Hablar de Bartolomé Roca (Orihuela, 1948) es hablar de un artista que hubiera encajado perfectamente en la época del Renacimiento. Pintor, escultor, publicista, realizador de decorados teatrales, profesor...y hasta escritor con un reciente libro -Mi reto apasionado- en el que, ausente de todo pudor, se desnuda sinceramente sobre su trayectoria humana.
Bartolomé, ¿cómo fueron los comienzos?
Después de mis pinturas académicas, estudiando Bellas Artes, vino la búsqueda de mí mismo y la preocupación de hacer una pintura personal que trascendiese en el exigente mundo del arte. En la Escuela de Bellas Artes de Valencia nos ponían la meta de que para ser importante en el arte teníamos que seguir los pasos de Pablo Picasso. Ser un genio suponía romper con todo e inventar algo nuevo que aportase cambios a ese mundillo de galerías y marchantes, que prometían seguridad a los inversores. Un gran error que, con el tiempo, se ha cargado el mundo de la pintura de caballete que hasta entonces les iba bien bien pero se ha demostrado que invertir en arte no siempre es seguro; y lo de genial es cuestión de unos pocos, pero no sirve para la mayoría…no todo pintor es un genio, con lo cual, nos llevó a la desesperación a más de uno, en los que me incluyo yo por supuesto.
¿Primeras exposiciones?
Desarrollé el tema de esos cuadros, algo así como formas de vísceras y órganos, sobresaliendo colores rojos y bermellones en fondos verdes vejigas que sorprendieron al público que lo observaba. Me organizan en Valencia una exposición como pintor revelación, con gran éxito, y a continuación firmo con ellos un contrato en exclusiva, a mis 23 años, cobrando un sueldo a cambio de mi entrega de cuatro pinturas, como mínimo, mensual.
Fui la envidia de mis compañeros de estudios. Este contrato me duró un par de años pues la galería cerró a causa de la quiebra, coincidiendo con mi servicio militar y el cambio de residencia a Madrid, para intentar empezar de nuevo. Alguien importante en el mundo del arte me dijo un día que, a veces, un pintor da el máximo en una de sus épocas y el resto puede llegar a ser una mediocridad. Tal vez fuera ese mi caso, considero que fue lo más importante de mi vida profesional y reconozco que el resto fue mucho menos importante que aquel periodo en Valencia pues sentí tocar el cielo y ser alguien en el difícil mundo del arte con mayúsculas.
¿Cómo fue tu estancia en Madrid?
Dio la casualidad de coincidí con la famosa ‘Movida madrileña’, que fue una gran revolución en todas las facetas del arte. Por dicho motivo, y porque en Madrid hay una gran competencia en el arte, mi vida como pintor se difumino hasta el punto de tener problemas económicos para subsistir y me busque la vida en otros campos del arte como las ilustraciones, diseño gráfico, decorados de escenografías en el teatro...todo para poder pintar. La verdad sea dicha, no conseguí llegar a tiempo de participar en la ‘movida’ a causa de mis problemas económicos. Pasarían años hasta volver a dedicarme por completo a la pintura.
¿Cuál fue la alternativa?
Me metí de lleno en la investigación continua a la desesperada. Yo quería ser el mejor en mi profesión y, desde luego, imité a Picasso. Realicé pinturas inspiradas en el Simbolismo, Surrealismo, Cubismo, Informalismo, Abstracción, Grafismo e incluso hasta el Pop americano. O sea, toqué todos los palos de las Vanguardias. Así hasta la desesperación, de galería en galería exponiendo mi obra por todo el país, algunas veces con éxito en ventas y muchos premios ganados en concursos nacionales, pero siempre insatisfecho. Me costó una eternidad volver a vivir otra vez de la pintura.
Dejé el estilo de Valencia para buscar un nuevo camino, esta vez en el informalismo y la abstracción, y logré expresar así mis sentimientos durante varios años. Siguiendo en mis investigaciones en otros estilos de la pintura, para seguir buscando la mejor forma de expresarme, pasé de la abstracción al Grafismo, muy de moda por entonces, y al sentirme uno más de esa movida decidí buscar otro modo como fue el Cubismo con lo que logre otra vez éxito y me encontraba feliz en ello realizando una gran cantidad de cuadros, dándoles salida y comprados por muchos coleccionistas. Pues aún así no estaba del todo convencido de si ese era mi camino definitivo.
Una dura etapa, sin duda...
Fue una gran batalla entre pintores, que quitaba autenticidad a mis trabajos y encima no conseguía mi objetivo: ser alguien en el mundo del Arte. Tuve que pensármelo dos veces y decidí parar en esa dislocada carrera hacia el éxito y empezar de nuevo, pero esta vez proponiendo una forma de pintar sincera, con sentimiento y sobre todo traté de ser feliz pintando. Y si tenia que trascender, mejor; y si no, darme por satisfecho con lo hecho. Ser honesto era lo importante y apliqué mi virtuosismo, sin esa presión de estar siempre en un intento, que no me llevaba a ninguna meta.
Y llegó el punto de inflexión
Sí, fue entonces una casualidad que desde Italia, a principio de los 80, nos vino un movimiento que abría muchas puertas nuevas como un nuevo Renacimiento de nombre Las Transvanguardias: se trataba de volver a los clásicos de nuevo, como el Renacimiento de Leonardo, Rafael y Miguel Ángel pero esta vez con más campo al haber mucho más clásico en el mundo del arte.
Era cuestión de elegir un estilo clásico y trabajar los temas con ese estilo. Yo, en principio, elegí el paisaje romántico como el del pintor inglés Turner, destacando la luz solar en sus cuadros como nadie ha hecho, de quien se inspiraron los impresionistas para pintar al aire libre. Hice varias exposiciones y gustaron mucho. Lejos de ser un Picasso sí encontré el estilo de pintar donde me encontraba bien para expresar mis ideas. Y después me identifiqué con un nuevo barroco e hice una serie de cuadros, luciendo un rococó en las figuras recargadas de bordados y joyas en una gran galería de retratos de personajes y también pinturas de paisajes arquitectónicos, invento mío.
Y en esa nueva figuración estoy en estos momentos, eso sí, espero que algún día trascienda y, alguien tal vez en una tesis doctoral, se fije en mis pinturas para resaltar y clasificarlo como un estilo propio original, reconociéndose digno de llamarse Arte. Así transcurre mi madurez, convertido en un virtuoso y no en genio, pero creyendo que también puedo trascender con dignidad.
¿Cómo fue tu etapa en Salamanca?
Coincidiendo con mi elección para dar clases de Pintura y Procedimientos Artísticos en la Facultad de Bellas Artes en Salamanca, surgió un nuevo estilo que ya en los 80 había nacido en Italia y que tardó en llegar a España. Era como un nuevo renacimiento, imitando al del siglo quince de Leonardo, Rafael y Miguel Ángel, pero esta vez abarcando mucho más campo. Vi el cielo abierto, pues estaba sumergido en una depresión artística, perdido en no saber que pintar y cansado en la lucha por intentar, a esas alturas de mi vida, ser un genio como Picasso. Tal vez fue conformismo personal al verme liberado de esa pesadilla de que hay que ser novedad en el mundo del arte, cuando el virtuosismo también es válido para expresarse.
¿Qué enseñaste a tus alumnos?
Mis alumnos en Bellas Artes aprendieron de mi forma de ver el arte y, sobre todo del manejo del color. Lo más importante es ver que mi primera mancha en una tela viene a ser algo así como una abstracción de color y sobre ello construyo la composición del cuadro. De una mancha saco a veces las ideas de lo que voy a pintar sin bocetos y pintura directa, sin veladuras, que aprendí de Sorolla, maestro en este estilo de trabajar un cuadro, otro virtuoso más que creador y como virtuoso mirad donde llegó y su honestidad es lo que lo ha hecho grande.
¿Tu pintor favorito?
En un principio me centré en volver a estudiar el Romaticismo y mi mente era una olla exprés cargada de ideas a punto de explotar. Así unos años, no copiando, sino creando paisajes en ese estilo y como favorito Turner, pintor británico maestro de la luz, al que conocí en un viaje a Londres en la Tate Gallery y marcó una huella en mí, hasta el punto de que lo considero uno de los mejores pintores de la historia. Como serian sus atardeceres y puesta de sol que al morir su última frase fue “Dios es el sol”.
Pero cambiaste al barroco
Un día cambié al barroco que, para mi, es la esencia de la historia del arte. Me entusiasmé pintando galerías de retratos de imaginación y sobre todo pinturas de arquitecturas, que también mezclé con Cubismo con una cierta fusión interesante que también llevé a mis retablos de iglesias y a mis pinturas de caballete. De siempre mi paleta fue de vivos colores que dan fuerza a mis pinturas, a veces un poco fovista, y que todos dicen es mi mejor virtud de como manejo el color y el dibujo con color. Siempre sin modelos porque mis personajes son de imaginación. Como ejemplo de esta forma de pintar, ahí están mis exposiciones de Finlandia y la pintura actual. No llegué a genio pero si un gran virtuoso de la pintura de caballete. A mi madurez pienso que fue digna mi elección y espero que algún día trascienda y se reconozca mi obra.
¿Desparece el caballete?
La pintura de caballete desaparece por culpa del minimalismo y diseño por ordenador. Al final de mi vida no veo mucho futuro a los virtuosos, pues ellos viven de la pintura decorativa y de encargo. La inversión en el arte que prometieron las galerías, en su época dorada, se hundió de lleno, basta ir a las subastas y donde decían “compra eso, que es una artista que promete” y luego se vendieron por miles de dólares, ahora hasta salen a quinientos y las apuestas no son gran cosa. Eso si…donde haya un carboncillo y un papel en manos de un ser humano seguirá una forma de expresión. Y los que fueron grandes seguirán en los museos.
Nacido en Orihuela en 1948, Bartolomé Roca estudió Bellas Artes en Valencia y fue becario de la Diputaciones de Valencia y Alicante. Está en posesión de varios premios de pintura (Bienal de Alcoy, Premio Hispanoamericano de Huelva, Salón de Otoño de Sagunto, Quijote de Oro de Alcalá de Henares).
Ejerce de catedrático durante 15 años en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca.
Realiza diseños gráficos en Discos Zafiro e ilustraciones de libros de texto, así como la publicidad del Teatro de Bellas Artes de Madrid y el diseño del mítico periódico Madrid Diario de la Noche.
Ha confeccionado escenografías para el Centro Dramático Nacional de Madrid, Compañía de José Luis Gómez y la de Francisco Nieva.
Dirige talleres de escenografías para C.N.I.N.A.T. Madrid. En su haber tiene exposiciones de pintura por toda España, en Francia y Finlandia.
Su obra puede contemplarse en numerosas pinacotecas y Museos de España y Finlandia.
Ha realizado numerosos retablos para iglesias y restauraciones de imaginería religiosa y también escenas en miniatura y montajes, tanto conceptuales como teatrales, sobre La Pasión de Cristo que ha expuesto expone en varias ciudades.
En 2022 expone sobre la cultura hispanoárabe “Miradas del Sur” en el Museo Arqueológico de Callosa de Segura (Alicante). Actualmente su obra ocupa una sala permanente en el Museo de Semana Santa callosino.
En enero 2023 edita su primera novela biográfica Mi reto apasionado y en noviembre de este mismo año es nombrado Hermano Mayor de Honor por la Junta Mayor de Semana Santa de Callosa de Segura.