Fructidor, Vendimiario, Brumario, Frimario, Nivoso, Pluvioso, Ventoso, Germinal, Floreal, Pradial, Termidor y Passidor. Atrás quedaba el calendario gregoriano que había fijado la Iglesia católica en 1582 para dar paso a uno nuevo, revolucionario, que se basaba en los periodos climáticos, símbolo del importante cambio de régimen que estaba viviendo Francia en aquel año de 1792.
Se acababa de instaurar un nuevo sistema de Gobierno que dejaba atrás a la vieja Monarquía; sus súbditos eran ahora «ciudadanos» y en ellos residía la soberanía nacional.
Comenzaba el Año I de una larga etapa, amiga de guillotinas, revueltas, levantamientos y conflictos externos. Años en los que el Gobierno del Terror devoró los ideales filosóficos de una Ilustración que poco antes había llamado al pueblo a tomar la Bastilla en nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Años en que la enorme pero pequeña figura de un prestigioso capitán de artillería del ejército francés brillaba, Napoleón Bonaparte, victorioso en el sitio de Toulon y ya como general en la conquista de Italia, primero, y luego de Egipto.
Precisamente en Egipto se encontraba cuando, ante una nueva crisis política en Francia, decidió regresar y colaborar en un golpe de Estado del que formaban parte, entre otros, el abate Sieyès, el vizconde de Barrás y Roger Ducos. El 18 de Brumario del Año VIII, equivalente al 9 de noviembre de 1799, los mismos ideales de igualdad y libertad que había defendido en tiempos revolucionarios en las calles de París quedaron enterrados bajo el pie de un nuevo Gobierno encabezado por el propio Bonaparte, primero como Cónsul y luego como Emperador.
Aquella Revolución marcó los ideales políticos de buena parte de Europa en los años siguientes, del mismo modo que Napoleón marcaría un antes y un después en la Historia del Mundo. El propio Bonaparte, a pesar de su ambición desmedida, a pesar de haber traicionado los ideales primigenios por los que se inició el cambio en Francia, fue amado y respetado en vida en su país, y aún hoy, más de doscientos años después se le sigue venerando en el mismo corazón de París.
En ruta con el Emperador
En torno a su figura se han levantado monumentos conmemorativos, se han erigido esculturas que lo homenajean, y se han creado rutas que han marcado lugares en los que ocurrieron hechos que ayudaron a alimentar su historia.
La más conocida, la denominada Route Napoleon es la que marca el camino que siguió desde su regreso del exilio en la Isla de Elba y que abrió el periodo conocido como «gobierno de los cien días», ruta que además está señalizada en sus puntos más importantes por el águila imperial francesa que él hizo célebre. Incluso en otro país, en la vecina Bélgica, se ha creado una que muestra el camino que siguió Bonaparte desde que entrara en Bélgica por la región de Valonia a través del pequeño pueblo fronterizo francés de Hestrud.
Cualquier periodo de su vida pudiera ser válido para establecer un trayecto que siguiera los pasos del pequeño gran general. A fin de cuentas su vida ya fue importante desde que saliera de su Córcega natal con apenas 10 años de edad.
Nace un gran genio militar
Napoleone de Buonaparte nació en una Córcega derrotada y humillada por los propios franceses, que la consideraban un anexo de Italia. Ajaccio era su patria chica, allí donde había nacido un 15 de agosto del año 1769 y de donde había salido, solo diez años después, camino de la Escuela Real Militar de Brienne, predestinado ya a las armas y la estrategia.
Es Ajaccio una ciudad de aires genoveses, marítima y marina ella, pues no en vano, Córcega, solo un año antes del nacimiento de Napoleón, pertenecía a la República de Génova a la que Francia había dado su buen dinero para comprarla. Puede que sea uno de los lugares más bellos de la isla, con su golfo abierto al mar, sus montañas siempre vigilantes a sus espaldas y su casco histórico en el que los mercados tradicionales le dan ese aire tan medieval.
No podíamos comenzar en otro lugar mejor que Ajaccio a conocer la historia de Napoleón, marcando una nueva ruta turística. Aquí todo le recuerda: calles en su honor, la Capilla imperial o el Salón napoleónico, pero sobre todo, la visita debe llevarnos al Museo Nacional emplazado en la Casa Buonaparte, antigua propiedad de su padre, donde nació Napoleón. De aquí, de este hogar, partiría en el año 1779 hacia Brienne-le-Chateau para enrolarse en la Academia Militar donde comenzaría a forjar su carácter indómito y su voluntad de hierro.
Brienne-le-Château se encuentra al noroeste de Francia, en la región de Champaña-Árdenas, junto al río Aube. Allí vivió Napoleón durante 5 años, de 1779 a 1784, antes de abandonarlo camino a la Escuela Militar de París después de que el mismo Luis XVI le concediera una beca para seguir su formación en la capital francesa.
Aunque en esta pequeña ciudad su castillo es su principal monumento, la visita debe realizarse a la Academia Militar que lo acogió, hoy también convertida, cómo no, en museo napoleónico. Por supuesto, también el Ayuntamiento de la comuna muestra con orgullo en su entrada una estatua del famoso militar.
Visitar París será la siguiente escala en nuestra ruta por los primeros años de Napoleón. La Escuela Militar parisina donde ingresó en 1784 se encuentra en el distrito VII, frente al Campo de Marte y la Torre Eiffel, y hoy día reúne a diferentes organismos del Estado Mayor de los Ejércitos franceses. Desde aquí nuestro recorrido napoleónico debe llevarnos a tres puntos esenciales de la capital: el Musée de l’Armèe, uno de los mejores museos de historia militar del mundo, a Les Invalides, donde reposan los restos de Napoleón y se le rinde homenaje, y al simbólico lugar donde estuviera la Bastilla, hoy día Plaza de la Bastilla, donde además se emplazó la guillotina que tantas vidas sesgó. Ahí se alza actualmente la columna de Julio que, curiosamente, aunque fue prevista en el año 1792, no se construyó hasta el año 1833 y no para conmemorar la Revolución Francesa ni el asalto de 1789, sino a la Revolución de 1830.
En pocos años, tras la toma de la Bastilla, Napoleón ya había sido ascendido primero a teniente, en Valence, y luego a capitán de artillería, y con esta graduación marcharía hacia su primera gran victoria.
El sitio de Toulon
Con solo 24 años fue destinado al sitio de Toulon, ciudad sitiada ocupada por realistas y federalistas que luchaban por la recién descabezada monarquía francesa. Con la posibilidad del contagio que suponían las nuevas ideas revolucionarias, los grandes imperios monárquicos europeos habían decidido formar una primera coalición contra Francia en la que estaban representados entre otros, Austria, Prusia, Inglaterra y España.
En la toma del puerto de Toulon y de la ciudad sitiada Napoleón contó, según sus propias palabras, «con un ejército indisciplinado, una artillería inexistente y un general incapaz». Su soberbia, pero también su ambición y su capacidad de liderazgo estratégico se hicieron latentes en aquella batalla. Bajo su mando los realistas huyeron mientras en la rada los buques españoles e ingleses explotaban. El 19 de diciembre del año 1793 las tropas revolucionarias entraron en Toulon y la recuperaron para Francia.
Toulon, la fortificada por Vauban; la también sitiada por Victor Amadeo II de Saboya en 1707, la misma que solo cinco años después vería partir al propio Napoleón camino a la conquista de Egipto, dejaría de llamarse así por decreto de la Convención Nacional. Toulon, la de «nombre infame», capaz de traicionar a la patria para abrir sus puertas y entregarse a las monarquías extranjeras. Port-la-Montagne sería su nuevo nombre a partir de entonces, y Napoleón, su libertador, se convertiría en el general más joven de la historia militar.
De esa Toulon con mucho que ver, de nuevo con su viejo nombre, no solo podremos disfrutar de sus muchas plazas, de sus fuentes e iglesias, sino de toda aquella fortificación que un día, siglos atrás levantara Vauban. No podía ser de otro modo que hoy día esta ciudad acoja al mayor puerto militar del país. Su importante rada está dividida en dos, separadas por un dique construido en el siglo XIX por presos, en donde se alza tanto el arsenal militar, como el propio puerto comercial, como la más popular base submarinista francesa que un día sirviera de centro de formación al famoso Jacques Cousteau. También aquí, en esta costa, el siglo pasado se alzaba un balneario por el que pasaron famosos como George Sand o Frederic Chopin.
Es una ciudad con mucha vida militar, pero también turística y cultural, repleta de museos y vida.
Esta Toulon histórica y cultural le dio renombre al futuro emperador. Aquella victoria lo convertirían en el gran héroe de Francia que luego se refrendó en Italia y Egipto, que le sirvió para convertirlo en Cónsul tras el golpe de Estado del 9 de noviembre, más tarde en Emperador y en dominador de buena parte de Europa y África.
Solo por delante le quedaría por vivir su particular Waterloo. Pero esa es ya otra historia y otra ruta.