Todo comenzó con un intercambio de teléfonos, un poco de sorpresa y un alto grado de indiferencia. Como son las relaciones hoy en día, ¿no?

Si bien, hoy la forma más inmediata de comunicación es a través de Instagram y TikTok, todavía quedamos los que nos reducimos al WhatsApp.

Estamos en el bum de la Inteligencia Artificial. Damos vida a personas que por edad jamás habríamos podido conocer y nos encontramos, por ejemplo, con hijos/as, parientes de grandes artistas cantando con estos mitos de la música.

Algo que impactó a las redes sociales de Latinoamérica fue que, en el Congreso Futuro 2025, realizado en enero en Santiago de Chile, la cantante Javiera Parra, nieta de la gran Violeta Parra, investigadora, cantora y defensora de las raíces originarias, se presentara junto a su abuela gracias a la tecnología, donde compartieron escenario y cantaron juntas una de las canciones más hermosas de la historia, “Gracias a la Vida”

Soy una de las primeras en defender las redes sociales y todo lo que nos aporta la tecnología, porque para los que estamos lejos de nuestros seres queridos, nos ha ayudado a sentir la distancia menos dolorosa. Incluso, nos ha permitido ser partícipes de eventos familiares imperdibles gracias a las video llamadas. Ser parte de la vida cotidiana de mis sobrinos y ver el paso del tiempo en el rostro de mi madre, no tiene precio, es sentirlos al alcance de “una video llamada”.

A nivel médico, se han realizado operaciones motorizadas, a miles de kilómetros de distancia con un resultado preciso y exitoso.

Ahora, se está, intentando apostar incluso por una inteligencia emocional para los robots. En estos días, en el festival tecnológico de China, se vivió un momento de pánico debido al mal funcionamiento de un robot dotado de inteligencia artificial, que por “error” golpeó a una mujer que se encontraba en el público.

¿Queremos realmente, dotar a robots de emociones?

¡Pero si no somos capaces ni de expresar sanamente nuestras emociones a los humanos que tenemos frente a nosotros!

¿Será porque queremos escabullirnos del confrontarnos, exponernos o ponernos en tela de juicio frente al otro?

Totalmente distinto a lo que estaba viviendo en ese momento con él. Luego de los primeros WhatsApp, siguieron algunas llamadas, todas por mérito de él porque reconozco que me descubrí aterrorizada de mostrar interés. Más que nada, por un motivo que no quería olvidar: él se iba en un par de meses más.

Yo, que me había construido una fortaleza con lago pantanoso y todo, ¿cómo este “caballero de hermosa armadura” había logrado traspasar todas estas barreras?

Me descubrí emocionalmente ignorante y aparecieron todos mis fantasmas. Resistí todo lo que pude, pero el caminar junto a él, hizo irremediable que nuestros pasos y corazones se sincronizaran en un único compás.

A fin de cuentas, nos encontrábamos solos, lejos de casa, comunicándonos con nuestros afectos, solo a través de pantallas.

Tal vez, fue esto que hizo indispensable la llamada matutina, el mensaje inesperado, los recortes de tiempo para encontrarnos, contarnos el día y sentir la empatía inmediata en los ojos del otro. Las despedidas en el andén, bajo un frío invernal que vencimos con largos abrazos y calurosas caricias.

Pero el reloj inteligente seguía marcando la cadencia del tiempo y la realidad virtual de la que inútilmente tratábamos de escapar.

Es tremendamente sorprendente ver como el avance tecnológico permite a computadores y teléfonos inteligentes reconocer nuestros intereses culturales, sociales e incluso proponernos información que debería despertarnos curiosidad por la edad que tenemos…aún más, algunas máquinas logran reconocer a través del video si estamos sonriendo, tristes, enojados o felices, logrando diferenciar si la sonrisa es de nerviosismo, alegría o tristeza.

¡Quedaremos desnudos frente a las máquinas, sin quitarnos la ropa!

Desde el punto de vista médico, esto es un gran avance para, por ejemplo, ayudar a detectar una depresión, pues se calcula que solo en EEUU, las personas dedican al menos, 4 horas diarias a las pantallas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que, en el 2024, el 3,8% de la población mundial padecía depresión.

Mi emoción cuando vi por primera vez por video llamada a mi madre fue llorar, y lo hice cuando recibí el primer mail de mi hermano…

Digamos que tecnológicamente, podemos satisfacer casi todas nuestras necesidades, pero no me resigno a un futuro vivido a través de una pantalla. Si bien, soy una sobreviviente de una corta pero intensa relación que no esperaba vivir, agradezco cada momento vivido mirándonos a los ojos, el olor del café que nos tomamos en la estación, los buenos vinos bebidos, su olor, el calor de su cuerpo, pero por sobre todo sentir su mano buscando la mía que se escondía en mi frío bolsillo.

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Maya Estrada, "Besar el viento", 2021, Cementerio Parque El Manantial, Maipú. Santiago, Chile.

Él, ya partió a su nido, yo me quedé con la alegría amarga de su partida. Como única reflexión, puedo decirles: mírense más, abrácense más, vivan el presente que es lo único seguro que tenemos, porque hoy me duelen las horas que nos quedaron sin vivir, me desgarra su fantasma en el andén, subo las escaleras imaginando que, al besar el viento, la brisa acaricie su mejilla, en donde esté.