¿Qué es la eternidad? Puede que sea esta una pregunta un tanto peculiar para empezar este atisbo operístico, pero nos sirve muy bien de introducción para abordar las posteriores disertaciones sobre el concepto de «ópera esférica». No podríamos saber a ciencia cierta qué es la eternidad, pues tendríamos que poder medirla, analizarla, escudriñarla. Y para ello nos hace falta ser eternos, de lo contrario nuestro conocimiento sería apenas una migaja, nada, para ser más justos. Pero damos por descontado que el universo es infinito y ello lo asociamos a la eternidad. Si consideramos el Big Bang como fecha de nacimiento del universo, nos enfrentamos al problema de que, teniendo un inicio, es extraño que sea «infinito». Sin embargo, Stephen Hawking habla de dicho inicio como un «evento» a partir del cual se inicia el tiempo y el espacio que llamamos universo. No sabemos que había antes de dicho evento, pero nos resulta ya inconmensurable su resultado. La esfera como arquetipo lo representa, lo mismo que al mundo o a la totalidad de las cosas. El universo visto dentro de la eternidad, es decir, no como algo en proceso, que representaría solo la forma como nuestra finitud lo percibe, es una esfera de radio infinito, es decir, es lo que es, porque no puede haber nada aparte de eso.

En este primer atisbo sobre la única ópera conclusa de Bern Alois Zimmermann nos concentraremos en la puesta escénica, especialmente en lo que sería una «ópera esférica». Para ello hemos conversado con el director Carlus Padrissa sobre el montaje de Die Soldaten (Los soldados, en castellano) estrenado el 29 de abril en la ópera de Colonia, que fue la misma que la encargara en 1957 y que estrenó en 1965 tras largas y polémicas discusiones…

Parece ser que esta es la primera vez que se va a hacer esta ópera como quería el compositor. ¿A qué se debe que no se haya hecho antes de esa manera?

En 1957, Bernd Alois Zimmerman tuvo la gran idea de hacer una ópera esférica, que fue perfeccionando durante su estadía en una villa en Italia, donde discutió largamente sobre el tiempo y el espacio, y de cómo se contraen o expanden, e imaginó que lo mejor sería que el público estuviera en el centro y la obra pasara alrededor suyo y por fuera…. Es decir, que el público estuviera en el escenario; esa era la idea, que el escenario fuera tan grande como para rodear al público. Pero al hacer la propuesta, que incluía cinco orquestas, y por consiguiente cinco directores, y que las sillas fueran giratorias, no tuvo buena acogida. La idea de reestructurar el teatro (que entonces era nuevo) no pegó bien, también por los costes. Luego, en 1960 volvieron a rechazar la obra. Pero la radio le propuso hacer una grabación, y entonces el tío reflexionó y dijo, «este es mi hijo, lo quiero mucho, y bueno, si la hacemos en un escenario aunque sea más pequeñito, pues también lo quiero mucho y más vale eso que nada», y esta vez el teatro accedió. Así la adaptó a un escenario más convencional, de los dos que originalmente eran, y quedó como la Rue del Percebe, que es un cómic que tenemos en España, que es como una casa abierta en donde hay doce habitaciones. Y fue así como se hizo esta obra.

Claro.

Nosotros somos los primeros que la hacemos en 360 grados, inmersiva. Tenemos la idea de este juguete que tienen los niños, la ruedita esta que gira, este que ves en la camiseta…

¿Un spinner?

Son tres ruedas, y están hechos de 288 ruedas de patín que puede rodar por todas partes. La idea de que sean tres ruedas representa presente pasado y futuro, y asimismo los personajes, Marie, el novio y el amante. Esta idea triangular pero al mismo tiempo esférica de las tres dimensiones es lo que sería la ópera esférica, como es la tierra, como es el universo. Esta idea de ópera esférica es la que estrenamos el 29 de abril, pensando en esta sala (Die Staatenhaus) donde está ahora la ópera de Colonia, después de haber hablado con la intendente, Birgit Meyer y su director musical, Xavier Roth. Vamos a hacer que este sea un teatro para óperas esféricas.

Usted es conocido por hacer producciones simbólicas y atemporales, independientes de las circunstancias de una época o de otra y en eso, esta producción, tiene precisamente dichas características. ¿Cree usted que es este el camino que debe seguir la ópera para sobrevivir dentro de la vorágine tecnológica del siglo XXI?

Sí, sí, absolutamente, y también es el de los espectáculos: inmersivos. Quiere decir que la gente ya está cansada de solo estar en una silla…

Quieren participar…

¡Quieren participar! Y hemos puestos las sillas giratorias que obligan a la gente a girar y ya es una manera de participar, pues tienen que mover sus pies y se crean circunstancias muy divertidas pues algunas veces los actores y los cantantes pasan entre la gente. La idea es que esta opera, ya imaginada por Zimmerman, sea un ejemplo para otras óperas esféricas que hay, desde el Barroco, el Renacimiento… Hay muchos compositores con obras de varias orquestas espaciadas…

¿Monteverdi?

Monteverdi, por ejemplo. Buscamos pues, que esta sala sea el vértice, el exponente en el futuro, mientras no tengamos teatro nuevo, ya que no hay mal que por bien no venga. Die Soltaten puede representarse de dos maneras, como se ha representado hasta ahora y que ha dado muy buenos resultados, frontal, todo en un mismo escenario, y ahora nosotros experimentamos la idea primigenia del compositor. Que igual la gente llega a la conclusión de que es mejor como se había venido haciendo…

Yo digo que vamos a probarlo como él (Zimmerman) quería. Yo digo que está muy bien, pero eso lo tiene que decir el público. A lo mejor dicen «No, yo prefiero lo otro, que es más cómodo, no hay que girarse, lo oímos todo de frente». Pero yo soy partidario de espectáculos inmersivos. Creo que el futuro es este, en donde el público sea también protagonista. Así se tiene una experiencia, además de asistir a un melodrama, volver al origen de la tragedia, como lo propone Nietzsche en El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, Apolo y Dionisio, la razón y la pulsación del corazón en este tipo de teatro más carnavalesco. Y ya que Colonia es una de las capitales del carnaval, yo creo que se merece tener un teatro de ópera esférica, donde cada quien decide si quiere estar más cerca del tenor o de la soprano, cómo ver y dónde ver.

Los asientos entonces podrían ser móviles

Yo creo que lo más fácil es que la gente se pueda poner de pie, moverse. Ser intercambiables. Pero claro, por problemas de seguros nos vemos muy limitado en un país como Alemania. No podemos hacer todo lo que nos gustaría. La ópera es así, hablando de Monteverdi, en su primera ópera, La favola d’Orfeo, estaba hecha para un pasillo, para un carnaval. Era solo para hombres, pero nosotros esto ya lo arreglamos, pues hicimos una que era solo para mujeres, con el mismo tema y gente de pie.

Usted dirige en todo el mundo, y esta es su quinta producción en Colonia, ya se nos hace muy natural que venga a Colonia.

Yo he dejado ofertas, de verdad, de óperas muy importantes para venir aquí, porque encuentro que en esta ciudad se está muy bien, me gusta el Rin… Huele muy bien esta ciudad…

¿El agua de Colonia?

CP: El perfume de los árboles. Tiene muchos jardines muy bonitos. La cultura está muy bien aquí. No lo sé… Dios ha querido que estuviera aquí, o Krishna o la naturaleza… Ojalá sea por muchos años.

Así que lo veremos a menudo…

Ahora tenemos un plan de crear un teatro de ópera esférica, que inauguramos con Die Soldaten.