La catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, Julia Barroso Villar, analiza el panorama creativo del último siglo en Egipto, Túnez, Argelia y Marruecos.

Tan cercano como desconocido, tan exótico como avanzado, tan internacional y tan invisible, el arte contemporáneo del norte de África, al igual que sus creadores, se mueve entre diversos mundos, no siempre paralelos. Egipto, Túnez, Argelia y Marruecos ofrecen una riqueza artística que la mayoría de las veces se ve ensombrecida por la visión distorsionada y polifémica que brota de la ignorancia y el miedo occidentales, tantas veces alimentados por los medios de comunicación.

A estas y otras barreras se ha enfrentado Julia Barroso, catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo (España), esgrimiendo ese arma cuya ausencia haría desaparecer el desastrado pero bello mundo que nos ha tocado vivir: la pasión desinteresada. Gracias a ésta ha sacado adelante, tras años de investigación y de autofinanciación, la obra “Arte contemporáneo en el norte de África: Egipto, Túnez, Argelia y Marruecos”. El libro nace de una suma de libertades. Detrás de tan arduo trabajo no existen ataduras laborales ni editoriales ni, por supuesto, creativas. La jubilación anticipada permitió a Barroso viajar con más asiduidad y documentarse sobre uno de los temas que más le apasiona, el mundo de Oriente Próximo y sus diversas manifestaciones artísticas. En un determinado momento descubrió que no le motivaba hablar del pasado así que se embarcó en una búsqueda tras la huella del arte actual, tan cambiante, tan indefinido, tan escurridizo como las pisadas que las gaviotas dejan en la arena de las playas argelinas, las mismas donde Albert Camus aprendió que si el mundo fuese claro el arte no existiría. La autora, que habla con humor de la labor detectivesca que ha llevado a cabo en estos países, en ocasiones oscuros y laberínticos, y que destaca la ayuda fundamental de su marido, el yemení Abdullah Nasser Bagnaf, se considera “paradójicamente contracultural” y no tiene pelos en la lengua a la hora de criticar la escasa sensibilidad de las administraciones.

¿Dónde está el germen de este libro?

En la necesidad interna que a uno le surge, no hay una razón que me obligara. Yo en un momento dado de mi profesión como profesora, cuando se nos insistía mucho en la universidad en la faceta investigadora, pensé que investigar qué, porque ya había montones de cosas a las que se estaba dedicando mucha gente. Quizá no me motivaba lo suficiente hablar del pasado, éste me interesa mucho, pero más desde el punto de vista arqueológico, de las visitas, los museos, pero siempre he querido llegar al tiempo actual. Y al tiempo actual en España dediqué unos pinitos cuando hice mi tesis doctoral, hablando de los diferentes grupos artísticos, el tema quedó ahí pendiente y ya otras personas lo desarrollaron sistemáticamente. Yo, por el contrario me dediqué, cuando podía, a viajar y entre los viajes surgió un interés muy alto por lo que es Oriente, lo que generalmente llamamos árabe aunque no sea exacto, ya que es muy diverso, y ahí fui descubriendo, en el escaso margen que te dejan las visitas de corte cultural y arqueologista, que había un hueco importante para el arte contemporáneo, pero que estaba sujeto a un método bastante indisciplinado, valga la contradicción; podías encontrar cosas dispersas en El Cairo y otros lugares y después del deslumbramiento que supuso conocer el Museo de arte moderno de la capital egipcia, no porque me pareciera perfecto museísticamente hablando, sino porque era como una joya encontrada de la que ignoraba todo, empecé a hacerme la pregunta qué más habrá. Y de ese qué más habrá me quedó una cosa pendiente que, hará cosa de siete años, empecé a desarrollar. En viajes que hicimos, y ya en esto me empezó a ayudar mi marido, sobre todo a la hora de acceder a ciertos sitios, tratamos de cubrir lo que era el norte de África, países que eran accesibles en principio; todo esto fue antes de la Revolución de la Primavera Árabe, claro, porque si no, seguramente no habríamos ido. Y bueno, así empezamos a recorrer ámbitos de Egipto, Túnez, Marruecos y Argelia. En el caso de este último Estado, limitamos la búsqueda a Argel aunque hay más ciudades interesantes y más espacios, lo que pasa es que es un país altamente desaconsejado para sumergirse a lo loco, pero la capital es muy recomendable artísticamente.

¿Cómo se da el primer paso hacia lo desconocido?

Planteándome la pregunta de qué deseo investigar, qué me parece que tiene sentido y con la intención de prescindir de ministerios, de evaluaciones y de otras cuestiones, además siendo consciente de que nadie me va a dar un duro por hacer un grupo de investigación sobre esto, de hecho estoy coordinada con uno de la Universidad de Sevilla que pidió un apoyo ministerial, les gustó mi enfoque y diferentes personas se pusieron a trabajar sobre cine, literatura…. en estos ámbitos. Resulta que una pregunta que hizo el Ministerio fue: “bueno, ¿qué interés tienen esos países?”. Lo cual te revela la calidad de los cenutrios que pueden estar por allí.

A pesar de la escasa ayuda lo tenías claro…

Me apeteció, era un tema interesante y apenas tocado en España. Hay arabistas que se dedicaron al Islam en nuestro país, al arte islámico –que no es lo mismo-, histórico y parecía que el arte actual no existía, partiendo de la prohibición figurativa canónica se pensó que no había ni imagen ni arte, pero sí lo hay y de ahí nace esta obra. Tuve que investigar qué teóricos hablaban de estas cosas para poderlas juzgar, como la estudiosa egipcia, además de artista, Liliane Karnouk, cuyo libro fue la primera referencia que me sirvió.

Siempre habla de su marido, nacido en Yemen, como una ayuda indispensable. No debe ser fácil para una mujer sola investigar en ciertas zonas...

Cuando conocí a Abdullah yo ya tenía enfocado el tema, pero él me sirvió como un apoyo importantísimo, tanto porque creyó en mí como por la parte logística, sobre todo la referida al idioma o a las costumbres de la gente, ya que no es fácil para una mujer, y extranjera, moverse sola por ciertos ámbitos. Con un grupo de investigación habría sido diferente, pero ¿qué licenciado iba a ir allí a investigar?, ¿quién se lo paga?, ¿les dejan sus padres ir? ¿Y si se los comen? Y si son chicas sobre todo, la gente piensa que las van a secuestrar y a violar. Estamos en esa idea porque estos países, no vamos a negarlo, tienen problemas, pero aquí también los tenemos, hay ciertos barrios en ciudades españolas, y sobre todo a ciertas horas, donde no debes entrar sola.

¿Tenemos una visión distorsionada?

La ignorancia es tan fuerte en áreas occidentales, nos creemos tan cultos y preparados, es tan brutal el desconocimiento, empezando por el Ministerio, que te dice que qué interés va a tener estudiar esos países, pensando que sólo tendrán tonterías. La visión ofrecida por los medios hace daño, pero no son toda la causa, simplemente la bola de nieve se hace mayor y al final se genera una imagen deformada. Pero no hay que olvidar que los medios de difusión nos dan lo que queremos que nos den. Los temas basura, por ejemplo, no existirían sin audiencia.

El arte que estudias en el libro parece llevar el colonialismo en sus genes.

Estos países acceden a la pintura a través de Occidente, a través del colonialismo del siglo XIX y primera mitad del XX, y es Occidente quien les hace despertar a otro tipo de visión del mundo, sobre todo los autores de las vanguardias llamados orientalistas, como Matisse, Dufy, un poco Picasso, Braque… expresionistas, cubistas y demás, quienes discutían entre ellos quién era el original descubridor de la máscara africana. En estas áreas del norte de África no existía una enseñanza para ellos, sus artes no tenían este uso, eran aplicadas y discurrían a través de la tradición del arte islámico, superpuesto y fusionado con las artes populares. También hay una tradición bereber muy importante y muy multicultural a escala microcósmica. Todos estos países tienen una riqueza interna de pueblos y una división tremenda, lo que se puede comprobar en el caso del idioma. El gran sustrato de población es bereber, gente que se movía de un lado a otro y que luego fueron islamizados. El caso de Egipto es claro, tiene una cultura propia antigua, una tradición faraónica y cultural importantísima que también es un arma de doble filo, porque ahora la gente va allí a mirar sólo eso y a hacer un crucerito en el Nilo, pero lo que se hace en la era actual no interesó hasta la Primavera Árabe.

¿Es un lastre para los artistas de esos países la mirada exótica que cae sobre ellos?

El halo del exotismo está ahí, por un lado viene de afuera, pero por otro también se cultiva dentro. Por ejemplo, en Argel, el artista Bara, se dedica al neoorientalismo, es autodidacta, emplea un gran colorido y en sus obras las mujeres tuaregs son muchas veces protagonistas… Para ellos es una reivindicación identitaria pintar este tipo de asuntos, teñidos con unos tintes postexpresionistas dulcificados, pero sin renunciar a ello. En este aspecto mucha gente sigue sin ver la relación con la abstracción a la europea ni tampoco con la figuración europea (quitando Egipto, los demás tiran hacia la abstracción), pero no quise entrar en cuestiones estilísticas, porque el libro sería enorme y la reproducción de imágenes, dados los problemas de los derechos de autor, me iba a desbordar, así que me quedé con lo que era posible, pero en un estudio estilístico a fondo sí se podrían ver las diferencias y el exotismo apropiado modernamente, aunque ésta es una corriente minoritaria. Las principales son la corriente de la grafía en autores tan potentes como Koraichi y luego están los artistas que apoyan su creación en los nuevos medios digitales, un gran descubrimiento.

Supongo que en estos países, mucho más empobrecidos que los de la zona europea o norteamericana, entre otras, es más complicado el acceso a la financiación. ¿Sin dinero no hay promoción?

Esta gente tiene una losa encima. Me hacía gracia que el discurso de los artistas que he estudiado se pareciera tanto al que escuché aquí toda la vida, a los españoles, cuando en los años 70 leía sus manifiestos y proclamas para la elaboración de mi tesis: protestaban por la falta de ambiente cultural. Y ese fenómeno lo vi también en Asturias, terreno que conozco bien, y las quejas que escuché aquí las escuché en Tarragona, Málaga… y eso mismo ocurre en el mundo norteafricano, en los cuatro países que estudio. No hay promoción, sin promoción no te conoce nadie y no puedes vivir de tu obra, lo cual repercute en que sea más escasa, al final pienso que la mayoría de artistas lo hace porque les gusta.

Con el estado actual del arte, ¿podrían darse un Jeff Koons o un Damien Hirst en estos países?

Es posible, está en camino de hacerse, hay cada vez más ferias y eventos en la zona. Se está moviendo gente de todas partes, son citas internacionales por los que pasan muchas personas, así que sería posible con alguna infraestructura más estable y con algún dinero que los pueda proyectar, además de otros detalles que podrían parecer insignificantes, como que en ocasiones estas personas tienen problemas con sus pasaportes cuando son invitados a exponer en otros países. Eso lo sabe bien gente del África, ya que no lo tenía nada fácil para moverse fuera de sus territorios. Pero ahora, una vez que están dentro del circuito no suele haber problema, por ejemplo los casos del egipcio Sadi el-Noshokati, que va a Alemania continuamente o a otros lugares, o Wadi Mehiri y su mujer Houda Ghorbel, que van a Francia o a Alemania continuamente, porque muchos de ellos estudiaron fuera y una vez que establecen lazos todo es más fácil, pero al resto les ponen trabas, porque, claro, piensan “y si vienen a por nuestros niños”.

Los continuos viajes son parte fundamental de las biografías de estos artistas?

La última generación de artistas y unos pocos de la anterior ya viven a caballo entre varios países. Desde la última guerra de emancipación (Argel 1956) e incluso desde las anteriores, los artistas ya han estado moviéndose entre dos mundos y muchos ya son segunda generación o tercera, como en el caso de Djamel Tatah, hijo de argelinos, pero ya nacido en Francia.

¿El arte de esta zona es reivindicativo por naturaleza?

Hay mucha variedad, hay una reivindicación a nivel identitario, un fenómeno que yo comparo con lo que pasaba en la zona europea y joven americana al terminar el s XIX: todos pintábamos el paisaje que teníamos al lado y la indumentaria tradicional. En estos países que yo estudio están en un constante reto entre la tradición, su forma de ser y cómo encajar el mundo occidental, que además les gusta y les apetece. Lo ves en la indumentaria, la gente joven viste al modo occidental, apenas ves chicos vestidos con túnica y en el caso de las mujeres están más tapadas las que van por España que las occidentalizadas de allí. Hay de todo, pero muchas viven más libres de lo que aquí muchas mujeres; hay una pluralidad, ya que se mueven en tiempos históricos distintos, pero que se dan a la vez, es como estar en el ojo del huracán. La identidad les importa, pero también introducirse en parámetros internacionales y la gente joven y solvente se opone a aparecer en bienales y otros eventos dentro de un pabellón nacional; si vas como artista invitado, muy bien, pero les gusta más ir con una galería o por un evento temático que por el hecho de que sea por países, no les gusta oír que uno es artista argelino o tunecino, sino artista de donde sea, algo que pasa en otros sitios, mismamente en Asturias, caso que conozco bien: el grupo de arte en Asturias no se llamó arte asturiano no por casualidad, los artistas no querían identificarse únicamente con Asturias, aunque fuera su raíz y entorno, querían ser internacionales, abiertos al mundo de hoy. En general se considera que ir con la etiqueta te convierte en más exótico y a la vez te margina porque exótico equivale a primitivo, que es lo mismo que subdesarrollado, por lo tanto peor pagado, más manipulado y al final, esta rueda deriva en un objeto de consumo más barato.

¿Qué respaldo tiene el artista?

Los artistas son como el pez, tienen que tener agua donde moverse y si se carece del ambiente, sólo hay voluntarismo, con el que puedes hacer cositas, pero no mucho más. Todos sabemos que el mundo se mueve con cosas más amplias y siniestras aunque no nos guste. Lo primero para superar los estadios primitivos en el arte sería una educación artística abierta, no necesariamente universitaria. Lo que la gente tiene que aprender son las técnicas, las antiguas y sobre todo las de su tiempo y eso siempre le ha pasado a la humanidad: aprender lo que es propio de su momento, no se puede volver la vista atrás y decir qué buenos eran en el s XV, porque entonces sólo los adelantados valoraban a Botticelli.

Por razones de espacio, sobre todo, no te centras tanto en las cuestiones estilísticas como en las infraestructuras de cada país, fundamentales para la proyección de los artistas. ¿Qué papel juegan los galeristas?

El galerista es un poco un héroe, son gente con voluntad de emplear su esfuerzo y dinero en algo que no es rentable, salvo excepciones; está claro que a menos dinero, más heroísmo. Por otro lado hay una compensación inmaterial en la que tendemos a no creer pero que está ahí y es que a muchos galeristas les gusta el mundo del arte y es su manera de estar en contacto con el mundo de la cultura que añoran, además de que la actividad conlleva un estatus social, no es lo mismo vender cualquier producto que vender cuadros, esto te pone en otro tipo de circulación y también te confiere glamour. Sin embargo ningún galerista es tan torpe que resista los embates de ese tipo de comercio, sujeto a muchos cánones, presiones e inseguridad y a unos impuestos, en el caso de España tremendos, por vanidad, tiene que tener otro tipo de atracción. La mayoría de casos que yo conocí son instituciones estatales, ya que para acceder a la mayoría de las privadas necesitaba mucho tiempo y dinero.

En los círculos artísticos actuales suenan con mucha más fuerza los nombres de mujeres, hasta el punto de que parecen haber dado la vuelta al tradicional patriarcado del arte. ¿Cómo ha sido esta evolución? ¿El futuro es de ellas?

Fátima Mernisi fue una de las que empezó abordando este tema, le dedicó mucha atención a las mujeres artesanas y al paso a la elaboración artística. La artista argelina Baya es un caso paradigmático, así como Chaïbia Talal, de origen marroquí; ambas son unas precursoras. La primera estuvo con el grupo de los surrealistas, donde fue muy valorada. Ambas eran analfabetas, del ámbito campesino o del servicio doméstico, que siempre se vieron oscurecidas por sus maridos y que empiezan a pintar ya de mayores y sin embargo han hecho una obra apreciada en todas partes. Pero claro, son excepcionales, hay varias, pero no conocidas. En la franja intermedia hay muy pocas mujeres, en la abstracción marroquí, en la figuración egipcia o tunecina, pero a partir de los años 80 empiezan a tener presencia y son las que ahora descuellan en los nuevos medios de producción artística. No hay más que mirar el índice de ejemplos de la generación de medios digitales que detallo en el libro: Meriem Bouderbala, Ghada Amer, Zineb Sedira, Houda Gorbel, Yto Barrada, Kosentini… La mayoría nacidas o que han estudiado ya fuera de sus países de origen y que viven entre diversos ámbitos. Muchas viven entre tres países, yo de mayor quiero ser como esta gente… (risas)

El de las mujeres es un tema jugoso, seguro que ya te ronda la cabeza…

Sí, de aquí a un par de años me gustaría centrarme en el mundo femenino, de hecho ya tengo algunas propuestas editoriales.

¿Qué se queda fuera del libro?

Hay tanto que investigar… Un arte que me gustaría estudiar con más profundidad es el nacido a partir de las revoluciones de la Primavera Árabe, pero cuestiones de tiempo y sobre todo de espacio no me lo han permitido: la importancia que adquieren los grafiti, la riqueza del mundo del cómic y de las viñetas en general… Pero, claro, de introducirme a fondo en esos campos nunca habría visto terminada esta obra.

Julia Barroso sabe muy bien lo que dice, es consciente de que tuvo que poner freno a su vehemencia investigadora porque nunca vería el fin del libro; lo mismo pasa con esta entrevista: podría seguir hablando durante horas, pero llegados a un punto decidimos parar, su marido Abdullah ya la espera para ir a adquirir los billetes de su próximo viaje. La fuerza divulgativa de esta mujer nos deja exhaustos y apenas llegamos a comprender su pasión cuando descubrimos su frase de cabecera, nacida de la pluma del lingüista árabe Naím Boutanos: “El hombre es enemigo de lo que ignora: enseña una lengua y evitarás una guerra. Expande una cultura y acercarás un pueblo a otro”.

L' obra que se puede descargar de forma totalmente gratuita en la dirección: http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=560792

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