El músico y compositor argentino, bien porteño y nacido en 1951, es uno de los grandes referentes del rock en español. A una edad en la que podría retirarse, decide en cambio lanzar un nuevo disco, sumando así una veintena de trabajos si consideramos sus proyectos grupales (Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros, Serú Girán) e individuales. Nos preparamos para escuchar cinco décadas de rock rioplatense.

A algunos les sorprende, y otros esperan agazapados para juzgar lo que surja de este nuevo proyecto. Lo que no saben, o prefieren ignorar, es que el deber de un artista, su razón de ser, es seguir creando, seguir haciendo. Porque un artista no se retira; retirarse es dejar de existir. Más allá de lo profesional, es muy probable que quiera demostrarse a sí mismo que todavía es capaz de ofrecer algo nuevo y mantenerse vigente. Pero lo más importante, para mí, es el mensaje que nos deja: seguir haciendo arte mientras uno siga respirando.

El dramatismo no radica en su edad en general ni en su salud en particular. El drama, en un sentido teatral, es que esta vez no solo nos brindará su bellísimo arte, sino que también nos demostrará su voluntad inquebrantable. Más allá de la incertidumbre que habita en el corazón y la mente del artista, en el verdadero artista debe prevalecer el impulso de continuar, de seguir adelante mientras quede algún camino por explorar.

En otras profesiones, muchos buscan exactamente lo contrario: retirarse o jubilarse para finalmente hacer lo que desean, o no hacer nada importante de aquí en adelante, viviendo ociosamente los últimos años de su vida. Pero para el artista, que ya se dedica a lo que le apasiona, el tiempo ocioso es, en realidad, cuando suele inspirarse, para luego concentrarse únicamente en crear la obra que se le ha revelado.

Mientras el corazón le lata y su mente pueda expresarse, Charly seguirá entregándonos su música con pasión y abrazándonos con su generosidad artística al volver a comunicarse con nosotros, alimentando ese binomio inseparable entre el público que espera y el artista que nos habla.

Además del tango, la zarzuela y las marchas militares, las primeras canciones de rock que escuché fueron de García, incluso antes de saber quiénes eran o habían sido The Beatles. Recuerdo un verano de mi infancia en Villa Gesell, en la Costa Atlántica, escuchando sus emblemáticas canciones en la playa o en la oscuridad de una habitación, desobedeciendo la orden de mis padres de irnos a dormir. La fascinación de un primo, varios años mayor, por este músico, influyó dramáticamente en mí, llevándome a prestar especial atención y aprender sus canciones. Al hablar con él, compartiendo la emoción por pronto disfrutar de un nuevo disco, me dijo, como una confesión admirada:

Su voz salía de su música directo hacia mí, sin intermediarios, diseñada, casi personalizada… Eso me llevó, disco tras disco, a necesitar esa ‘dosis’ de mi Charly; esperando cada lanzamiento como si fuera combustible para vivir.

Yo, que vivo en el tango y veraneo en el jazz, siempre he recibido a Don García con los brazos abiertos, porque quizás él viene del tango y porque improvisa genialmente, como el jazz.

Escribo esto días antes del lanzamiento de su nuevo disco, porque, como siempre lo ha hecho, seguramente nos dejará satisfechos con su chispa creativa, aún viva. Todos deberíamos tomar nota de esta lección de arte y vida.

Tal como ha dicho mi primo: “No lo juzgo, lo acepto, como hacemos con los padres”.

La lógica del escorpión (2024) nace el 11 de septiembre, Día del Maestro en Argentina. Cuenta con la colaboración de David Lebón, Pedro Aznar, Fito Páez y de Luis Alberto Spinetta (fallecido en 2012).

(A mi primo Nacho Cambre)