Los primeros días de enero, en la Manzana 20, se tiende un escenario donde músicos de distintas nacionalidades -previamente seleccionados por curadores- se reúnen a deleitar al público. El espectáculo dura nueve días; comienza a las 22:00 y se extiende hasta la medianoche. Los músicos, durante la semana, se reúnen en distintas esquinas de la ciudad para realizar toques callejeros, clínicas y jam (improvisaciones). La ciudad de Mercedes, de apenas 42.000 habitantes, se viste de música y de alegría. Los oyentes llegan de todos los barrios y de distintas ciudades del país y de la vecina orilla (Argentina y Brasil) con sus sillas playeras. El campamento, los apartamentos de alquiler y los hoteles están colmados de turistas amantes del arte jazzístico. Durante esa semana los músicos se hospedan en casas de socios de esta Asociación Civil sin fines de lucro. Alrededor de la Manzana 20 se ponen carritos de comida y se vende merchandising del encuentro.
Al preguntarle a Horacio “Macoco” Acosta, integrante de la comisión, qué significa para él JalC, su respuesta fue muy emocionante: “es un evento tremendamente importante, la mitad de mi vida la tengo metida acá. Es un hijo que parecía que no iba a nacer y, al fin y al cabo, nació y se reprodujo”. Para que se realizara la semana del Jazz a la Calle, previamente, se realizaron clínicas. Luego, la idea era que se generara apetencia por escuchar música porque había muy poca gente estudiando esta disciplina artística. Inclusive, la banda de Mercedes se estaba quedando sin músicos; hoy en día está floreciendo otra vez.
El movimiento empezó en 2006. Macoco, en la crisis económica del 2002, tuvo que trasladarse a Montevideo, capital de Uruguay, por razones laborales. Era una materia pendiente que él tenía saber y conocer cómo funcionaba el jazz. “Cuando vi de qué se trataba, que no era un género musical simplemente, sino que era toda una filosofía de vida, vi a personas que viajaban por todo el mundo y que cobraban la décima parte de lo que yo cobraba y estaban felices de la vida, yo dije: acá pasa algo. Me di cuenta de que era otro mundo, no solo de música”, señaló el testimonio.
Los músicos de jazz no solo saben y escuchan buena música, sino que también conocen mucho de literatura, de cine, mucho de todas las disciplinas artísticas. Eran jóvenes uruguayos que habían estudiado en el exterior y estaban preocupados porque Uruguay se estaba hundiendo ya que no había dinero para movimientos culturales. Paulatinamente la gente fue entendiendo que nadie se tenía que quedar afuera. A él le pone contento que los jóvenes, que tienen una banda de cumbia, vengan al festival y convivan perfectamente bien. Lo importante es que toda la comunidad este inmersa en la música o que tenga una aproximación cercana a ella, aspecto que se ha logrado.
Acosta pensó por qué no transpolar esas cabezas a la gente común de la calle. “De eso se trata Jazz a la Calle, no de que los músicos toquen en la calle, sino que la gente entienda la lógica de pensamiento de un músico de jazz”, enfatizó Macoco. El movimiento pretende que el público entienda lo que es el jazz, su ética y los valores. Los músicos tienen curiosidad y adoran la perfección. Es otra concepción de vida. El jazz exige disciplina (tanto de arreglos y de composición). Son horas y horas de estudio encerrados. Cuando se encara la música de esa manera, se observa que otras acciones fructifican rápido. En palabras de Acosta: “Si pudiéramos tener una comunidad donde se experimente esto de cerca, se regiría la sociedad por otros valores. Es otra forma de aferrarse a la vida. Muy distinta a lo que sucede con los demás géneros”.
A Macoco no le interesó que la gente toque jazz, sino que eligieron este género musical por estas virtudes que tiene que no la tienen otros. Acosta puntualizó en que si lo hubieran hecho con otros géneros musicales, tal vez serían más popular pero no iba a dejar los mismos sedimentos intelectuales que deja el jazz.
JalC aporta mucho a la inteligencia colectiva de una comunidad. “Cuando empezamos con este movimiento, en Mercedes, quedaban siete u ocho estudiantes de música nada más. A mí me preocupaba horriblemente”. El testimonio indicó que hubo una confusión entre lo que es la experiencia activa y la pasiva de la música. Cuando se democratizó tanto el acceso a la música, la gente pensó “si tengo música, para qué voy a ir a estudiar, o puedo escuchar música, la mejor del mundo con tremendo sonido y me animo a tocar”. Macoco recalcó que eso es un gran error que se cometió en todo el mundo y en Uruguay especialmente.
Los primeros encuentros de JalC eran muy similares a los de ahora. Primero se hizo una estrategia para llegar a la gente que no iba a querer jazz. “Todas las personas tenemos una tendencia, en general, al rechazo de lo que no conocemos”, para Macoco. Al comienzo pensó en no poder decir vamos a hacer un encuentro de jazz, primero porque a nadie le iba a interesar, por eso se empezaron con clínicas para público. Ahí se traían uno o dos músicos -la cantidad que podían llevar todos los meses- y la gente iba a escuchar de manera gratuita. Los artistas hablaban de su instrumento, de la música, hablaban de la vida de un músico de jazz y tocaban. En algunas ocasiones los artistas invitaban a músicos de Mercedes y compartían algún tema: “a veces paraban en la mitad del tema y nos corregía. Eso le encantaba al público porque empezaban a ver la música desde adentro”, en palabras de Horacio Acosta.
Las clínicas mensuales empezaron con un público de 40, 50 personas en el “teatrito” de la Casa de la Cultura y terminaron en el Teatro 28 de Febrero con 700, con lleno total, incluso con público sentado en el pasillo y los palcos. Esto dio la certeza de que ya el público estaba preparado para hacer un festival de jazz. El primer encuentro fue con músicos uruguayos en su mayoría, y algún argentino. Fue una experiencia muy extraña porque se hizo sin pagar caché. Para Macoco la idea no era elegir músicos famosos porque no iba a tener sentido, sino que iba a tener significado traer músicos por su nivel académico. Eso fue lo que se hizo y se hace hasta el día de hoy.
Entre 20 y 30 bandas imparten su música en el escenario de la Manzana 20. La cantidad de músicos es entre 150 y 200. Han venido de todos los países de Sudamérica, Estados Unidos y de Europa. Los artistas asiáticos también se inscriben pero es muy difícil costear los pasajes. Los músicos siguen yendo a diferentes puntos de la ciudad y tocan en distintos barrios. Una de las estrategias es generar público con las clínicas mensuales, la escuela de música y un shock de jazz durante la semana. Con esas tres estrategias, Horacio cree que la gente empezó a convivir y tolera perfectamente bien este género musical. El público conoce y ha empezado a escuchar discos y cambiado su visión sobre la música. Una de los desafíos que más costó a JalC fue que la gente escuchara jazz siendo que les gustaba la cumbia, el folklore, entre otros géneros musicales.
JalC trabaja en conjunto a la Universidad Tecnológica del Uruguay (UTEC). Desde que se fundó la UTEC ellos han empezado a tender redes con otras universidades del mundo, como Colombia y México. Es entonces cuando van y vienen los músicos y hacen encuentros diarios. Desde los inicios de la universidad, la Escuela de JalC, con 150 alumnos, se dedica a reciben a los niños de 4 años. Cuando los estudiantes cumplen 8 años pasan a otra categoría. Cuando son adolescentes desde JalC se les pide que vayan al bachillerato de música si están perfilados para esta disciplina. Ahora están dando clases en JalC alumnos que estudiaron en la UTEC. Uruguay no tenía nada para los niños. Había muy poca movida de música. Este movimiento cultural genera una cantidad inmensa de músicos. En números, ahora, hay alrededor 70 estudiantes en la UTEC, 150 que son preuniversitarios, más 30 o 40 del bachillerato, más los del conservatorio de la Intendencia (alrededor de 200), más las escuelas particulares que resurgieron, porque hay mucha apetencia por estudiar.
Para Macoco la música compleja da trabajo. Hay que ponerle tiempo y atención más que nada, siendo que por naturaleza se repele. En cierta medida, la función de Jazz a la Calle es que la gente se anime a escuchar música que no le gusta y, aunque no le gusta, sabe que es buena. Mercedes en este momento tiene un nivel sensacional de oyentes. Hoy la ciudad tiene el mejor público de muchas leguas a la redonda e, incluso, de toda Sudamérica. En general, toda la población, entendió el mensaje. No era que con jazz se cambiaba su tango, su cumbia, su murga.
“Simplemente venimos a poner una herramienta más. El jazz es muy creativo, tiende a fusionarse con todos los géneros étnicos y eso hace que todos crezcan y se enriquezca y el jazz también”, para Horacio. Durante el mes de enero no hay jazz tradicional, sino que hay improvisación -por ejemplo, de Paraguay vienen las guarachas-. “Cuando la gente entendió que una cosa no eliminaba a la otra, no era una contra la otra, sino con la otra, ahí cambió mucho. Ese es el gran valor” para él.
En 2020 no se hizo el festival en enero por la pandemia. Van 17 años que funciona JalC pero se lleva adelante el número 15 porque en otro momento no llegaron al dinero. Toda la semana se sustenta con el apoyo de sponsors, entre ellos hay empresas públicas y pocas empresas privadas que colaboran. Por su parte, el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) otorgaba determinada cantidad de recursos pero ahora lo empezó a retirar desde que apareció la partida fija de dinero del Estado. La Intendencia Municipal de Soriano (IMS) también otorga haberes por año. Como es una asociación sin fines de lucro, toda plata que entra es bienvenida y se invierte en JalC. Cada vez que ingresa más rédito, hay más visibilidad, más músicos e instrumentos, aunque para Macoco, siempre se está en el debe.
Jazz a la Calle se mantiene gracias a socios, con una cuota, y después está la Escuela de Jazz. Los alumnos comenzaron a pagar, luego de la pandemia, una cuota simbólica y una matrícula. El Estado, gracias a la Ley de Urgente Consideración (LUC), imparte una cantidad fija que se establece según el Índice de Precios del Consumo (IPC). En palabras de Macoco: “significó para nosotros volver a respirar porque todos los meses nos preguntábamos de dónde sacábamos dinero para pagar a los profesores. Ahora estamos tranquilos”. A la fecha hay 400 socios y, sin embargo, se sostiene igual. Es muy poco el dinero que entra por parte de los socios. El fin de involucrar a la sociedad es que haya un empoderamiento del jazz.
JalC recientemente ganó un concurso de Fondos Concursables del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) para hacer una banda de carácter didáctico e ir a escuelas rurales. “Te entusiasma esto de cómo los chiquilines de las escuelas rurales ya tienen la cabeza en otro lado, solamente por estar cerca de acá. Les preguntas si van al Jazz a la Calle –al encuentro- y todos saben lo que es, todos saben lo que es un trombón”. Macoco recordó la anécdota de que cuando empezaron con Jazz a la Calle pusieron un bandoneón en una mesa y preguntaron qué es esto, a lo que un niño respondió: «un motor». No necesariamente son músicos virtuosas, para Macoco eso no importa, lo relevante es que tengan la sensibilidad y la disciplina desarrollada porque eso los hace ser mejores ciudadanos.
Al preguntarle si hay algún otro evento similar, él dijo que no. Hay festivales pero igual a JalC, no hay ninguno. Hay festivales de jazz, muy buenos, se pagan a muy buenos músicos y son muy reconocidos. Para Uruguay, y sobre todo para Mercedes, eso es impensable. Ahora empieza a haber más demanda y oferta de calidad. En la UTEC hay alumnos que tocan muy bien. Los estudiantes de allí van a otros lugares de la costa uruguaya a iniciar pequeños espectáculos. Se han empezado a abrir pequeños festivales de jazz hasta llegar al departamento de Rocha. Durante la pandemia no se podía hacer nada y desde JalC empezaron a ofrecer charlas por internet. Se conectaban con distintos puntos del país, podían ser escuelas o liceos, y se daban 16 clases -ocho clases para los profesores y ocho para los estudiantes-. Pasaron todo ese año de esa manera y se prendieron llamas por todos lados. “Ahora todo el mundo quiere tener su festival de jazz”, señaló Acosta.
Para el 2025 ya están todas las bandas y se espera mayor afluencia de público argentino. La idea es que cuanto más público se genere, los músicos van a tener más lugares donde tocar. Cuanto más público, más posibilidad de llevar un músico bueno. Actualmente están explorando en proyectos turísticos muy interesantes. “Lamentablemente (algunos proyectos) se nos truncaron porque falleció un gran socio, Noel Moreira, pensador y colaborador”, señaló Horacio. Años anteriores se hicieron algunas experiencias muy pequeñas y la gente quedó fascinada. Los turistas podían venir a la ciudad y escuchar seis bandas, mientras almorzaban o cenaban, mientras andan en el catamarán o caminaban y en todos lados tenías un concierto de jazz, siendo muy novedoso y a buen costo. “Eso hay que retomarlo en algún momento, así que vamos a ver cómo resurge”, indicó el testimonio de Macoco.
Para Federico Prado -socio fundador- JalC es un proyecto sociocultural de grandes dimensiones, siendo especial e importante. Para él ha ido cambiando mucho, hoy está maduro y ha agarrado otros caminos de lo que se había planteado al principio. Es único porque los músicos no cobran y se experimenta cierta sinergia en la ciudad. Anteriormente, Federico lo vivía desde adentro, desde la organización, después como público y luego como consumidor desde el área de turismo de la IMS. Él lo observa con otra proyección. Prado ha ido casi todos los años al festival. De una u otra manera ha estado relacionado. Ahora se experimenta la semana del festival con mucha labor ya que él trabaja en el área de turismo de la IMS y se generan acciones para los turistas y se promociona mucho. El impacto turístico que se genera en la ciudad es muy importante porque es el evento que trae mayor cantidad de turistas desde otras ciudades de Uruguay y desde el exterior. De ahora en más se pretende que siga creciendo el encuentro de Jazz a la Calle, ya que el potencial es infinito.
El próximo encuentro será del 11 al 19 de enero 2025 en la Manzana 20 y será el decimoséptimo. Para esa semana se recomienda traer silla playera o una loneta para sentarse en el piso de césped y reservar con tiempo el alojamiento. En caso de alguna noche de lluvia, se realiza en el Teatro 28 de febrero. Las clínicas se realizan en La Casa de la Cultura, mientras que las improvisaciones al lado del escenario principal. Desde Jazz a la Calle, ¡¡¡sean todos bienvenidos!!!