De acuerdo con la ley del universo, los sufrimientos son los dolores del parto para revelar tu verdadero ser.
(Meher Baba)
La raíz del sufrimiento es el apego.
(Buda)
El sufrimiento era una de las cosas que no podía entender en lo absoluto cuando estaba creciendo. ¿De qué se trata la vida y por qué está enmarcada por la muerte, la frustración y el dolor?
Más tarde en mi vida, al entrar en contacto con Meher Baba, descubrí que en sus mensajes él decía:
que el sufrimiento era el trabajo del amor, para llegar a ser plenamente consciente,
que todos los seres alcanzarían ese estado,
que la compasión se construye con el sufrimiento por el que cual todos tenemos que pasar,
que este sufrimiento es en realidad causado por nuestros apegos, debido al estado transitorio de consciencia de nuestras individualidades que las hace creerse separadas, cuando en realidad todos somos en realidad un solo ser.
Por supuesto, basándonos en la pura lógica intelectual, sigue siendo difícil entender el sufrimiento, especialmente cuando es uno o alguien que uno ama quien lo está sufriendo.
Pero en algunos momentos de revelación intuitiva, más allá de la mente, cuando el corazón siente destellos de ese amor del que Meher Baba hablaba desde su silencio, de alguna manera, uno puede a veces vislumbrar el sufrimiento como parte del proceso de lograr completamente ese estado de “Unicidad del Amor”.
Un día en el Mandali Hall, donde Meher Baba a veces se reunía con sus discípulos, Eruch, uno de los discípulos más cercanos de Baba y quien interpretaba su silencio, nos relató una historia de los tiempos de Buda sobre el significado del sufrimiento.
La voz de Eruch nos llevó a otros tiempos y escenarios, en aquel entorno mágico de Meherazad.
Érase una vez una hermosa joven que vivía en una aldea remota de la India. Desde que era una niña, había estado enamorada de un joven del mismo pueblo. Y este chico muy apuesto estaba también locamente enamorado de ella. Afortunadamente, las familias eran muy amigas y también estaban interesadas en un matrimonio arreglado.
Entonces, cuando llegó el momento, se casaron y hubo una gran fiesta de bodas en la que participó todo el pueblo, además de las aldeas vecinas.
Los novios se veían tan felices, parecían ángeles, hermosos y saludables, y se tenían tanto amor el uno al otro, que todos los que presenciaron su boda compartieron una inmensa alegría.
Desafortunadamente, menos de un mes después de su boda, el esposo se vio afectado por una enfermedad repentina y murió.
El corazón de la joven esposa estaba desgarrado: su dolor y sus lágrimas eran tan intensos que inundaron a toda su familia y a todo el pueblo.
Pasaron los meses y ella no podía recuperarse de su pérdida. Su sufrimiento se había convertido en un punto doloroso para el pueblo, ya que nadie podía escapar del profundo dolor que envolvía a esta joven.
Los más sabios del pueblo trataron de consolarla en vano. Ninguna charla sobre espiritualidad, sobre otra vida o sobre Dios podía aplacar sus lágrimas.
Un día, algunos de los ancianos de la aldea se enteraron de que el Buda iba a visitar una de las aldeas cercanas, y lograron convencer a la joven de que fuera con un pequeño grupo de ellos, para pedirle consuelo al Buda. A regañadientes, la joven aceptó.
Llegó el día. La joven fue llevada a ver a Buda, quien estaba acompañado por algunos de sus discípulos. Cuando la joven se acercó a él, el Buda sintió su dolor, y amorosamente acarició su rostro, y tomó sus manos, y le pidió a ella que compartiera su dolor. Él la aliviaría.
Ella irrumpió en llanto y le contó lo de su difunto marido.
El Buda entonces le dijo: "Si estás dispuesta a seguir lo que te pido que hagas, me aseguraré de que tu esposo regrese a ti".
Los discípulos que estaban cerca del Buda no podían creer lo que escuchaban. Eso estaba totalmente en contra de sus enseñanzas de aceptación del sufrimiento para alcanzar la realización, y el uso de milagros era algo que él no hacía jamás.
Y el Buda continuó diciéndole a la joven: "Todo lo que quiero que hagas es mendigar de casa en casa, por un solo grano de arroz. Si te dan un grano de arroz de corazón, en una casa donde no haya habido sufrimiento, te devolveré a tu esposo tal y como era cuando se casó contigo”.
La joven prometió que seguiría sus instrucciones y abandonó la presencia del Maestro agradeciéndole, llena de esperanza.
Ella salió a pedir limosna y visitó la primera casa. Una señora salió a la puerta y al pedirle un grano de arroz, dijo: “Espera te daré una bolsa entera de todo corazón mi querida”.
Entonces la joven preguntó: “¿Ha habido algún sufrimiento en esta casa?”. Y la señora irrumpió en sollozos, diciendo que había perdido a su único hijo hacía apenas cuatro meses, y la joven tuvo que consolarla al ver cuánto dolor le había provocado su pregunta.
En la próxima casa sucedió una situación similar, cuando un hombre mayor le contó sobre la pérdida de su esposa.
En la siguiente, una mujer joven, habló sobre la pérdida de sus dos padres el mismo día en un accidente.
No pudo encontrar ningún hogar donde no hubiese habido sufrimiento, y al ver tanto sufrimiento compartido con ella, y al tener que consolar a la gente a la que estaba haciéndole la pregunta, se dio cuenta de que el Buda era en verdad un hombre muy sabio, y que ella no podía eliminar su propio sufrimiento, porque el sufrimiento nos tocaba a todos.
Sintió interiormente que el significado del sufrimiento era hacer que las personas se dieran cuenta del verdadero significado de la existencia y del Amor, y despertarlas del apego a lo transitorio para buscar la fusión con lo eterno.
Regreso a ver al Buda. Se postró ante él y decidió vivir una vida dedicada a él y a sus enseñanzas.
Su amor por su esposo muerto y el sufrimiento por esta pérdida no fueron olvidados: se hicieron parte de su evolución espiritual, se hicieron parte del Amor más grande que había en todos.
Al concluir Eruch su relato, recordé uno de esos instantes en los que uno percibe el Todo, en los que se comprende la razón del sufrimiento, en donde se ve al sufrimiento no como un castigo o una maldición, o una situación injusta en la que se uno encuentra, sino como un proceso de transformación de un estado a otro en el viaje de uno hacia nuestro verdadero ser, como la transformación de una oruga en mariposa.