En esta reseña plasmo otra confesión, la cual es que nunca pude terminar la máxima novela del Gabo. Para mi adolescencia que fue cuando cayó en mis manos ese libro, no lo encontraba digerible, me perdía entre los tiempos, sucesos y la genealogía de los Buendía. Ahora la serie de Netflix nos trae esta magna obra para todos de una forma más alcanzable y con una estética muy de ovación. Felicitaciones a sus productores y directores, que enaltecen a Colombia y a toda Latino América.
Me gusta la fluidez de una historia tan elaborada, los ambientes caribeños incluida la sierra de Santa Marta, el carácter de sus personajes que me parecen bien actuados, y particularidades que me gustaría resaltar para quienes la vieron y para quienes aún no.
Gabriel García Márquez “el Gabo” (1927-2014) en sus otros cuentos y novelas, de los cuales algunos sí he leído, destaca una visión muy personal de la cultura colombiana de finales del siglo XIX y comienzos del pasado XX. Sin embargo, casi todo el eje central de su universo literario es el pueblo ficticio de Macondo y sus personajes. En la primera temporada de la serie de Netflix estrenada en diciembre de 2024, se cuenta como el fundador del pueblo (José Arcadio Buendía) emigra por circunstancias vitales y metafísicas. Llega a un lugar perdido donde decide fundar su nuevo comienzo junto a su aguerrida esposa quien es su prima, Úrsula Iguarán.
Los hijos de los Buendía, directos y adoptados, como la mayoría de los personajes, se muestran con su psicología y fenotipos bien dibujados en la pantalla. La rusticidad del pueblo que va mejorando y progresando. El respeto del laicismo en Macondo y la independencia política que era poco común en toda la Iberoamérica del siglo XIX es algo que destaca muy bien la serie. El celo con el cual en Macondo no se obliga a nadie a ir a misa o militar en partidos. Como la ciencia se encuentra escondida entre la magia o la ilusión de los gitanos que visitan al pueblo liderados por el gran Melquiades.
Por supuesto que el realismo mágico está allí. La omnipresente misticidad de costumbres y rituales indígenas de los Wayuu, aborígenes de la Península de la Goajira entre Venezuela y Colombia. Un sacerdote que “vuela” para convencer a los pueblerinos de su autoridad religiosa, pero el patriarca Buendía le dice en perfecto latín que conoce ese truco y a él no lo engaña. La simplicidad maravillosa del hielo, los imanes como promesa de riqueza fácil, como entender las estrellas y lograr saber por cuenta propia donde está nuestro planeta en el universo. Cuando Melquiades le dice a José Arcadio que eso ya es materia conocida por toda la civilización, sin embargo, el mérito es la curiosidad y trabajo de laboratorio del patriarca.
La dedicación de Úrsula por mantener y hacer prosperar la economía familiar mientras su esposo se dedica al estudio que al final lo torna a él en locura. Mientras otros en el pueblo se dejan llevar por la parranda, la superchería e ignorancia. El oportunismo de los gobiernos centrales ante la independencia de Macondo.
No se puede olvidar los amores, entre lejanos o hermanos que se saben o no se saben vinculados. Las relaciones familiares endogámicas con el temor de las deformidades. Quizás el gabo era medio genetista, me pregunto con asombro de su comprensión de este fenómeno en las descendencias.
También destacan nuestras guerras internas, la imposición de los autócratas por costumbres absurdas como el color en el cual se deben pintar las casas y que debes pensar. Los dictadorcitos locales. Conservadores y liberales, su valores, ventajas y desventajas de esas ideas, cuando chocan violentamente y al final coexisten. La lucha del líder militar con sus riesgos y triunfos. Las escenas de batallas están muy bien logradas.
El título de la novela según los filólogos aduce a la “soledad” del hombre, y la falta de integración de los personajes para amar. Yo no lo percibo así, a Úrsula la veo como la persona que ama a su esposo e hijos. Rechaza ciertamente a muchos, pero también ese amor, alegría por vivir e interacción entre los seres humanos está en Remedios Moscote. Pero, quién es uno para criticar ese gran título que abarca una centuria desde los años 1850 a 1950 aproximadamente. Hasta en inglés y otros idiomas suena maravilloso ese gran título “One hundred years of solitude”.
No voy a expandir más mi agrado de la serie dirigida por Laura Mora y Alex García López. La pista de sonido está muy bien seleccionada. La escena de las flores amarillas cuando cesa la vida del patriarca es muy hermosa. Uno queda atado a la historia. Estaré a la espera de la segunda temporada para este año 2025.