La interseccionalidad como herramienta analítica
ofrece a las personas un mejor acceso
a la complejidad del mundo y de sí mismas,

(Patricia Hill Collins y Sirma Bilge, Interseccionalidad)

La epistemología feminista es una corriente que surge a finales del siglo XX en respuesta a la identificación de una ausencia en las perspectivas tradicionales. Este nuevo pensamiento epistemológico busca incorporar las experiencias de mujeres y otras minorías sociales; cuestiona los valores de neutralidad fundantes del conocimiento moderno y aboga por la experiencia como fuente legítima de conocimiento.

Desde los griegos antiguos hasta nuestros días, los seres humanos nos hemos preguntado acerca del origen, los límites y fundamentos de nuestro conocimiento. Con la llegada de la Modernidad, estas inquietudes lograron constituirse en un campo específico y sistemático de reflexión, la epistemología. Este término proviene del griego y se compone de dos partes: episteme, que se relaciona con la idea de un conocimiento comprobado (en contraposición a las creencias u opiniones personales), y logos, que remite a un campo de estudio o una forma de pensar. Desde ese entonces, la epistemología es reconocida como la rama de la filosofía que se interroga acerca del conocimiento humano, las formas de producirlo y validarlo, sus límites y fundamentos.

A fines del siglo XX, de la intersección entre epistemología y teoría feminista surge una nueva corriente al interior del este campo de reflexión: la epistemología feminista. La razón de esta emergencia reside en la necesidad de dar una respuesta crítica a las formas tradicionales de producción de conocimiento, por haber omitido históricamente los aportes de las mujeres y de otras minorías. En un contexto sociohistórico de avance de las luchas de distintos colectivos por sus derechos civiles, la epistemología feminista comenzó a poner en duda valores tan fundantes de las corrientes tradicionales como la objetividad y la neutralidad valorativa de la producción científica y de los procedimientos de validación de las ideas.

Los primeros escritos apuntan a denunciar el sesgo patriarcal que, de modo silencioso, ha signado el pensamiento occidental moderno. En paralelo al trabajo de revisión acerca de cómo se ha construido el conocimiento a lo largo de la historia, estas pensadoras se proponían contribuir a la construcción de nuevas formas de entender la verdad que reflejen otras experiencias y no únicamente las de los hombres blancos de clase media (el típico sujeto moderno de la ciencia). En este análisis, la categoría de experiencia resulta central: ¿Cómo se define esta idea? Partamos de la ya clásica distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación para introducirnos en ella.

En epistemología, el contexto de descubrimiento hace referencia a las condiciones y procesos (muchos de ellos subjetivos, asistemáticos y azarosos) que conducen a la formulación de nuevas ideas. Por otra parte, el contexto de justificación refiere al conjunto de procedimientos derivados de los acuerdos comunitarios que permiten respaldar la veracidad de una proposición. A este último contexto pertenecen la evidencia empírica y el examen lógico. En el marco de este binomio, la epistemología tradicional entiende a la experiencia como un elemento fundamental del contexto de justificación del conocimiento, pues gracias a ella el sujeto de la ciencia puede determinar la veracidad de un enunciado. ¿De qué forma? Según esta perspectiva, la experiencia, permite distinguir los enunciados verdaderos de los falsos por medio de la observación y la experimentación. Cualquier otra forma de experiencia anterior al acto científico mismo debe ser dejada de lado por subjetiva y extracientífica.

Si bien la experiencia no se define de forma unánime en el ámbito de la epistemología feminista, en esta corriente adopta un sesgo radicalmente diferente al de las corrientes tradicionales. A grandes rasgos, podría decirse que se define como el conjunto de vivencias y perspectivas de las personas, sobre todo de aquellos grupos sociales que históricamente han sido excluidos de distintos ámbitos (incluyendo la producción de conocimiento) como lo son las mujeres, los/as afrodescendientes y las personas de escasos recursos. De este modo, a pesar de ser considerada como formando parte del contexto de descubrimiento, la experiencia no puede ni debe quedar por fuera del examen científico.

Lejos de la contraposición tradicional entre conocimiento científico y sentido común, conocimiento vulgar o doxa, este enfoque considera que la experiencia subjetiva y cotidiana de vida es una fuente legítima de saber. De hecho, pasar esto por alto no significa que la ciencia se realice a sí misma, desde ningún contexto sociohistórico y por ningún sujeto, sino que lo que este borramiento trae es el ocultamiento, por un lado, de las condiciones de producción de la ciencia y, por otro, de las relaciones de dominación al interior del ámbito científico. La concepción de la experiencia propuesta por la epistemología feminista lleva al cuestionamiento del precepto moderno de que el conocimiento puede ser neutral y objetivo. Se pone de relieve el hecho de que a pesar de los intentos de neutralización, las ideas y saberes están inevitablemente influenciados por factores como el género, la clase y la cultura. Esto permite dar cuenta no sólo de las complejidades vinculadas a los procesos de producción de conocimiento, sino también de las diversas formas de opresión hacia las minorías sociales.

Al hacer foco en la experiencia, la epistemología feminista no se limita a realizar una crítica a las teorías existentes, sino que también orienta la discusión hacia el campo de lo político: la validación de experiencias tradicionalmente dejadas de lado por el pensamiento tradicional busca, a fin de cuentas, contribuir a la creación de una sociedad más justa y equitativa.