Acercarse al músico y compositor costarricense Berny Siles (1974) esclarece el desafío que requiere la creación de una obra de la complejidad de un réquiem (composición musical que se canta con el texto litúrgico de la misa de difuntos en el rito católico), un verdadero reto para cualquier compositor e interprete.

Este autor es un individuo en suma sensible, profundo y silencioso (genio y figura, como dicen algunos), pero con afilado colmillo de león herido para la composición.

Tal y como caracteriza al creador artístico el filósofo y poeta de la isla de Martinica, Antillas Menores, Eduard Gliissant en su libro Poética de la relación (2018), el artista porta dentro de si esos despeñaderos interiores que un individuo creativo lleva a donde quiera que vaya, carácter necesario para hacer arte hoy en cualquiera que sea la disciplina que trabaje.

La espiral y la serpiente

Además de la misa de réquiem, me interesa comentar otra de sus obras, titulada Sinfonía de los elementos, creada por él para congraciarse con la enormidad de la Madre Natura; Gaia la Tierra para los griegos; Iriria niña Tierra en la cosmovisión bribrí del Caribe Sur costarricense; o la pachamama de otras culturas originarias de Abya Yalá, como era llamado nuestro continente antes de la colonización y que se representa con la espiral de la serpiente ensortijada en sí misma.

Explico que acudo con frecuencia a esta representación de la Madre Natura con la serpiente, porque cuando se le toca a esta criatura del bosque, aviva y lanza su estocada. Metáfora del arte y la creatividad: precisamente, lo que motivó a Siles a musicalizar el fuego, el agua, el aire, la tierra, que son el entorno.

Respecto al réquiem, importa decir que coexiste una relación poética entre la materia tierra y éste, en tanto es el canto introductorio y final, en cuyo lapso se desprende el abismo de la muerte que nos lleva a retornar al origen, a la gran oquedad (vacío o útero del mundo), donde fluyen los elementos que nos dan todo: aire, alimento, vida, fuego, amor, pero también música y espíritus sensibles para crearla e interpretarla, para volver a renacer en estos simbolismos y que, para este efecto, los asimila el boomerang que se lanza y retorna.

En el Tao se afirma que el vacío entre cielo y tierra es como la oquedad de una flauta que es hueca, pero cuyo contenido es inagotable.

Ante estas cualidades personales de Berny Siles y del arte musical, importa indagar cómo se prepara o cómo conceptualiza él el acto creativo, que nos dé pistas para reconocer el momento cuando dicha serpiente lanza su ponzoña, o cuando fluye la esencia por esa herida pulsional que lo reta constantemente a crear.

Para la literatura expresionista de inicios del siglo XX, y en particular para Franz Kafka, “todo ser herido se ve forzado a su metamorfosis”.

Ánimo y disposición

Pienso que para el compositor o el músico, tanto como el creador visual, el poeta, el filósofo, las ideas emergen de un internamiento donde se prepara para asumir aquella “larga noche oscura del místico” (la muerte simbólica destinada al renacer) cuando se develan las luchas en la entraña que son campo de batalla, y de ese espacio de escaramuzas emerge la “urdimbre de hilos” que él (como músico, compositor y director) sabe discriminar para entretejer y acrecentar la sonoridad compositiva de la obra que nutre la orquestación y la estructura misma de la pieza que, como veremos, rota en sí misma.

La motivación en arte repito, es como un león herido y brioso que no se aquieta, pues tiene abierta esa “herida pulsional” que el ser creativo no ve sanada hasta tanto saque a flote sus ideas o propuestas: el concierto, el réquiem, la sinfonía o concierto coral y la cantata escénica son el acontecimiento extraordinario (in)esperado (la metamorfosis de que hablaba Kafka), o aquel reptil ensortijado presto a clavar los colmillos, que me recuerda la escultura I be Táp: Madre parturienta, que el artista indígena brunka Saúl Morales “Naúctarú” (originario de Rey-Curré, al Sur de Costa Rica) presentó en la muestra descolonizadora Pequeño Acre, en el Museo de Arte Costarricense, 2022-2023 (Curada por Illimani de los Andes y LFQ, celebrando los 30 aniversario del Centro Cultural de España).

El estreno de Sinfonía de los elementos y el réquiem de Berny Siles avala la metáfora que lo transforma primero a él y luego al arte. Y, en tanto el artista se debe a un público, también lo transforma, en un reto de donde el músico como investigador cultural emerge iluminado del trance que va y viene o se ensortija en la espiral que representa el principio y el fin, o dicha “madre parturienta” que reconocemos en la naturaleza.

Esta paradoja del interaccionismo simbólico es ilustrada además por aquel dibujo de Escher de los años 50 del siglo pasado, donde una mano que se dibuja a sí misma. Trance procesual fundamental para saber escuchar nuestros propios latidos: la autorreferencialidad, el saber de sí, de los talentos propios, tanto como los de los demás.

De ahí que, al preguntarle al maestro Siles acerca del principal carácter de su obra, responde que esta es un gran collage hilvanado por su propio ejercicio crítico y conocimientos, conciencia o praxis de lo que significa la disciplina y ciencia musical contemporánea.

Pero también importa la lectura e interpretación que haga de los textos en la letra de los cantos que estudia la hermeneútica y proceden de la Lectio Divina: El Domine, Domine (“Señor, Señor sentencioso y brillante”) o el Kirye eleison (o “ten piedad”), que en esta obra lo advierto martillado con tal persistencia que en mi lectura personal me evoca el Alexander Nevski de Sergei Prokofiev en el punto más álgido de la trama, cuando se agrietan los hielos del mar hundiendo al ejército invasor de Napoleón Bonaparte. ¡He ahí que la percusión arremete para simbolizar en esta narrativa del triunfo sobre la muerte!

¿Quién es Berny Siles?

Lo conocí en los años 90 del siglo pasado, en la Escuela Municipal de Música de Paraíso que hoy él hoy dirige. Tocaba el barítono, uno de los bronces de la banda de la escuela, bajo la batuta en aquellos años de otro enorme paraiseño, maestro formador de maestros, Mauricio Solano Ramírez.

Pero más que la interpretación del barítono, a Berny ya lo movían aquellos bríos de león a los cuales tanto refiero al definir los estímulos al compositor musical, preparándose desde esos años para tocar otros instrumentos como el piano, el violín y la viola, además de los bronces.

Como investigador compone piezas para orquesta, interpretando el arte visual de artistas locales que le interesan para presentar en conciertos comunales.

Berny es enfático al definir esta metáfora (o símil), pues él no está ni mudo ni sordo: es un individuo creativo a quien lo mueven esos espíritus briosos del cachorro que jamás se queda quieto, pues los multiplica con esos sentires pulsionales que lo empujan a transformar, a regenerar la metamorfosis y paliar la tan mencionada lesión abierta que deja expuesta sus carnes (sensibilidad y conocimiento), reto que vibra como lo hacen los timbales avivando lo majestuoso de esta obra.

Siles expresa que la composición del réquiem se gestó en los años 2005 y 2006 en el curso de investigación dirigida, en la licenciatura en Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica, con los maestros Edie Mora y Benjamín Gutiérrez, docentes de esa cátedra. Pero también recuerda a otros que le infundieron el conocimiento que luego aplica en esta u otras composiciones.

La pieza fue estrenada en varios conciertos por distintas orquestas sinfónicas y coros en 2005, 2008 y 2023. Uno de ellos fue en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles en la ciudad de Cartago, Costa Rica, espacio que le acrecienta solemnidad. `

Para el compositor, la última interpretación realizada con estudiantes avanzados y profesores de la orquesta de la Escuela Municipal de Música de Paraíso y el Coro de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica fue la que le dejó mayor satisfacción.

Investigar: aprender

A este punto importa definir el vocablo investigar, que implica aprender cada día, esclarecer hasta el mínimo detalle lo que se anda buscando, que a veces nos quita el sueño, pero también es una reyerta donde las motivaciones son el oro para el trabajo del artista.

Al preguntarle dónde encuentra la mina de sus motivaciones, Berny expresa que en el silencio al caminar por el campo, en el bosque, en los márgenes de los ríos (en su entorno de origen: Orosi), al mirar y escuchar las aguas moverse entre las piedras que chocan unas con otras, generando una sonoridad natural que lo inspira y motiva a sentir esos ritmos, texturas y encadenamientos que son latidos de la obra en contrapunto con las atmósferas (que por lo general son tocadas por las cuerdas y maderas), sean brumas o cielo inmaculado.

Esto es lo que podría definirse en la intertextualidad entre las artes como un paisaje o entorno del pintor llevado al lienzo de lo sonoro.

Estructura de la misa de réquiem

Interesa, además, que nos hable de la estructura de la pieza, lo que brinda movimiento (y, por ende, interés) manifestando lo creativo, en esta pieza definida en 11 partes, en la cual hay coros, orquesta, y solista.

Respecto a las secuencias de la obra, el maestro Siles acota que estas partes de una misa de réquiem en la liturgia son: Introitus (que se divide en tres partes), el Kyrie eleison y el Offertorium, también dividido en tres partes: el Sanctus, el Agnus Dei y el Communio, que vuelve al comienzo, marcando el gran final.

Entrando en detalle, el maestro compositor argumenta que el Introitus está construido en Do menor, lo que le confiere la sonoridad de una marcha fúnebre, espacialidad dibujada como una catedral gótica a manera de arpegios con intervalos de quinta, tercera, y segunda, dando forma a la punta del arco con las corcheas que trasfieren esta connotación al Andante fúnebre en un coral al estilo barroco.

El segundo movimiento es el Kyrie eleison en fa menor (que es la subdominante del Do menor), con participación de coros de mujeres y un estilo más minimalista que da paso al tercero, con giros melódicos ascendentes en toda la orquestación.

La secuencia la concibe en tres partes: la primera es el Dies irae. La segunda es el Jude ergo, y la tercera, Qui Mariam absolvisti, referida a María Magdalena.

Comenta el maestro Siles que él cita al Dies Irae del canto gregoriano con las campanas y la parte coral. Luego hay un clúster o racimo tonal denso, que culmina con un grito de desesperación por parte del coro, en el cual cada uno canta la nota que quiera, pues habla del abismo, de juicio final o fin del mundo.

Al Ofertorio lo define un estilo barroco, seguido por un recitativo de las voces masculinas con un fugato a cuatro voces, con trompeta piccolo con sonoridad barroca al mejor estilo de Bach.

La segunda parte del Ofertorio la define una forma barroca binaria, con solista soprano que dialoga con un clarinete, y una orquestación de cuerdas y clavicembalo, repitiendo el texto de Domine Iesus Christhi (corales y fugato), Hostias (soprano y clarinete) y el Quam olim Abrahae (fugato por parte de los coros).

El Sanctus lo inspira el mismo de la misa berlinesa de Arvo Pärt, contrastando con la coloratura de la misa en el Medio Oriente de la cultura hebrea, proseguida por corales de copiosas melodías.

Para el Agnus Dei (y con esto concluye esta descripción estructural de la pieza del autor), escogió el formato de un motete al estilo de Palestrina, con una orquestación de clarinetes, fagotes y cuerdas, como contrapunto de los coros, y agrega el Agnus Dei de la misa gregoriana.

El último movimiento (recuerda Berny) corresponde a una remembranza del primero, la Comunio, donde hay marcha y coros aludiendo, como se dijo, al inicio de la pieza.

Para concluir este acercamiento

Pienso (como conclusión de este repaso sobre la labor de Berny Siles como compositor musical) en la importancia de insistir con el abordaje de la Tierra como lo hizo con Sinfonía de los elementos (2012).

Pues, mientras el mundo se anonadaba por la finalización del calendario maya y la incertidumbre ante el abismo final (como había sido mal interpretado inicialmente el paso del bactún maya), este autor, con un guiño de ojo en la mirada, le decía al planeta cuán grande y bello es.

Se trata de dar un valor holístico que transmite a la Madre Tierra la pócima de gratitud por el aire, fuego, agua, tierra, maderas, piedras y luz: dones y talentos que abundan, en grado de totalidad o complejidad, al expresar lo que nos fue donado.

Existe, además, un diálogo interior que se matiza con esas voces del entorno, del paisaje, del río, de la “noche oscura del alma” que impulsa a entrar en el espacio de la contemplación del Ser Supremo para volverse aliado.

Importa también reconocer a los referentes de Siles: escucha a los maestros de la música clásica, pero también a los contemporáneos como el estonio Arvo Pärt (1935), quien reinventa la música de estos tiempos, como la dodecafonía lo hizo con la música renacentista, barroca y clásica.

A Pärt también lo mueve profundamente el género de la sacralidad (o espiritualidad), con lo que asume un arte de la disidencia, donde un credo se convierte en arte político al contrariar al Estado donde él reside, Rusia.

Como ayer lo hicieran Mozart, Verdi, Bethoven o Bach, entre otros maestros de la música universal, su fruto o voz es como aquel boomerang que se lanza, pero al retornar, si no estamos preparados para sujetarlo, nos hiere y empuja a volver a empezar.

Video de la presentación en vivo del réquiem, junto a la Orquesta Sinfónica Municipal de Paraíso y el coro de la Universidad de Costa Rica, 13 de octubre de 2023.