Tu trabajo más importante está siempre por delante de ti, nunca detrás de ti.

(S. Covey)

Un buen líder lleva a las personas a donde quieren ir. Un gran líder las lleva a donde no necesariamente quieren ir, pero deben estar.

(Rosalynn Carter, ex Primera Dama de Estados Unidos)

Macarino

Una tarde cualquiera, en la cocina de la casa de tía Jovita, Macarino se sentó frente a ella, que removía con parsimonia una olla de sopa. Jovita, con su delantal lleno de manchas de tomate y una sabiduría que solo los casi cien años de vida pueden otorgar, miró a su sobrino con curiosidad.

—Así que ahora eres el mandamás, ¿eh, muchacho? —dijo Jovita con una ceja levantada.
—Directivo, tía, directivo. Pero sí, algo así. Y justo he venido porque quiero explicarte cómo uno debe comportarse para ser un gran director. Podría ser útil si alguna vez decides liderar algo más que esta cocina.

Jovita soltó una risita sarcástica.

—Muy gracioso. Anda, ilumíname con tu sabiduría de oficinista con traje caro.

Macarino sonrió. Sabía que no iba a ser sencillo.

—Mira, tía, lo primero es entender que un buen director no manda porque sí, sino que lidera con autoridad, no con poder. La diferencia es que la autoridad se gana, mientras que el poder simplemente se impone.

Jovita asintió despacio, mientras probaba la sopa.

—Entonces, muchacho, ¿qué tengo que hacer? ¿Dar sermones como un cura o soltar dinero como un político en campaña?

—Nada de eso, tía. Para ganarte a la gente, tienes que escucharlos, entender sus necesidades, y demostrar que te importa su bienestar. La clave está en ser empático, pero firme. Un líder inspira confianza y respeto, no miedo.

—Empática, pero firme... ¡Como cuando le quité a tu primo el paquete de galletas porque no dejaba de comer!

Macarino soltó una carcajada.

—Exacto, tía. Pero también hay que tener valores claros. Un buen Director debe ser honesto, transparente y humilde. Admitir errores es vital. Nadie confía en alguien que siempre finge tener la razón.

Jovita lo miró con escepticismo.

—¿Y qué pasa si admites un error y los demás te comen vivo?

—Si lideras con autoridad y no con miedo, nadie querrá devorarte. Al contrario, respetarán tu sinceridad. Eso crea lealtad.

—Bueno, bueno, pero todo eso suena muy bonito en papel. A mí me gusta más lo práctico. Dime, ¿qué estrategias debo seguir?

—Primero, definir prioridades claras. No puedes hacer todo al mismo tiempo. Un buen director sabe delegar. Tienes que confiar en tu equipo y darles espacio para brillar. También es crucial enfocarse en el largo plazo, no solo en resultados inmediatos.

—Ah, delegar... Eso lo hago con tus primos cuando les doy las tareas de la casa. Pero a veces la cagan. ¿Qué hago ahí?

—Si alguien comete un error, no lo crucifiques. Enséñale cómo hacerlo mejor. El desarrollo del talento es parte de tu trabajo. Recuerda: lideras personas, no robots.

Jovita se cruzó de brazos, pensativa.

—¿Y qué me dices de las decisiones difíciles? Porque será muy bonito eso de escuchar, pero alguien tiene que tomar las riendas.

—Tía, un buen director no teme tomar decisiones impopulares si son necesarias. Pero siempre debe comunicar el porqué de esas decisiones. La transparencia reduce la resistencia.

Jovita se inclinó hacia él, sonriendo.

—¿Y qué pasa si los empleados se pasan de listos y empiezan a quejarse de todo? ¿Ahí también soy empática y transparente?

—Por supuesto, pero también hay límites. Un buen líder no se deja manipular. Debes ser justo, pero también firme en tus principios. El equilibrio es la clave.

Jovita asintió con una sonrisa traviesa.

—Pues parece que ser director es como ser la matriarca de una gran familia.

—Exacto, tía. Si alguien puede ser una gran líder, esa eres tú.

Jovita se echó a reír mientras servía la sopa.

—Bueno, sobrino, parece que tienes algo de razón. Quizá hasta me anime a dirigir el club de petanca.

Macarino levantó su cuenco y sonrió.

—Tía, serías la mejor directora que la petanca haya conocido.

Teorías teóricas

El mejor ejecutivo es aquel que tiene suficiente sentido común para elegir buenos hombres para que hagan lo que él quiere que se haga, y el suficiente autocontrol como para no inmiscuirse mientras lo hacen.

(Theodore Roosevelt)

En el vertiginoso mundo de los negocios, ser un gran director no es solo una cuestión de habilidad técnica, sino también de una profunda comprensión de las personas, los procesos y el contexto en el que opera una organización. Los líderes efectivos destacan por su capacidad para combinar una visión estratégica con habilidades interpersonales, toma de decisiones basada en principios y adaptabilidad a un entorno cambiante.

Un gran director debe ser capaz de definir y comunicar una visión clara que inspire a su equipo y dirija los esfuerzos hacia objetivos comunes. Este enfoque está estrechamente relacionado con el hábito 2 de Stephen Covey (Los siete hábitos de la gente altamente efectiva): "Comience con un fin en mente". Tener claridad sobre el propósito y los resultados deseados permite tomar decisiones coherentes y establecer prioridades que alineen a toda la organización.

Fernando Troilo, en su libro: Ser CEO: competencias para un desempeño efectivo, destaca que las competencias clave de un director incluyen habilidades de comunicación, pensamiento estratégico, resolución de problemas y capacidad de influir en la cultura organizacional. Estas competencias no solo son inherentes, sino que también se desarrollan en función del contexto. Un director efectivo reconoce la importancia de adaptarse al entorno interno y externo para maximizar su impacto. Los ejes fundamentales son:

La posición del director: Explora cómo esta función implica una combinación de liderazgo táctico y estratégico, y cómo la complejidad del cargo requiere habilidades tanto blandas como técnicas.

  • Competencias críticas: identifica competencias clave como la capacidad de tomar decisiones en escenarios de incertidumbre, la gestión del cambio y la comunicación efectiva. También subraya la importancia de la autorregulación emocional y la empatía.

  • El contexto en la adquisición de competencias: subraya que el desarrollo de competencias depende en gran medida del entorno organizacional, incluyendo la cultura, el mercado y la etapa de desarrollo de la empresa.

  • Cultura organizacional: la cultura puede ser un factor determinante en la manera en que un líder influye y desarrolla competencias dentro de su equipo. Una cultura basada en la colaboración y el aprendizaje continuo facilita el desarrollo de habilidades clave.

  • Socialización y desarrollo: detalla cómo los directores aprenden y se adaptan a través de redes de mentoría, programas de desarrollo ejecutivo y la experiencia directa en sus roles. La socialización organizacional es fundamental para garantizar una transición efectiva hacia el liderazgo.

La filosofía de Stephen Covey subraya la importancia de construir el liderazgo sobre principios universales como la integridad, la justicia y la empatía. En la obra Lincoln on Leadership, Donald T. Phillips resalta que Abraham Lincoln encarnó esta idea al liderar con humildad y una profunda conexión humana, mostrando que el liderazgo efectivo va más allá de la autoridad formal.

Un director, es decir, un líder, debe ser flexible y resiliente, capaz de tomar decisiones bien pensadas incluso bajo presión. La capacidad de pausar, reflexionar y actuar con discernimiento es fundamental. Lincoln, por ejemplo, demostró cómo el liderazgo no siempre implica actuar rápidamente, sino también saber cómo y cuándo actuar para lograr un impacto duradero.

Los líderes efectivos invierten tiempo en desarrollar relaciones de confianza y fomentar una cultura organizacional saludable. Troilo indica que una cultura fuerte puede ser un catalizador para el desarrollo de competencias clave, mientras que Covey señala que "pensar en ganar-ganar" y "buscar primero entender, luego ser entendido" son fundamentales para construir colaboraciones sólidas.

Fernando Troilo destaca cómo las competencias críticas varían según el contexto y la cultura organizacional. Las competencias clave incluyen liderazgo situacional, habilidad para construir redes de apoyo y capacidad de influir positivamente en la cultura empresarial.

Donald T. Phillips ilustra cómo los principios de humildad, empática comunicación y resolución deliberada son esenciales para un líder. Lincoln demostró que el poder del ejemplo personal puede transformar una organización.

Ser un gran director implica mucho más que ocupar una posición de poder, requiere el desarrollo continuo de competencias clave, un enfoque basado en principios y la capacidad de adaptarse al contexto. Al integrar las lecciones de Covey, Troilo y Phillips, un líder puede cultivar una visión clara, construir una cultura organizacional positiva y liderar con integridad y eficacia. Estas cualidades no solo permiten alcanzar resultados excepcionales, sino también dejan un legado perdurable.

Mira, Jovita, ser un buen líder no es cuestión de títulos ni de mandar. Es un arte que combina humildad, estrategia y empatía. Si quieres liderar con éxito, tienes que aprender a escuchar antes de hablar, a pensar antes de actuar y a adaptarte antes de imponer. Los buenos líderes son como buenos pastores: guían a su equipo con visión y paciencia, nunca a golpes de autoridad. Y recuerda, la confianza no se exige, se gana.

Jovita

Una organización empoderada es aquella en la que las personas tienen el conocimiento, la habilidad, el deseo y la oportunidad de tener éxito personal de una manera que conduzca al éxito organizacional colectivo.

(Stephen Covey)

La conversación continuó mientras Jovita, con la misma perspicacia que había criado a cuatro hijos, dirigido una casa con recursos escasos y sobrellevado a un marido testarudo, se daba cuenta de que ella ya sabía mucho de liderazgo. Ahora le tocaba a ella declamar las conclusiones finales de todo lo que estaban hablando esa jornada.

Jovita, con casi cien años de vida y una trayectoria que podría hacer palidecer a muchos grandes directivos, comenzó a reflexionar. En su vida, había liderado no solo su hogar, sino también a toda una familia, con recursos limitados y desafíos que muchos ni imaginarían. Criar a cuatro hijos, mantener la disciplina y gestionar la vida familiar era ya una tarea de alta dirección. Pero con el paso del tiempo, Jovita había refinado una visión de liderazgo que iba más allá de las técnicas tradicionales.

—Mira, Macarino —comenzó Jovita mientras removía la sopa con calma—, lo primero que aprendí a lo largo de mi vida es que ser líder no se trata de imponer tu voluntad, sino de crear un ambiente en el que las personas puedan sentirse valoradas y respetadas. Tú hablas de autoridad, y tienes razón, la autoridad no se impone, se gana. Pero, más importante aún, se inspira. Eso es lo que he hecho siempre en mi casa: he inspirado a mis hijos, a todo el mundo... No con gritos ni con castigos, sino con el ejemplo y la paciencia. He tenido que ser firme, sí, pero también he aprendido a escucharlos, incluso cuando no querían hacerlo.

Jovita continuó con una sonrisa astuta y un brillo en los ojos.

—El liderazgo no es solo para mandar, es para saber cuándo delegar. Yo no podía hacer todo por mí misma, y si bien tus primos no eran siempre los más organizados, les daba espacio para que aprendieran. ¿Qué otra opción tenía? Con el poco dinero que teníamos, si no hubiera delegado las responsabilidades, habríamos fracasado todos. Un buen líder sabe cuándo confiar en su equipo, incluso si a veces parece que no lo están haciendo bien.

Macarino escuchaba atento, sin interrumpir. Jovita era una mujer que sabía lo que significaba ser responsable, no solo en lo práctico, sino también en lo emocional.

—Lo que me dijiste sobre la empatía, también lo he hecho toda mi vida, pero con una condición: ser firme en mis principios. Yo podría haber dejado que tus primos comieran todas las galletas y se quedaran a jugar todo el día, pero entonces nadie habría aprendido nada. Un líder no puede permitir que el caos se apodere de todo, aunque sí debe permitir que la gente crezca. La empatía también se trata de saber cuándo decir "no" y cuándo ser flexible. La gente necesita guía, no solo indulgencia.

Jovita, como una gran directora de su hogar, también entendió la importancia de la visión a largo plazo.

—A veces, en la vida, las decisiones no son fáciles, pero he tenido que tomarlas. He tenido que hacer sacrificios por el bien de la familia, aunque algunos no los entendieran. La clave está en explicar por qué tomas esas decisiones. Yo no tomaba decisiones en secreto, siempre explicaba el por qué detrás de cada elección. Eso me dio el respeto que merecía. La gente no va a seguir a alguien que no sabe hacia dónde va. Cuando tus primos tenían que estudiar, lo hacían no solo porque les dijera que lo hicieran, sino porque entendían que era necesario para su futuro.

Macarino, visiblemente impresionado, no pudo evitar sonreír.

—Es cierto, tía, siempre has sabido tomar decisiones difíciles. Y con todo esto, ¿crees que un buen director debe adaptarse al contexto? ¿A las circunstancias que se le presentan?

Jovita no dudó.

—Claro, Macarino. El contexto es todo. Como líder, he tenido que adaptarme muchas veces, cuando la economía no daba, cuando las circunstancias cambiaban. Cada día era diferente, pero el principio era el mismo: ser clara con mis objetivos, ser justa con todos, pero siempre cuidando de no perder de vista lo que era importante. Un buen líder se adapta al momento, pero no cambia sus principios por ello.

Macarino se quedó pensativo, mirando a su tía con una mezcla de respeto y admiración.

—Entonces, ¿tú ya has sido una gran directora, tía? —preguntó.

Jovita soltó una risa cálida.

—¿Quién crees que ha mantenido todo funcionando aquí? Yo no tenía un CEO ni un gerente de operaciones, pero he sido todas esas cosas en casa. He sido Directora de familia, de recursos humanos, de finanzas y, a veces, hasta de comunicaciones. La vida es más compleja que eso. Lo que importa es saber guiar a las personas con corazón y claridad.

Macarino asintió, sintiendo que toda su teoría sobre liderazgo había cobrado vida en las palabras y el ejemplo de su tía.

—Sabes, tía, si logro ser la mitad de buen líder de lo que tú has sido, estaré bien.

Jovita, con una mirada de orgullo y ternura, le respondió con firmeza.

—Lo serás, Macarino. Y recuerda siempre esto: liderar no se trata de ser el más listo, ni el más fuerte. Se trata de hacer que las personas crean en sí mismas tanto como tú crees en ellas.

Esa tarde en la cocina, mientras las últimas cucharadas de sopa desaparecían, Macarino comprendió que el verdadero liderazgo no se encuentra en las aulas ni en los libros, sino en la experiencia vivida y compartida. Y esa lección, una lección de humildad, estrategia y empatía, era lo que su tía Jovita había enseñado con su vida.