«No es el más fuerte o el más inteligente el que sobrevivirá, sino aquel que mejor se adapte al cambio».
[It is not the strongest or the most intelligent who will survive but those who can best manage change](Leon C. Megginson)
Hace algún tiempo comencé a escribir una novela futurista, en la que la gente se expresaba en castellano – idioma en el que estaba escribiendo la novela – salteado de palabras en otros idiomas – principalmente inglés y alemán. Gracias a Google Translate y a otras herramientas similares, fui capaz de traducir una serie de palabras sueltas para «aderezar» mi historia futurista.
¿Por qué?
Principalmente porque soy políglota – una fantástica palabra que debiera usarse más a menudo – y, por lo tanto, me es muy fácil encontrar palabras en otros idiomas que se adecuan mejor que su versión en castellano. Ya sea porque me gustan más como suenan en ciertos sentidos, o porque, literalmente, no hay una traducción adecuada. Un ejemplo de esto es el hecho de que los esquimales inuits tienen hasta 50 palabras para decir hielo. O que no hay una palabra que diferencie a un raven (cuervo) de una crow (cuervo también). El lenguaje evoluciona a partir de las necesidades del entorno. En España no tenemos gran cantidad de cuervos. En países anglosajones existen varios tipos y razas, diferenciados fácilmente por el tamaño. En las costa brava no solemos ver mucho hielo.
Otro motivo – encontrado a posteriori para explicar esta «curiosa evolución» del mundo que estaba creando – fueron los numerosos anglicismos que se encuentran a día de hoy en nuestro vocabulario habitual. Cierto es que los más conocidos están estrechamente relacionados con la tecnología (hardware, software, etc.); pero otros tantos no. Palabras como mainstream, o incluso hit son anglicismos más o menos cotidianos.
Schadenfreude – «alegrarse de las desgracias ajenas» - es un ejemplo más de una palabra directamente copiada de otro idioma, en este caso el alemán.
¿Qué tiene que ver esto con nuestro tema de estudio, es decir, los fic? Me temo que muchísimo. Porque los fic se consumen a través de internet y no solo en forma de novela literaria. Existen fic epistolares, lo que significa que se han empezado a escribir libros epistolares.
«Perdona guapa, pero llevan existiendo libros epistolares desde hace siglos» dice el señor con monóculo de la segunda fila a la izquierda.
Sí, es cierto. Pero ¿alguno ha leído una «novela epistolar actual»? Y me refiero a novelas escritas a partir de emails, mensajes de WhatsApp, entradas en blogs e, incluso, hilos de Twitter. Recientemente leí Gena/Finn, una novela de Kat Helgeson y Hannah Moskowitz que estaba escrita de principio a fin utilizando únicamente estos medios.
¿Por qué es relevante? Pues porque no se escribe igual en un ensayo científico que en un WhatsApp. No tienen la misma función, ni se usa el mismo lenguaje. ¿Qué consiguen novelas como Gena/Finn? Afianzar una forma de comunicarse que generalmente se considera como «involutiva», pero que a mi me parece fabulosa.
La lengua existe para comunicar a personas entre ellas y, a través de internet, hemos encontrado formas de plasmar sentimientos difícilmente descriptibles con apenas unos pocos píxeles. Los memes y emoticonos forman parte, cada vez más, de nuestro repertorio lingüístico. Términos como LOL o O RLY? se utilizan fuera de las pantallas. Se imitan gifs y emoticonos. Se difuminan las barreras entre las lenguas.
Principalmente entre el inglés - ama y señora de Internet - y el resto de lenguas.
A los detractores les pregunto ¿qué más da? Lo que ayer se escribía de una manera hoy se escribe de otra. La RAE ha admitido palabras como almóndiga en el diccionario y mucha gente se ha horrorizado.
«¿A dónde vamos a parar?» exclama nuestro amigo del monóculo horrorizado.«¡La sociedad es cada vez menos culta!»
Y, en cierto modo, lo entiendo. Mucho de lo que consideramos «buen castellano» o «hablar bien» se va a perder y, desde un punto de vista estático, es una pena. El castellano es una bonita lengua. El alemán es un idioma precioso…
Pero ¿qué quiere decir menos culto? ¿Son estos cambios, esta evolución, realmente tan terrible?
¿No es el objetivo de toda lengua la de ayudar a que la gente se comunique mejor? Internet nos ha unido a través de las distancias, pero, debido a sus limitaciones, se nos exigió una adaptación lingüística. En Twitter tenemos que utilizar únicamente X número de caracteres. Los # y @ sirven para remarcar aquellas partes importantes y para nombrar a otros usuarios respectivamente. Estos caracteres, ya se han incluido en otras plataformas, para que la comunicación de los usuarios de una a la otra, sea más rápida y eficiente.
El tema de las abreviaturas y los emoticonos se lo debemos a los SMS. En teoría ya no son necesarias, porque cambios en tarifas – especialmente el hecho de que WhatsApp sea gratuito – han permitido a todo el mundo escribir lo que quiera. Pero la gente sigue manteniendo sus textos breves. Las largas parrafadas no se adecuan al tamaño del soporte. El tamaño del teclado lleva a muchos errores tipográficos, por lo que la gente abrevia. Y abreviando, abreviando se llega a los emoticonos y a los memes, a los gifs cuyo significado está tan asentado en el lenguaje de los internet-parlante como las palabras «en un lugar de la Mancha». Se han convertido en parte del patrimonio colectivo y permiten que yo, desde mi casa, me comunique alegremente con una persona en Australia.
El lenguaje evoluciona, y seguirá evolucionando. Expresiones nacen y mueren y aferrarse a ellas es, en mi opinión, un error. En un mundo en el que podemos ir librándonos de las barreras de comunicación, renegar de ellas, decir que son «una involución» del lenguaje… Bueno.
En mi no tan humilde opinión, el lenguaje lleva «involucionando» miles de años, la única diferencia es que antes se tardaba muchísimo más en notar los cambios y ahora, estos son constantes. Estamos viviendo un cursillo acelerado de evolución lingüística. Y por lo menos a mí me parece increíblemente emocionante.