La influencia resiliente e imparable en el mundo del arte del formato expositivo de la bienal se evidencia en las cerca de 250 bienales que operan globalmente, de acuerdo con el Directorio de la Fundación Bienal, establecida en los Países Bajos en el 2009.1

Lo que sorprende, más que su número, es el ritmo de multiplicación de estas previo a la pandemia. Su número aumentó cinco veces en la década previa al 2020, dando origen al término “bienalización”.

Como ha escrito el crítico Terry Smith, “las bienales se han vuelto estructurales dentro del complejo expositivo de las artes visuales contemporáneas”. 2

No obstante, la bienal no es solo una exhibición de arte que se lleva a cabo cada dos años, sino una ventana panorámica al mundo del arte basada en eventos, con un enfoque temporal que en nuestro sistema capitalista se conceptualiza como la economía de la experiencia.

Más que por el ciclo temporal de dos años, las bienales se caracterizan por su preocupación por representar las relaciones entrelazadas de lo local/global y lo contemporáneo/atemporal.

Esto significa que las bienales se preocupan por la presentación del arte en un momento y ubicación particulares, y por una idea del valor atemporal y no geocultural específico del arte. En consecuencia, esto produce un modelo bajo tensión constante.

Los orígenes de la bienal se encuentran en las Grandes Exposiciones, Ferias Mundiales y Salones Anuales, y en la ostentación requerida por el sistema capitalista de base industrial, la expansión imperialista impulsada por el Estado-Nación y la emergencia del turismo burgués a fines del siglo XIX.

Venecia inauguró la primera bienal de arte en 1895, cuando la ciudad ya no estaba en el apogeo de su poder comercial, por lo que no debe extrañar que el formato perdiera continuidad durante poco más de medio siglo.

El valor de la bienal como herramienta para la diplomacia y para proclamar la producción cultural con visión de futuro encontró el favor mundial después de la Segunda Guerra Mundial.

De hecho, la siguiente ciudad en adoptar el modelo veneciano fue São Paulo en 1951.

Mientras que Venecia abrió la puerta a la posibilidad de un mundo del arte transnacional que hablara tanto al público como a los mecenas, São Paulo fomentó un alejamiento del autodefinido centro de arte de Europa Occidental, permitiendo la futura expansión de bienales, desde La Habana (inaugurada en 1984) hasta Gwangju (primera edición 1995).

Brasil también proporcionó un concepto que quizás resume la tensión en el corazón del modelo bienal: la antropofagia. Desarrollada en la década de 1920 por Tarsila do Amaral y Oswald de Andrade, y luego utilizada como propuesta curatorial de la Bienal de São Paulo en 1998, la antropofagia o canibalismo cultural nombra la angustiosa pregunta que subyace en todas las bienales: ¿quién está consumiendo a quién?

Esta interrogante suele estar enmarcada por el globalismo capitalista y condiciones político-culturales específicas con las que debe lidiar cada bienal con mandato internacionalista.

La Bienal de Whitney en los Estados Unidos en el 2017 y la Bienal de Berlín en el 2012 proveen casos para estudio sobre la oportunidad cultural de sus selecciones. En el primer caso, con el escándalo suscitado por la inclusión de una chocante fotografía de un niño afroamericano asesinado, y en la segunda por tratar de capturar vanamente el movimiento Occupy y terminar siendo acusados los organizadores por los propios representados de tratar de convertirlos en “un zoológico humano”.

Al clamar por demostrar que son oportunos, captar la atención del público y ubicar el arte en contextos geopolíticos específicos, los curadores con demasiada frecuencia se olvidan de preguntar qué vidas, sufrimiento y experiencias están siendo visualizadas y consumidas por quién y para quién.

El contexto latino-caribeño

En el panorama artístico latinoamericano, las bienales representan un evento de modernización e internacionalización que no ignora la tensión entre agendas ideológicas específicas y los objetivos políticos del Estado o medio cultural anfitrión.

Como ya indicamos, la primera apareció en 1951 y fue la Bienal de São Paulo, Brasil. Hoy, esta bienal continúa siendo un evento de referencia importante en el país y en la región para la escena contemporánea y para el campo de la crítica de arte.

A lo largo de la segunda parte del siglo XX América Latina tuvo muchas otras bienales como las de Valparaíso, la del Grabado en Santiago, Chile, Cuenca, Ecuador, Barro de América en Venezuela y Coltejer en Medellín, La Tertulia Gráfica en Cali, Colombia, Santa Cruz, Bolivia, la de la Patagonia Argentina (Ushuaia) y las de la región de la Cuenca del Caribe, destacando la Bienal de Cuba, creada en 1984, que sigue siendo una referencia muy importante para los países latinoamericanos en la escena de la crítica de arte.

En el istmo centroamericano destaca la histórica bienal regional de 1971, en que concurrieron Marta Traba, Fernando de Szyszlo, y José Luis Cuevas, que ha encontrado continuidad en Costa Rica, Honduras y Guatemala. 3

En la actualidad, el fenómeno de las bienales sigue en ebullición: en Chile se prepara la reapertura de la Bienal de Valparaíso; en Brasil, junto a la Bienal de São Paulo, se destacan otras dos que ponen en contacto a países de la región y de otros continentes.

Desde 1998, la Bienal del Mercosur se ha convertido en un punto álgido para el debate sobre el arte en América Latina o “desde la América Latina”, y ejemplo de proyectos curatoriales basados en investigación.

La Bienal de Curitiba cuenta con curadores latinoamericanos y muestra el arte contemporáneo que se destaca en la región junto con la producción internacional.

Para los críticos de arte, las bienales, en el pasado, motivaron el encuentro con sus pares de otras partes del mundo como parte de los jurados. En los artículos son tema de análisis las reflexiones sobre el arte de la actualidad en cada momento, además de ser un escenario para el debate y la actualización de ideas y conceptos.

Por todo lo anterior, resulta crucial el debate abierto de especialistas, críticos, curadores, historiadores y artistas para sopesar no solo la trayectoria de las bienales, sino su dinámica de ajuste continuo a las cambiantes condiciones políticas, económicas y culturales.

Los tres webinarios realizados durante el 2023 por la AICA Regional América Latina y el Caribe, secretaría del organismo internacional basado en París, han permitido abrir la impostergable revisión crítica de las bienales con aproximaciones por parte de críticos e investigadores de las secciones nacionales con una visión del macrotema de las bienales en el subcontinente con relación a su región.

Del conjunto de las nueve propuestas compartidas surgieron las respectivas ponencias que integran el e-book Bienales en la América Latina y el Caribe: Escenarios de confluencia de la modernidad y la posmodernidad editado en español e inglés, disponible en línea, que resulta seminal para visibilizar las conclusiones que se discutieron mediante cada autor incluido.

Cada uno de los nueve ensayos críticos e históricos que conforman este nuevo e-book confirman el crucial aporte de la crítica de arte en la investigación, el análisis y la interpretación del arte y la cultura del subcontinente, así como arroja importante hallazgos y conclusiones que contribuyen a una comprensión integral del proceso de bienalización en el contexto dinámico de la América Latina y el Caribe.

Notas

1 Directorio de Bienales. 2024. Biennial Foundation, Países Bajos.
2 Smith, Terry (2018). “Biennials and the Global Work of Art”, Art Journal, 77:3, 113-116, DOI: 10.1080/00043249.2018.1530014.
3 Flores, Juan Carlos. “Bienales: Tiempo de Revisar y ponderar”. AICA Próxima Nº 5, junio, 2023.