentaba en sus piernas, lo que no hacía sino avivar el miedo pues existía gente enterada de sus verdaderos planes. Quién sabe si había algo sobrenatural en él, pero lo que todo mundo destaca es su fascinante personalidad que le servía de mucho para sus perversos fines.

Obtenido el espacio para su propósito, Fredy tuvo que organizar una escuela en dos niveles, el real y el aparente: se enseñaba materias básicas a los niños, pero como eso estaba prohibido, al acercarse los vigilantes cantaban rondas y jugaban. Es decir que a los soldadotes del terrible lugar les interesaba que los niños estuvieran entretenidos mientras hacían lo que querían con sus familiares, pero nunca que aprendieran ciencias básicas.

Una bibliotecaria de 14 años

Existía un lote de unos 8 libros que fue el alma de la escuela. Extrañamente se encargó a una menor –y no a uno de los maestros asistentes de Fredy- la custodia del lote, también clandestino. Dita Kraus, la bibliotecaria, supo defender, a veces escondiéndose, a veces corriendo, usando siempre su ingenio, el precioso auxiliar didáctico juntamente con algo de alimentos y medicinas. Además contenta, pues el carismático director escolar Fredy Hirsch captaba toda su admiración.

Lo más asombroso del caso y lo que más ha llegado a trascender es pues la edad de Dita: 14 años. Entre sus recuerdos ya muy mayor en Israel donde reside está la mirada de Mengele sobre su cuerpo desnudo en una de tantas revisiones...

Pero ¿qué libros fueron aquellos? Kraus no recuerda todos, la historia disponible tampoco, pero todo indica que se trató entre otras de la historia de H. G. Wells, una novela y una gramática rusas, un atlas, una de las obras de Freud, La montaña mágica de Thomas Mann.

Blancanieves en el escenario del Holocausto

Además de dulces personajes reales, hubo en la escuela de Fredy dulces personajes de ficción.

Fue en torno de Dina Gottliebova, quien aparece como voluntaria desde aquel gueto de Terezín: iba junto con una amiga de edificio en edificio cantando pasajes de ópera (!)

Siguió un camino paralelo al de Fredy y ya en Auschwitz pintó un mural en la escuela con un ambiente bucólico. Preguntó a los niños qué personajes les gustaría que plasmara, y al pedir todos Blancanieves y los siete enanos los complació: fue la vía por la que el ensueño de esa historia bajó a los infiernos nazis; tanto así que en la escuela se representó la obra conmoviendo al mismísimo Mengele y a sus secuaces. El médico había elegido a la joven como colaboradora asegurándole la sobrevivencia, pero ella se había lanzado a fondo, le pidió la salvación de su madre y si no se suicidaría arrojándose a la malla electrificada: le fue autorizada la vida… por el señor de la muerte.

Por último

Cuando se cocinaba una rebelión a la que había sido invitado, Alfred Hirsch apareció muerto por una sobredosis de medicamentos. Las circunstancias nunca se aclararon. Aarón Cohen afirma que está comprobado que Fredy no se suicidó.

Tampoco es claro que no se le haga la debida justicia, lo que pudiera obedecer o se debió de hecho a descalificaciones por su homosexualidad.

El joven ejemplo de promotor cultural contaba 28 años. Entre las muchas medallas que penden inmaterialmente de su cuello está que su cuerpo docente, los maestros del Bloque 31, fueron de los prisioneros de Auschwitz con mayor porcentaje de sobrevivientes.

Notas

  • Ya adulta una de las bibliotecarias más pequeñas de la historia, Dita, fue sorprendida mientras hacía fila de compras por uno de sus excompañeros-maestros, que le preguntó si era la niña de las piernas delgadas de Auschwitz. El reencuentro devino matrimonio… para toda la vida.

  • Un matrimonio que no duró toda la vida lo formaron la pintora Gottliebova y Babbit. Se conocieron cuando la entrevistó para la Warner. Curiosamente él había sido uno de los creativos de… Blanca Nieves y los siete enanos, la película.

  • Este es un pasaje conocido -que es recreado por Spielberg en La lista de Schindler-: ocurre que a pesar de ser judío él mismo, el soldado que excarceló a los presos entre los que se encontraban los trabajadores de Oskar Schindler, saludó su entrada a la libertad con estas o semejantes palabras: «No vayan a Polonia. Allá no quedan ya judíos». «¿Entonces –repuso alguien de los liberados-, en su opinión, adónde deberíamos ir?». «Al oriente no, puesto que allá no los quieren», -dijo el militar-; «al oeste, tampoco: no los quieren». «Lo mejor es que sepan –remató- que a los judíos en ninguna parte los quieren».

El tal doctor Mengele pasó de ser un rostro conocidísimo en el Holocausto a un desconocido en Sudamérica adonde se refugió, sin dejar de mencionar que vivió un tiempo antes usando su nombre original; es absolutamente increíble su supervivencia si nos ponemos a ver eso: que no se preocupó precisamente por esconderse. Murió entrado en años en Brasil cuando nadando lo sorprendió un infarto. Así, entre ahogado e infartado, murió el Ángel de la Muerte; muy, pero muy lejos... de Auschwitz.