“Me llamo Amarna Miller, soy actriz porno, y nací en un país hipócrita donde la misma gente que me llama puta, se pajea con mis videos”
Así comenzaba la excelente vídeo-presentación del Salón Erótico de Barcelona. Excelente, eso sí, en nombre del Dios del Marketing y la Comunicación. La misma excelencia del torero que en el vídeo acaricia a un bebe con sus manos llenas de sangre mientras critica la hipocresía de “Un país que ama la vida pero permite que se maten animales en nombre del Arte” y que podría haber continuado, “Un país que ama la vida, pero permite el aborto, en nombre de la Libertad”.
Sin duda, como documento audiovisual, no deja indiferente. Su visual es selecta, pero su discurso básico hasta el extremo.
El choque entre valores, entre nuestros propios valores, entre los nuestros y los de los demás, lo que para cada uno significan las mismas palabras, debería ser un espacio para el crecimiento, no una táctica para el insulto, la parcialidad indiscutible y la degradación de puntos de vista distintos a los nuestros. Eso, señores publicistas, comunicadores, se llama manipulación. Y para eso fueron ustedes contratados. Por lo tanto, bien hecho, gran vídeo. Bastaría saber, eso sí, quién ha financiado su campaña y a quien reporta su impacto económico.
Seamos amplios en los reconocimientos. Excelente vídeo, también, en nombre del impacto, de la generación de recuerdo como reconocimiento de la marca que lo apoya, el Salón Erótico de esta Barcelona aperturista y tolerante. Por lo demás, un vídeo que se define a sí mismo como un ejemplo de hipocresía flagrante, esa misma que su guión critica, esto es, la hipocresía del buenismo, la de la autoridad moral de los que se sienten socialmente distintos e inventores de la libertad; Oponerse a los convencionalismos puede ser signo de grandes cualidades, entre ellas valentía y pensamiento crítico, pero no necesariamente garantía de certeza ni de razón incuestionable.
Me hubiera gustado un final diferente: la imagen de Amarna Miller en primer plano, llevándose el dedo hacia los labios ordenando silencio y chupándoselo, jugosamente, después. Esa es la base de lo sumergido, la de que todos callamos porque al final todos tenemos algo que callar. Pero todos. Amarna Miller también.
Y siguen las imágenes: maldita hipócrita la Iglesia como institución, los partidos políticos corruptos, pero sólo los corruptos, porque en este mundo de distintos algunos estamos a salvo del error, de la tentación y de la inconsciencia. Un mundo en el que, sin duda, quien se halla libre de pecado debería tirar la primera piedra y dar y matar, para atesorar al menos una acción reprochable que le ayudase a bajar del sacro pódium del ejemplo.
En fin. La hipocresía es la incapacidad del ser humano de abrazar su propia mierda y todo aquello que considera miserable. La hipocresía es la narrativa de un sistema de creencias que nos mantiene a salvo de mirar de frente nuestras pérdidas de control; adornamos nuestras defensas con argumentos más ofensivos cuanto mayor es la vergüenza que sentimos: las escapadas con las putas, las sumisiones a los golpes, la amargura de aceptar la llegada de un hijo a total destiempo, los fracasos, la violencia contra quienes queremos, el tráfico de influencias y los folios que robamos en la oficina, cuando nadie nos ve – “Que ya pago yo muchos impuestos”-.
Si hay algo que nos debería distinguir es nuestra capacidad empática, la de entender precisamente que no somos tan distintos y que en el largo plazo casi todo, humanamente, tiene una explicación. Que estamos sólo en distintos momentos de nuestro propio crecimiento, algo que implica dejar construir torres indestructibles y crear espacios de puertas y ventanas por donde dejar pasar la duda para inventarse y reinventarse continuamente, y pensar.
En Vida y Destino, Vasili Grossman, escribía: “Adams, querido, fiel Adams: las almas más puras están siempre e inevitablemente abocadas a la duda. El mundo está dominado por hombres de pocas luces convencidos firmemente de su razón. Las naturalezas superiores no dirigen los Estados, no toman grandes decisiones”.
Muchas gracias, Amarna Miller, por tu sesuda reflexión. Como dices al final del vídeo, sigue iluminándonos, sin rendirte. Ciertamente me hubiera gustado más mi final, tan sensual como tú, chupándote el dedo, lentamente, mandándonos callar.
Sin embargo, eso hubiese sido más propio de un vídeo que realmente hablase de erotismo.