Juan Carlos Reyes Portilla (1962) es un pintor y dibujante costarricense con una extensa carrera en las artes visuales en su país.

La pintura surrealista, donde la imaginación es gobernada por una disciplina férrea, hace al artista crear sus figuras con finos trazos de dibujo y capas de color, entre las que se esconde el deseo de lograr la paz interior y alejar el sufrimiento, por lo que no encontramos angustia en los rostros de sus criaturas imaginarias, a menudo envueltas en amplias vestimentas que flotan con ellas.

Portilla nos concedió una entrevista desde su estudio en Costa Rica, a través de las redes sociales y el correo electrónico. Amablemente, nos revela su concepción del arte y el tiempo cultural, y sus experiencias de niño ávido por comprender y desarrollar una incipiente vocación en 1975, con solo 13 años.

¿Qué inspiró a Portilla a estudiar arte? ¿Cuáles fueron sus inicios?

Tengo la firme convicción de que se nace con esto del Arte, ya sea teatro, danza o el arte de la pintura. Y que si nací pintor y dibujante es porque, desde un principio, ya eso está destinado. En mí juventud algo en mi fuero interior faltaba, estaba incompleto. Era una necesidad de manifestarme de una manera diferente a los demás.

Como todos, comencé con los famosos garabatos, y luego mi naturaleza que busca comprender perfeccionó lo que llevaba dentro y llegué al maravilloso mundo del dibujo en blanco y negro.

En él encontré refugio de un mundo que no entendía, y me aislé para entrar en un silencio que hoy, a mis 62 años, mantengo. Tenía una necesidad de dominar lo que conocería más tarde como técnica. Solo mi madre que se angustiaba lo comprendió, y buscó a un maestro llamado Marco Aurelio Aguilar Mata, quien era un maestro pensionado. Él no quiso darme clases, pero me dio una carta de recomendación que selló mi futuro. Con esa carta del maestro entré en contacto con el grupo La Puebla. ¡Qué entrada más hermosa!

Imagínate un niño con solo una carta, rodeado de todo lo que le gustaba. Así conocí a mí maestro Jorge Valverde, conocido en el medio como Koky Valverde. Yo lo cuento, pues fue como conocer un huracán sin saber lo que es. Eso fue Koky en mi vida: vientos sostenidos de 200 kilómetros por hora.

Aunque no todo fue así, porque conocí en el mismo grupo a Luis Fernando Quirós, quien era la otra cara de la moneda: simplemente paz y angustia.

Luego entré a la Casa del Artista, con pintores como Antonio Arroyo, Marco A. Zeledon Truque y Juan Carlos Muñoz.

Más tarde busqué la soledad y aprender por mí cuenta. En 1980 realicé mí primera muestra en Foto Bloise, un lugar interesante, porque el dueño del lugar, aunque no era tan afín al arte, tenía a su hijo Kico Bloise, a quien sí le gustaba, y que regularmente invitaba a exponer a artistas como Fernando Carballo o Antonio Mejía.

Para terminar, respondo la pregunta de qué me inspiró a estudiar arte.

Pues, fue la gran necesidad de aprender eso que no comprendía, pero que lograba darme paz.

¿Cuáles son los artistas que han marcado su estética además de Benjamín Cañas, de quien, según me ha comentado, es un gran admirador?

La primera vez que observé la obra del pintor y arquitecto salvadoreño, dueño de un lenguaje lleno de sueños y de un colorido renacentista, quedé impactado. Tanto así, que entré a su mundo cargado de erotismo.

Las obras del maestro Fernando Carballo me han impresionado, las que pertenecen al tiempo en que el maestro desarrolló un lenguaje de protesta con una sexualidad peculiar suya.

Sí, eso es lo que el surrealista mágico tiene: esos pintores llegan a lo más profundo del ser. Soy amante del Arte en general. Siento que es increíble cómo un ser humano se expresa a través de la danza y cómo los escritores te sacan las lágrimas. Los pintores de todos las épocas me impresionan. Tiziano fue mi maestro en ensueños .

Aprecio un gran dominio del dibujo, y varias de sus obras están realizadas en esta técnica. ¿Qué representa para usted el dibujo?

Dibujar es liberar, hacer catarsis, cambiar el pensamiento. El reto es imprimir la pintura sobre el blanco de la tela: el blanco te invita a crear. Eres un dios. Tienes todo ese blanco para planificar.

Técnicamente es imposible pensar así, porque las reglas están establecidas. En cambio, si tienes que realizar un retrato te ajustas a las reglas, y ese es un problema para los jóvenes. Hay que respetar las dimensiones, y el precio por aprender es que no hay libertad.

Soy amante de la técnica, es importante conocerla. Luego, si tienes alma de artista, la saltas y comienzas la aventura, aunque solo si dibujas con conocimiento.

El dibujo representa una puerta a lo lúdico, donde el pintor y el artista se unen. Siempre recuerdo las clases de retrato y a mi maestro con ojos de inquisidor, y su comentario cuando en el trazo del ojo asomaba una línea que indicaba la nariz: “¡Ojos, ojos!”

Así adquirí un dominio de la anatomía que utilizo para deformar con conocimiento mis criaturas del blanco.

¿Cómo es el mundo cultural en Costa Rica en la actualidad?

Costa Rica es un país con una gran cantidad de pintores, puedes encontrar variedad en técnica y temática. Tiene un historia que ha sido marcada por la llegada de pintores de Europa, como Tomas Povedano (que pasaba por estas tierras con destino a México y se quedó aquí).

También pintores como Felo García, que viajó a Europa para estudiar arquitectura y años después llegó a Costa Rica con una propuesta en arte abstracto.

Sí, tenemos historias así para formar lo que es la cultura. Es un país con galerías privadas y, al mismo tiempo, las que sostiene el estado.

La literatura es muy relevante, y brillan novelas como Cocori, de Joaquín Gutiérrez Mangel, y escritores como Carlos Luis Fallas "Khalifa" y el novelista Marcos Ramírez.

En danza tenemos las compañías de universidades. En fin, el país mantiene todo un sistema bien compacto.

¿Es su tema principal la sexualidad, como ha expresado en sus catálogos, o la soledad?

No es lo erótico lo me inspira pintar, sino la soledad: la soledad que rodea a mi obra. En su aislamiento me deja una sensación de no dolor que tienen mis figuras: la inmortalidad que envidio.