Los espacios donde son más visibles los estilos, o aún más, la agrupación criteriosa de rasgos que definen un estilo, son el diseño en todas sus manifestaciones (industrial, de indumentaria, de interiores, etc.), la arquitectura y el arte. A través de ellos hemos definido y estudiado periodos históricos y sus rasgos reconocibles en sus obras y personajes. Personajes que forman parte de una sociedad que da una respuesta a los acontecimientos históricos que desencadenan otros acontecimientos y juegan al causa consecuencia, de forma para nada casual.
Algunos personajes fueron tan influyentes que trascendieron su obra e incluso su época provocando reacciones posteriores a sus expresiones. Podemos pensar en Rafael Sanzio, artista del renacimiento de gran renombre, y su posterior y deliberadamente contraria Hermandad prerrafaelita, una agrupación de jóvenes artistas que reivindicaban el regreso a una pintura pura, con la edad media como referencia. Contrarios a la influencia de Sanzio, optaban por temas más desestructurados, no religiosos y con distinto uso del color.
Casos como este son solo un indicio de cómo hay periodos cíclicos en el criterio y contracultura en cada época.
Otros periodos conocidos del arte han sido caracterizados y totalmente definidos por hechos históricos como por ejemplo las guerras mundiales y sus manifestaciones intermediarias, las vanguardias. Cada una con sus diferencias de origen y manifestaciones formales, pero reconocidas como tales por ser expresiones que fueron al frente contra lo que estaba pasando socialmente (proveniente su nombre de la expresión avantgarde, de uso militar para la parte más avanzada del ejército) tomado este término por los jóvenes artistas que pensaban "¿qué sería avanzar respecto a lo que está pasando?, ¿cómo podemos expresarlo?". Rechazados por los académicos de su época, fueron pioneros en el porvenir del arte.
Así, podemos pensar muchos ejemplos de períodos históricos, hechos, personajes e influencias que caracterizan estilos. Pero avanzando en el tiempo, esta forma de pensar la historia, y por sobre todo de agrupar criterios, se complejiza.
La del modernismo, donde sobre todo en arquitectura se intentó universalizar los principios de buen diseño, con una tendencia a la simplicidad y funcionalidad que fue novedosa, pero con el tiempo se fue volviendo repetitiva, provocó que la sociedad contemporánea respondiera haciendo todo lo contrario. Surgiendo así el posmodernismo, donde la filosofía es que no hay nada que universalizar, puesto que cada criterio personal es igual de válido que otro, el individualismo y la personalidad superan las anteriores intenciones de agrupar criterios de buen diseño y arte. El arte como tal, aquí prevalece por su propia expresión y el hecho de acordar o no con el criterio, realmente no importa.
Un claro ejemplo de estos cuestionamientos es incluso anterior a la época que se espera, es la obra Fuente de Marcel Duchamp, un mingitorio de porcelana exhibido en 1917 que en su momento fue rechazada pero hoy tiene 15 réplicas en distintos museo del mundo, mostrando así que cualquier objeto mundano puede considerarse obra de arte si el artista lo saca de su contexto y lo pone en crisis.
Viniendo más a la actualidad podemos mencionar la obra Comediante de Maurizio Cattelan realizada en 2019, que consta de una banana fresca pegada a la pared con cinta adhesiva, recientemente vendida por $5.200.000 USD, y recalcando el fenómeno, el comprador la despego y la comió en ese instante, dando la obra por concluída en una acción.
Sobran los ejemplos y la idea de individualidad, irónica e irreverente reina frente a quienes intentan definir un estilo de la época actual. Ante esta situación y con la información al alcance de nuestros dedos. ¿Es esta una oportunidad para que el criterio de estilo sea más accesible para la sociedad y no se encierre en los académicos estudiosos del arte, el diseño y la historia? Sí quizás lo que define nuestra época no es la universalización de criterios pero si la accesibilidad a ellos, es una opción potenciar la diferencia de estilos en lugar de luchar contra la realidad.
Es importante no olvidar que algunos estilos de otra época como el art nouveau, eran de alto costo por su cantidad de mano de obra y materiales y esto provocaba que acceder a una pieza de un artista o artesano sea solo un sueño de la mayoría de las personas, lo que lo volvió elitista. Entonces, quizás hoy por hoy la hiper masificación de productos, pero sobre todo de información, permita que el criterio de estilo achique la brecha de acceder a algo estilístico sólo por cuestiones económicas.
La dificultad es clara, no está definido un buen criterio. A su vez la competencia del mercado hace que productos de bajo costo y mala calidad estén al alcance de las manos, y desconocer esto, combinado con el bombardeo constante de información y oferta nos hace consumir sin pensar. Lo que sí está claro es que cualquier producto existe porque hay un mercado que lo demande, entonces, hay réplicas, imitaciones, y demás productos porque se consumen.
Si algo ha trascendido épocas es el modelo aspiracional que tenemos y que nos enceguece a comprar productos no originales y sin criterio, en lugar de buscar algo más cercano a nuestra capacidad económica, quizás con iguales prestaciones pero sin el status de marca. El ejemplo más directo disponible al alcance de mi mano es la marca Stanley, originaria de Estados Unidos y dedicada originalmente a la fabricación de todo tipo de envases de alimentos y bebidas para montañismo y outdoor. Fabrican entre ellos, termos de los que nos apropiamos quienes consumimos mate. Ante esto la empresa decide desarrollar una línea de productos exclusiva para mate, pero con un precio que mantiene las condiciones de la marca. La reacción social primero es replicar la marca, pero luego también consumir la réplica sabiendo que no es original por el precio, pero tiene la marca, la aspiración de estatus está cubierta.
Cerrando este apartado cambiare la perspectiva, ahora pensando desde las marcas y las empresas, algo que si define esta época es la dificultad del mercado sabiendo que esto ocurre, las imitaciones no van a dejar de existir y las marcas ya casi no hacen el esfuerzo legal de detener esa producción.
Volviendo entonces a la perspectiva consumidor, sabiendo que las marcas si definen tendencias, que la economía es lo que define el acceso a ellas, pero que se puede acceder al criterio de las mismas por otro coste. ¿Llegará el momento en que el conocimiento de estilos y de posibilidades de combinación de elementos supere las dificultades actuales? Quizás algún día diseñar una casa, o su interior, optar por su equipamiento, materiales y colores, sea como elegir un accesorio de la indumentaria que utilizaremos en el día. Lejos de apartar a los profesionales que pueden asesorarnos en esto, me refiero a que quizás es el momento posible para que el criterio de estilo sea más accesible, y surjan nuevas posibilidades estéticas personalizadas, sin necesidad de ser universalizadas o agrupables.