Más que usar la mentira de que el cine mejora la imagen país, deberíamos abocarnos a ver como los artistas incorporan, a nuestra gente, como público objetivo. Nuestro cine ya casi nadie lo ve. Es un mal internacional. Las cinematografías locales no consiguen atraer la atención del público. Salvo contadas excepciones. Muchos cineastas han optado por realizar comedias burdas, o dramas vividos por personajes rostros, o anclas, como también se los califica. Efecto morbo que logra atraer un cierto público. Todo vale para convertir la película en un producto rentable.
Peculiar forma de hacer industria cinematográfica. ¿Pero cuál puede o debiera ser la rentabilidad esperada de proyectos financiados con dinero público? Pienso que la exigencia debería ser superior y no conformarnos con el chistecito burdo, simplón, del sketch barato para capturar espectadores, o de la utilización del drama como carnada. El pretexto de que el cine está fortaleciendo la imagen país, es la mayor fake news vendida con letras de liquidación y comprada por los siempre necesitados políticos que buscan en los rostros del arte y la cultura para acompañarse en sus campañas puerta a puerta o en alguna poco convincente marcha. Ese cine que supuestamente está mejorando nuestra imagen internacional lo que hace es confundir, y trivializar a personajes nefastos como por ejemplo Pinochet. Más que mejorar nuestra imagen está desconcertando a la opinión pública nacional e internacional.
A propósito de la alusión, se me viene a la mente lo sucedido con Chaplin y su film El gran dictador. Chaplin al ser consciente de la magnitud del Holocausto, se planteó si había sido adecuado parodiarlo de aquel modo y declaró: «Si hubiese conocido los horrores reales de los campos de concentración alemanes, no habría podido hacer El gran dictador, no habría podido hacer broma con la locura homicida de los nazis».
Nuestras películas deben incorporar la calle como objetivo de encuentro con la gente y sus problemáticas. Nutrirnos de esos encuentros para continuar realizando obras que realmente reflejen el sentir de los ausentes. Esos ausentes que la educación recibida los privo de clases de música, artes plásticas y manuales, de literatura y filosofía. Materias que no hacen rentable el negocio de la educación. Los auténticos artistas deben asumir e ir al rescate de la gente, tomarlos de la mano, y convocarlos con sus obras. Debemos aceptar al otro como otro legitimo en la convivencia, permitir que el otro aparezca. Sabemos que la people tiene las sensibilidades, como todos, el interés como todos, se emociona como todos. Como lo señalara el gran biólogo y filósofo Humberto Maturana. Como no recordar el popular éxito de Andrea Bocelli en Viña del Mar, o la muñeca gigante de hace unos años que hizo soñar a miles de personas durante su paseó por el centro de Santiago, o el mismo Plácido Domingo cantando en la Plaza de Armas de Santiago con un gran marco de público venido de las diversas comunas.
La gente del arte mayoritariamente se ubica a la izquierda, en la cual me incluyo, es ese grupo el que ha dejado a la people completamente fuera de la reflexión que el arte es capaz. Ese llamado pueblo, aquel gran segmento de la ciudadanía del cual dicen ser parte, compartir sus sensibilidades, pero no es su público objetivo, y menos cautivo. Ese es el problema a resolver. Los tiempos líquidos que corren facilitan que todo se cuestione, pero la violencia en las redes ejerce un poder que inhibe, situación que impide que alguien se atreva a cuestionar la calidad. Todos temen a las redes y sus funas. Los académicos, las universidades, los institutos, escuelas artísticas, los críticos, los colegios profesionales hacen la vista gorda, nadie abre debate al respecto. Esa es la triste realidad, quedando el campo libre para que predomine la mediocridad, el sin sentido.
Las instituciones de prestigio, simplemente, son lucrativas fábricas de titulados que egresan cargando una mochila de deudas, y en muchos casos, producto del mercado desregulado, condenados a trabajar en cualquier otra actividad, lo que trae por consecuencia que todo vaya nivelando hacia abajo. Pero que el siglo 20 es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolca'os en un merengue y, en el mismo lodo, todos manosea'os. Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador. Todo es igual, nada es mejor lo mismo un burro que un gran profesor
Aviso de utilidad pública
Se hacen textos conceptuales para obras de artes decorativas
Hoy esos artistas que lloran y reclaman los auspicios del Estado, por lo general hacen obras conceptuales, abstractas, completamente alejadas del sentir del gran público. Son estos mismos artistas e intelectuales que han convertido el arte en un producto de élite. Creando obras que no se explican por si solas, sino que con discurso.
Hay un discurso recurrente también en la gente de los medios de comunicación. Estos reclaman no tener apoyo del Estado para sostener medios independientes o que los represente y así luchar contra el llamado duopolio de los medios como lo señalan. Vivíamos, nos guste o no, en un mundo dominado por el sistema económico neoliberal de mercado que se basa en la libre competencia que radica en dos libertades fundamentales: libertad de decisión de los competidores para concurrir al mercado en busca de una clientela; y libertad de los consumidores para escoger y adquirir bienes y servicios ofrecidos en condiciones de competencia. Así versa Google sobre el tema.
Esto significa que todos tenemos la posibilidad de invertir, de arriesgar capital en un proyecto llamado emprendimiento. Crear un periódico u otro medio es un emprendimiento como cualquier otro. O sea, un riesgo que alguien o algunos deciden asumir. Para evitar el fracaso, existen profesionales expertos que asesoran sobre las estrategias necesarias recomendadas para procurar el objetivo. Esto es común para cualquier negocio que se desee emprender, sobre todo si se requiere de una gran inversión. Si miramos como estamos configurados políticamente los chilenos, podemos concluir que somos casi 50% de centro izquierda y otro 50% de centro derecha.
Me imagino cuantas marcas nacionales e internacionales quisieran tener parte de ese 50% donde capturar potenciales clientes para convertirlos en cautivos. Pero no, es mejor llorar en vez de ser capaces de crear un medio de comunicación u otro producto que por su calidad logre capturar el interés en ese sector tan enorme que no se siente representado o reflejado por las ofertas existentes.
¿Será que a los empresarios y políticos de izquierda no les gusta arriesgar su patrimonio y prefieren suscribirse a los órganos del criticado duopolio e incluso muchos de ellos ser frecuentes colaboradores con artículos? Ni hablar de los artistas que despotrican contra los empresarios y el sistema, pero lloran por conseguir sus auspicios, sus donaciones para lograr desarrollar sus creaciones. La felicidad máxima es si el Mercurio les dedica algún comentario. En ese caso el Mercurio no miente. Es el momento de dejar los dogmas, los prejuicios, y juicios, que sin dudas muchos se han justificado, pero debemos seguir adelante y exigir que sean las instituciones encargadas de fiscalizar el sistema de mercado y la justicia, los que hagan bien la pega de sancionar los abusos, la corrupción, y a los infractores que paguen con castigos de verdad, no con clases de ética, solo así estaremos creando un ambiente respirable en el presente donde todos podamos convivir y desarrollar nuestros proyectos. Nosotros, los de izquierda, no debemos olvidar que la falta de crítica, de autocrítica y libertad, en su más amplio sentido, incluyendo el emprendimiento, fueron causantes del fin del sueño.
Hoy vivimos el mejor momento para reinventarnos. Hoy todo es líquido, todo puede ser cuestionado, corregido. Hay que usar las herramientas como la internet y redes sociales que permiten a cada individuo poder expresar, comunicar libremente su opinión u obra. También nos permite unirnos espontáneamente para desencadenar los cambios necesarios.
La utopía que nos alimentó en el pasado, desapareció, se esfumó y fuimos nosotros quienes cavamos su tumba. Se me vienen a la mente dos recuerdos, dos escenas de casos que leí en la prensa que me llamaron poderosamente la atención y que reflejan la actitud de artistas pequeñoburgueses, del Red set, o izquierda caviar. Uno de esos ejemplos fue la manifestación que realizaron contra la construcción de departamentos básicos cerca de su comunidad ecológica. El segundo caso fue lo sucedido a una actriz que fue censurada por sus colegas por enamorarse del dueño de un canal de tv. Canal que es fuente de trabajo para muchos de ellos. Son estas actitudes las que impiden que como grupo podamos jugar un rol más destacado en la sociedad y no solo servir para entretenerle el almanaque a la gente. La falta de autocrítica en el sector nos lleva a actuar de manera incoherente con el discurso que normalmente predicamos en nuestras oraciones.
Los artistas deben entender que sus lloronas pataletas de hijo único, y mal criado, no se justifican en un país con tantas necesidades básicas aún sin resolver.
Hace un tiempo escribí que hacer cultura era sin llorar. Hace unos días conversando con un amigo empresario, me comentaba, que tendría que estar loco para donar dinero a través de la ley Valdés, que eso era hacerse el harakiri al voluntariamente invitar al SII a revisar su historia económica.
En mis 28 años de dirigir el programa cultural de TV, Off the record, y ahora editando la revista del mismo nombre, no puedo no decir que la cultura vive de la limosna. Esa es la realidad y punto. Todos conocemos esta realidad, y el que desee continuar debe atenerse a las consecuencias. En el pequeño video espontáneo, titulado Ruta Chaskel 68, que realicé con el cineasta Pedro Chaskel concordábamos que para el estado existen cosas más importantes a resolver, como la falta de viviendas, por ejemplo, que financiar cine y otras artes. Esa es la cruda realidad, duela a quien le duela.
Es fundamental aprender a escucharnos, debemos permitir que el otro aparezca sin anteponer prejuicios, supuestos o exigencias. Como muy bien lo decía Maturana, el lenguaje no es un sistema de comunicación, sino un sistema de convivir en las condiciones de los deseos, los sentires, los haceres, en cualquier dimensión del convivir que está ocurriendo.
Según recientes estudios del neurólogo Clyde Francks se concluye que, en la mayoría de las personas, el hemisferio izquierdo controla la mano derecha dominante. Las fibras nerviosas relevantes se cruzan de izquierda a derecha en la parte inferior del cerebro. En los zurdos, el hemisferio derecho controla la mano izquierda dominante. Que sabio fue Nicanor Parra al profetizar que la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas.