Orientar a los profesionales de la salud hacia una carrera de compromiso político es (más vale tarde que nunca) una necesidad absoluta para el cambio social y la justicia social en la atención en salud.

A considerar:

Las universidades favorecen claramente la ‘preparación de graduados técnicamente preparados para la carrera’, de modo que los planes de estudios, en el caso de la educación en salud, evitan irrevocablemente las pedagogías críticas que promueven una practica profesional que mejore la justicia; que acepten politizar sus planes de estudios, sus pedagogías y que fomenten el compromiso social de sus estudiantes. Todo esto está muy lejos de sus objetivos.

Por consiguiente, el llamado que aquí hago es ayudar a estos profesionales a despertar para que, en su vida profesional, contribuyan a establecer políticas que realmente beneficien a la masa de sus pacientes y a las comunidades en las que viven y sirven. Se trata de que adquieran las herramientas para crear un futuro mejor en lugar de limitarse a permanecer en limbo y limitarse a observar el incesante flujo de lo que ocurre fuera de su práctica estrictamente clínica.

Esto nos lleva a considerar críticamente al papel de los planes de estudios de estos profesionales. ¿Dotan estos a los estudiantes de un conocimiento a fondo las desiguales relaciones de poder en juego en el sector de la salud? Es evidente que estos conocimientos no se adquieren automáticamente.

En realidad, los estudiantes no pueden encontrar la información pertinente al respecto en las bibliotecas médicas. Estas bibliotecas son las depositarias en su mayor parte de ciencias biomédicas y de estudios clínicos, pero no ayudan a los profesionales a comprometerse en la lucha contra el ejercicio de un poder injustificado en lo que es una estructura de poder piramidal en sistemas de salud. (En la actualidad, la Internet puede ser un repositorio complementario, pero los estudiantes tendrán que saber a dónde ir, y el plan de estudios debería encaminarles en una buena dirección para evitar las fake news).

El aprendizaje de la estructura de poder es el punto de partida del aprendizaje de los derechos humanos, precisamente porque el poder hace caso omiso de la igualdad en el acceso a la atención en salud y ésta viene determinada por la primacía de las consideraciones financieras y por la fuerza de la autoridad ejercida verticalmente --una autoridad ilegítima que suele ser deshumanizadora.1

Poder, autoritarismo, patriarcado y dominación son una misma cosa, de modo que, en el aprendizaje de los derechos humanos (ADH), se analizan las determinantes de la dominación. Los profesionales de la salud tienen que entender esto y, además, entender que sí tienen poder para cambiar las cosas; tienen el poder de cuestionar, el poder de proponer sus propias respuestas... la lista de lo que pueden hacer es larga. Aquí es donde el ADH se centra para empezar, de modo que, finalmente, el contrapoder, por necesidad, se oriente hacia la búsqueda de los mejores medios para llevar a cabo acciones correctivas que aborden los derechos humanos de la mayoría de los detentores de derechos.

Para que esto se materialice, los académicos socialmente comprometidos que estén decididos a lanzar la organización de planes de estudios orientados a la acción humanizadora necesitarán carisma -y poder dentro de los comités de planes de estudios; necesitan estar convencidos de la relevancia de lo que quieren cambiar, empujando para ampliar los límites de lo posible, si es necesario; y para ello, deben actuar con valentía.

Activismo, profesión, compasión y solidaridad

En su trabajo —y no es que sea fácil—, la idea es que diagnóstico, tratamiento, compasión y solidaridad social se conviertan en una misma cosa para los profesionales de la salud. Por eso me propongo persuadir a los estudiantes y profesores de las profesiones en salud para que dediquen más tiempo y energía al ADH.

Necesitamos desarrollar esta capacidad en los futuros profesionales. La apatía puede llevar, y de hecho lleva, a nuestro trabajo académico al estancamiento. En última instancia, es necesario transformar la apatía en una praxis que incluya nuevas relaciones sociales con los pacientes en su papel de detentores de derechos, es decir, que demanden activamente sus derechos humanos ante las autoridades (detentores de obligaciones en el lenguaje de los DDHH).

La atención en salud debe pasar de limitarse a tratar a pacientes indigentes solo por sus dolencias, a una comprensión más profunda de las privaciones y circunstancias que conducen a esas dolencias, arraigadas en cuestiones de pobreza y desigualdad con sus procesos subyacentes en causas estructurales. Lo que en última instancia cuenta es la responsabilidad social de los profesionales de la salud ante sus pacientes para trabajar en verdadera colaboración con aquellos a los que atienden.

Los académicos también deben reconocer y comprender explícitamente cómo los procesos sociales y las cuestiones de poder determinan el contenido, la dirección y la aplicación de la atención-en y los programas-de salud. Junto con aquellos a los que el sistema imperante margina (actuando como detentores de derechos), los profesionales sensibilizados a los derechos humanos pueden y deben convertirse en activistas en lugar de proteger implícitamente estrechos intereses de grupo a través de su trabajo bajo las alas de gobiernos, corporaciones hospitalarias, empresas farmacéuticas, compañías de seguros y organismos internacionales que, la mayoría de las veces, no tienen en cuenta los verdaderos intereses y necesidades de los pobres, a pesar de sus declaraciones públicas en sentido contrario.

En última instancia, es la fuerza conjunta de los académicos del área de la salud y la nutrición la que logrará los cambios curriculares necesarios que, con el tiempo, empezarán a revertir las violaciones de los derechos humanos, no sólo en la salud, sino en todos los ámbitos.

Lo que debe hacer que cada vez más académicos perseveren en este esfuerzo es el hecho de que, en última instancia, los derechos humanos confieren legitimidad jurídica y moral y un sentido de justicia social a su práctica de la salud. Es aplicando una lente de derechos humanos como se entenderá que el trabajo en salud y nutrición está inequívocamente centrado en las personas.

Al fin y al cabo, hay que convertir a los pacientes en auténticos detentores de derechos, por lo que hay que hacerles comprender que ellos también tienen poder, es decir, el poder de cuestionar, reclamar y luchar por sus derechos.1

El mundo académico necesita líderes que participen en la organización de un plan de estudios y una práctica profesional más humanizadoras que puedan orientar a los estudiantes desde las primeras etapas de su formación profesional. La inclusión del ADH en los planes de estudio será un paso en esa dirección.2

Por último, y para no pecar de ingenuo, no estoy hablando de la necesidad de una asignación de tiempo poco realista en los planes de estudio de los profesionales de la salud para tratar cuestiones relacionadas con los derechos humanos, el derecho a la salud y el derecho a la alimentación. No trato de ser prescriptivo. Lo importante es que haya un enfoque tutorizado de este aprendizaje con amplio tiempo de debate, estudios de casos y tiempo para que los estudiantes cuenten dónde se sitúan en cuestiones de justicia social. Se puede acceder a los contenidos en línea a través del autoaprendizaje con sólo un poco de orientación. Por último, pero no por ello menos importante, hay que implicar al profesorado con la formación adecuada.

El reto para los estudiantes: planes de estudios obsoletos

Los estudiantes que desean obtener un título en carreras de la salud o nutrición deberían tener (pero no tienen) la oportunidad de ver cómo su campo puede afectar a los derechos humanos, tanto positiva como negativamente. Para ello, los estudiantes necesitarán oportunidades de educación experiencial que rara vez tienen. La mayoría de las universidades no consideran que el compromiso activo con los derechos humanos sea fundamental para su misión.

Muchos departamentos universitarios se muestran abiertos a la educación en derechos humanos, pero no la aplican a la defensa y el activismo en el mundo real, porque lo consideran ‘demasiado político’. Así pues, la realidad es que pocos profesionales han podido incorporar a su práctica un genuino accionaren el área de los derechos humanos.

Muchas comunidades no tienen acceso al tipo de conocimientos sobre derechos humanos que necesitan para participar mejor y de forma más activa en la protección de sus derechos, entre los que se incluyen de forma muy importante el derecho a la salud y a una alimentación y nutrición adecuadas. Romper este status-quo requerirá incentivos para que los profesionales tomen medidas concretas que les eviten (a sabiendas o no) de ser cómplices de violaciones de los derechos humanos.3 Las comunidades afectadas necesitan pasar por una etapa de adquisición de una nueva conciencia que les permita ver los grandes costes que para ellos impone el sistema dominante.

Pensando en voz alta

La mayor parte de nuestra vida la pasamos aprendiendo lo que otras personas nos han dicho que aprendamos, de modo que el cambio se ha producido con relativa lentitud. ¿Es ésta una de las causas de nuestra incapacidad para diagnosticar y responder eficazmente a los cambios globalizadores, cada vez más rápidos y negativos? Sin duda, no hemos superado el reto. Las razones son múltiples, pero en general reflejan una visión estrecha de las disciplinas que tiene su origen en un liderazgo académico conservador y en la falta de capacidad colectiva de los académicos tradicionales para reconocer la importancia y reaccionar ante los impactos negativos de la globalización.4

Lecturas relacionadas sugeridas:

Schuftan, C. «Enfermeras, salud pública y derechos humanos: Su papel como titulares de reivindicaciones, portadoras de deberes y promotoras del cambio social». Creative Nursing, Aug 2021; 27(3), pp. 163-166. Creative Nursing.

Referencias

1 Nicola Philips, Poder y desigualdad en la economía política mundial, International Affairs, volumen 93, número 2, 1 de marzo de 2017, páginas 429-44.
2 Aquí no se proponen currículos específicos de HRL. En internet se pueden encontrar varios planes de estudios reales que se pueden adaptar a las necesidades docentes específicas en función de las franjas horarias asignadas en los respectivos planes de estudios.Currículos de salud
3 Theresa Harris, Open Global Rights, 17 de septiembre de 2020.Human rights education and career opportunities for scientists could foster systemic change.
4 William Bertrand, Educación superior y transferencia de tecnología: los efectos de la ‘tecnoesclerosis’ en el desarrollo, Journal of International Affairs, otoño/invierno de 2010, Vol. 64, n.º 1, p. 101-119.