El fundador de la firma de moda Pucci, el marqués Emilio Pucci di Barsento (1914-1992), fue un aristócrata carismático y fuera de lo común cuyas raíces se remontan al siglo XIV. Según contaba descendía de Catalina la Grande y de la reconocida familia Medici, mecenas de consagrados pintores como Sandro Botticelli. Su aristócrata familia le proporcionó una vida de lujos, viajes, fiestas y una educación elitista.
Licenciado en Ciencias Sociales y Políticas su vida está repleta de capítulos rocambolescos, algunos dignos de una novela romántica acaecida en plena Segunda Guerra Mundial, como el episodio ocurrido con el matrimonio Ciano, cuya esposa era la hija de Mussolini. Una fascinante y desconocida historia que arrastró al diseñador a ser detenido y torturado por la Gestapo. El marqués di Barsento había ayudado a escapar a Edda Mussolini con los diarios secretos de su marido Ciano, que había sido fusilado por la Gestapo.
Los diarios de Ciano relataban al detalle las actividades del círculo más íntimo de Mussolini desde 1937 hasta 1943, además de testimonios que incriminaban a los principales líderes nazis. Los diarios, como narraba el historiador James H. Walters, eran el equivalente de las cintas de Nixon en la Segunda Guerra Mundial: dinamita política.
Como cuenta el propio diseñador, al intentar huir hacia Suiza desde Verona, fue atrapado por cuatro agentes de la Gestapo, que lo torturaron para que desvelara donde estaba Edda y los diarios, lo golpearon hasta ensangrentar. De repente, uno de los oficiales alemanes le dijo que se limpiara la sangre de la cara. Emilio sacó un pequeño peine del bolsillo de su traje y se lo pasó tranquilamente por el pelo. Cuando terminó, ante la cara de estupor del militar, le preguntó al coronel si estaba bien, recordó Emilio Pucci.
Finalmente, Pucci fue liberado gracias a una agente de la Gestapo conocida como Fräulein Ilse, que era amiga de Edda. Esta acudió en su rescate y liberación, si aceptaba negociar con Edda que no traicionara a los nazis. Una vez en Suiza, Pucci contactó con Edda, y contrariamente a todo lo pactado con los nazis, le propuso vender los diarios al corresponsal del Chicago Daily News, Paul Ghali, por 25.000 dólares. Gracias a esta transacción los diarios fueron puestos a salvo, siendo decisivos en el famoso juicio de Nuremberg.
Este capítulo de su vida lo llevaría finalmente a exiliarse a Suiza y cambiaría completamente su destino. Su gran oportunidad le llegaría en 1947, cuando un fotógrafo de moda italiano se fijó en una mujer que llevaba su innovadora ropa elástica en las pistas de esquí de Zermatt. A partir de entonces su vida giro, convirtiéndose en uno de los mayores genios de la Historia de la moda y que transformaría radicalmente el concepto de glamour, durante los años 50.
Conocido como The prince of prints o el príncipe de los estampados, su trabajo se caracterizó por revolucionar el mundo textil, diseñando estampados psicodélicos, imágenes abstractas, mosaicos y figuras geométricas; imágenes elaboradas más como un artista que como un diseñador de moda y que para la época resultaron novedosas.
Sus motivos gráficos se inspiraron principalmente en Italia y la cultura que le rodeaba. Para ello se valió de mosaicos romanos, pinturas renacentistas e incluso obras de arte de Brunelleschi. Sin embargo, la Historia y estudio del mosaico apasionó tanto al diseñador que no sólo los utilizó en sus estampados, sino que llegó a fotografiar sus colecciones poniendo como telón de fondo los mosaicos de la Villa Romana del Casale.
Villa Casale y las bikini girls
Ubicada a seis kilómetros de la ciudad siciliana de Piazza Armerina, la Villa fue construida entre los años 320 al 350 d. C. y probablemente perteneció a una familia de la aristocracia senatorial romana, ya que la posesión de suntuosas residencias era un fenómeno muy extendido por la alta aristocracia romana de esa época. Declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, cuenta con una superficie de mosaicos que sobrepasa los 3.500 m², con los mejores y más grandes mosaicos conocidos de esa época.
Pucci y la fotógrafa alemana Elsa Haertter fotografiaron aquí una de sus más icónicas colecciones, “La Siciliana”. Los mosaicos elegidos en la Villa pertenecen a la sala conocida como delle Dieci Ragazze o “Sala de las Diez Niñas”, que representan a un grupo de atletas romanas vistiendo el subligacum. Una prenda que se asemeja a un bikini moderno, cuyo nombre en latín significa literalmente “atar debajo”, formado por un taparrabos hecho de cuero y una banda para el pecho a menudo realizada en lino, que los romanos llamaban “estrofio”, prendas que usaban las mujeres que practicaban deportes.
Aunque la colección fue muy colorista y evocaría muchos elementos gráficos de las teselas romanas, las fotografías de las chicas del bikini como son conocidas popularmente, utilizan el traje de color negro. Se trataba de diez mujeres aunque se ve en la escena a nueve jóvenes –una ha sido dañada y casi borrada por el paso del tiempo–, lo interesante de las fotografías, es que muestran a una modelo en bikini jugando entre los mosaicos en lo que parece competir con las atletas romanas. Una composición clásica como se puede comprobar que fue realizada a tamaño natural y todavía conserva una belleza admirable.
Mosaicos figurativos que el diseñador diluyó en estampados abstractos, adaptándose a la expresión del cuerpo que los vestía a través de una singular abstracción. Reflejando nuestra condición humana por la belleza, el valor tanto económico y humano de todo así como de la fuera del pensamiento colectivo a lo largo de la Historia, y que de algún modo nos transmitió soberbiamente Pucci. Pero además, paralelamente al desarrollo de una iconografía vinculada al mundo clásico, Pucci desarrolló cada vez composiciones más complejas influenciado por pintores como Bridget Riley, Barnett Newman, Robert Motherwell o Frank Stella. Llegando incluso a colaborar directamente con artistas italianos vinculados a la abstracción, como las realizadas entre 1952 y 1959 con Alvaro Monnini, aunque hay que recalcar que Pucci siempre preservó su propio criterio, recogido de las influencias más diversas.
Como curiosidad, en la actualidad, sus diseños han sido trasladados a mosaicos de vidrio para la decoración contemporánea, una suerte de feed back a la narración o vuelta al diálogo con la tradición. El mosaico se nos transmite como un universo pixelado a lo largo de la historia clásica, un antecedente de un firmamento virtual que enamoró con su perfección el arte clásico. Revistió a modo de piel o traje los edificios de la antigüedad, porque la piel es tan compleja como todo el mecanismo interior que la recubre para que la maquinaria humana funcione a la perfección. Una máquina tan compleja como la figuración que nace de la abstracción y se convierte en pensamiento. Como el traje bien confeccionado que nos recubre y mediante el que cada individuo esconde una vivencia personal o universal, como las historias de emperadores, de aventuras, amor o de guerras, que muy bien conocía Pucci. Toda una complejidad que fue magistralmente transmitida a los prints de vaporosos tejidos con los que uno de los más grandes príncipes de la alta costura, Pucci, conquistó al mundo.